POR
LA FE EN JESUCRISTO TODOS SOMOS JUSTIFICADOS.
Iluminación:
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en
un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo
Espíritu. (1Co 12, 13)
Lectura
bíblica:
En
aquellos días, los guardias condujeron a los apóstoles ante el sanedrín, y el
sumo sacerdote los reprendió, diciéndoles: "Les hemos prohibido enseñar en
nombre de ese Jesús; sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus
enseñanzas y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre". Pedro
y los otros apóstoles replicaron: "Primero hay que obedecer a Dios y luego
a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes
dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho
jefe y Salvador, para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de
los pecados. Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu
Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen". Hch 5, 27-33
«Y
cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis de qué vais a hablar; sino
hablad lo que se os comunique en aquel momento. Porque no seréis vosotros los
que hablaréis, sino el Espíritu Santo.” (Mc 13, 11) Antes de Pentecostés los
Apóstoles estaban encerrados por miedo a los judíos. Ahora se enfrentan al
tribunal supremo, el Sanedrín, con valentía, creatividad y parresia. Son
acusados de llenar la ciudad de ese hombre, que es Jesús, se los hemos
prohibido que lo hagan. Pedro en nombre de los Doce les responden: “Primero hay
que obedecer a Dios que a los hombres” El mandamiento de Jesús es mandato de
Dios: “Ustedes recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre
vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta
los confines de la tierra.» Hch 1, 8)
Ahora
los Apóstoles llenos de esa Fuerza les dicen en la cara a los miembros del
Sanedrín: “El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron
muerte colgándolo de la cruz.” Ustedes lo mataron por medio de gente malvada
(Hch 2, 22) Pero Dios lo ha resucitado, Jesús está vivo, y ha sido constituido
Señor y Cristo (Hch 2, 36) Jesús es ahora la Piedra Angular, está puesto como
Salvación para que todo el que crea en él, tenga Vida eterna y alcance el
perdón de los pecados (Rm 4, 25). La respuesta del Sanedrín es darle a los Apóstoles
lo mismo que le hicieron al Hijo de Dios: darles muerte y hacer que su Mensaje
desaparezca.
El
Mensaje de los Apóstoles es el mismo ayer, hoy y mañana: “Por la fe tenemos
Vida eterna y perdón de los pecados. Por la fe nos apropiamos de los frutos de
la redención: “El perdón de los pecados, la paz, la resurrección y el don del
Espíritu Santo” “Todo es nuestro, si nosotros somos de Cristo” (1 de Cor 3, 21)
Por eso Pablo proclama: “Si Cristo está en vosotros, aunque vuestro cuerpo haya
muerto por causa del pecado, el espíritu tiene vida por la justificación. Y si
el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en
vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará
también vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en
vosotros.” (Rm 8, 10-11)
La
justificación por la fe nos da la Salvación: “Nosotros somos judíos de
nacimiento y no gentiles pecadores; a pesar de todo, conscientes de que el
hombre no se justifica por las obras de la ley sino sólo por la fe en
Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús a fin de conseguir la
justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues por las
obras de la ley nadie será justificado.” (Gál 2, 15- 16)
El
Mensaje de los Apóstoles nos pide una respuesta. ¿Qué debemos hacer, pregunta
la gente a los Apóstoles que responden: “Arrepiéntanse, conviértanse y háganse bautizar.”
Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en
el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don
del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y
para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.» (Hch
2, 38- 39) Por el bautismo somos una Nueva Creación (2 de Cor 5, 17) “Morimos
con Cristo, somos sepultados en su muerte y resucitamos con él a una nueva vida”
(Rm 6, 3- 4) “Recibimos el Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, hermanos
de los demás y servidores de todos. Según las palabras del mismo Jesús:
“No
ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre
vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros,
será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a
ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.” (Mt 20,
26- 28)
Jesús
no engaña, no explota y no manipula, todo es con libertad: El que quiera ser mi
discípulo que me ame y me siga: “En verdad, en verdad os digo: si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El
que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará
para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí
estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.” (Jn 12.
24- 26).
El
que ama a Jesús, ama también su Mensaje, la Oración y ama todo lo que
Jesús ama, a su Iglesia que la amó y se entregó por ella (Ef 5, 25) Ama el
servicio a Cristo y a los hombres. Es un servidor de Dios, al igual que Jesús. Todo
lo anterior es posible por la resurrección de Jesucristo en nuestra vida para
que Cristo habite por la fe en nuestro corazón (Ef 3, 17) Entonces podemos
comprender la vida eterna y podemos crecer en el conocimiento del Dios vivo y
verdadero.
“Para
que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es
la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de
Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la
total Plenitud de Dios. A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas
incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que
actúa en nosotros, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las
generaciones y todos los tiempos. Amén. (Ef 3, 17- 21)
Alcanzamos
la Plenitud de Dios que es Cristo, mediante la fe y la conversión, viviendo
como hijos de Dios, en la Verdad, en el Amor y en la Vida (Jn 14, 6) En y desde la Iglesia.
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