JESÚS PROMETIÓ CAMINAR CON NOSOTROS Y
LO HA CUMPLIDO.
Jesús
se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en
la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo
lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo.» (Mt 28, 18- 20)
“Me
ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”. Se trata del poder de
Dios, el Espíritu Santo. La Fuerza de Dios. El Amor de Dios. Así lo entiende el
mismo Pedro al decirnos: “Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando
por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret
le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y
curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él”. (Hch
10 37- 38) Asó lo profetizo el profeta Isaías y así se apropió Jesús del Pasaje
del profeta: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar
a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los
cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y
proclamar un año de gracia del Señor. (Is 61, 1; Lc 4, 18- 19) Todo lo que
Jesús hizo y dijo fue con la Fuerza del Espíritu Santo que al final de sus días
lo llevó a ofrecerse como sacrificio al Padre por a Humanidad. (cf Heb 9, 14)
El gran envío:
“Id,
pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Para eso había llamado a sus discípulos:
Para estar con él y para enviarlos con el poder del Espíritu de Dios. Así lo
entiende Juan al hablar de los regalos de Jesús resucitado a los Apóstoles para
edificar la Iglesia: Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los
discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con
vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados,
les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn
20, 20- 23)
Les
da el poder para predicar su Palabra y para santificar a los hombres por medio
de los Sacramentos. Porque esa es la voluntad de Dios: “Esto es bueno y
agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento pleno de la verdad”. (1 de Tim 2, 3- 4) Los hombres
llegan al conocimiento de la verdad por la predicación de la Palabra, y llega
la salvación a los hombres por medio de los Sacramentos, signos de la Nueva
Alianza. Todo bautizado es “discípulo de Cristo”, llamado a ser santo, hijo de
Dios y servidor de Cristo.
“y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”. ¿Qué enseño Jesús a sus
discípulos? Sus enseñanzas quedan implicadas en los cuatro artes de Jesús: El
arte de vivir en comunión con Dios y con los demás. El arte de amar a Dios y a
los hombres. El arte de servir a todos y el arte de compartir los dones a los
demás.
El arte de comunión se logra por la fe que viene de la escucha de la
Palabra. Por eso dice a unos judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis
en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y
la verdad os hará libres.» (Jn 8, 31- 32) Libres de todo pecado y libres para
amar y para servir. El amor une a los hombres con Dios y entre ellos, porque
Dios nos amó por primero (1 de Jn 4,10) Como el Padre me amó, yo también os he
amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y
permanezco en su amor. (Jn 15, 9- 10)
El arte de amar. Se alcanza viviendo como Jesús nos amó, hasta el
extremo (Jn 13, 1) Por eso dejó su legado: Os doy un mandamiento nuevo: “Que os
améis los unos a los otros”. Que, como yo os he amado, así os améis también
vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos
míos: si os tenéis amor los unos a los otros.» (Jn 13, 34- 35) El amor
recíproco nos garantiza ser discípulos de Cristo. El mismo Juan nos dice cómo
podemos amar a Cristo: El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el
que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me
manifestaré a él.» Le dice Judas - no el Iscariote -: «Señor, ¿qué pasa para
que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?» Jesús le respondió: «Si
alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos morada en él. (Jn 14, 21- 23) El camino para llegar al amor a Dios y a
los hombres, es la fe en Jesucristo.
El
arte de amar, según Kiara Lubic, tiene algunos pasos, entre estos, están: Amar por primero (1 de Jn 4 10) Tomar
la iniciativa, no esperar que vengan a verte para pedirte perdón, ve tu por primero.
El segundo, amar a todos, es seguir la Opción de Jesús, que no fue por los
pobres, sino por lo humano: amó a hombres y mujeres; amó a pobres y a ricos; a
justos y a pecadores; a judíos y a gentiles, abrazo y murió por todos.
El tercer, es amar a los enemigos: “Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a
vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os
maldigan, rogad por los que os difamen”. (Lc 6, 27- 28) Lo enseñó con
palabras y con hechos al orar por sus
verdugos: “Padre, perdona los porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34)
El cuarto paso es “hacerse uno con el otro”. ¿Cómo? Reconociéndolo como persona, igual a ti en dignidad,
aceptándolo como hermano y cargando con sus debilidades, lo que pide “Extender
la mano para compartir con los demás” (Mc 3, 5).
El quinto paso es el amor recíproco: Amar los unos a los otros como él nos amó, hasta el
extremo, hasta el dolor, el sufrimiento y hasta la muerte, (Jn 13, 34)
El sexto paso es trabajar con otros, la fuerza está en la unidad: para que todos sean uno.
Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para
que el mundo crea que tú me has enviado. (Jn 17, 21)
El séptimo paso es la regla de oro: “Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los
hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los
Profetas”. (Mt 7, 12) Juan nos dice lo mismo, pro de otra manera: En esto
sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. 4. Quien dice: «Yo
le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en
él.(1 de Jn 2, 3- 4)
El arte de servir: Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de
las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con
su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser
grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero
entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre
no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por
muchos.» (Mt 20, 25- 28) Y Luego nos enseña haciendo: Vosotros me llamáis
"el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues
si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis
lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también
vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. “En verdad, en verdad os digo:
no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía”. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís.(Jn
13, 13- 17)
El arte de compartir: Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos,
tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se
les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. (Lc
24, 30- 31) Partir el pan es darse, es entregarse, es inmolarse en la presencia
de Dios. Es compartir los dones con los demás hasta darse uno mismo como
sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Rm 12, 1) Compartir es extender la
mano para hacer llegar a los otros el amor como acciones concretas: Porque tuve
hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero,
y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en
la cárcel, y vinisteis a verme." (Mt 25, 35- 38)
“Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo”. Cada vez nos consagramos al Señor, rechazando el mal,
Jesús está con nosotros. Cada vez que hacemos el bien, Jesús hace presencia. Cada
vez que nos reunimos en su nombre entre dos o tres, Jesús está presente. Cada
vez que hacemos un trabajo en favor de los demás, Jesús está con nosotros.
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