Haz eso y vivirás, nos dice
el Señor Jesús.
Objetivo. Señalar el
camino que nos propone el Señor en el Evangelio para alcanzar la salvación:
guardar los Mandamientos y seguir su Camino de amor y servicio en favor de los
demás, para poder alcanzar la perfección cristiana.
Iluminación: “Se te ha hecho
saber, hombre, lo que es bueno, lo que Yahvé quiere de ti: tan sólo respetar el
derecho, amar la lealtad y proceder humildemente con tu Dios” (Miq 6, 8).
1. El relato bíblico.
Se levantó un doctor de la Ley y dijo para ponerlo a prueba:
“Maestro, ¿Qué debo hacer para conseguir en herencia la vida eterna?”. Él le
dijo: “¿Qué está escrito en la ley?¿Como lees?”. Respondió: “amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente; y a tu prójimo
como a ti mismo”. Díjole entonces: “bien has respondido. Haz eso y vivirás.
Un doctor de la Ley, pertenece a la clase aristócrata
intelectual. Eran los intérpretes de la Toráh. Algunos pertenecían al Sanedrín
y a los tribunales de justicia. Eran los expertos en la exégesis de la Sagrada
Escritura. Poseían a demás una ciencia secreta, la tradición esotérica. Su
prestigio era tan grande que la gente se levantaba respetuosamente a su paso y los saludaba
llamándolos “Rabbí”. Les reservaban los primeros lugares y los puestos de
honor. Se distinguían por la vestidura, una túnica en forma de manto adornada
con largas franjas (Mt 23, ss).
2.
La pregunta
en el contexto histórico.
En Mateo y en Marcos la pregunta es sobre el Mandamiento
mayor: “Maestro, ¿Cuál es el Mandamiento más importante de la Ley?” (Mt 22,
34ss) Cuestión importante para los judíos y tema de grandes discusiones.
En Lucas encontramos también la pregunta que el joven rico hace al Señor: “Maestro bueno, ¿Qué debo hacer para tener vida eterna? Lucas escribe su Evangelio para cristianos venidos del paganismo. La pregunta entre ellos versa sobre la “vida eterna”. La respuesta de Jesús versa sobre los Mandamientos: “Uno de los principales le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para tener en herencia vida eterna?» Le dijo Jesús: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre.» Él respondió: «Todo eso lo he guardado desde mi juventud.» Al oírlo, Jesús le dijo: «Aún te falta una cosa: vende todo cuanto tienes y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Luego, ven y sígueme.» Al oír esto, se puso muy triste, porque era muy rico (Lc 18, 18- 23).
Para el evangelista san Juan que es el que más habla sobre la
“vida eterna” la pregunta es: “¿Qué obras tengo que hacer para alcanzar la vida
eterna?” La respuesta es única: “Creer en el que Dios ha enviado” (Jn 6, 68).
Sin la obediencia de la fe, no hay vida eterna, es decir, no hay salvación. La
salvación es un don gratuito de Dios que pide a los que la aceptan llevar una
vida orientada hacia Dios, siguiendo las huellas de Jesús, el Autor y el
consumador de nuestra fe (cfr Heb 12, 2)
3. Los Mandamientos del Señor son luz para los hombres.
Una nación, una comunidad, una persona que no conozca los
Mandamientos, no conoce la Palabra, no tiene la luz, está en tinieblas (cfr Ef
5, 1-7). Sin la Luz de los Mandamientos somos ciegos que buscamos la felicidad
en el poder, en el placer, en el tener, en las supersticiones como la brujería,
hechicería, los encantamientos, en el culto a la santa muerte… Muchos son los
que se pierden por causa de la ignorancia religiosa. Todo aquel hombre o mujer
que da la espalda a Dios, cae en la idolatría, en la esclavitud de las cosas y
de las personas; habita en tierra de tinieblas. Recordemos que “ídolo” es todo
aquello que ponemos en el centro de nuestra vida en lugar de Cristo. El
´”ídolo”, siempre será opresor y explotador. Priva al hombre de su libertad y
por lo tanto de su capacidad para amar.
