EL
AMOR ES LO QUE VENCE A LA ENVIDIA.
Introducción:
Yugo
mal sujeto es la mujer mala, tratar de dominarla es como agarrar un escorpión. Blanco
de gran ira es la mujer bebedora, no podrá ocultar su ignominia. La lujuria de
la mujer se ve en la procacidad de sus ojos, en sus párpados se reconoce. (Eclo
26, 7- 9)
La envidia es uno de los
pecados capitales que rompen la comunión con Dios, nos lleva al odio y hasta el
homicidio. Es tan fea que para no verse tan fea se pone mascarillas. Está unida
a la mentira, a la malicia, a la hipocresía y a la maledicencia (1 de Pe 2,1) Las
mascarillas de la envidia son la crítica, los chismes, la murmuración, la calumnia
y la peor de todas, inspirar lástimas. La esencia de la envidia es la tristeza
porque a otro le va bien y viene del vacío de amor en el corazón del hombre.
San Pablo la pone en las “Obras de carne” que llevan a la muerte espiritual y a
la enemistad con Dios.
“Ahora bien, las obras de
la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría,
hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios”. (Gál
5, 19- 21) La envidia, en cuánto pecado capital, nos priva de la gracia de
Dios. Las raíces de la envidia son la agresividad, la violencia y el odio. Tal
como lo vemos en Caín que mató por envidia a su hermanos Abel (Gn 4, 1ss) Y al mismo
Jesús que por envidia lo llevaron a la muerte de Cruz (Flp 2, 8)
El hombre que se llena de
envidia no es feliz y no vive en paz: “Envidia y malhumor los días acortan, las
preocupaciones traen la vejez antes de tiempo”.(Ecl 30, 24) La envidia es
inseparable del odio y de la tristeza que lleva a la muerte (2 de Cor 7, 10)
Juzga y condena a los que considera sus rivales, es incapaz de perdonar y de
olvidar las ofensas que puede haber recibido.
Para
el envidioso el plato ajeno está más lleno. Hombre que mira a
la mesa de otro no merece el nombre de vida su existencia. Con comida ajena
mancha su boca, pero el hombre instruido y educado de ello se guardará.(Ecl 40,
29) El hombre instruido en la fe y en el
amor cultiva las virtudes y los valores, por lo mismo se alegra con las valores
de los demás.
La
envidia es “el mal de ojo”. Quién lo padezca sufre y se llena de
angustia: El necio aun sin dar hace afrenta, quema los ojos el don del
envidioso. Antes de hablar infórmate,
cuídate antes de estar enfermo.(Ecl 18, 18- 19) No minimices el bien de los
otros, como también no maximices sus defectos. Con palabras llenas de envidia
se reconocen tus frutos malos (Mt 7, 16) y se descubren tus malas intenciones.
Yo, hermanos, no pude
hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os
di a beber leche y no alimento sólido, pues todavía no lo podíais soportar. Ni
aun lo soportáis al presente; pues todavía sois carnales. Porque, mientras haya
entre vosotros envidia y discordia ¿no es verdad que sois carnales y vivís a lo
humano? (1 de Cor 3, 1- 3) La envidia es una de las obras de la carne, es
pecado y genera muerte.
Mas por envidia del diablo
entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen.(Sab 2,
24) La fuerza de la envidia es la mentira. Hay tres demonios que nos llevan al “Vació
existencial”: el engaño, la parálisis y la frustración. El engaño y la mentira
tienen por padre al Diablo que además es asesino (cf Jn 8, 44) La parálisis nos
atrofia y nos incapacita para amar y para servir. Sólo por la acción liberadora y sanadora de Cristo podemos volver
a poner nuestros órganos como instrumentos al servicio del Reino.
En su primera carta Pedro
nos sobre avisa: Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como
león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo
que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. (
1 de Pe 5, 8- 9) Para vencerlo hay que revestirse de Jesucristo (Rm 13, 14) Y
fortalecerse con la energía de su Poder para poder resistirlo y vencerlo (cf Ef
6, 10) Y nada tiene de extraño: que el mismo Satanás se disfraza de ángel de
luz. Por tanto, no es mucho que sus ministros se disfracen también de ministros
de justicia. Pero su fin será conforme a sus obras.(2 de Cor 11, 14- 15)
Cuida tus palabras que no
dividan, que no confundan, que no aplasten y que no maten a los demás.
Busquemos el camino que nos lleva a la paz: La justicia que viene de la fe. El
que práctica la justicia conoce a Dios y nace de Dios (1 de Jn 2, 29)
Cuando lleguemos a sentir
envidia, miremos los dones que Dios nos ha dado, démosle gracias y pongámoslos
en práctica, los dones crecen con el uso de su ejercicio. Amar se aprende
amando y a luchar se aprende luchando, usemos en la lucha las armas de Dios.
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