JESÚS
MAESTRO NOS INVITA A ESTAR CON ÉL.
Tomar
la cruz cada día para vivir como Jesús vivió: en la obediencia a su Padre, en
la entrega y la donación a los pobres y a los pecadores. “Los amó hasta el
extremo, hasta dar su vida por ellos en la vergonzosa muerte de cruz. No basta
con negarse a sí mismo, los seguidores de Jesús hemos de tener la triple
disponibilidad para hacer en cada circunstancia de la vida la disponibilidad
para hacer la voluntad de Dios. La disponibilidad para salir de sí mismo e ir
al encuentro de un hermano concreto para iluminarlo con la luz del Evangelio.
Por último tener la disponibilidad de dar la vida por realizar los otros dos
objetivos: hacer la voluntad de Dios y ayudar al prójimo. Para el seguidor fiel
de Jesús, la cruz, es también ser rechazado, despreciado y burlado; ser
relegado o ser tenido por loco. Pero el discípulo se consuela con las palabras
de su Maestro:
“No es más el
discípulo que su Maestro; ni es más el siervo que su Señor, si a ustedes los
persiguen, sepan que a mí me lo hicieron primero” (cfrJn 13, 16; Mt 10, 24). “Quien
a vosotros os escucha, a mí me escucha, y quien a vosotros rechaza a mi me
rechaza, y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado” (Lc 10, 16). La
suerte del Maestro es la suerte del discípulo; el destino de Jesús es el mismo
destino de sus discípulos, la misión del Señor es la misma misión de los suyos.
Él nos comparte de lo suyo, nos trata como sus verdaderos amigos.
“Mirad
os he dado el poder de pisar serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del
enemigo, y nada os podrá hacer daño” (Lc 10, 19). Las serpientes y los
escorpiones son nuestros propios pecados y los pecados de los demás. Con poder
de Jesús podremos vencer nuestras concupiscencias de la carne, vencer al mundo
y vencer al Maligno. El poder de Jesús brota de la “Cruz”, de aceptar la
voluntad de Dios para nuestra vida.
“Mirad
que Yo os envío como ovejas en medio de lobos: Sed, pues prudentes como las
serpientes y sencillos como las palomas” (Mt 10, 16). Es una invitación amorosa
de Jesús a vivir como discípulos suyos en medio del mundo, sin dejar de ser lo
que somos: Discípulos, amigos de Jesús, pastores de la comunidad, sacerdotes de
Cristo al servicio de la Iglesia, la prudencia es la virtud que nos hará
mantenernos en el camino, con los ojos abiertos y con el corazón palpitante.
En
la escuela de Jesús se aprende de las propias debilidades y de las de los
demás, pero el Maestro es siempre Él. Cada una de sus enseñanzas nos hace
inteligentes, y cuando se ponen en práctica nos dejan sabiduría, fortalecen
nuestra voluntad y nos revisten de nueva humanidad. Por eso Santiago nos pone
de sobre aviso: “No se contenten con ser oyentes, hay que ser practicantes” (Snt
1, 22). Con ese mismo sentido Jesús había dicho: “Dichosos los que escuchan mi
Palabra y la cumplen” (Lc 8, 21). Hay alegría cuando los discípulos escuchamos
la Palabras del Maestro, pero esa alegría es mucho mayor, cuando se hace lo que
Él dice, cuando se ponen en práctica sus palabras.
Jesús
enseña a sus discípulos el sentido del poder. Mas Jesús los llamó y dijo:
«Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los
grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el
que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que
quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera
que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su
vida como rescate por muchos.» (Mt 20, 25- 28)
Jesús
enseña a sus discípulos el sentido de la riqueza. Para Jesús la riqueza no es
un pecado, es un bien, es un valor que se debe de compartir. El hombre de manos
secas o tullidas no puede compartir, por eso primero los libera: “Extiende tu
mano” y el hombre extendió su mano, estaba sana, es decir ahora puede compartir
(Mc 3, 5) Manos tullidas o secas eran las del rico Epulón que nunca extendió sus
manos de su mesa hacia la puerta donde estaba Lázaro. (Lc 16, 19ss) A un hombre
muy religioso y muy piadoso que se encuentra con Jesús: Ya sabes los
mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso
testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.» El, entonces, le
dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.» Jesús, fijando en
él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo
y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.» Pero
él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos
bienes. (Mc 10, 19- 22)
A
otro hombre, un publicano, después de un encuentro con Jesús extendió sus dos
manos para compartir: Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de
publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la
gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro
para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio,
alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me
quede yo en tu casa.» Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo,
todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Zaqueo,
puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los
pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. (Lc 19, 2-
9)
Para
Jesús el sentido del poder es el servicio, y el sentido de la riqueza es el
compartir, mientras que el sentido del placer es el negarse a sí mismo para
poder darse donarse y entregarse a los demás, especialmente a los menos
favorecidos: «Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo:
Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su
corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo
de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu
cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado,
córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros,
que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna. (Mt 5, 27- 30)
A
los tres, el poder, el tener y el placer, tres valores, tres dones de Dios pata
nuestra realización que son convertidos en “ídolos”. Nos propone el amor y el
seguimiento como medios para combatirlos: Decía a todos: «Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque
quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése
la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si
él mismo se pierde o se arruina? (Lc 9, 23- 25)
Para
Jesús la riqueza es un bien que nos puede llevar a la esclavitud, el
individualismo y entonces, podemos pecar al no compartir nuestros bienes con
los demás, especialmente los más pobres.
Oración.
Señor Jesús, creo en Ti, Tú has venido a mi vida y yo te he acogido, aún a
pesar de mis muchas debilidades. Por ello te pido mi Señor que me guíes por el
Camino de la vida, haciendo tu voluntad y sirviendo a mis hermanos. Por lo que
Tú hagas conmigo, yo te doy gracias.
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