JESÚS COMENZÓ A RECORRER CIUDADES Y POBLADOS PREDICANDO LA BUENA
NUEVA DEL REINO DE DIOS
En aquel tiempo,
Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del
Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido
libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas
iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana,
mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los
ayudaban con sus propios bienes. (Lc 8, 1-3)
Jesús es el
evangelizador del Padre. Es el predicador, el heraldo de Dios. Recorría los
poblados y las ciudades anunciando el Reino de Dios. Lo hacía con su Palabra,
con sus milagros, con sus exorcismos y con su testimonio de vida. Pedro
confirma lo anterior diciendo: “Dios estaba con Él, por eso se pasó la vida
haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el Diablo” (Hch 10, 3) Jesus
se pasaba los días enseñando el reino de Dios, era su obsesión sembrarlo en el
corazón de los hombres. Sus palabras eran “espíritu y vida” (Jn 6, 67) Porque
eran palabras de Dios: "El que no me ama no guarda mis palabras.
Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado."(Jn
14, 24)
"Jesús
les respondió: «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. Si alguno
quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo yo por mi
cuenta. El que habla por su cuenta, busca su propia gloria; pero el que busca
la gloria del que le ha enviado, ese es veraz; y no hay impostura en él."(Jn
7, 16- 18)
Jesús
no busca su propia gloria, sino la gloria de su Padre. No habla por cuenta
propia, sino que habla en el nombre de su Padre. Su vida estaba empapada de
oración. Desde muy de madrugada y noches enteras las pasaba en oración con su
Padre (Mc 1, 35; Mt 10. 1-4; Lc 6, 12. 16) Su corazón estaba lleno de amor y
compasión a Dios y los hombres, por eso su vida estaba entregada totalmente a
los pecadores, a los enfermos, a las ovejas perdidas. A todos, los amó hasta el
extremo (Jn 13,1) Hasta dar su vida por todos: "Por eso me ama el
Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la
doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo;
esa es la orden que he recibido de mi Padre.»"(Jn 10, 17- 18)
Jesús a
los que han creído en su Palabra: "Decía, pues, Jesús a los judíos que
habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»"(Jn
8, 31- 32) Entre ellos se cuenta a los Doce y algunas mujeres como María
Magdalena, Juana, Susana y otras muchas que lo seguían por amor para servirle.
Al creer en Jesús tenían la “Vida de Jesús” Habían pasado de la muerte a la vida,
de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la aridez a las
aguas vivas. Con palabras del mismo Jesús: "El último día de la fiesta, el
más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y
beba el que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de
agua viva."(Jn 7, 37- 38)
Jesús
habló varias veces de su Pascua: "Desde entonces comenzó Jesús a
manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte
de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar
al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos
de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero él, volviéndose, dijo a
Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus
pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres! Entonces dijo Jesús a
sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz y sígame."(Mt 16, 21- 24)
“Me van a
matar, pero, resucitaré.” Y no se echo para tras. Es el camino del grano de
trigo: “Morir para resucitar” (Jn 12, 24) Cruz y resurrección son dos momentos
de un mismo acontecimiento: La Pascua de Jesús. Con y por su muerte perdona
nuestros pecados y con su resurrección nos da Espíritu Santo, vida eterna.(Rm
4, 25) Luego de esto, nos hace la invitación a ser sus discípulos, seguir su camino
para entrar en su Pascua y permanecer en ella. ¿Cómo hacerlo? Por la fe y la conversión
(Mc 1, 15)
Por el Bautismo hacemos
presente la Alianza Nueva: "¿O es que ignoráis que cuantos fuimos
bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con
él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo
fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así
también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos hecho una misma cosa
con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una
resurrección semejante” (Rm 6, 3- 5). Esto
implica romper con el pecado para participar de la naturaleza divina (2 Pe 1,
4b) La cruz es el camino de la resurrección. Sin cruz no hay resurrección, y
sin resurrección vana es nuestra fe. Escuchemos a Pablo:
Hermanos: Si hemos predicado que
Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de ustedes andan
diciendo que los muertos no resucitan? Porque si los muertos no resucitan,
tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, nuestra predicación es vana,
y la fe de ustedes es vana. Seríamos, además, falsos testigos de Dios, puesto
que hemos afirmado falsamente que Dios resucitó a Cristo: porque, si fuera
cierto que los muertos no resucitan, Dios no habría resucitado a Cristo. Porque
si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. (1 Cor 15, 12-20)
La clave de todo lo anterior es “Despojarse
del hombre viejo” Para poder darle vida al Hombre Nuevo,” Jesucristo vivo,
resucitado y glorificado. Es la invitación de Pablo y de Jesús a “morir al pecado”
“para vivir para Dios.” Para que nuestra fe no sea vana, hay que romper con la corrupción
y buscar a Dios en la verdad, en la bondad y en la justicia (Ef 5, 9) Si
pecamos, no nos dejemos caídos. Jesús nos dice: levántate, ven a mí con un corazón
contrito y arrepentido para que recibas el perdón de toda tu pecaminosidad y el
don del Espíritu Santo (cf 1 de Jn 2, 1- 2)
Quedarse en el pecado es
permanecer en la muerte, aunque recemos y encendamos velas, seguiríamos siendo
falsos profetas. Con palabras de Isaías: "Y
al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque
menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos,
limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer
el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al
oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda."(Is 1,
15- 17).
Toda
la vida de Jesús fue una vida resucitada: estaba en las manos de Dios, fue compasivo,
misericordioso y generoso por eso se pasó a vida haciendo el bien y liberando a
los oprimidos por el mal, porque Dios estaba con Él. (Hch 10, 38)
La
resurrección es la obra poderosísima que el Espíritu Santo realiza en nosotros
para hacernos hijos de Dios en Cristo Jesús. Es nacer de Dios (Jn 3, 1- 5)
¿Cuántas veces nacemos de Dios? En cada Sacramento bien recibido. En cada
oración bien hecha. Cada vez que por amor vencemos el mal y hacemos el bien.
Cada vez que amamos y practicamos el bien, estamos resucitado con Cristo para
la gloria de Dios Padre y para el bien de la Iglesia.
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