LLAMADOS A SER HOMBRES NUEVOS
REVESTIDOS DE JESUCRISTO.
Introducción: Para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y
zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y
de la astucia que conduce engañosamente al error, (Ef 4, 14)
Sinceros, honestos e íntegros.
“Antes
bien, siendo sinceros en el amor, crezcamos en todo hasta Aquel que es la
Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de
toda clase de junturas que llevan la nutrición según la actividad propia de
cada una de las partes, realizando así el crecimiento del cuerpo para su
edificación en el amor”. (Ef 4, 15- 16)
Siendo
sinceros en el amor, padre de todas las virtudes, señal que hemos pasado de la
muerte a la vida y que estamos en comunión con Cristo. (1 de Jn 3, 14: Jn 15,
4) Para crecer hacia Aquel que es la Cabeza, Cristo, hemos de cultivar el
barbecho del corazón y cultivar los virtudes que son los mismos sentimientos de
Cristo, vigor, fuerza y poder, medios
para crecer en el conocimiento del Dios verdadero, y en la edificación del Cuerpo
de Cristo en el amor.
No vivir la vida mundana y pagana.
“Os
digo, pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como viven los
gentiles, según la vaciedad de su mente, sumergido su pensamiento en las
tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos,
por la dureza de su cabeza los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se
entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de
impurezas”. (Ef 4, 17- 19)
Donde
no hay “Conciencia Moral”. No hay conocimiento de Cristo. La inteligencia
divorciada de la voluntad, están divididas, está en pleito. Por la grieta se
escapa el buen olor de Cristo y entran otros olores. Mente embotada por la
soberbia y por egoísmo, está en tinieblas, no tiene la luz de Cristo. Un
corazón endurecido, es un corazón reducido, en el que no mana leche y la miel (Ex
3,8) Es una tierra en la que todo asfixia, no es espaciosa, en la que no hay
libertad interior. Hay que derrumbar las paredes de la malicia, de la mentira,
de la envidia y levantar paredes nuevas como son la bondad, la verdad y la
justicia (Ef 5, 9) Se ha perdido la moral es decir la capacidad de amar y de
servir, hay vacío existencial. Y se ha caído en el desenfreno de las pasiones y
de los vicios que son los hijos del Ego.
El que conoce la Palabra conoce y ama
a Cristo:
“Pero
no es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, si es que habéis oído
hablar de él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús”. (Ef
4, 20- 21) Uno de los Padres de la Iglesia: san Jerónimo nos dejó dicho: “El
que no conoce la Palabra no conoce a Cristo”, está y vive en la ignorancia,
expuestos a cualquier doctrina que no viene de la fe. El conocimiento de la fe no está en la
inteligencia, sino en el corazón. Alguien podrá tener muchos conocimientos
bíblicos o religiosos, pero, si su corazón esta endurecido, está vacío, y su fe
es estéril, está muerta (Snt 2, 14) Lo mismo que puede haber alguien que reza
mucho, pero, si no tiene amor, es candidato para escuchar las palabras lapidarias
de Jesús: “Apártense de mí lo que obran el mal” (Mt 7, 23) Y caminan fuera de
la Voluntad de Dios (Mt 7, 21) La ”Conciencia Moral” que es Cristo, se va
formando en la escucha y en la obediencia de la Palabra de Dios. Que viene de
una verdadera evangelización: “Anunciar a Cristo”.
Llamados a la conversión en Cristo.
“A
despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe
siguiendo la seducción de las concupiscencias, a renovar el espíritu de vuestra
mente, y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y
santidad de la verdad”. (Ef 4, 22- 24)
La
conversión pide “Huir de las pasiones de la juventud” (2 de Tim 2,22) “Huir del
adulterio y de todas las impurezas” (cf 1 de Cor 6, 18) “Despojarse del traje
de tinieblas” (Rm 13, 12) “Despojarse del hombre viejo, padre del Ego, padre de
todos los vicios”. De todo lo que confunde, divide, oprime, aplasta y mata, es
decir de todo espíritu que no viene de la fe y que lleva al pecado (Rm 14, 23)
La conversión exige dar la espalda al mundo y a lo que ofrece: poder, tener y
placer (1 de Jn 2, 15) Para ir a Jesús que nos invita: “Vengan a mí los que
están cargados y agobiados por la carga y acepten mi yugo que es suave y ligero”
(Mt 7, 28- 29) Este intercambio de la carga del pecado y el yugo de Jesús que
es el amor, se da en el Nuevo Nacimiento, en el cual nuestros pecados son
perdonados y recibimos el don del Espíritu Santo. En el bautismo o en a
confesión queda clavado el hombre viejo y se levanta el hombre nuevo. Revestido
de Jesucristo en justicia y en santidad. El hombre nuevo es una nueva creación
(2 de Cor 5, 17)
El
Hombre Nuevo es Jesucristo Resucitado (Gracia increada) Para nosotros hombres nuevos
o mujeres nuevas (somos Gracia creada) No estamos hechos, sino haciéndonos,
estamos caminando, revistiéndonos de Cristo y creciendo en el conocimiento del Dios
verdadero, Cristo Jesús (Rm 9, 5) Con la tarea de no desviarnos ni a izquierda
ni a derecha, como, al haber puesto la mano en el arado, prohibido vivir en el
pasado, o volver atrás. (Lc 9, 62) El hombre nuevo, se ha incorporado al Cuerpo
de Cristo (Gál 3, 26) Está en comunión con Cristo y participa de su herencia
(Rm 8, 17) Camina con Cristo porque lo ama y lo sigue (Lc 9, 23) Al estar unido
a Cristo se está llenando de los sentimientos y pensamientos de su Maestro,
para caminar con él, trabajar con él, servir con él y amar con él. A no ser que
se atasque en el lodo, se desvié a izquierda
o a derecha y se le apaguen las velas o las lámparas, entonces vuelve a
ser hombre viejo.
Por
eso, escuchemos las palabras del primer Papa, san Pedro decirnos: “Huyan de la
corrupción del pecado, para que participen de la naturaleza divina” (2 de Pe 1,
4b) “Por esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la
virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la
templanza la tenacidad, a la tenacidad la piedad, a la piedad el amor fraterno,
al amor fraterno la caridad. Pues si tenéis estas cosas y las tenéis en
abundancia, no os dejarán inactivos ni estériles para el conocimiento perfecto
de nuestro Señor Jesucristo. Quien no las tenga es ciego y corto de vista; ha
echado al olvido la purificación de sus pecados pasados Por tanto, hermanos,
poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elección. Obrando
así nunca caeréis.(2 de Pe 1, 5- 10)
El
hombre nuevo a la mujer nueva, son aquellas personas que son portadoras de la
Gracia de Dios, y es lo que son, pura gracia del Señor. La Gracia de Dios es Cristo
Jesús (Jn 3, 16) La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión
del Espíritu Santo sean con todos vosotros. (2 de Cor 13, 2) Es Dios mismo que
habita por la fe en nuestro corazón. Gracia, pagada a precio de sangre, la de
Cristo, el Cordero de Dios. (1 de Pe 1, 19) No se compra y no se vende, todo es
Gracia de Dios.
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