QUE VUESTRA CARIDAD SEA SIN FINGIMIENTO.
El
fingimiento es hijo de la hipocresía. Fingir es poner otra cara, otra sonrisa,
otra mirada. Es hablar bonito cuando está de frente, pero, cuando se le da la
espalda, se burlan de las personas. Los amores fingidos son condicionados y son interesados. Otro hijo de la hipocresía es el “protagonismo.”
Que consiste en quedar bien, vivir en la mentira. Hacer las cosas para que me vaya
bien. Hacer fiestas con dinero prestado o hacerlas con dinero ajeno. El
principio popular nos dice: “El que quiera celeste que le cueste.” El
protagonismo puede llegar a ser religioso, por ejemplo una fiesta de
quinceañeras. Madrina del templo, de flores, de música, de salón, de comida, de
vestido, de zapatos, de baile y mil cosas más, puro protagonismo con dinero
ajeno. Tanto el fingimiento como el protagonismo atentan contra la “dignidad
humana.”
Por
eso los dos principios de la moral cristiana serán siempre válidos: "Vuestra
caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien.” El amor
viene de la fe sincera, de un corazón limpio y de una conciencia recta (1 de
Tim 1, 5) Por eso Pablo pudo decirnos: “Amándoos cordialmente los unos a los
otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con
espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza;
constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las
necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen,
no maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran."
(Rm 12, 9- 15) El amor es respetuoso, es alegre y es hospitalario. Es paciente,
es tolerante y es servicial (1 de Cor 13, 4)
El
amor pide y exige oración aún por los enemigos: “Ama a tu enemigo y reza por él”
(Lc 6, 27) Que nuestra oración sea íntima, cálida y perseverante. Ama a sus
hermanos el que hace oración por ellos. “El amor no consiste en amar por
primero. El primero en amarnos es Dios que nos entregó su Hijo Jesucristo (1 de
Jn 4,10) El amor consiste en que Jesús se entregó y murió por nosotros” (Ef 5, 2) Cuando somos portadores de la Gracia
de Dios que consiste en ser portadores del amor de Dios en nuestros corazones
(Rm 5, 5) Ahora si podemos amar a la familia, a los amigos, a los de cerca y a
los de lejos. “Nadie da lo que no tiene. El amor de Dios es único, y te ama,
pero también es universal, ama a todos, aunque no tengamos méritos. Amar es
darse, es entregarse, es servir para ayudar a otros a realizarse como lo que
son, personas, valiosas importantes y dignas.
Por
eso Juan nos dice: "En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio
su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si
alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le
cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no
amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad."(1
de Jn 3, 16- 18)
"Hijos
míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo”. (1
de Jn 3, 7-8) Le hacemos justicia al prójimo cuando lo reconocemos como
persona, creada a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,27) Le hacemos justicia
cuando lo aceptamos, tal como es y no como quisiéramos que fuera. Cuando lo
respetamos de pensamiento, de palabra y de obra. Cuando lo perdonamos y nos
abrimos a un diálogo amistoso y liberador con él La Palabra de Jesús “Effata” significa ábrete
a la amistad, al servicio, al amor con el otro y con los otros. Para que puedas
caminar con él y hablar con él, trabajar con él, y hasta divertirte con él.
El
evangelista san Juan nos dice de una manera precisa y concisa el sentido del
amor a Dios y al prójimo: "Queridos,
amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido
de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es
Amor." (1 de Jn 4, 7- 8) Para Juan, el amor es recíproco o no es
amor: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros.
Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En
esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los
otros.»"(Jn 13, 34- 35) Amarnos en familia, en comunidad y amar a todos,
es lo que dice la Biblia:
"Si
amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a
los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito
tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de
quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a
los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros
enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra
recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los
ingratos y los perversos."(Lc 6, 32- 35).
La
fe verdadera es amor (Gál 5, 6) Y el que ama a Dios y al prójimo guarda la
Palabra: "Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no
guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que
me ha enviado."(Jn 14, 23- 24)
Pablo
nos ayuda a entender lo que es la Gracia de Dios: "Habiendo, pues,
recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro
Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a
esta gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la
gloria de Dios. Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que
la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud
probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que nos ha sido dado." (Rm 5, 1- 5) La Gracia es
la fe, la esperanza y la caridad, Dios mismo que habita en nuestros corazones.
Dios es amor, y todo el que
ama conoce a Dios, permanece en Dios, y ha nacido de Dios (cf 1 de Jn 4, 7)
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