SAN PABLO
EL EVANGELIZADOR DE CRISTO AL SERVICIO DE LA IGLESIA
Nosotros continuamente damos gracias a Dios; porque habiendo recibido la
palabra de Dios predicada por nosotros, la acogisteis, no como palabra humana,
sino —como es en realidad— como palabra de Dios, que ejerce su acción en
vosotros, los creyentes. (1Ts 2, 13)
Pablo
evangelizaba con poder, su fuerza estaba en la Palabra de Dios que él predicaba
con fe sincera, con un corazón limpio y con una conciencia recta (1 de Tim 1,
5) Por eso todo lo hacía con amor y nunca por intereses personales, su
evangelización no era un negocio. Todo lo hacía por la gloria de Dios y para el
bien de la Iglesia. Por eso no guardaba silencio, hablaba y descubría la
falsedad de otros.
Ciertamente
no somos nosotros como la mayoría que negocian con la Palabra de Dios. ¡No!,
antes bien, con sinceridad y como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en
Cristo. (2 de Cor 2, 17) Para muchos, y no eran pocos, la evangelización era su
negocio. Diezmos, ofrendas, limosnas, regalías, todo en el nombre del Señor
Jesús. En esta clase de evangelización había malicia, mentira, envidia,
hipocresía y maledicencia (1 de Pe 2,1) El profeta verdadero habla en nombre de
Dios con sinceridad y prudencia. Volvamos la mirada a san Pablo:
Es
cierto que algunos predican a Cristo por envidia y rivalidad; mas hay también
otros que lo hacen con buena intención; éstos, por amor, conscientes de que yo
estoy puesto para defender el Evangelio; aquéllos, por rivalidad, no con puras
intenciones, creyendo que aumentan la tribulación de mis cadenas. Pero ¿y qué?
Al fin y al cabo, hipócrita o sinceramente, Cristo es anunciado, y esto me
alegra y seguirá alegrándome. (Flp 1, 15- 18)
Para
el apóstol lo importante, es anunciar a Cristo, que el mundo conozca su Obra
redentora para que creyendo se salven (Hch 4, 12) Aunque Pablo no tiene miedo
en llamarles por su nombre: Porque esos tales son unos falsos apóstoles, unos
trabajadores engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y nada tiene
de extraño: que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por tanto, no es
mucho que sus ministros se disfracen también de ministros de justicia. Pero su
fin será conforme a sus obras. (2 de Cor 11, 13- 15)
Nosotros,
Pablo y su Equipo: Antes bien, hemos repudiado el silencio vergonzoso no
procediendo con astucia, ni falseando la Palabra de Dios; al contrario,
mediante la manifestación de la verdad nos recomendamos a nosotros mismos a
toda conciencia humana delante de Dios. (2 de Cor 4, 2) Pablo camina y
trabaja en la verdad que nos hace libres (Jn 8, 32) Por eso lo recomienda: Para
ser libres nos libertó Cristo (Gál 5, 1) Porque, hermanos, habéis sido llamados
a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes
al contrario, servíos por amor los unos a los otros. Pues toda la ley alcanza
su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.(Gál 5,
13- 14) Pero, no confundan la libertad con el libertinaje.
Por
eso recomienda a su discípulo Timoteo: Esto has de enseñar; y conjura en
presencia de Dios que se eviten las discusiones de palabras, que no sirven para
nada, si no es para perdición de los que las oyen. Procura cuidadosamente
presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene por qué
avergonzarse, como fiel distribuidor de la Palabra de la verdad. (2 de Tim 2,
14- 15) Evita las discusiones de palabras que no sirven para nada y procura,
con prudencia, justicia y fortaleza, como un hombre de virtud probada que no
tiene de que avergonzarse. Tu fuerza está en la fidelidad a la Palabra de la
Verdad que nos consagra y santifica (Jn 17, 17)
Pablo
es el misionero y el embajador de Cristo: Tomad, también, el yelmo de la
salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en
oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con
perseverancia e intercediendo por todos los santos, y también por mí, para que
me sea dada la Palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el
Misterio del Evangelio, del cual soy embajador entre cadenas, y pueda hablar de
él valientemente como conviene. (Ef 6, 17- 20)
No
se sabe perfecto, pero dejando lo que dejó atrás, se lanza hacia adelante para
conocer a Cristo y experimentar la fuerza de la resurrección: No que lo tenga
ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si
consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Yo,
hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que
dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, para
alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús. (Flp 3, 12- 14)
No
nos quepa duda, Pablo es un luchador de Cristo: Si pretendiera gloriarme no
haría el fatuo, diría la verdad. Pero me abstengo de ello. No sea que alguien
se forme de mí una idea superior a lo que en mí ve u oye de mí. Y por eso, para
que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a
mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este
motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi
gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto,
con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite
en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las
injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por
Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.( 2 de Cor 12,
6- 10)
Invita
a Timoteo a no tener miedo: Por esto te recomiendo que reavives el carisma de
Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos dio el Señor
a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de
templanza. No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro
Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los
sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, (2 de Tim 1, 6-8)
Cuando Pablo era ya viejo, después
de muchas persecuciones y purificaciones nos dejo como herencia lo siguiente: En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a
fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es
Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en
la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. No tengo por
inútil la gracia de Dios, pues si por la ley se obtuviera la justificación,
entonces hubiese muerto Cristo en vano. (Gál 2, 19- 21)
Para el apóstol la salvación es un
don gratuito e inmerecido de Dios a los hombres (Ef 2, 4- 8) Un don que no se
compra y no se vende.
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