El llamado de Dios a un hombre al que llama al servicio.
Iluminación: Caminó por el
desierto una jornada, hasta llegar y sentarse bajo una retama. Imploró la
muerte, diciendo: «¡Ya es demasiado, Yahvé! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor
que mis padres!» Se recostó y quedó dormido bajo una retama, pero un ángel le
tocó y le dijo: «Levántate y come.» Miró y vio junto a su cabecera una torta
cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a
recostar. El ángel de Yahvé volvió por segunda vez, lo tocó y le dijo: «Levántate
y come, pues te queda un camino muy largo.» (1 Re 19, 4- 8).
Introducción: “Por lo demás,
sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman, de
aquellos que han sido llamados según su designio. Pues Dios predestinó a
reproducir la imagen de su Hijo a los que conoció de antemano, para que así
fuera su Hijo el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó,
también los llamó; y a los que llamó, también los hizo justos; y a los que hizo
justos, también los glorificó” (Rm 8, 28- 30)
Llamados a ser discípulos para ser Apóstoles, Profetas y Reyes.
”Subió al monte y llamó a los que
él quiso. Cuando estuvieron junto a él, creó [un grupo de] Doce, para que
estuvieran con él y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios.” (Mc 3, 13-
15) Elegidos por amor, para estar con él y para enviarlos a servir como luz y
sal de la tierra ((cf Mt 5, 13) Ustedes no me eligieron a mí, he sido yo quien
los he elegido y les he encargado que den mucho fruto (cf Jn 15, 16). “Jesús
les respondió: “Fijaos, yo os he elegido a vosotros, los Doce. Y, sin embargo,
uno de vosotros es un diablo.” (Jn 6, 70)
“Él mismo dispuso que unos fueran apóstoles; otros, profetas; otros,
evangelizadores; otros, pastores y maestros, para organizar adecuadamente a los
santos en las funciones del ministerio. Y todo orientado a la edificación del
cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la plena madurez
de Cristo” (Ef 4, 11- 14). En la línea de acción, el profeta viene por
delante abriendo brecha donde no hay brecha; abriendo caminos donde no hay
caminos, tumba monte, destruye, siembra y construye (cf Jer, 1, 10) Abre
escuelas para defender a los más débiles: pobres y mujeres, para enseñar a los
que no saben, hace e invita a la generosidad, al perdón, a la libertad y a la misericordia. Esto es
abrir caminos para que muchos puedan caminar en los caminos de realización: el
compartir, la dignidad humana, la solidaridad humana y el servicio a todos,
como respuesta a la voluntad de Dios que quiere que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 4)
Los llamados al servicio.
En Antiguo Testamento Dios eligió
por amor a hombres y mujeres para que sirviera un pueblo a quien el Señor amaba
con entrañas de misericordia. Y a este pueblo Dios los eligió por que existían otros
pueblos a los cuales el pueblo de Dios debería llevarles el conocimiento de la
Ley: «Poco es que seas mi siervo, para
restaurar las tribus de Jacob y hacer volver lo que quede de Israel. Te voy a
hacer luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la
tierra.» (Is 49, 6). Así hoy día, en el Nuevo Testamento Dios eligió por
amor a hombres y mujeres, con una función específica, para servir en la Iglesia
y desde la Iglesia servir a todas las naciones: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y
haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y estad seguros que yo
estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo.» (Mt 28, 18- 20).
El destino del profeta es ser un sacrifico vivo, santo y agradable a
Dios. (Rm 12, 1)
El profeta de Cristo tienen el
mismo destino de su Maestro: “Acordaos de lo que os he dicho: El siervo no es
más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros;
si han guardado mi palabra, también la vuestra guardarán” (jn 15, 20) Lo
anterior exige hacerse discípulo de Jesucristo por la obediencia a la Palabra de Dios y la docilidad al
Espíritu Santo. Lo primero es la experiencia de encuentro con Jesús, para luego
ser llevados al desierto para formarse para ser el misionero de Cristo.
Recordando la exhortación del Eclesiástico: “Hijo mío, te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba
(Elo 2, 1-2) En desierto se adquiere el rostro de profeta y se toma la firme
decisión de pertenecer y servir a Cristo en favor de la Humanidad, desde la
Iglesia: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo,
desparrama” (cf Mt, 12, 30). Escuchemos 5 Palabra de Dios que nos llama por el nombre (cf Is 43, 1- 4)
1)
Levántate
y prepárate para entrar en acción (Jer 1, 17). Ponerse de pie es el paso
de la muerte a la vida, del pecado a la
gracia por la “justificación por la fe” (Rm 5, 1; Gál 2, 16; Col 1, 13) Es el
cumplimiento de la profecía de Ezequiel: “Por eso, profetiza y diles: Esto dice
el Señor Yahvé: Voy a abrir vuestras tumbas; os sacaré de ellas, pueblo mío, y
os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahvé cuando abra
vuestras tumbas y os haga salir de ellas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis;
os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, el Señor” (Ez 37, 12- 14)
Prepárate para la lucha, para que defiendas a tu pueblo y les enseñes el camino
de la fidelidad a la Ley de Dios.
