SEAN
TODOS USTEDES IMITADORES MÍOS Y OBSERVEN LA CONDUCTA DE AQUELLOS QUE VIVEN EL
EJEMPLO QUE LES HE DADO A USTEDES.
Hermanos:
Sean todos ustedes imitadores míos y observen la conducta de aquellos que viven
el ejemplo que les he dado a ustedes. Porque, como muchas veces se lo he dicho
a ustedes, y ahora se lo repito llorando, hay muchos que viven como enemigos de
la cruz de Cristo. Esos tales acabarán en la perdición, porque su dios es el
vientre, se enorgullecen de lo que deberían avergonzarse y sólo piensan en
cosas de la tierra. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde
esperamos que venga nuestro salvador, Jesucristo. El transformará nuestro
cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud del poder
que tiene para someter a su dominio todas las cosas. Hermanos míos, a quienes
tanto quiero y extraño: ustedes, hermanos míos amadísimos, que son mi alegría y
mi corona, manténganse fieles al Señor. Flp 3, 17–4, 1
Dos
hombres encontramos hoy en las lecturas de la Misa de hoy: El administrador
astuto y sagaz y Pablo, el discípulo de Cristo. (Lc 18, 1- 8) El administrador
es sagaz para los negocios de este mundo, supera a los hijos de la luz. El amo
de él lo admira por su astucia, pero, no dicen que lo imiten. En cambio Pablo
invita a imitarlo a él y a todos los que son testigos verdaderos de Cristo
Jesús. Para Pablo el testigo de Jesús está crucificado con Cristo en la cruz
desde donde se sella su testimonio (Gál 5, 24) El Señor había dicho: “Sean
testigos como serpientes y dóciles como palomas” (Mt 10, 16) Mientras la
serpiente proteja su cabeza, la podrán picar su cuerpo, pero sigue viva, sigue
siendo peligrosa. Así también seamos prudentes (astutos) para proteger nuestra
cabeza que es Cristo. Protejamos y defendamos nuestra fe.
Hay
muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo, son idolatras, su dios es
su vientre. Alimentan su Ego, al hombre viejo y caen en la idolatría. Se
alimentan con el alimento chatarra del mundo, su vida es mundana, pagana y
pecaminosa. Buscan y anhelan las cosas de abajo (Col 3, 3) No viven el
Evangelio, viven de lo que el mundo les presenta: el poder, el tener, el placer
(1 de Jn 2, 15) que llevan a la perdición es decir, a la muerte (Ef 2, 1- 3)
Jesús ha dicho, no se pueden servir a dos señores, a Dios y al dinero, con
alguno se queda mal (cf Mt 6, 24) Pablo tiene astucia y descubre las mañas del
enemigo: "Porque esos tales son unos falsos apóstoles, unos trabajadores
engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y nada tiene de extraño:
que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por tanto, no es mucho que
sus ministros se disfracen también de ministros de justicia. Pero su fin será
conforme a sus obras."(2 Cor 11, 13- 15).
Las armas de estos falsos apóstoles son la mentira, la maldad, la envidia, la
hipocresía y la maledicencia (1 de Pe 2, 1) Predican a un Cristo que es amor
pero no lo siguen. Confunden, dividen, oprimen y matan con sus palabras y con
su testimonio. Hubo un hombre muy astuto que confundió a la Iglesia al decir: “La
Iglesia es el opio del pueblo.” Y la Iglesia le creyó y dejó de hablar del
Cielo y de la Vida eterna, de la conversión y del arrepentimiento. (K. Max) Y
fue perdiendo la esencia del Evangelio: Jesucristo. Nos hemos bajado de la Cruz
para caer en la idolatría, para arrodillarnos frente a los poderosos y ante los
ricos, frente al oro y al poder. “No te bajes de la cruz, no la rechaces, abrázala,
para que seas enemigo, disfrazado con piel de oveja (cf Mt 7, 15)
“Hermanos
míos amadísimos, que son mi alegría y mi corona, manténganse fieles al Señor.”
A un administrador lo que se le pide es que sea fiel (1 de Cor 4, 1) Fiel a la
cruz de Jesús, fiel a su Pascua, fiel a su Alianza para poder pertenecer a
Cristo, amarlo y servirle. La cruz de Jesús no está hecha de madera, metal o
piedras preciosas, estos son obstáculos que impiden seguir a Jesús. La cruz hoy
está hecha de amor, verdad, justicia, donación entrega y servicio que se hace
por amor a Cristo y a su Reino. Sólo llevando la cruz sobre nuestros hombros
podemos entrar por la puerta estrecha al Reino de Dios; "«Entrad por la
entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a
la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la
entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo
encuentran." (Mt 7, 13- 14)
Por
la fe y la conversión hemos entrado y pertenecemos a la Familia de Dios. Ahora
somos conciudadanos del Reino de Dios. Seamos como Pablo, discípulos y testigos
de Cristo Jesús, aceptemos la voluntad de Dios y sometámonos a ella. Esto exige
vivir la Pascua de Jesús. Su muerte y su resurrección. Con esfuerzos, renuncias
y sacrificios abrazamos la cruz y ofrezcámonos a Dios como hostias vivas, santas y agradables a Dios.
Que este sea nuestro culto espiritual (Rm 12, 1). Pero, no basta, no estamos
hechos, nos estamos haciendo. Caminemos hacia la Plenitud de Cristo.(Col 2, 9) ¿Cómo?
En fe y en conversión. Dejemos a Dios trabajar en nuestra liberación, dejando
que nos transforme en lo más profundo de nuestra mente para que podamos comprender
la voluntad de Dios, lo bueno, lo santo y lo perfecto” (cf Rm 12, 2) Lo que
significa tomar la firme determinación de seguir a Cristo, nuestro glorioso
Salvador.
La
cruz de Jesús hoy podemos llenarla con dos palabras que se deben vivir y ponerlas
en práctica: Ámame y Sígueme. Sin amor a Cristo no hay seguimiento y sin
seguimiento no hay Gracia de Dios en nuestros corazones. No estamos en la cruz
de Cristo, nos bajamos de ella para caer en el pozo de la muerte. La cruz es el
camino de la resurrección que nos dice: “El Mesías tenía que padecer antes de entrar
a su Gloria (Lc 24, 26) de la misma
manera si nosotros morimos con Cristo también viviremos con Él (2 Tim 2, 10) Si
sufrimos con él, también participaremos de su herencia, de la vida eterna (cf
Rm 8, 17- 18)
Que nadie ni nada nos confunda para que no nos desviemos del Camino que nos
lleva a la Vida. "No extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo
todo y quedaos con lo bueno. Absteneos de todo género de mal. Que El, el Dios
de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el
alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor
Jesucristo. Fiel es el que os llama y es él quien lo hará." (1 de Tes. 19-
24)
Olvidando lo que dejamos atrás, vayamos con valentía, amor y fortaleza (2 Tim
1, 6) hacia adelante, siguiendo las huellas de Jesús, el Cristo que nos lleva a
la Casa del Padre. La clave del seguimiento es hacer la Voluntad de Dios, como
Cristo lo hizo (Jn 4, 34; Lc 22, 42) "«Vosotros, pues, orad así: Padre
nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino;
hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo” (Mt 6, 9- 10)
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