CRISTO
JESÚS ES MI DESTINO Y ES MI MISIÓN.
¿Quién
es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Él,
Jesucristo, vino por el agua y por la sangre; no con el agua solamente, sino
con el agua y con la sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el
Espíritu es la Verdad.(1Jn 5, 5-6)
Pues
tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres
convienen en lo mismo. (1 de Jn 5, 7-8) Jesús es el Ungido con el Espíritu, y todo
lo que Jesús dijo e hizo fue por el Espíritu Santo que estaba sobre él y en él.
Así lo dice el evangelista san Lucas: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me
ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar
la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a
los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.(Lc 4, 18- 19) La
Encarnación es la Obra perfectísima del Espíritu Santo en María. Toda la vida
de Jesus fue conducida por el Espíritu, hasta su muerte (Heb 9, 14).
El
agua hace referencia al Bautismo que nos lava, limpia y nos da la Gracia. “A
ésta corresponde ahora el bautismo que os salva y que no consiste en quitar la
suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios una buena conciencia por medio de la
Resurrección de Jesucristo (1 de Pe 3, 1) El bautismo nos incorpora y reviste
de Cristo: En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de
Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya
que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gál 3, 26- 27) Por el bautismo
entramos en la Iglesia, la Familia de Dios donde todos somos iguales en
dignidad. Recibimos el Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, hermanos de
Jesucristo y templos vivos del Espíritu de Dios. Por el bautismo participamos de la
Pascua de Cristo (Rm 6, 3- 4).
La
sangre hace referencia al martirio: "Elegidos, según el previo
conocimiento de Dios Padre, con la acción santificadora del Espíritu, para
obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre. A vosotros gracia y paz
abundantes." (1 de Pe 1, 2) En virtud de su sangre nuestros pecados son
perdonados (Ef 1, 7) “Y nuestros corazones quedan limpios de los pecados que
llevan a la muerte” (Heb 9, 14). El martirio hace referencia al Testimonio de Cristo,
ser mártires significa ser testigos de Cristo. (cf Hech 1, 8) Por el bautismo somos
discípulos de Cristo; el Destino y la Misión de Cristo son de nosotros:
«Si
el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais
del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al
elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la
palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han
perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra,
también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi
nombre, porque no conocen al que me ha enviado.(Jn 15, 18- 21)
La
sangre hace referencia a las tentaciones, luchas, pruebas y persecuciones
padecidas por Cristo. Podemos dar testimonio de Cristo de modo incruento, o
llegar hasta la sangre, es un don de Dios. Por lo que Santiago dice: "Considerad
como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo
que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero
la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e
íntegros sin que dejéis nada que desear."(Snt 1, 2- 4)
El
destino de Jesús es nuestro destino, por eso la Iglesia debe de ser perseguida.
Una fe cómoda es estéril. Por eso Pablo nos avisa: Y no os acomodéis al mundo
presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de
forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo
agradable, lo perfecto. (Rm 12, 2) La voluntad de Dios es que creamos en
Cristo, su amado Hijo (1 de Jn 3, 23) A los que crean en Jesús recibe la doble
invitación: Ámame y Sígueme. Por amor guardamos sus Mandamientos y guardamos su
Palabra (cf Jn 14, 21. 23) Y por seguir a Cristo vamos con él a su Pascua: Decía
a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre
haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? (Lc 9, 23-
25)
Los
tres testigos: el Espíritu, el agua y la sangre están íntimamente unidos, son
inseparables y nos llevan a vivir una vida digna del Señor: "Bendito sea
el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda
clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha
elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en
su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos
por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de
la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado. En él tenemos por
medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de
su gracia que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e
inteligencia," (Ef 1, 3- 8)
Elegidos
por amor, destinados a ser adaptados como hijos, redimidos por la sangre de
Cristo y santificados por la acción del Espíritu Santo. De todo esto nos
apropiamos en nuestro bautismo, nos apropiamos de los frutos de la redención de
Cristo. Lo que responde a lo que Pablo nos dice: "Por lo demás, sabemos
que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de
aquellos que han sido llamados según su designio. Pues a los que de antemano
conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que
fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos
también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó."
(Rm 8, 28- 30)
Por
esto todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la
salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna. Es cierta esta
afirmación: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si nos mantenemos
firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará; si
somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo.
Esto
has de enseñar; y conjura en presencia de Dios que se eviten las discusiones de
palabras, que no sirven para nada, si no es para perdición de los que las oyen.
(2 de Tim 2, 10- 14)
Elegidos
por amor, con amor y para amar porque Dios es Amor.
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