Para el
Tiempo de Cuaresma
¿Qué es la Cuaresma?
La Cuaresma es un tiempo fuerte que la Iglesia como
Madre nos presenta para invitar a sus hijos a poner su mirada en Jesucristo, el
Autor y el Consumador de nuestra fe (Heb 12, 2). Él es el primer protagonista
de la Cuaresma, al decir a sus discípulos: “He tomado la firme determinación de
subir a Jerusalén”. Con el anuncio de su Pasión nos dice que es lo que va a
pasar en la ciudad Santa: va a padecer y a sufrir la muerte de Cruz para convertirse
en el Siervo Doliente y Sufriente de Dios en favor de toda la Humanidad. Para
luego resucitar como el vencedor de la muerte.
Por
eso podemos decir que la Cuaresma es un tiempo dedicado a Dios, Padre de toda
Misericordia y Dios que nos consuela en todos nuestros sufrimientos, y hoy como
ayer nos invita a regresar a Casa siguiendo las huellas de Jesús, el Verbo del
Padre que se hizo hombre para sacarnos de la postración del pecado y
llevarnos la Casa del Padre (Col. 1,
13). El Señor Jesús, vino a los suyos y los suyos no lo recibieron (Jn 1, 11).
Le dieron muerte por medio de gente malvada, pero Dios lo resucitó y lo sentó a
su derecha como Señor y Cristo (Hch 2, 22.36).
El camino a la Casa del Padre pasa por la Pascua de
Jesús: Muerte y Resurrección. La invitación es para todos, pero en libertad de
conciencia: “El que quiera servirme que me siga, para que donde yo esté, también,
esté mi servidor” (Jn 12, 23) ¿Qué es lo que nos hace seguir a Jesús? Los
Apóstoles tenían miedo seguirlo, sin embargo, Tomás, llamado Dídimo les dijo: “Vamos
también nosotros a morir con Él” (Jn 11, 16). La única razón, es el Amor, hacia
Aquel que nos amó primero y se entregó por nosotros (cf 1 Jn 4, 10; Ef 5,2).
¿Qué hacer
en esta Cuaresma?
1)
Lo primero es escuchar la Palabra de Dios. Escucharla y rumiarla, ponerla en práctica para que
se haga vida en nosotros. La Palabra nos convence de que somos pecadores amados
por Dios incondicionalmente. La Palabra nos convence de que nuestro pecado nos
priva de la Gloria de Dios (Rom 3, 23). La Palabra nos convence que necesitamos
purificación e iluminación para conocernos y alcanzar la Meta. “Estar con el
Señor” y “Compartir su Destino y su Misión. La Palabra es poderosa y nos libera
de nuestras cargas (Jn 8, 32) La Palabra de Dios nos limpia y nos consagra (Jn
15, 7; Jn 17,17) La Palabra nos guía a la salvación por la fe en Cristo Jesús y
a la perfección Cristiana (2 Tim 3, 14ss).
2)
La Cuaresma es un tiempo para hacer un alto en nuestra
vida, dar media vuelta y entrar en nuestro interior. Para luego analizar las cargas de conciencia y darnos
cuenta de las cosas equivocadas que hemos hecho, reconocer, tanto nuestros
pecados, como las cosas buenas que llevamos en nuestro interior. A la luz de la
Palabra de Dios, convencernos de que Dios nos ama y que somos pecadores. Y
¿ahora qué? Ahora orientemos nuestra vida hacia la Pascua de Cristo siguiendo
sus huellas para que experimentemos la Fuerza de Cruz.
3)
Palabra y Oración. Palabra y Oración nos llenan de Cristo y nos revisten de Él. Que en
los días de Cuaresma nuestra oración sea menos ruidosa, menos mitotera. Y A la
vez nos ayuda a disminuir, hasta desaparecer. La escucha de la Palabra nos pide
saber hacer silencio interior y exterior. Qué nuestra oración sea íntima, de
dentro, del corazón. Que no sea de labios para afuera. Que sea humilde como la
del publicano que sabiéndose pecador pedía perdón de corazón. Qué nuestra
Oración sea cálida, envuelta en la Caridad para que sea agradable a Dios. Que
nuestra Oración sea extensa y perseverante envuelta en el Deseo de Dios, de
conocer su Voluntad y someternos a ella. Deseo de conocerlo, amarlo y servirlo.
Qué nuestra Oración sea intercesora para que tengamos en cuenta a la Iglesia, a
la Familia, a los demás que sufren, especialmente por el alejamiento de Dios.
Que nuestra Oración sea de ofrecimiento, por la cual nos ofrecemos como hostias
vivas, santas y agradables a Dios (Rom 12, 1).
4)
La Cuaresma es un tiempo especial
“para buscar la Reconciliación” con Dios y con los demás. Reconciliarse con
Dios para volver a ser sus hijos; con los demás para volver a ser hermanos y
servidores unos de los otros. Palabra y Oración nos llevan a Cristo que nos
invita a llevarle nuestras cargas para que pueda lavar nuestros corazones,
perdonar nuestros pecados y darnos el don del Espíritu Santo (cf Mt 11, 28). La
Reconciliación nos pide pedir perdón al que hemos ofendido y dar perdón al que
nos ofendió, tal y como lo enseñó el Señor en la Oración Dominical del Padre
nuestro: “Perona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. El Encuentro con Cristo nos libera, nos
limpia y nos consagra para que llevemos una vida digna y agradable a Dios en el
Servicio a los hermanos. A si lo dice la Palabra de Dios: “Habéis purificado
vuestras almas, obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a los otros
sinceramente como hermanos. Amaos profundamente unos a otros, con corazón puro”
(1 Pe 1,22).
5)
La Cuaresma es en cuarto lugar un tiempo dedicado a Dios que nos invita al
servicio. Servir con amor y por amor al Señor en los hermanos. Servir es
lavar pies, es parte y expresión del Mandamiento del Amor (Jn 13, 34). En el
Reino de Dios nadie vive para sí mismo, pongamos la mirada fuera de nosotros,
salgamos fuera y busquemos el encuentro con los pobres y enfermos del Evangelio
para compartir con ellos “Los Dones” de Dios, viendo en cada rostro al Señor
Jesús. Reconociendo en cada uno la dignidad de hijos de Dios y poniendo nuestra
vida al servicio de ellos como una manifestación del Amor que se hace Servicio.
6)
La Cuaresma inicio de la Peregrinación hacia la
Pascua. Salir del exilio para ponerse en camino de éxodo hacia la Tierra
Prometida que mana “leche y Miel”, es decir, “Paz y Dulzura espiritual”. El exilio
es una situación de servidumbre, de pecado que nos aporta la muerte espiritual
y rompe la Comunión con Dios y con los hermanos: “Rechazad, por tanto, malicias
y engaños, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias” (1 Pe 2,1).
Romper con el pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios (Gál 5,1)
Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que,
gracias a ella, crezcáis con vistas a la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno
(1 Pe 2, 2). El Camino del éxodo es un Camino lleno de experiencias, veces
dolorosas y veces liberadoras y gloriosas, pero, todas necesarias en el caminar
con el Señor. Un Camino lleno de renuncias, de sacrificios, luchas y decisiones
por Cristo y el Reino de Dios.
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