NO HAGAS A NADIE LO QUE NO QUIERAS QUE
TE HAGAN.
“No
hagas a nadie lo que no quieras que te hagan.” Da de tu pan al hambriento y da
tus vestidos al desnudo. Busca el consejo de los prudentes. Bendice al Señor en
toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos y que lleguen a
buen fin todas tus sendas y proyectos. (Tb 4, 16-17. 19-20) Práctica el bien y
rechaza el mal, estos son los dos
primeros principios de la moral bíblica (Gn 2, 17; Dt 30, 15; Eclo 15, 11; Rm
12, 9) En el libro de Tobías encontramos la “Regla de plata.” Hay que esperar
que llegue el Señor Jesús para que nos entregue la “Regla de oro: ”
«Por
tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros
a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. (Mt 7, 12)¿Queremos que nos amen? ¿Queremos que
nos traten bien? ¿Qué es lo bueno para
nosotros? ¿Cómo es nuestro amor? ¿Qué
nos dice la Sagrada Escritura? “Vuestra
caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien, amándoos
cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un
celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la
alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la
oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la
hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis.” (Rm 12, 9- 14)
Con el bien venzan el mal (Rm 12, 21)
¿Cómo
es nuestra actitud frente a los demás? ¿Somos positivos y optimistas? La
actitud es la diferencia: “Con ánimo dispuesto y vigilante poned toda vuestra
esperanza en la gracia que os llegará cuando Jesucristo se manifieste. Como
hijos obedientes no os amoldéis a las pasiones que teníais cuando estabais en
vuestra ignorancia.” (1Pe 1, 13-14) Jesucristo ha entrado en nuestra vida por
la escucha y la obediencia a su Palabra. Nos ha sacado de las tinieblas y nos
ha llevado a la Luz (Ef 5, 7-8; Col 1,13- 14) Podemos ver el fruto del cambio:
la bondad, la verdad y la justicia, cambios que son fuente de gozo y de paz (Ef
5, 9) Entendamos la importancia de cambiar nuestras actitudes mediante la
renovación de la mente (Rm 12, 2)
¿Queremos
lo mejor para nosotros? ¿Qué es lo mejor? Lo mejor es a Santidad, la Justicia,
la Libertad, lo mejor es Dios. Vivir en Comunión y en Participación es desear
para los demás lo que queremos para nosotros: Preocuparse mutuamente,
preocupación unida a una reconciliación continua y a un compartir permanente: Como
es santo el que os llamó, sed también santos en toda vuestra conducta, porque
está escrito: «Sed santos, porque yo soy santo.» (1Pe 1, 15-16) Hay santidad
donde hay amor, y hay amor donde está el Espíritu Santo. Así podemos entender
al apóstol Santiago:
Vivid
sometidos a Dios. Resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él
se acercará a vosotros. Humillaos en la presencia del Señor y él os ensalzará. (St
4, 7-8a. 10) Someterse a Dios es aceptar su Voluntad y someterse a ella, como
hijos y no como esclavos. Santo es el que hace de la Voluntad de Dios a delicia
de su vida, su alegría es conocerla y ponerla en práctica. Así entendemos a
Pedro que nos dice: “Huyan de la corrupción para que participen de la
naturaleza divina ( 2 de Pe 1,4b) Y a Pablo que nos dice: “Huyan de las
pasiones de su juventud. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la
caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro.” ( 2
de Tim 2, 22)
En
la primera carta de Juan encontramos la “Espiritualidad bíblica” como un camino
que nos lleva permanecer en la Luz. El primer paso de esta espiritualidad es
romper con el pecado: “Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la
luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos
purifica de todo pecado. Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la
verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él
para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No
hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros.” (1 de Jn
1, 7- 10)
El
segundo paso de la Espiritualidad es guardar los mandamientos: En esto sabemos
que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le
conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él.
Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su
plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él,
debe vivir como vivió él. (1 de Jn 2, 3- 6)
El
tercer paso de la espiritualidad es guardarse del mundo: No améis al mundo ni
lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en
él. Puesto que todo lo que hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la
concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre,
sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la
voluntad de Dios permanece para siempre. (1 de Jn 2, 15- 17)
El
cuarto paso de la Espiritualidad es guardarse de los falsos profetas: Hijos
míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien,
muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la
última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si
hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió
así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros. En cuanto a
vosotros, estáis ungidos por el Santo y todos vosotros lo sabéis. (1 de Jn 2,
18- 20)
Hay
Espiritualidad donde hay vida espiritual, y hay vida espiritual, donde hay
Espíritu Santo. Que guía y conduce a nuestra vida a Cristo para qué creyendo en
el nos salvemos (Rm 8, 14; Hch 4, 12)
Le
Espiritualidad bíblica es dejarse conducir por la Palabra de Dios. Que la
Palabra de Dios habite en sus corazones con toda su riqueza (Col 3, 16) La
riqueza de esta Palabra es ser hijos de Dios, hermanos de los demás y
servidores de todos, sin acepción de personas. La riqueza de la Palabra es la Comunidad
fraterna, solidaria y servicial.
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