Contra la intemperancia en el hablar.
¿Qué es la intemperancia? Es un vicio, contrario a las virtudes de la
continencia, de la templanza, de la castidad y de dominio propio. Hay
intemperancia cuando no se educan los instintos y los impulsos. No se le ponen
a los niños límites o barreras en la vida, pueden hacer lo que quieran.
Aparecen desde una temprana edad la gula, el tabaco, el alcohol, la droga, el
sexo, etc. Cuando hay intemperancia se adentra en los vicios, en las
enfermedades que llevan, tanto a la
muerte física como espiritual. El apóstol Santiago nos habla de la
intemperancia en el hablar: “Hermanos míos, no queráis ser maestros muchos de
vosotros, pues habéis de saber que tendremos un juicio más severo, pues todos
caemos muchas veces”. (St 3, 1- 2)
La importancia de educarnos para hablar con
palabras, amables, limpias y veraces. “Prontos para escuchar y lentos para
hablar” (St 1, 19) La Palabra sigue ayudándonos para que entendamos un poco
más: “Pues la ira del hombre no desemboca
en lo que Dios quiere. Por eso, desechad todo tipo de inmundicia y de mal, que
tanto abunda, y recibid con docilidad la
palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras vidas.” (St
1, 20- 21) “Si alguno
no cae al hablar, puede ser considerado un hombre perfecto, capaz de refrenar
todo su cuerpo. Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos
obedezcan, podremos dirigir todo su cuerpo. Lo mismo pasa con las naves: aunque
sean grandes y las empujen vientos impetuosos, basta un pequeño timón para dirigirlas
adonde quiere el piloto.” (St 3, 2- 4) Existen salones de belleza y gimnasios
para educar nuestros cuerpos y embellecerlos, pero nunca hemos visto salones
para educar y embellecer nuestras lenguas. Esto se adquiere en el camino de la
vida, y para mí, es posterior al tener un encuentro con Cristo.
Recordemos lo que la Palabra
nos dice: “Así, el hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene
en su corazón, mientras que el malo, de su fondo malo saca cosas malas. La boca
habla de lo que está lleno el corazón”. (Lc 6,45) Las palabras y
acciones malas contristan al Espíritu Santo y lo alejan de nuestra vida: “No
salga de sus bocas ni una palabra mala, sino la palabra justa y oportuna que
hace bien a quien la escucha.”(Ef 4, 29)
“No
entristezcan al Espíritu santo de Dios; éste es el sello con el que ustedes
fueron marcados y por el que serán reconocidos en el día de la salvación.
Arranquen de raíz de entre ustedes disgustos, arrebatos, enojos, gritos,
ofensas y toda clase de maldad. Más bien sean buenos y comprensivos unos
con otros, perdonándose mutuamente como Dios los perdonó en Cristo.” (Ef 4, 30-
32)
Para
que nuestra oración no sea estéril, vana y vacía: 6 ¿Por
qué me llaman: ¡Señor! ¡Señor!, y no hacen lo que digo? Les
voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las
practica. Se parece a un hombre que construyó una casa; cavó
profundamente y puso los cimientos sobre la roca; vino una inundación y la
corriente se precipitó sobre la casa, pero no pudo removerla porque estaba bien
construida. (Lc 6, 46- 48) Por
el contrario, el que escucha, pero no pone en práctica, se parece a un hombre
que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. La corriente se precipitó
sobre ella y en seguida se desmoronó, siendo grande el desastre de aquella
casa. (Lc 6, 49)
“No hay árbol
bueno que dé frutos malos, ni tampoco árbol malo que dé frutos
buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de los
espinos ni se sacan uvas de las zarzas. Así, el hombre bueno saca cosas
buenas del tesoro que tiene en su corazón, mientras que el malo, de su fondo
malo saca cosas malas. La boca habla de lo que está lleno el corazón.” (Lc 6,
43- 44)
La boca habla
o vocifera de los que lleva dentro de su corazón: No juzguen y no serán juzgados;
no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se
les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y
rebosante. Porque con la medida que ustedes midan serán medidos ustedes.(Lc 6,
27- 38) Toda maldad, mentira, envidia, grosería, hipocresía y toda
maledicencia, no viene de Dios, viene de un corazón vacío, frustrado y agresivo
(cf1 Pe 2, 1) la persona que hable así no madura, está siempre inmadura, y es
lo que hace a los demás: los envenena y los arrastra a la sepultura. Así san
Pablo nos dice: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien” (Rm 12, 9)
“Con el bien venzan al mal” (Rm 12, 21)
¿Cómo educar nuestra lengua? Cuando comenzamos a leer o a escuchar la Biblia, la Palabra
de Dios y la escucha la acompañamos con un poco de oración nos damos cuenta que
algo nos está cambiando sin tantos esfuerzos: la lengua, la manera de hablar.
Se van las groserías, la maledicencia y aparecen en nosotros un estilo nuevo de
hablar y comunicarnos con los demás. Es el primer fruto de la Palabra. Nos
cambia a manera de hablar y de pensar… para luego ir cambiando la manera de
sentir… la manera de vivir… para entrar en la Voluntad de Dios. “Es la
importancia de comer los frutos buenos que brotan del Árbol de la vida que está
en el Paraíso de Dios” (cf Apoc 2, 7) Para luego, al tomar conciencia de estos
cambios vamos cultivando los buenos hábitos, las nuevas virtudes que luchan
contra los vicios. Virtudes como la prudencia, la justicia, la templanza, la
fortaleza, la piedad, el amor fraterno y la caridad (2 Pe 1, 5-8) Virtudes que
son el fundamento de nuestra fe “Cristo Jesús” (Cf 1 Cor 3, 11) Cambia nuestra
manera de pensar de Dios, de nosotros y de los demás para adentrarnos en la
vida nueva (Rm 12. 2; 2 Cor 5, 17) Ahra y así podemos comprender las palabras
del Génesis:
Yavé Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para
que lo cultivara y lo cuidara. Y
Yavé Dios le dio al hombre un mandamiento; le dijo: “Puedes comer todo lo que
quieras de los árboles del jardín, pero no comerás del árbol de la Ciencia
del bien y del mal. El día que comas de él, ten la seguridad de que morirás.”
(Gn 2, 15- 17) Dios nos ha dado el albedrío paraqué elijas el bien y el mal (cf
Dt 30, 15s) Recordando siempre que el árbol se conoce por sus frutos. Así el
pueblo dice: “Dime como hablas y te diré quién eres” El hombre maduro, primero
piensa y después habla.
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