¿QUÉ ES LA CUARESMA?
¿Qué es la cuaresma? La
Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación hacia Aquél que es la
fuente de la Misericordia. Es un tiempo dedicado a Dios caminando con alegría
hacia él por el camino del arrepentimiento, despojándose del “hombre viejo”
siguiendo las huellas de Jesús con nuestros ojos fijos en él (cf Heb 12, 2) Con
todo nuestro ser orientado hacia él para estar con Cristo el Señor en Semana
Santa y entrar en su Pascua.
“He tomado la firme
determinación de subir a Jerusalén… allá voy a padecer… voy a sufrir… me van
amatar, pero, al tercer día resucitaré… él que quiera seguirme que me siga, que
tome su cruz y me siga… Tomás dijo: Vayamos también nosotros a morir con El…
"Al
comenzar la Cuaresma, un tiempo que constituye un camino de preparación espiritual más intenso, la Liturgia nos vuelve a proponer tres
prácticas penitenciales a la que la tradición bíblica cristiana confiere un
gran valor: la oración, el ayuno y la
limosna, para disponernos a celebrar mejor la Pascua y, de este modo,
experimentar el poder de Dios que, como escucharemos en la Vigilia pascual, "ahuyenta los pecados, lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio,
trae la concordia, doblega a los poderosos".
Con ocasión de la
Cuaresma La Liturgia nos propone algunas reflexiones, a fin de que nos sirvan
para el camino personal y comunitario de conversión. Recordando las palabras de
san Pablo: «Pues conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para
enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los
cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de
Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas
palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la
pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?
La Cuaresma es tiempo para dar testimonio.
Cuando el poder, el lujo y el dinero se
convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de
las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la
justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir. Este cambio nos lleva a
una lucha interior entre el hombre viejo y el hombre nuevo, entre el ego y el
amor, entre los vicios y las virtudes.
La Cuaresma es un tiempo
para dedicárselo a Dios. Escuchar su Palabra de manera más veraz… un tiempo
para hacer una oración más íntima, más cálida, más extensa… un tiempo para
reconciliarnos con Dios, con la Iglesia y con los demás… un tiempo para
compartir los frutos de la Pobreza de Cristo para enriquecer a los se
encuentran en la miseria material, moral y espiritual. Pongamos nuestros ojos
en Jesús: «Pues conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para
enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9).
¿Qué hizo Jesús para enriquecernos con su
pobreza? Se hizo hombre, se
despojó de sí mismo, se humilló a sí mismo, se hizo servidor, se hizo obediente
hasta la muerte (cf Flp 2, 6- 8) Su pobreza nos hizo ricos: nos hizo pobres con
la pobreza evangélica, limpios de corazón, misericordiosos, compasivos, justos,
y más nos hizo hijos de Dios, hermanos de todos y servidor de los demás. Razón
por la que nos invita a conocerlo, amarlo y a servirlo. Por eso nos pide al
final de su vida: Tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de
beber; enfermo y fuiste a verme, forastero y me hospedase (cf Mt 25, 31- 46) Es
el Camino para combatir la miseria material, la miseria moral y la miseria
espiritual. Dar el pan de su Palabra, dar nuestro tiempo y dar nuestra casa
para poder caminar con Cristo por el Camino Sinodal.
La Cuaresma es la invitación a la conversión. “Os digo, pues, esto y os conjuro
en el Señor, que no viváis ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su
mente, sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios
por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su cabeza los cuales,
habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta
practicar con desenfreno toda suerte de impurezas. Pero no es éste el Cristo
que vosotros habéis aprendido, si es que habéis oído hablar de él y en él
habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús a despojaros, en cuanto a
vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción
de las concupiscencias, renovar el espíritu de vuestra mente, y a revestiros
del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad.” (Ef 4, 17- 24)
No podemos conocer, amar y servir a Cristo con la cabeza embotada, con
el corazón endurecido, si hemos perdido la moral y caído en el desenfreno de
las pasiones. Hay que despojarse del hombre viejo, del Ego, y revestirnos de
Cristo para ser una Nueva Creación (cf 2 Cor 5, 17)
Que en este tiempo de
Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de
testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual, con el
mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre
misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo
en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos
enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para
despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de
ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera
pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no
duele. (El Papa Francisco)
Despojarnos. ¿de qué y para qué? ¿De qué tenemos que despojarnos? De todo lo malo,
de toda el séquito del “Ego”, otras veces hasta de lo bueno, para poder ser
libres, con la libertad de Cristo (cf Gál 5, 1. 13) Dios dijo al hombre en el
libro del Genesis 2, 15: “Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en al
jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase.” Para que lo cultive y lo proteja. “Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De
cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y
del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.» (Gn