Los hombres dicen: “si Dios existiera, no hubiera pobreza y
miseria sobre la tierra; si Dios existiera no hubiera tanto dolor, sufrimiento
y enfermedad sobre la tierra. La respuesta de los cristianos debería ser: Si
los hombres guardáramos los Mandamientos del Señor habría paz, amor y gozo
entre los hombres. No existiría la “brecha” entre pobres y ricos.
Para ser felices no basta con saberse los Mandamientos de
memoria; como tampoco basta con hacer rezos o tener buenos deseos. Escuchemos a
Jesús decirnos: “Felices los que conocen mis palabras y las cumplen” (Lc 8, 21;
22, 28) Mateo nos confirma lo anterior al poner estas palabras en los labios
del Señor: “No todo el que me diga señor,
señor, entrará en la casa de mi Padre” (Mt 7, 21) ¿Quiénes son los que se
salvan? Los que hacen la voluntad de Dios.
4. La condición para vivir como hijos de Dios.
Romper con el pecado. Si decimos: «No tenemos pecado», nos
engañamos y no hay verdad en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y
justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. (1Jn 1, 8-9)
Guardar los
Mandamientos
especialmente el del amor. Estaremos seguros de conocerle si cumplimos
sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos, es
un mentiroso y la verdad no está en él (1Jn 2, 1- 4)
Guardarse del mundo. No améis al mundo ni lo que
hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 16
Porque todo cuanto hay en el mundo —la concupiscencia de la carne, la
concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas— no viene del Padre,
sino del mundo (1 Jn 2, 15)
Guardarse de los
anticristos. Hijos
míos, ha llegado la última hora. Habéis oído que vendría un Anticristo; y la
verdad es que han aparecido muchos anticristos. (1 Jn 2, 18).
Cultivar el don de la
fe. “Os exhorto, pues, hermanos, por la
misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio
vivo, santo y agradable a Dios. Tal debería ser vuestro culto espiritual. Y no
os acomodéis a la forma de pensar del mundo presente; antes bien, transformaos
mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es
la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto…” (Rom 12, 1- 21).
5. El sentido de los Mandamientos. Para el hombre nuevo, aquel que está en Cristo (2 Cor, 5, 17)
los Mandamientos no son una carga; no son un freno que le impidan al hombre
vivir a plenitud su existencia;
Para el que está en Cristo hacer la voluntad de Dios
expresada en cada Mandamiento es una delicia, es su gozo. Para el hombre nuevo
el sentido de los Mandamientos es el “amor a Dios y el servicio al prójimo”.
Cuando los Mandamientos se guardan por amor, el hombre se fortalece, se
construye, se santifica. Escuchemos al Señor decirnos: “mi alimento es la
voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra” (Jn 3, 34). La Obra del Padre es
mostrarle al mundo un Rostro de amor, de perdón, de misericordia y de libertad,
de santidad. Mostrar al mundo el rostro de Dios que podemos verlo en Jesús, el
Hijo Amado del Padre.
6. La advertencia de Jesús. “Ustedes se pasan la vida leyendo las Escrituras, esperando
encontrar vida en ellas, pero no han creído en el que Dios ha enviado” (Jn 5, 39)
Quién puede negar que los fariseos y los escribas y todos los
grupos religiosos no se sabían la “ley mosáica desde su infancia”. No obstante,
Jesús avisa a sus discípulos diciéndoles: “Si vuestra justicia no supera la
justicia de los fariseos no entraréis en el Reino de Dios. Ellos guardaban los
Mandamientos, hacían oración, pagaban el diezmo y hasta daban limosnas, pero,
no tenían misericordia…Hacían las cosas para que los viera la gente, les
preocupaba el quedar bien. Juzgaban y condenaban a sus semejantes, mientras que
la Palabra dice: “No juzguen para no ser juzgados, no condenen para no ser
condenados; perdonen y serán perdonados” (Mt 7, 7)
7. El radicalismo evangélico. “No piensen que he venido a abolir la Ley y los profetas. No
vine para abolir, vine para cumplir. Les aseguro que mientras duren el cielo y
la tierra, ni una letra, ni una coma de la Ley dejara de realizarse” Por lo
tanto quien quebrante el más mínimo de estos mandamientos y enseñe a otros a
hacerlo será considerado el más pequeño en el Reino de los cielos. Pero quien los
cumpla y lo enseñe será considerado grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,
17- 20).
