"Si, pues, el Hijo os da la libertad,
seréis realmente libres."
"Decía,
pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi
Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres.»" (Jn 8, 31- 32)
"Si,
pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres." (Jn 8, 36)
Lo primero para
comprender el sentido de la Verdad es lo que significa. Jeremías nos dice: "Pero Yahveh es el Dios verdadero; es el
Dios vivo y el Rey eterno."(Jer 10, 10) Lo que el profeta nos dice es que
Dios es la Verdad. Y en el Nuevo Testamento Jesús nos dice; “Yo soy el Camino,
la Verdad y la Vida” "Nadie va al Padre sino por mí.” (Jn 14, 6)
“Si
me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo
habéis visto.» Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Le
dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe?
El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al
Padre?" (Jn 14, 7- 9)
Jesús
es el Revelador del Padre y es el revelador del hombre. Nosotros estamos
orientados hacia lo que todavía no somos. Pero vamos a llegar a serlo, de
acuerdo a las palabras de san Pablo: "Y
cuando se convierte al Señor, se arranca el velo. Porque el Señor es el
Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Mas todos
nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria
del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos:
así es como actúa el Señor, que es Espíritu." (2 Cor 3, 16- 18)
"Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para
bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio.
Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la
imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a
los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también
los glorificó."(Rm 8, 28- 30)
Nuestro
destino es reproducir la imagen del Hijo de Dios, Jesús el Cristo. Todo empieza
con la escucha de la Palabra de Dios, la semilla del Reino (cf Rm 10, 17)
Embarazados con la Palabra somos conducidos por el Espíritu Santo al Nuevo
Nacimiento, Jesús nace en nuestro corazón, somos justificados por la acción del
Espíritu, nuestros pecados son perdonados
y recibimos el don de la Vida eterna. Y, ¿ahora que sigue? San Pedro nos
dice: "Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin
de que, por ella, crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el
Señor es bueno."
(1 Pe 2, 2- 3) Conducidos hacia la Unidad de la fe, creciendo en
el conocimiento de Dios hasta alcanzar la madurez del hombre perfecto, Cristo
Jesús (Ef 4, 13) Juan el Bautista hace referencia a nuestro crecimiento en
Cristo al decirnos: "Es preciso que él
crezca y que yo disminuya." (Jn 3, 30) Creced y disminuir. ¿Hasta dónde
disminuir? Hasta desaparecer para poder nacer de lo alto, del agua y del
espíritu, para nacer de Dios (cf Jn 1,
11- 12) Para crecer en el conocimiento de Dios es necesario despojarse del
hombre viejo y revestirse del Hombre Nuevo en Justicia y Santidad (Ef 4, 24)
Por el camino que Jesús nos propuso y que él vivió:
"El
cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino
que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a
los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo
hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el
Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se
doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que
Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre." (Flp 2, 6- 11) Se
despojó a sí mismo, tomó nuestra condición humana para amar y servir con un
corazón de hombre; se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte. Se
humilló a sí mismo para cargar todas nuestras miserias y pecados: “Siendo rico
se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8,9) Jesús es Maestro
que enseña con su vida y con su Palabra. Nos ha mostrado el camino que nos
lleva a Dios y a nuestra realización humana.
La primera
palabra que Jesús con amor nos dice: “Niégate” de todo aquello que alimenta al
hombre viejo; de todo lo que complace y de todo lo que impide que el Reino de
Dios crezca y se fortalezca en el interior.
"Pues
yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con
ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo
y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que
todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de
pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus
miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna." (Mt 5, 28- 30)
La segunda palabra que Jesús dirige a sus discípulos: “Ámame.” "La gloria de mi Padre está en que deis mucho
fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado a
vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en
mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su
amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea
colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo
os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros
sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando." (Jn 15, 8- 14)
La
tercera palabra la encontramos en san Lucas:
“Sígueme,” "Dijo:
«El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los
sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.» Decía a
todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien
pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber
ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?" (Lc 9,
22- 25)
Existe
una unidad de las tres palabras: Niégate, ámame y sígueme: están íntimamente
unidas entre ellas. Son palabras poderosas que nos llevan a pertenecer a Jesús
y ser en él y con él, una Nueva creación. Podemos entender a san Pablo: "Pues
los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus
apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. No
busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos
mutuamente."(Gá 5, 24. 26).
Dos
cosas para conocernos un poco más. Dos estilos de vida, uno es el del reinado
del hombre viejo, y el otros es el reinado de Cristo, el Hombre nuevo. El Ego
tiene sus manifestaciones: "Ahora bien, las obras de la carne son
conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios,
discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios."
(Gá 5, 19- 21)
Mientras
que en el reinado de Cristo bajo la guía del Espíritu Santo son conocidos como
los frutos de la fe: "En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría,
paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí;
contra tales cosas no hay ley." (Gá 5, 22- 23) En la carta a los efesios
nos habla de tres: La Bondad, la Verdad y la Justicia (Ef 5, 9) En Colosenses
nos habla de humildad, mansedumbre, caridad, misericordia, paz, alegría y
agradecimiento (Col 3, 12ss)
Para ser discípulos verdaderos hay que ser
verdaderamente libres. Es la libertad de la que san Pablo nos recuerda. “Para ser libres nos
libertó Cristo” (Gá 5,1) Ésta, la de Cristo, es la verdadera libertad que hace
referencia a dos preguntas: ¿Libres de qué? y ¿Libres para qué?
Libres de la maldad, de la mentira, de la envidia, de la hipocresía y
de la maledicencia (1 Pe 2,1) y libres para caminar en la Verdad, libres para
amar y para servir con libertad interior. Libres para guardar los Mandamientos,
especialmente el del Amor. Lo anterior es posible si dejamos actuar al Espíritu
Santo que es espíritu de Libertad. El Espíritu Santo nos lleva a Cristo para
que creamos en él, para luego llevarnos al Padre que a su vez nos da Espíritu
Santo. "y cuando él venga,
convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y
en lo referente al juicio;" (Jn 16, 8) Nos convence de que Dios nos
ama, de que somos personas, y no objetos, nos convence de que somos pecadores
necesitados de la Gracia de Dios; nos convence que bajo las estrellas del
cielo, sólo Cristo perdona, salva y nos da Espíritu Santo (Hech 4, 12) Da
testimonio que ya somos hijos de Dios (Rm 8, 15s; Hech 1, 8) Y actualiza hoy en
nuestra vida la “Obra redentora del Padre que Cristo realizó en la historia
hace más de dos mil años.
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