2, 16- 17) Siglos más tarde, Dios dijo al hombre: “Mira, yo pongo hoy ante ti
vida y felicidad, muerte y desgracia. Pero si tu corazón se desvía y no
escuchas, si te dejas arrastrar a postrarte ante otros dioses y a darles culto,
yo os declaro hoy que pereceréis sin remedio y que no viviréis muchos días en
el suelo que vas a tomar en posesión al pasar el Jordán. (Dt 30, 15. 17) En el
libro del Eclesiástico: “El Señor ha puesto frente a ti la vida y la muerte, el
fuego y el agua, haz lo que tú quieras”
(Eclo 15, 16-17) Si quieras haces el bien, si tu quieres haces el mal. Tienes
el libre albedrío. Pablo nos recomienda los dos principios de la moral
cristiana: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien el amor.” (Rm 12,
9)
¿De dónde viene el amor? Romanos 10, 17 nos dice la Palabra de Dios: “la fe
viene de lo que se escucha, es decir la Palabra de Dios. De la fe viene la
confianza, la esperanza y el amor (cf Rm 5, 1-5) Las tres virtudes son
inseparables. De las tres la más grande es el amor, pero, la esperanza es la
más importante. Sólo puede nacer y crecer en un corazón pobre, humilde y
sencillo. Para luego desplegarse así el amor. Razón por la que Pablo nos
recomienda la unidad de la fe, el crecimiento de Dios hasta alcanzar la
estatura del hombre perfecto, Cristo Jesús. (cf Ef 4, 13)
La lucha del Ego contra el Amor. Es la misma lucha entre los vicios contra las
virtudes. ¿Quién ganará? Gana al que nosotros alimentemos. Si alimentamos al
Amor el amor vence, pero, si alimentamos a los vicios el ego gana, nos vence,
nos esclaviza y nos da muerte. El salario del pecado es la muerte, en cambio
Dios nos da vida en Cristo Jesús (Rm 6, 23) Razón por la cual Jesús nos
recomienda “Vigilar y orar para no caer en la tentación” (Mt 26, 41)
Escuchemos dos recomendaciones, una es de Jesús, la otra es de Pablo: “Permanezcan
en mi amor” (Jn 15, 10) Es la invitación de Jesús a guardar sus mandamientos de
la misma manera que Él guarda los Mandamientos de su Padre; y guardemos su
Palabra para que se manifiesta en nuestra vida y permanezca en nosotros, este
es el camino para que demos fruto en abundancia y le demos la Gloria al Padre. En
San Pablo nos recomienda lo mismo pero con otras palabras: “Todo el que es de
Cristo, está crucificado con Él, está muriendo al pecado y viviendo para Dios
por la acción del Espíritu Santo que actualiza la Obra redentora que Cristo realizó
con su Sacrificio redentor” (cf Gál 5, 24- 25).
La
cuaresma se vive a la luz de la Esperanza
cristiana para poder vivirla con alegría y con amor. La Esperanza cristiana
nace y crece de un corazón limpio, humilde y sencillo. En la Esperanza se da la
Unidad entre la fe y el Amor. De las tres, la más grande es el Amor, pero, la más
importante es la Esperanza. Cimentada en dos columnas: la Promesa y el
Acontecimiento (Ez 37, 12s y Gál 4, 4- 6) “Abriré vuestras tumbas; os sacaré de
vuestras tumbas; os llevaré a vuestro suelo; os daré un corazón nuevo e
infundiré mi Espíritu en Ustedes para que den fruto en abundancia;” ésta es
nuestra Promesa. El Acontecimiento: “Llegada la Plenitud de los tiempos Dios
envió a su Hijo… para que nos liberará de la esclavitud de la Ley del pecado y
nos trajera el don del Espíritu Santo”. La promesa y el acontecimiento se unen
en lo que Jesús llama el “Nuevo Nacimiento,” Por la fe de Jesucristo somos
justificados: nuestros pecados son perdonados y recibimos el don del Espíritu
Santo (Rm 5, 1) Dos momentos, un antes y un después… antes de Cristo, estábamos
muertos por el pecado. Después, hay vida y vida en abundancia (Rm 6, 23; Jn
10,10) En el Encuentro con Cristo encontramos el Nuevo Nacimiento y por lo
tanto nuestra Reconciliación con Dios, con uno mismo y con los demás. En virtud
de su sangre nuestros pecados son perdonados (Ef 1, 7) y nuestros corazones son
lavados de los pecados que llevan a la muerte (Heb 14, 9) Con el perdón que
Dios nos otorga en Cristo, también nos da el don del Espíritu Santo. Para que abra
nuestros corazones y reconozcamos nuestra pecaminosidad, lo que es el juicio y
lo que es la rectitud (Jn 16, 8)
Por
la acción del Espíritu Santo somos un “sacrificio vivo, santo y agradable a
Dios. Es nuestro culto espiritual (Rm 12, 1) “Aborrezcamos el mal y amemos el apasionadamente
el bien (Rm 12, 9)…”Rm 13, 11)… (Tim 2, 22) Huyan de las pasiones de la
juventud… Ef 4, 22… Despojaos del hombre
viejo y revístanse del hombre nuevo… (Pe
1, 4-8) …Romper con la corrupción y cultiven la fe. Para que construyan el fundamento de su
edificio espiritual juntamente con la muralla de vuestro edificio espiritual. A
esa respuesta de la Palabra de Dios le llamamos Conversión Cristiana.
Es
don y respuesta… es proceso que dura toda la vida… de la fe nace como su hija
predilecta la continencia (que nos trae, castidad, templanza y dominio propio);
de ésta nacen la Humildad y la Sencillez; de estás nace la Pureza de corazón; de
la cual nace la Santidad, sin la cual no veremos a Dios. De la Santidad nace la
Ciencia (el conocimiento de Dios) de la Ciencia nace el Amor. (El Pastor de
Hermas)
“Huye de la corrupción… y
cultiva la fe… la prudencia (el conocimiento), la justicia, la fortaleza, la
templanza, la fortaleza, la tenacidad, la piedad, el amor fraterno y la
caridad, para que abunden en el conocimiento de Dios (cf 2 Pe 1, 4- 8).
San Pablo nos invita a
despojarnos del hombre viejo para revestirnos de Jesucristo el Hombre Nuevo: “Como
hijos amadísimos de Dios, revístanse de humildad, sencillez, mansedumbre,
caridad, paz, gozo, fortaleza (Col 3, 12)
Todo proceso debe de estar
acompañado por nuestra oración, sin la cual nos quedaríamos vacios: sin Dios,
sin amor, sin virtudes y sin los valores del reino, pero, llenos de los hijos
del Ego, los vicios, que nos deshumanizan y despersonalizan.
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