"«Vosotros sois la luz del mundo. No puede
ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte."
"«Vosotros
sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya
no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. «Vosotros
sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un
monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino
sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. así
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mt 5, 13- 16).
¿Para qué sirve la sal? “para darle
sabor al caldo” (a la comida) “Para conservar la carne e impedir que se eche a
perder.” Así la fe podemos encontrar nuestra realización: “Para darle sentido a la vida” Con un estilo de vida
positivo, dinámico, alegre, es decir, con testimonio de vida, con un buen ejemplo.
La fe se contagia, se transmite y se anuncia. ¿Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la
salará?
¿Cómo se desvirtúa la sal? ¿Qué sucede cuando
se desvirtúa? Es arrojada y es
pisoteada. La fe se pierde, se desvirtúa y pierde su sabor cuando el hombre
peca al faltar los mandamientos de Dios. Cuando se pierde la confianza y se nos
critica, se burla de nosotros y hasta damos muerte con el mal testimonio. La fe
muere y deja un vacío en nuestro corazón, y de ese vacío nace y brota la
frustración, la agresividad, el aislamiento y la pérdida del sentido de la vida:
somos estériles, para nada servimos. Perdimos la fe cuando damos la espalda a
Dios, aunque recemos y encendemos velas, la fe es barata, puede ser puro protagonismo,
pura fachada.
“Vosotros sois la luz del mundo.” ¿Por qué
y cuándo somos luz del mundo? Somos luz del mundo porque hemos creído en Jesús;
somos luz del mundo cuando estamos unidos a él; somos luz del mundo cuando lo amamos
y lo seguimos: somos sus discípulos. "Jesús les habló otra vez diciendo:
«Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que
tendrá la luz de la vida.»" (Jn 8, 12) La clave para ser luz del
mundo consiste en “seguir a Cristo.” El que sigue a Jesús rechaza el mal y ama
apasionadamente el bien (Rm 12, 9) El que sigue a Jesús puede dar fruto y en
abundancia: "Yo soy la vid; vosotros los sarmientos.
El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí
no podéis hacer nada."
(cf Jn 15, 4-5) La vida de pecado, es
una vida sin Jesús, es de noche y se vive en las tinieblas.
“No puede ocultarse una ciudad situada en la
cima de un monte.” Con las velas encendidas
y con la túnica puesta (Lc 12, 35—38) Las velas encendidas son la virtudes: la
fe, la esperanza y la caridad que vienen de la escucha y de la obediencia a la
Palabra de Dios. En el encuentro con Jesús, él enciendo su Luz en nuestros
corazones. No nos avergoncemos de los dones de Dios que ahora poseemos. “Revístanse
de luz” con la “armadura de Dios” es decir “revístanse de Jesús” (Rm 13, 13-
14; Jn 8, 12) Demos testimonio con valentía de lo que Jesús ha hecho en nosotros
y con nuestra vida, no nos avergoncemos. No escondamos los dones de Dios, pues,
son para compartirlos para que podamos dar fruto para la Gloria de Dios y para
la Iglesia.
“para
que alumbre a todos los que están en la casa” ¿Qué tenemos de bueno que no lo hayamos
recibido? Y sí lo recibimos, no es para presumir, sino, para compartir, para
ayudar a otros (cf 1 Cor 4, 7) Compartir es lavar pies, es servir, es darse a
los demás como servidores (cf Jn 13, 13) al estilo de Jesús que no vino a ser servido,
sino, sino a servir (cf Mt 20, 28) Qué hermosas son las palabras de Jesús
escuchadas en el corazón de los discípulos: "«No temas, pequeño rebaño, porque a
vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino." (Lc
12, 32).
“así sea vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en
los cielos.” Que no hagamos
las buenas obras para presumir, para que las vean, para que nos premien, no
seamos protagonistas. Que todo lo hagamos para la Gloria de Dios y para el bien
de los hombres. Para que lo hagamos como discípulos de Cristo, con fe, en
esperanza y por amor, con sencillez y con mansedumbre para que podamos tener y
ser “Luz de Cristo.”
"Aunque
tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia;
aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo
caridad, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a
las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. La caridad es paciente, es
servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es
decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se
alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree.
Todo lo espera. Todo lo soporta." (1 de Cor 13, 2- 7)
¿Qué
hacer para permanecer en la Luz? Es permanecer en Cristo, en la Gracia de Dios.
Lo
primero es romper con el pecado. (1 de Jn 1, 8-9)
Lo
segundo es guardar los Mandamientos (1 de Jn 2, 3)
Lo
tercero es guardarse del mundo (1 de Jn 2, 15s)
Lo
cuarto es guardarse de los anticristos. (1 de Jn 2, 18)
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