NO SE BAJEN DE LA CRUZ PORQUE EN ELLA
HAY VIDA.
Después de que el hombre y la mujer
comieron del fruto del árbol prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le
preguntó: "¿Dónde estás?" Éste le respondió: "Oí tus pasos en el
jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo, y me escondí". Entonces le dijo
Dios: "¿Y quién te ha dicho que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del
árbol del que te prohibí comer?" Respondió Adán: "La mujer que me
diste por compañera me ofreció del fruto del árbol y comí". El Señor Dios
dijo a la mujer: "¿Por qué has hecho esto?" Repuso la mujer: "La
serpiente me engañó y comí". (Gn 3, 9-24)
Ahora el hombre está atrofiado, ya no
busca a Dios, se le esconde en medio de los árboles del Paraíso, tiene miedo,
está desnudo y se esconde, está desprovisto de los dones de Dios. Ahora es
Dios el que lo busca, y lo busca hasta encontrarlo. "¿Y quién te
ha dicho que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí
comer?" Dios le muestra el pecado al hombre. Estás denudo porque has
pecado. Pecado que viene del engaño, lleva a la parálisis y a la frustración. El
hombre se encuentra vacío en camino de deshumanización y despersonalización.
Adán le responde: “La mujer que me
diste por compañera me afreció del fruto y comí” Eva culpa a la serpiente: “Me
engaño y comí.” Se ha roto la solidaridad entre el hombre y la mujer, se
terminó la armonía, y ano se ven con los ojos del amor, sino con os ojos de la
carne. El pecado es separación de Dios y de los hombres, es lejanía (Is 59, 1)
El hijo pródigo sale de la Casa del Padre para irse a un País lejano donde
derrocha sus dones viviendo como un libertino, el país lejano es el mundo donde
no es sagrado lo que en casa es sagrado. El hombre y la mujer salen del Paraíso,
ellos aceptaron ser libres y responsables, ese es su castigo. Pero antes de
irse Dios le hace una Promesa:
“Pondré enemistad entre ti y la
mujer, entre tu descendencia y la suya; y su descendencia te aplastará la
cabeza, mientras tú tratarás de morder su talón". La descendencia de la
Mujer es Jesús. La Mujer es María. Jesús vencerá al Diablo, le aplastará la
cabeza y lo vencerá, el hombre redimido puede volver al Paraíso y comer de los Árbol
de la Vida que está en el Paraíso de Dios (Apoc 2, 7) Jesús con su muerte y
resurrección se ha convertido en el Vencedor del Pecado, del Maligno y de la
Muerte. Tenemos un Redentor que es nuestro Salvador, Jesús el Hijo de Dios, el
Cristo de Dios.
Él ha venido a sacarnos del pozo de
la muerte, a llevarnos a nuestro suelo y a traernos su Espíritu Santo (Ez 37,
12) Viene a hacer de nuestra vida: “Una Nueva Creación” “Una Nueva Familia” En
la que todos somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Ser redimidos es
ser reconciliados. Perdonados, salvados y santificados. Los frutos de la
redención son el perdón de nuestros pecados, la Paz, la Resurrección y el don
del Espíritu Santo. Tan sólo nos pide “Creer en Jesús” En virtud de su sangre
nuestros pecados son perdonados (Ef1, 7) Y nuestros corazones quedan limpio de
los pecados que llevan a la muerte (Heb 9, 14) Jesús vino a realizar la Obra
del Padre (Jn 4, 34) Nuestra liberación, nuestra salvación y abrió el camino
para que viniera el Espíritu Santo a santificarnos. Para todo esto se “Ofreció
a sí mismo como víctima santa y agradable a a Dios por la acción del Espíritu
Santo.”
"¡cuánto más
la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha
a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a
Dios vivo!" (Heb 9, 14) Ahora nosotros pecadores redimidos y
salvados por la Gracia de Dios podemos buscar a Dios y podemos dejarnos encontrar
por Él.
"Y a vosotros que estabais muertos en
vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder
de este mundo, según el Príncipe del imperio del aire, el Espíritu que actúa en
los rebeldes... entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en
medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la
carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a
la Cólera…"(Ef 2, 1- 3) Todos, judíos y gentiles somos pecadores,
somos solidarios con nuestros primeros padres, nacemos con el pecado original
que consiste en venir a este mundo sin la Gracia de Dios y necesitados de ella.
La Gracia no destruye nuestra naturaleza humana y podemos pecar por el daño que
sigue en nuestras concupiscencias.
Ahora somos protagonistas
de la lucha entre el bien y el mal. “Vigilad y Orad para no caer en tentación
(Mt 26, 41) "Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su
poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del
Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los
Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo
tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas."(Ef
6, 10- 12) Es la lucha del bien contra el mal, entre el Ego contra el Amor,
entre los vicios contra las virtudes. Jesús quiere que luchemos: "«Estén
ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que
esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame,
al instante le abran."(Lc 12, 35- 36)
Abrir la puerta
al Señor equivale a obedecer su Palabra: "Mira que estoy a la puerta y
llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré
con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como
yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono."(Apoc 3, 20-
21) El trono de Jesús en esta vida fue la Cruz, en ella, se ofreció y murió,
para ofrecer el Sacrificio perfecto por la salvación de todos, tres días más
tarde, resucitó para vencer al último de sus enemigos: la muerte. Para que fuéramos
libres, con la libertad de los hijos de Dios (Gál 5, 1. 13)
Si nosotros
pecadores queremos luchar y vencer al pecado y a sus aliados, seamos discípulos
de Jesús: "Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a
sí mismo, tome su cruz cada día, y síganme. Porque quien quiera salvar su vida,
la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le
sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se
arruina?"(Lc 9, 23- 25) Permanecer en la Cruz de Jesús equivale a
permanecer en su Amor. (Jn 15, 9) Así lo entendió san Pablo: "Pues los que
son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus
apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. No
busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos
mutuamente." (Gál. 5, 24- 26)
La católica cree
que el Diablo existe, pero no es un animal, sino un espíritu perverso y
pervertidos que busca como león rugiente busca que nos bajemos de la Cruz de
Jesús.
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