Tu Palabra es espíritu y vida
Todo
empieza con una Promesa. Así, como el cielo está muy alto por
encima de la tierra, así también mis caminos se elevan por
encima de sus caminos y mis proyectos son muy superiores a
los de ustedes. Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no
vuelven allá sin haber empapado la tierra, sin
haberla fecundado y haberla hecho germinar, para que dé la simiente para
sembrar y el pan para comer, así será la palabra que salga de mi
boca. No volverá a mí con las manos vacías sino
después de haber hecho lo que yo quería, y haber llevado a cabo lo que le
encargué. Sí, ustedes partirán con alegría, (Is 55, 9- 12)
A eso viene Jesús a darnos vida en abundancia, de acuerdo a
las palabras de san Pablo: “El salario del pecado es la muerte, pero Dios nos
da la vida en Cristo Jesús (Rm 6, 23) Jesús vino a instaurar el reino de los
Cielos en el corazón de los hombres y de las culturas. Lo primero que hace es
darnos su Palabra: “Creed y convertíos” (Mc 1, 14) Anuncia el reino de su Padre
y predica su Evangelio para embarazar a los hombres con la Palabra de Dios de
manera que puedan llegar al Nuevo Nacimiento y así puedan nacer como hijos de
Dios (Jn 1, 11- 12) (Mt 3, 1- 5)
Jesús para instaurar el reino de su Padre, también hace
milagros, expulsa a los demonios, y de una manera con su estilo de vida, cautiva
a los hombres para que crean en él, y así pueda salvarlos. (Mc 1, 21; 1, 29; 1,
32- 34; 1, 38- 40) Pero de una manera, para darnos vida Jesús nos entregó su
vida, murió para que nuestros pecados fueran perdonados y resucitó según las Escrituras
para darnos vida y en abundancia: Las palabras del san Pablo son veraces: “Me amó
y se entregó Por mí” (Gál 2, 20) “Nos amó y se entregó por nosotros” (Ef 5, 2) “Amó
a su Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 25) Nos ha redimido para qué en virtud
de su Sangre nuestros pecados fueran perdonados (Ef 1,7) y nuestros corazones
fueran lavados de los pecados que llevan a la muerte (cf Heb 9,14) Hoy podemos
decir y creer que la Palabra de Dios, que es Jesús, dio fruto porque murió por
amor por todos los hombres.
Y, ¿ahora qué? “Dichosos los que escuchan mi palabra y la
ponen en práctica” (Jn 14, 23) “Construyen su casa sobre roca” “Serán mis
discípulos por la obediencia a mis palabras” (cf Apoc 3, 20) El que conoce mis
Mandamientos y los guarda ese es el que me ama, y a ese lo ama mi Padre y nos
manifestamos en él (cf Jn 14, 21) El Señor se manifiesta en nuestra vida liberándonos,
reconciliándonos y haciendo de nosotros una Nueva Creación (2 Cor 5, 17) para
luego, enviarnos a predicar su Evangelio, nos promueve de enemigos en sus
amigos: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que y les diga” (cf Jn 15, 15)
El fruto en nosotros de la Palabra de Dios es a la fe, la
confianza, esperanza y el amor para que nosotros demos fruto como Jesús lo
hizo: En la obediencia a su Padre, así nosotros en la obediencia a Cristo
daremos fruto en abundancia (Gál 5,22; Col 3, 12s; 2 Tim 2, 22s; 2 Pe 1, 5-8) En
obediencia a su Palabra: “Permanezcan en mis amor, como yo permanezca en el amor
de mi Padre” (Jn 15, 9s)
¿Cómo permanecer en el amor de Cristo? San Pablo nos lo dice con palabras llenas de
sabiduría: “Los que pertenecen a Cristo Jesús han
crucificado la carne con sus impulsos y deseos. Si ahora vivimos según el
espíritu, dejémonos guiar por el Espíritu; depongamos toda vanagloria,
dejemos de querer ser más que los demás y de ser celosos.” (Gál 5, 24. 26) Le
pertenecemos a Cristo si lo amamos y guardamos sus Mandamientos: “Vayan por
