SACERDOCIO
SAGRADO PARA OFRECER A DIOS SACRIFICIOS ESPIRITUALES.
“Acercándoos
al Señor, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y apreciada
por Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del
templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios
espirituales que Dios acepta por Jesucristo.” (1Pe 2, 4-5)
¿Cuáles
son los sacrificios espirituales que podemos ofrecer a Dios? Lo primero es
saber el porqué podemos hacerlo. "Pero vosotros sois linaje elegido,
sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de
Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz"(1 de Pe 2, 9)
Por el Bautismos hemos entrado a participar del Sacerdocio de Cristo.
Pertenecemos al Sacerdocio común o real de los fieles. Somos sacerdotes en
Cristo, único sacerdote, y por eso podemos ofrecer oraciones y sacrificios
espirituales al Señor de la Gloria.
Sin
olvidar que ofrecemos sacrificios no para salvarnos, sino porque ya estamos
salvos, por el sacrificio perfecto que
Jesucristo ofreció al Padre en el Espíritu Santo (Heb 9, 14) Ya somos piedras
vivas de su Templo. No somos piedras muertas, porque tenemos una fe viva. El
pecado nos lleva a la muerte, Dios en cambio, nos da la vida eterna en Cristo
Jesús. (Rm 6, 23) Pablo, el apóstol
recomienda a todas sus comunidades tener presente el sacrificio: “Os exhorto,
pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos
como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto
espiritual.”(Rm 12, 1) Este sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, es
aceptar la voluntad de Dios y someterse a ella. Y la voluntad de Dios es por encima
de todo que creamos en Jesús, su Hijo muy amado y que nos amemos unos a los
otros (cf 1 de Jn 3, 23)
Otro
sacrificio que a Dios le agrada lo encontramos en el Salterio: El sacrificio a
Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo
desprecias.(Slm 51, 19) Este sacrificio hace las cosas santas: Nos trae el
perdón de los pecados, la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo. Es
la respuesta que damos a Jesús que nos atrae con lazos de ternura y con
lazos de misericordia: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y
sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» (Mt 11, 28- 30) El Señor es
Aquel que hace las cosas nuevas (Apoc 21, 5)
El
libro del Eclesiástico o Sirácides nos habla de tres sacrificios que son gratos
a Dios. El sacrificio de Comunión o de acción de gracias: Guardar los
Mandamientos de la Ley de Dios. Desobedecer los Mandamientos equivale a romper
la Comunión con Dios. Otro Mandamiento es el sacrificio de alabanza: La
práctica de la caridad. Compartir los dones de Dios con los demás,
especialmente con los menos favorecidos. Un sacrificio más, el de reparación,
el no pecar, apartarse del mal. Con palabras de Pablo sería un morir al pecado
para poder vivir para Dios (Rm 6, 11)
“Observar
la ley es hacer muchas ofrendas, atender a los mandamientos es hacer sacrificios
de comunión. Devolver favor es hacer oblación de flor de harina, hacer limosna
es ofrecer sacrificios de alabanza. Apartarse del mal es complacer al Señor,
sacrificio de expiación apartarse de la injusticia. No te presentes ante el
Señor con las manos vacías, pues todo esto es lo que prescribe el mandamiento. La
ofrenda del justo unge el altar, su buen olor sube ante el Altísimo.” (Eclo 35,
1- 5)
Jesús
nos recomienda como clave para agradarle a Dios nuestros sacrificios la “Reconciliación:”
“Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un
hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y
vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu
ofrenda. (Mt 5, 23- 24) Para Dios la persona es más importante que la ofrenda.
Reconciliarse
es volver a ser esposos, padres, hijos, hermanos, amigos, sin olvidar la
importancia de reconciliarse con Dios, en virtud de los méritos de Jesucristo. Con
san Pablo decimos: “Si os airáis, no pequéis; no se ponga el sol mientras
estéis airados, ni deis ocasión al Diablo”.(Ef 4, 26- 27) Reconciliaos con Dios
y con los hombres para que sus sacrificios sean gratos y agradables a Dios. Porque
sin fe nada es agradable a Dios (Heb 11, 6)
El
sacrificio que mucho le agrada al Padre es el sacrificio que Cristo ofreció al Padre,
desde la Cruz. Sacrificio sacramental, la Eucaristía. Ofrecemos la muerte y la
resurrección de Jesucristo. El jueves santo celebrando Jesús su Pascua, tomó el
pan y les dijo: “Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el
Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias,
lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en
recuerdo mío.» Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa
es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en
recuerdo mío.» Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis
la muerte del Señor, hasta que venga.” (1 de Cor 11, 23- 26)
Sólo
pide una cosa: Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor
indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues,
cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. (1 de Cor 11, 27. 28) Recibir
el cuerpo y la sangre de Cristo pide una fe sincera, un corazón limpio y una
recta intención: creer en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
Traer puesto el traje de bodas, una conciencia limpia de pecado y llena de la
Gracia de Dios. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí
uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí
sin traje de boda?" El se quedó callado. Entonces el rey dijo a los
sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera;
allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son llamados,
mas pocos escogidos.» (Mateo 22, 11- 14)
En
la eucaristía ofrecemos el sacrifico sacramental de Cristo, su muerte y
resurrección, y ofrecemos el sacrificio espiritual de nosotros. A la Eucaristía
venimos a dar culto a Dios. El culto pide un sacrificio, el de Cristo y el de
la Iglesia, si alguien no ofrece sacrificio no da culto a Dios. Un culto en espíritu y en verdad. Es
el sacrificio que Jesucristo ofreció al Padre en el Espíritu Santo. Adoramos al
Padre en Jesucristo por la acción del Espíritu Santo, esto es adorar a Dios en
Espíritu y en Verdad.
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