JESÚS ES DIOS QUE SE HIZO HOMBRE PARA RESCATARNOS Y RECONCILIARNOS.
Vino
a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les
dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; (Jn 1, 11-
12) ¿quién es el que vino a los suyos? Es Jesús, el Hijo de Dios que se hizo
hombre para rescatarnos y reconciliarnos en él con Dios. Dios es Jesús, la
Palabra que tomó rostro humano para amarnos con un corazón de hombre. Esta es
nuestra fe.
¿Cuál es la Obra que Jesús realiza en
nuestro favor?
Os
tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a
vuestro suelo. Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas
vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un
corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra
carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu
en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y
practiquéis mis normas. Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. (Ez 36, 24- 28)
Por
eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro
vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de
nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas
y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en
vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh,
lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.» (Ez 37, 12- 14)
Estas
promesas encuentran su cumplimiento en Jesús, según san Pablo: Pero, al llegar
la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo
la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que
recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha
enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!(Gál
4, 4- 6) Jesús con su Palabra abrió el mar rojo de nuestros corazones para que reconociéramos
nuestros pecados y abrió un camino en el mar para sacarnos a la libertad. Murió
y resucitó para sacarnos del pozo de la muerte y llevarnos a nuestra patria:
Cristo Jesús, al cual somos incorporados a su Cuerpo por la fe y el bautismo
(Gál 3, 26, 27) Por eso ahora nosotros podemos decir:
“Ninguno
de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Que si vivimos, vivimos para
el Señor; y si morimos, para el Señor morimos. En fin, que tanto en vida como
en muerte somos del Señor. Para esto murió Cristo y retornó a la vida, para ser
Señor de vivos y muertos.” (Rm 14, 7-9)
Cristo
es el Revelador del Padre: a Dios podemos conocerlo y amarlo en la persona de
su Hijo Jesús: “Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora
lo conocéis y lo habéis visto. Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y
nos basta.» Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me
conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú:
"Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre
está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que
permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el
Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras.” (Jn 14, 7- 11)
En la
persona de Jesús de Nazaret, en sus palabras, en sus milagros en su muerte y resurrección
podemos ver a Dios, tocarlo, comérnoslo, escucharlo, amarlo y obedecerlo. Jesús
con su vida y con sus obras nos muestra el rostro de Dios. Podemos hablar de
cuatro perfiles del rostro de Dios en Jesús: “Dios es Padre” que ama, perdona, salva y da su Espíritu Santo a
los que creen y lo obedecen. “Padre les he revelado tu Nombre” (Jn 17, 3) Padre
es el nombre de Dios en el Nuevo Testamento. Tal como Jesús lo enseñó en el
Padre nuestro (Mt 6, 9- 12)
En la vida de Jesús y en sus obras
descubrimos que Dios es Amor. Y
que ama a todos, buenos y malos (Mt 5, 45) Pero, sus predilectos son los
pobres, los enfermos, los forasteros, los pecadores, las viudas y los huérfanos.
(Mt 25, 34- 36)Es compasivo y los ama con un amor paciente, tolerante y
servicial. Ama a sus mismos enemigos (Lc 6, 27) y Ruega desde la cruz por ellos
(Lc 23, 34) Jesús ama con un amor que no cambia, es eterno (Jer 31. 3) Ama con
amor de Padre y de Madre, de esposo, de hijo, de hermano, de amigo. Amó hasta
el extremo (Jn 13, 1).
Jesús con su vida, palabras y obras nos
dice que Dios es Perdón. Y que a perdonar nada
le puede ganar. En Jesús descubrimos que Dios es Misericordia, es el Dios de
las misericordias, es el Dios de los perdones (Dn 9, 9) En Jesús nos damos
cuenta que Dios perdona lo mucho y lo poco, lo grande y lo chico. El único
pecado que no se perdona, ni esta vida ni en la otra, es el que no se reconoce
y por el cual, no se arrepiente y no se pide e perdón. Es el pecado contra el
Espíritu Santo, su obra es hacer que el mundo crea en Jesús, para que creyendo
se salve, porque Jesús es el único que
puede salvarnos. No lo rechacemos.
El cuarto rostro de Dios que descubrimos en
Jesús, es la Libertad. Dios es el totalmente
libre. Libre para entregarnos a su Hijo por amor. Libre para aceptar la voluntad
del Padre y abrazar por y con amor la Cruz y darse en sacrificio por la
humanidad. “Mi vida no me la quitan, yo la entrego” (Jn 10, 18) Libre para
llamarnos a la vida de la nada, libre para darnos herencia y dejarnos ir a
derrocharla (Lc 15, 13s) Libre para ir a buscarnos hasta encontrarnos (lc 15,
4) y LIBRE PARA HACER UNA FIESTA AL VOLVER A CASA.
Nos
ha dado un libre albedrío para que creamos en él o para que no creamos. No
forza, no engaña, no manipula, si ti quieres te salvas o si no quieres no te
salvas.
“Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la
recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre”
(Jn 1, 11- 12)
Recordemos la enseñanza de Pablo en tres
textos: Si, siendo aún enemigos,
fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con mayor razón,
estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo eso. Hasta
ponemos nuestra gloria y confianza en Dios gracias a nuestro Señor Jesucristo,
por cuyo medio hemos obtenido ahora la reconciliación. (Rm 5, 10-1)
Cristo
resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Lo mismo que por un hombre
hubo muerte, por otro hombre hay resurrección de los muertos. Y lo mismo que en
Adán todos mueren, en Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida. (1Co 15,
20-22)
El
amor de Cristo nos apremia, al pensar que, si uno murió por todos,
consiguientemente todos murieron en él; y murió por todos, para que los que
viven no vivan ya para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (2Co
5, 14-15)
Jesús
es Cristo y Cristo es Dios (Jn 20, 28) Esta es nuestra fe católica, fe que nace
de la escucha y la obediencia de la Palabra que hace de nuestros corazones un
santuario de Dios (Ef 3, 17) y que crece en la práctica que nos lleva a guardar
los Mandamientos, guardar la Palabra, practicar las Virtudes de Cristo y
encarnar sus Bienaventuranzas. Para vivir en comunión con Dios, en Cristo Jesús
(Jn 15, 4)
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