Ser grande en el Reino de Dios significa ser servidor. Lo que
nos hace comprender que el sentido de los Mandamientos es el amor y el servicio
al prójimo. Guardar los Mandamientos es ya un servicio a Dios y a la Iglesia.
Pensemos por ejemplo que los Mandamientos son los “derechos humanos” dichos en
forma negativa. El Derecho dice: “Todo ser humano tiene derecho a la vida”. El Mandamiento dice: “No
matarás”. El Derecho dice: “Todo ser humanos tiene derecho a tener lo necesario
para vivir con dignidad”. El Mandamiento dice: “No robarás”. El derecho dice:
“Todo ser humano tiene el derecho a tener una familia”. El Mandamiento dice:
“No desearás la mujer de tu prójimo”. Podemos decir con san Agustín: “Ama y haz
lo que quieras”. El que ama no peca, es decir, no viola los derechos, ni de
Dios y ni de los demás.
Jesús dice: “Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás
adulterio”. Pues yo les digo que quien mira a una mujer, deseándola ya ha
cometido adulterio con ella en su corazón” (Mt 5, 27s) ¿Dónde está lo radical?
Tal vez no cometamos el acto físico de la fornicación o del adulterio, pero con
tan sólo desear a la mujer ya pecamos en el corazón. Pecamos, no sólo de
pensamiento palabra, obra y omisión, también lo hacemos con la mirada. Digamos
una palabra sobre el adulterio, éste es un pecado tan grave que podemos
llamarlo tres en uno. Es un crimen, mata el amor y mata a la familia. Es un
sacrilegio, profana a la familia que es Iglesia Doméstica. Es un fraude, das lo
que no es tuyo, es de tu cónyuge. Además atenta contra la dignidad humana, por
unos cuantos pesos te conviertes en instrumento de placer.
Jesús dice: “Si tu ojo te es ocasión de pecado sácatelo y
tíralo lejos de ti. Y si tu mano derecha te lleva a pecar, córtatela y tírala
lejos de ti. Si tu pie te es ocasión de pecado, cortártelo y tíralo lejos de
ti” (Mt 5, 29s) ¿Qué clase de doctrina es ésta? ¿Quién es capaz de sacarse los
ojos, cortarse la mano o el pie para no pecar? Para la Biblia cortarse el pie,
la mano o el ojo es negarse el placer de complacerse a sí mismo. Es evitar la
ocasión de pecado; es huir de la fornificación (1Cor 6, 18). Para Pedro es huir
de la corrupción para poder participar de la naturaleza divina (cfr 2 Pe 1, 4b)
En el Reino de Dios no hay límites, no hay postes que señalen
los límites del Reino. Si pusiéramos algunos postes, éstos serían los
Mandamientos de la ley de Dios para indicarnos que quien los quebrante sale de
los “Terrenos de la Gracia”; sale de la “Casa del Padre” para irse a un país
lejano y vivir como un libertino, derrochando la vida y malgastando los dones
de Dios. Ahora podemos entender el por que de tanta pobreza espiritual y de tanta
miseria humana: los hombres no quieren ser dependientes de Dios. Se niegan a
someterse a la Voluntad de Dios para poder ser los herederos del Reino.
El Señor Jesús nos ha hablado con toda claridad: “Sólo unidos
a Mí podéis dar fruto, sin mí nada podéis hacer” (Jn 15, 5) Isaías nos había
dicho: “Como mujeres que al dar a luz, pujan gritan se revuelca, pero nada,
puro aire” (54,1)) Así nos pasa cuando hemos quebrantado los Mandamientos, queremos
dar fruto, y ya sabemos la respuesta, puro aire.
