Y NOSOTROS
HEMOS CONOCIDO Y CREÍDO EL AMOR QUE DIOS TIENE PARA CON NOSOTROS.
Iluminación:
En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También
nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.(1Jn 3, 6)
La
biblia divide a la humanidad en dos: los que hacen el bien y los que hacen el mal,
los que odian y los que aman: ¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los
impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los
burlones se sienta, mas se complace en la ley de Yahveh, su ley susurra día y
noche! Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo
el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace sale bien. ¡No así
los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el viento. Por eso, no
resistirán en el Juicio los impíos, ni los pecadores en la comunidad de los
justos. Porque Yahveh conoce el camino de los justos, pero el camino de los
impíos se pierde. (Slm 1, 1- 6)
Unos
caminan bajo la Nueva Alianza que fue sellada con la sangre de Cristo y con su
resurrección, otros caminan al margen, porque no creen en Cristo o porque lo
rechazan (Jn 1, 12) Al entrar en la Nueva Alianza por la fe y el bautismo, el
Amor de Dios es derramado en nuestro corazón, le pertenecemos, lo amamos y le
servimos, estas son las leyes de la Nueva Alianza. Somos justificados de
nuestros pecados y recibimos el don del Espíritu Santo, somos el pueblo
conducido por el Espíritu. En este pueblo su Ley es el Amor, su identidad es la
igualdad y la libertad que se lleva en el corazón y su destino es el Reino de
Dios. La luz de este pueblo es la Palabra de Dios, el que tiene esta luz tiene
vida y no camina en las tinieblas (Jn 8, 12) El que permanece en la Palabra
tiene la luz, se hace discípulo de Cristo, conoce la verdad que no hace libre
(cf Jn 8, 31- 32) Libre para amar y para hacer el bien.
El
que permanece en el amor, en la paz y en la alegría, ese le pertenece a Cristo,
(Gál 5, 24) y puede decir con Pablo: Estoy crucificado con Cristo; vivo yo,
pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi. Y, mientras vivo en esta carne,
vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. (Ga 2,
19b-20) El que permanece en la cruz, permanece en el amor de Cristo: “Permanezcan
en mi amor”: Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he
guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. (Jn 15, 10) No
te bajes de la cruz porque pierdes la gracia de Dios, su amistad y caes en la
muerte, (cf Rm 6, 23)
En
esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su
Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo
como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta
manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. (1Jn 4, 9-11)
Amor
con amor se paga, pero recordemos que el amor no son palabras bonitas, sino
acciones: “Nosotros amemos, porque él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a
Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”. (1 de Jn 4, 19- 20) “Hijos
míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y
según la verdad”. ( 1 de Jn 3, 18) Lo que Pablo nos recomienda: “Amen
sin fingimiento” (Rm 12, 9) Entonces seremos idénticos, sinceros, íntegros y
maduros, tal como lo pide el evangelio de Mateo: “Sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48)
El
amor pide obras como el perdonar y disculpar las ofensas recibidas: “No
devolváis a nadie mal por mal”. Dice la Escritura: «Es mía la venganza; mía la
recompensa; palabra del Señor.» Pero también dice: «Si tu enemigo tiene hambre,
dale de comer; si tiene sed, dale de beber.» No te dejes vencer del mal, sino
vence el mal con el bien. (Rm 12, 17a. 19b-20a. 21) Y en la carta a os efesios
nos dice:
Si
os airáis, no pequéis; no se ponga el sol mientras estéis airados, ni deis
ocasión al Diablo. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus
manos, haciendo algo útil para que pueda hacer partícipe al que se halle en
necesidad. No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente
para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen. No
entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el
día de la redención. Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y
cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed más bien buenos
entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en
Cristo. (Ef 4, 26- 32)
No
hay ya condenación alguna para los que están en Cristo Jesús, porque la ley del
espíritu de vida en Cristo Jesús me libró de la ley del pecado y de la muerte. (Rm
8, 1-2) Ahora podemos vivir en el Espíritu y ser conducidos por él (Rm 8, 14) Y
romper con las obras de la carne que no son agradables a Dios (Rm 8, 9) Podemos
orar con la confianza que somos escuchados por Dios: «Os aseguro también que si
dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que
fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están
dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» (Mt 18, 19-
20) Así l había dicho Jeremías:
“Tú
estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros:
no nos abandones, Señor Dios nuestro”. (Jr 14, 9) “No nos dejes caer en
tentación, más líbranos del mal” (Mt 6,13)
Publicar un comentario