MI PAZ LES DEJO, MI PAZ LES DOY.
“Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el
mundo. No os sintáis turbados, y no os acobardéis” (Jn 14, 27). “Jesús les dijo
otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho
esto, sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”
(Jn 20, 21- 23)
¿De qué Paz hablamos?
Al acercarse y ver la ciudad, Jesús,
lloró por ella, mientras decía: «¡Si también tú conocieras en este día el
mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. (Lc 19, 42) El Mensaje
que lleva a la Paz es el Evangelio del Amor y de la Misericordia que nos
presenta la salvación como don un gratuito. Pablo nos dice: “Porque él es nuestra paz: el que de los dos
pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio, la enemistad, y anulando en su
carne la Ley con sus mandamientos y sus decretos, para crear en sí mismo, de
los dos, un solo Hombre Nuevo” (Ef 2, 14- 15) Jesucristo con su Pasión,
muerte y resurrección ha removido los muros que dividen a los hombres: el odio,
la mentira, la injusticia; pero los hombres son expertos y volvemos a levantar
los muros que nos sepan y nos oprimen, quedando vacíos de amor, de paz y de
alegría; cultivando amores fingidos que nos revistas de hipocresía (cf Rom 12,
9;1 Pe 2, 1)
La Paz que Jesucristo ofrece al
Mundo es su misma Persona que se dona y se entrega por amor para hacerse uno
con Dios y con los hombres. Se inmola, se sacrifica “como hostia viva” por la
acción del Espíritu Santo” (Heb 9, 14) para reunir a los hombres con Dios y
entre ellos. El Camino que lleva a la paz, es la fe en Jesucristo que ha sido
manifestado como “La justicia de Dios” en favor de la humanidad (cf Rom 3, 21)
Para redimir a los hombres pecadores y darles Espíritu Santo (cf Rom 4, 25)
para que puedan ofrecer también ellos, un culto en espíritu y en verdad a Dios,
“en amor y por amor” (cf Jn 4, 23) ofreciéndose como “sacrificio vivo, santo y
agradable a Dios (cf Rom 12, 1).
El Plan redentor de Dios Padre,
realizado en la historia por Jesucristo, es ahora actualizado en nuestra vida
por el Espíritu Santo. La Obra del Espíritu Santo es hacer que el mundo crea en
Jesús, para que, creyendo se salve. Para todo cristiano “la Paz” es un don de
Dios que brota de la Cruz de Cristo, nuestro Redentor y Salvador, el camino
para entrar en la Paz de Cristo es “creer en él” como el “don de Dios a los hombres”,
“como el hijo de Dios que se entregó por nosotros para darnos vida en
abundancia” (cf Jn 3, 15; Jn 10, 10; 1 Jn 4, 10. 19) Para que nuestros pecados
sean perdonados en la virtud de la sangre de Cristo (cf EF 1, 7) y nuestras
conciencias sean purificadas de los pecados que llevan a la muerte (Heb 9, 14).
El hombre redimido, perdonado, reconciliado,
salvado por Cristo Jesús, está en paz consigo mismo, con Dios y con los hombres
porque ha padecido en sí mismo, la
acción poderosa y liberadora del Espíritu Santo, es ahora un hombre nuevo (cf 2
Cor 5, 17). Es un hombre en Cristo que puede gritar al mundo: “Dios me ama
incondicionalmente” y me ha perdonado de todos mis pecados. Ahora puede decir
sin miedo: “Donde abundó el pecado sobre abunda la misericordia de Dios (cf Rom
5, 20) “Ahora estoy en Paz” y “Cristo
habita por mi fe en mi corazón” (cf Ef 3, 17). La Paz de Cristo es “armonía”
interior y armonía exterior. Armonía en el adentro y en el afuera. Unidad en el
adentro y unidad con el afuera. Unidad entre las dimensiones personales
(humanas) entre lo corporal, lo intelectual, lo espiritual, con lo social y con
lo histórico. Unidad consigo mismo, con Dios, con los demás y con la
naturaleza.
Es “hombre nuevo, lo viejo ha
pasado” Lo viejo eran las tinieblas (Ef 5, 7; Col 1, 13) Lo viejo era la
mentira, el odio y las injusticias. Lo viejo era el vacío y el agua sucia de su
corazón (cf Jer 2, 13) la aridez de su corazón (cf Jer 17, 7-8). Lo nuevo es un
corazón del que brota el “agua viva del espíritu” (cj Jn 7, 38) El amor
derramado en su corazón por la acción del Espíritu Santo (cf Rom 5, 5) lo hace
ser amable, generoso, alegre, humilde y servicial (cf Gál 5, 22).
Y, ¿ahora qué?