8. La recomendación del Maestro. “Permanezcan en mi amor para que den fruto abundante y de
esta manera den gloria a mi Padre y sean mis verdaderos discípulos”. Tres
cosas: dar gloria a Dios, dar fruto y ser discípulos de Jesús. El fruto que
estamos llamados a dar es el amor a Dios y el amor al prójimo. ¿Cómo permanecer
en el amor de Jesús?
Lo primero es siendo dóciles al Espíritu Santo que es el Amor
de Dios derramado en el corazón de los discípulos. Es Espíritu Santo guía a los hijos de Dios. La pregunta sería ¿a dónde
los lleva? Respondamos: El Espíritu nos restable en el Paraíso. Nos lleva al
Reino de Dios y a la Filiación divina. Nos hace partícipes de la gloria de
Cristo; nos hace hombres nuevos; nos reviste de Cristo, nos configura con él y
nos llena de Cristo.
Cuando somos dóciles al Espíritu Santo podemos vivir el
segundo modo para permanecer en el amor de Cristo, “siendo amados”, es decir:
“Siendo curados, sanados, perdonados, reconciliados. Es permanecer en las Manos
de Cristo, protegidos contra la influencia del espíritu del Mal. Alguien podrá
preguntar ¿dónde están las manos de Cristo? ¿De qué lugar se trata? La
respuesta nos la da san Pablo: “Todo el que está en Cristo, es de Cristo; le
pertenece a Cristo, por lo tanto su naturaleza humana está crucificada con
Cristo dando muerte a las pasiones de la carne” (1 Cor 5, 17; Gál 5, 24)
El tercer modo para permanecer en el amor de Cristo es
amando. Amor que recibimos y amor que damos. El mismo Jesús nos confirma lo
anterior: “si ustedes guardan mis Mandamientos, como yo guardo los Mandamientos
de mi Padre, permanecen en mi amor como yo permanezco en el amor de mi Padre”
(Jn 15, 9). En las preguntas que Jesús hace a Pedro después de la Resurrección
encontramos dos de los Mandamientos fundamentales de Jesús: “ámame y sígueme”.
Permanecer en el amor de Cristo exige permanecer en la cruz. Bajarse de la cruz
es salir de las manos de Dios y abandonar los terrenos de Dios.
9. Los Mandamientos de Jesús. ¿Cómo amarlo, si no lo vemos y como seguirlo si no la amamos?
El mismo Señor Jesús nos da la respuesta:
“El que conoce mis Mandamientos y los guarda ese es el que me
ama; a ese lo ama mi Padre y lo amo yo, y venimos y nos manifestamos a él” (cfr
Jn 14, 21) ¿Queremos ver las manifestaciones liberadoras del señor en nuestra vida?
La respuesta es guardar sus Mandamientos. ¿Cuáles todos, sin excepción. Los
Mandamientos son las 10 palabras del “Decálogo”. Son manifestaciones de los
“Caminos de Dios”, quien los guarde es justo, recto y sincero: ama a Dios y a
su prójimo.
“El que conoce mis palabras y las cumple, ese es el que me
ama, y a ese lo ama mi Padre, y a ese lo amo yo, y venimos y hacemos en él
nuestra morada” (Jn 14, 23). Dos promesas: ver las manifestaciones de Dios en
nuestra vida y ser “Morada de Dios”: No sólo miembros del cuerpo de Cristo,
sino también Templos de su Espíritu, para poder decir con el Apóstol: “No vivo
yo es Cristo el que vive en mí” (Gál 2, 20). Sólo entonces podemos poner en
práctica las Palabras y los Mandamientos del Señor y sellar nuestra amistad con
Él, ser los amigos y amigas de Dios:”Ustedes me aman si hacen lo que yo les
digo” (Jn 14, 15. 21) y “ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les digo”
(Jn 15, 14).
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