2) Sé, valiente y fájate los pantalones como
hombre. Yahvé respondió a Job desde la tormenta: Si Cíñete, pues, de
grandeza y majestad, vístete de gloria y esplendor; eres valiente, cíñete los
lomos: te voy a preguntar y tú me instruirás. “Cíñete, pues, de grandeza y majestad, vístete de gloria y esplendor”
(Job 40, 6. 10) Es la invitación del Señor a luchar con sus armas contra los
enemigos de la salvación para defender la fe, la paz y la dignidad de los hijos
de Dios. La lucha es contra las fuerzas espirituales del mal (cf Ef 6, 10- 12)
Es la lucha del hombre viejo contra el amor: “en cuanto a vuestra vida anterior, despojaos del hombre viejo, que se
corrompe dejándose seducir por deseos rastreros, renovad vuestra mente
espiritual, y revestíos del Hombre Nuevo, creado según Dios, que se manifiesta
en una vida justa y en la verdad santa.” (Ef 4, 22- 24)
3)
Déjate
transformar por la acción del Espíritu Santo. “Y no os acomodéis a la forma
de pensar del mundo presente; antes bien, transformaos mediante la renovación
de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios:
lo bueno, lo agradable, lo perfecto.” (Rm 12, 2) En proceso de cambio, la meta
es tener la mente de Cristo (cf Flp 2, 5) y a los sentimientos de Cristo. (Mt
11, 29)
4) Vigilen y oren para que estén en pie de
guerra. “Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu
está pronto, pero la carne es débil.” (Mt 26, 41) “Manteneos siempre en la
oración y la súplica, orando en toda ocasión por medio del Espíritu, velando
juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos. Y orad también
por mí, para que Dios me conceda la palabra adecuada cuando abra mi boca para
dar a conocer con valentía el misterio del Evangelio, del cual soy embajador
entre cadenas, y pueda hablar de él valientemente, como conviene” (Ef 6, 18-
20).
5)
Revestidos
de Jesucristo. Revestidos con la
armas de luz, con la armadura de Dios (Rm 13, 12- 14) Fe y caridad, una vida
del Señor, cómo lo dice san Pablo: “Por
eso, tampoco nosotros hemos dejado de rogar por vosotros desde el día que lo
oímos, y de pedir que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad, con total
sabiduría y comprensión espiritual, para que procedáis de una manera digna del
Señor, agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el
conocimiento de Dios.” (Col 1, 9- 10) “Así
que, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de
misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a
otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el
Señor os perdonó, perdonaos también vosotros.” (Col. 3, 12- 13)
El llamado de Jesús para sus discípulos y para las multitudes es el
mismo.
Por la fe en Jesucristo, por la
escucha y la obediencia a su Palabra, nos hacemos sus discípulos misioneros,
entramos en su Comunión, llamados hacerse Comunidad fraterna, solidaria y
servicial. Por el encuentro con Cristo a la Comunión con todos. “La Salvación
que Dios nos ofrece es un don gratuito, pero no barato.” Escuchemos al
Evangelio:
Mateo. “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados,
y yo os proporcionaré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.”
(Mt 11, 28- 29) Hay un intercambio entre la miseria y la Misericordia y un
llamado a seguir a Cristo.
Lucas: Decía a todos: “Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la
perderá; pero quien pierda su vida por mí, la salvará.” (Lc 9, 23- 24) Sin cruz
no hay esfuerzos, renuncias y sacrificios; no hay discipulado, no hay amistad
ni solidaridad con el Señor.
Juan: Entonces se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La
paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los
discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con
vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló y les
dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.” (Jn 20, 19- 23)
Se trata de los dones para servir y edificar la Iglesia.
Marcos: Luego les dijo: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena
Nueva a toda la creación. El que crea y
sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.” (Mc 16, 15. 18). La fe
que viene de la escucha de la Palabra
(Rm 10, 17) es “Don y respuesta” “Palabra y Sacramentos” son los “dos Denarios”
que Cristo ha dado a su Iglesia para curar las enfermedades de la humanidad
herida por el pecado (cf Lc 10, 35).
La recomendación de Pablo a su discípulo Timoteo y a los discípulos de
todos los tiempos.
1)
“Hijo mío, manténte fuerte en la gracia de
Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a
hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las
fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la
milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha
alistado. Y lo mismo el atleta, que no recibe la corona si no ha competido
según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho
a percibir los frutos.”(2 Tim 2, 1- 6)
2)
“Huye de las pasiones juveniles y corre al
alcance de la justicia, de la fe, de la caridad y de la paz, en unión de los
que invocan al Señor con corazón puro” (2 Tim 2, 22). “Esto has de enseñar. Y
exige en presencia de Dios que se eviten las discusiones de palabras, que no
sirven para nada, si no es para perdición de los que las oyen. Procura
cuidadosamente presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no
tiene por qué avergonzarse, como fiel propagador de la palabra de la verdad.”
(2 Tim 2, 14-15)
Los Discípulos
de Jesucristo, son propiedad total y exclusiva de su Señor y de su Iglesia,
llamados a ser maduros en la caridad y en la misericordia (cf Mt 5, 4;: Lc 6,
36), en el servicio (cf Jn 13, 13) y la santidad (cf 1 Pe 1, 16). Llamados
recorrer el camino de la fe, siguiendo con otros las huellas de su Maestro para
entrar con él en su Pascua y permanecer en su amor y dar mucho fruto: “La
gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado;
permaneced en mi amor.” (Jn 15, 8-9) ¿Cómo podemos permanecer en su amor? Con
san Pablo diríamos: ¡¡¡No se bajen de la Cruz!!! (cf Gál 5, 24).
Padre de toda Misericordia, dadnos, por tu Hijo Jesucristo, el don del
Espíritu Santo.
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