NOSOTROS PREDICAMOS A CRISTO
CRUCIFICADO, FUERZA DE DIOS.
Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad
para los gentiles; pero para los llamados a Cristo —judíos o griegos—: fuerza
de Dios y sabiduría de Dios. (1Co 1, 23-24)
Para Pablo la cruz es amor que se
entrega y se dona por la Humanidad, es decir por todos los hombres. "Cristo
nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por
nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un
madero,"(Gál 3, 13) La cruz era un instrumento de tormento para los más
pecadores, asesinos, bandoleros. Era el instrumento del imperio romano para
castigar y dar muerte a los que enemigos del imperio. La misma Escritura nos
dice: “Maldito el que está colgado de un madero.” A los crucificados los
dejaban días en la cruz y llegaban los buitres a comer sus cuerpos. Jesús
abrazó su cruz con amor. La cruz de Jesús está hecha de amor, verdad, vida,
servicio. Fue de madera pero, sobre todo es de amor y obediencia.
Los cristianos pronto descubren la
riqueza de la cruz, en la que Cristo se ofreció al Padre por nuestra salvación.
Es lugar de victoria, de bendición. Cristo muriendo en la cruz ha vencido al
mundo, al maligno y a la misma muerte. La sangre de Cristo convierte la
maldición en bendición. La derrota se convierte en victoria. La cruz de Jesús
es para Pablo y para toda la Iglesia centro de luz, de amor, de santidad, de
perdón y de misericordia. Pablo nos sigue diciendo: Todo el que ama a Cristo,
le pertenece, y el que le pertenece está crucificado con Cristo muriendo al
pecado y viviendo para Dios (cf Gál 5, 24) La vida que brota de la cruz de
Cristo es vida donada, entregada, crucificada, resucitada y glorificada. Porque
el que murió en la cruz está vivo ha resucitado y se ha sentado a la derecha
del Padre y ha sido constituido Señor y Mesías (Hch 2, 23- 24. 36; Ef 2, 4-
8)”Para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 10)
Con Pablo digamos todos: “No me
avergüenzo de la cruz de Cristo” Fuerza y sabiduría de Dios. Fuente de Vida y
Santidad. “No tengamos miedo morir con Cristo” El camino de la cruz es la
Resurrección. Cruz y resurrección son dos momentos de un mismo acontecimiento:
la Pascua de Jesús. "Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva;
pues sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. Así
que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e
inmoralidad, sino con ázimos de pureza y verdad."(1 de Cor 5, 7-8) El que
esté crucificado con Cristo vive en la verdad y en amor, esto significa vivir
en Cristo, vivir según el Espíritu y según Dios. Bajarse de la cruz es perder
la Gracia de Dios y caer en el pozo de la muerte. Por eso el grito de Pablo:
“Note bajes de la cruz” (cf Gál 5, 24) Con san Juan digamos: “Permanezcan en mi
amor (Jn 15, 9)
Hablemos de los frutos de la redención que brotan de la cruz de Cristo. “El
perdón, la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo.” Esto se alcanza
por la fe en Jesucristo: "Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra
justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo."(Rm
5, 1) La cruz es fuerza y poder de Dios que nos reconcilia, nos salva y nos
santifica. (cf Rm 8, 29)
Cristo murió, resucitó, se sentó a
la derecha del Padre y ha sido glorificado, pero Pablo dice: “No me avergüenzo
de la cruz de Cristo” porque el acontecimiento de Cristo es el mismo hoy, ayer
y siempre (Hb 13, 8) Lo hacemos presente en la Liturgia (Rmm 6, 3- 5: 1 de Cor
11, 25) y en nuestra vida: Muriendo al pecado y viviendo para Dios (Rm 6, 11)
Gracias al Espíritu Santo que actualiza la Obra redentora de Cristo en nuestras
vidas, hoy, podemos apropiarnos de los frutos de la redención de Cristo. Ahora
nos toca a nosotros, la Iglesia, continuar la Obra redentora de Cristo.
“Ustedes son mis discípulos si toman mi cruz y me siguen” (cf Lc 9, 23)
El gran envío de Cristo a la
Iglesia: "Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo
poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las
gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»"(Mt 28, 18- 20)
"«Si el mundo os odia, sabed
que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais del mundo, el mundo
amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he
sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he
dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os
perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra
guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen
al que me ha enviado."(Jn 15, 18- 21)
El destino de Jesús es también el destino de la Iglesia. La Misión
de Jesús es también la Misión de la Iglesia. El mismo Espíritu Santo que estaba
en Jesús está ahora en la Iglesia y la guía y la fortalece, la consuela y la
libera. Pronto después de la Ascensión cae el primer mártir, Esteban, testigo
de Cristo. (Hch 7, 54- 8, 8) Después se desata una terrible persecución contra
la Iglesia y muchísimos son muertos, encarcelados, perseguidos y azotados por
Cristo, para que se cumpla la promesa del Seños. “Seréis mis testigos en
Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra” (Hch 1, 8)
Abrazar la cruz de Jesús es caminar
con él, siguiendo sus pasos y cargando su cruz. Sin seguimiento no hay cruz. La
vida cómoda es ausencia de fe, y por lo tanto de Jesús. Las tentaciones y las
pruebas son señales que estamos siguiendo a Jesús (Eclo 2, 1-2) Según las
palabras de Pablo a su discípulo Timoteo:
"Tú, pues, hijo mío, manténte
fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos
testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a
otros. Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie
que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere
complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el atleta; no recibe la corona si
no ha competido según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero
que tiene derecho a percibir los frutos. Entiende lo que quiero decirte, pues
el Señor te dará la inteligencia de todo" (2 Tim 2, 1- 7) Como soldado,
como atleta y como campesino, sé fuerte en la fe, prepárate para las
tentaciones y las pruebas. Sé fiel al Evangelio de Jesucristo y sé el primero
en creer, en vivir, y en anunciar la fe que vives y celebras. Y el Señor te
abrirá la mente para que comprendas lo que la Palabra te dice. (Lc 24, 27)
Por eso, oremos por la Iglesia perseguida.
Ofrezcamos a Dios nuestros sacrificios por ella. Demos testimonio de palabra y
de obra, por amor a Cristo y a su Iglesia. Y busquemos la formación cristiana
por medio de la escucha de la Palabra y del Magisterio de la Iglesia para
llegar a ser discípulos maduros en la fe, en la esperanza y en la caridad. La
Palabra de Dios nos dice:
"Mas
tú enseña lo que es conforme a la sana doctrina;. que los ancianos sean
sobrios, dignos, sensatos, sanos en la fe, en la caridad, en la paciencia, en
el sufrimiento; que las ancianas asimismo sean en su porte cual conviene a los
santos: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, maestras del bien, para que
enseñen a las jóvenes a ser amantes de sus maridos y de sus hijos, a ser
sensatas, castas, hacendosas, bondadosas, sumisas a sus maridos, para que no
sea injuriada la Palabra de Dios. Exhorta igualmente a los jóvenes para que
sean sensatos en todo. Muéstrate dechado de buenas obras: pureza de doctrina,
dignidad, palabra sana, intachable, para que el adversario se avergüence, no
teniendo nada malo que decir de nosotros. (Tito 2, 1- 8)
Oración: Señor, Dios nuestro, que
has querido salvar a los hombres por medio de tu Hijo muerto en la cruz, te
pedimos, ya que nos has dado a conocer en la tierra la fuerza misteriosa de la
cruz de Cristo, que podamos alcanzar en el cielo los frutos de la redención.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
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