Si algo en la vida debemos
realmente defender, es la “Paz que Cristo” nos ha dado de manera gratuita: “Vigilad
y orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41) “Vigilad las entradas y las
salidas” (Slm 121, 8) “Mientras mis siervos dormían llegó un adversario mí y
sembró la cizaña” (cf Mt 13, 25) Cuida tus pensamientos, tus palabras, tus
sentimientos y tus acciones (cf Ef 4, 25- 32)
Vigilad significa conocimiento de
sí mismo. Somos débiles, frágiles y pecadores (1 Jn 1, 8-10), podemos pecar y
perder la Paz. Aceptemos que no estamos hechos, Dios nos invita a renovarnos y
cambiar nuestros criterios (cf Rom 12, 2- 3) El Señor nos invita hacernos
responsables de nuestra propia realización y de los demás. Urge poseer las
armas de Dios para vencer el mal con el bien (Cf Rom 12, 21) Dios Padre de toda
Misericordia nos invita, y nos da los medios para crecer y caminar en la fe
para que podamos ser como Él: Santos, compasivos y misericordiosos (cf Lc 6,
36: Mt 5, 48) Lo primero cuando hemos nacido de nuevo por el perdón de nuestros
pecados, es buscar el alimento espiritual: “Como
niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, gracias a
ella, crezcáis con vistas a la salvación, si es que habéis gustado que el Señor
es bueno” (1 Pe 2, 2). Busquemos el alimento espiritual que nos sana y
transforma: “Hacer la voluntad de Dios” Como lo hizo Jesús (Jn 4, 34) y como lo
hizo María (Lc 1, 38).
Los medios del crecimiento para conservar la paz.
San Pablo nos presenta como medios
de crecimiento una vida orientada y consagrada a Dios Padre, siguiendo las
huellas de Cristo Jesús: “hasta que lleguemos todos a la unidad de la
fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la
plena madurez de Cristo” (Ef 4, 13). Por el camino del arrepentimiento, con
alegría (1 Ts 1, 9) y con los ojos fijos en Jesús (Heb 12, 2) nos apropiamos de
los medios del Crecimiento en la fe:
V La obediencia a la Palabra de Dios: “Huye
de las pasiones juveniles y corre al alcance de la justicia, de la fe, de la
caridad y de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro” (2
Tim 2, 22; 2 Pe 1, 4b; Rom 13, 11- 14)
V Recurriendo a la Oración revestida del Amor:
“Por eso, tampoco nosotros hemos dejado de rogar por vosotros desde el día que
lo oímos, y de pedir que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad, con
total sabiduría y comprensión espiritual, para que procedáis de una manera
digna del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y
creciendo en el conocimiento de Dios. Le pedimos también que os fortalezca
plenamente con su glorioso poder, para que seais constantes y pacientes en todo
y deis con alegría gracias al Padre, que os hizo capaces de participar en la
luminosa herencia de los santos” (Col 1, 9- 12; Flp 4, 4- 7).
V Los Sacramentos como fuente y medio de
crecimiento: Asimismo, tomó el cáliz después de cenar y dijo: «Esta copa es
la nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en memoria
mía.» Pues cada vez que comáis este pan y bebáis de este cáliz, anunciáis la
muerte del Señor, hasta que venga” (1 Cor 11, 25-26; 2 Cor 5, 18).
V Las obras de Misericordia y la práctica de
las virtudes: “Así que, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos
de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia,
soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja
contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros” (Col 3, 12-
13).
V La experiencia de la comunidad: “Así
pues, si hay una exhortación en nombre de Cristo, un estímulo de amor, una
comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia, 2 colmad mi alegría,
teniendo un mismo sentir, un mismo amor, un mismo ánimo, y buscando todos lo
mismo. 3 No hagáis nada por ambición o vanagloria, sino con humildad,
considerando a los demás superiores a uno mismo, 4 y sin buscar el propio
interés, sino el de los demás. 5 Tened entre vosotros los mismos sentimientos
que Cristo” (Flp 2, 1. 5)
V El Apostolado: “Hijo mío, manténte
fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de
muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de
instruir a otros. Soporta las fatigas
conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia
se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha
alistado. Y lo mismo el atleta, que no recibe la corona si no ha competido
según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene
derecho a percibir los frutos” ( 2 Tim 1- 6)
Para san Pablo, la vida nueva sólo
se vive en la docilidad al Espíritu Santo que guía a los hijos de Dios (cf Rom
8, 14). Es el Espíritu de Dios que nos lleva a la Unidad y a la Paz, porque él es
el espíritu de la Unidad y es, el espíritu de Libertad (2 Cor 3, 17) que nos hace
libres y nos lleva a la libertad de los hijos de Dios (Gal 5, 1) El Espíritu
Santo es el Amor, es la Paz y es el Gozo
del Señor (Gál 5,22) Cuando somos dóciles a su acción amorosa vamos adquiriendo
un “rostro nuevo” como personas originales, responsables, libres y capaz de
amar. El es nuestra Fortalece y fortalece al hombre interior (cf Ef 3, 16),
derrama su Amor en nuestros corazones (cf Rom 5, 5) para que Cristo habite en
nuestro corazón por la fe (cf Ef 3, 17) para que seamos testigos del amor, de
la paz y de la alegría del Señor. Hombres y mujeres en lucha, usando las armas
de Dios para vencer el mal y vivir en armonía interior y exterior (cf Rom 12,
21) Constructores de la Paz (cf Mt 5, 9).
Como última recomendación:
“Estad siempre alegres en el Señor;
os lo repito, estad alegres. Y que todos conozcan vuestra clemencia. El Señor
está cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión,
presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica,
acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera toda
inteligencia, custodiará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús”
(Flp 4, 4- 7)
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