todo el mundo… Ámense los unos a los otros como yo los he amado” y “hagan esto
en memoria mía.” Donde hay fe, hay obediencia, hay amor y, hay pertenecía a
Cristo. La fe es Vida, la fe es Amor, es Poder y la fe es un Don de Dios, y es
Respuesta de los hombres a Dios que se ha manifestado en Cristo para anunciar
el Reino, para reconciliarnos con Dios y con los demás y para salvarnos. Esta
es la Voluntad de Dios: Que todos los hombres se saben y lleguen al
conocimiento de la Verdad (1 Tim 2, 4) Los hombres llegamos al conocimiento de
las verdad mediante la escucha de la Palabra de Dios que engendra fe en
nuestros corazones para que creyendo nos salvemos. Y la salvación llega a nosotros
mediante la recepción de los Sacramentos (Cf Mt 28, 19s: Mc 16, 16)
A partir de
entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y dejaron de seguirle. Jesús preguntó a los Doce: «¿Quieren marcharse también
ustedes?» Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes
palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.»
(Jn 6, 67- 69) Tú tienes palabras de vida eterna: Palabra poderosa que tiene
poder para liberarnos, reconciliarnos y para salvarnos. Palabra que nos
convence de que Dios nos ama hasta el extremo, hasta darnos a su Hijo… que
murió siendo nosotros pecadores (Rm 5, 6) Palabra que nos convence de que somos
personas valiosas y de gran valor: “Eres de gran valor y yo te amo” (Is 43, 4)
Palabra que nos convence de que nosotros somos pecadores y pecamos, pero, Dios
nos ama aún a pesar de nuestros pecados. Si
decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos, y la
verdad no está en nosotros. Pero si confesamos nuestros pecados,
él, que es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda
maldad. Si dijéramos que no hemos pecado, sería como decir que él miente, y su
palabra no estaría en nosotros (1 Jn 1, 8- 10) La Palabra nos convence que
Cristo es el Único que puede salvarnos:
Sépanlo todos ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre
que está aquí sano delante de ustedes ha sido sanado por el Nombre de
Jesucristo el Nazareno, a quien ustedes crucificaron, pero a quien Dios ha
resucitado de entre los muertos. El es la piedra que ustedes los constructores despreciaron y que se ha
convertido en piedra angular. No
hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres
ningún otro Nombre por el que debamos ser salvados.» (Hech 4,10-2)
La Palabra
también nos convence de la urgencia necesidad de responder a la Voluntad de
Dios manifestada en Cristo Jesús: “El que quiera ser mi discípulo que se niegue
a sí mismo, que tome su cruz y me siga (f Lc 9, 23) La cruz de Jesús para hoy no
es de madera ni de metal, sino de una vida que se hace en la escucha y en la obediencia a su Palabra,
en acciones concretas para amar a Dios y amar a los hombres como Jesús nos amó
a nosotros: Hasta el extremo, hasta dar su vida por todos. (cf Jn 13,1) San
Pablo lo confirma al decirnos:
Porque
la generosidad del Dios Salvador acaba de manifestarse a todos los hombres; nos
enseña a rechazar la vida sin Dios y las codicias mundanas, y a vivir en el
mundo presente como seres responsables, justos y que sirven a Dios. Ahora
nos queda aguardar la feliz esperanza, la manifestación gloriosa de nuestro
gran Dios y Salvador, Cristo Jesús, que se entregó por nosotros para
rescatarnos de todo pecado y purificar a un pueblo que fuese suyo, dedicado a
toda obra buena. Tú enseña estas cosas, aconsejando y reprendiendo con toda
autoridad. No dejes que nadie te menosprecie. (Ti
2,11-14)
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