Me sedujiste Señor y me dejé seducir.
1. Introducción.
2. El Encuentro con el Señor.
«¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y
pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en la estepa y va a buscar la
que se perdió, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la pone muy
contento sobre los hombros. Luego, al llegar a casa, convoca a los amigos y
vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me
había perdido.’ Os digo que, de igual
modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por
noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión (Lc 15, 4- 7)
Quién la experimentado la experiencia de Dios en su corazón, sabe que esa es el
motor de arranque de la vida nueva. Experiencia inolvidable cimentada en el
amor, la verdad y la vida. Experiencia que nos introduce a la “libertad de los hijos de Dios (Cf Gál 5,
1) para responder con prontitud y alegría al llamado de Dios: “Zaqueo, baja
enseguida, porque conviene que hoy me hospede en tu casa”(cf Lc 19, 5).
El encuentro con el Señor es
libre porque el Señor toma la iniciativa (cf 1 Jn 4, 10.19) Para liberarnos de
las cargas opresoras del pecado (cf Mt 11, 28) y para reconciliarnos con nuestra
Realidad: Dios, uno mismo, los demás y la naturaleza. Experiencia gozosa porque
nos participa del poder de la resurrección. El Señor me sedujo dándome a probar
lo bueno que él es y lo que él tiene: “Jesús dijo entonces a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién
vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo de Dios.» (cf Jn 6, 67-69) La experiencia del encuentro con el Señor nos
deja el sabor de su bondad, de su misericordia, de su libertad, de su alegría,
experiencia que ni siquiera he encontrado palabras para explicarla, sólo sé que
a la luz de la experiencia me abrí a la palabra de Dios, a la alabanza y tomé
la decisión de quedarme con él para servirlo con amor. El Señor me eligió y me
sedujo, me atrajo hacia él con cuerdas de cariño y de ternura (Os 11, 1- 3) “Habló
a mi corazón, duro y caótico, para decirme andas equivocado, vuelve al Camino
que te lleva Casa de mi Padre” (cf Os 2, 16) “Estoy a la puerta y llamo, el que
escucha mi voz y me abre, yo entro y ceno con él, cenamos juntos y nos amamos”
(cf 3, 20) Después de experimentar su
amor, elegí y acepte la voluntad de seguir sus huellas para hacerme su
discípulo. Discípulo de Jesús es aquel que escucha su Palabra y la obedece: Es
entonces el que le abre la puerta y lo invita entrar en su vida para que el
Maestro realice su Obra redentora y santificadora en nuestro corazón y podamos
llevar una vida consagrada a él para la gloria del Padre y el amor y el
servicio a los hombres. Nada es a la fuerza. El Jesús el Señor, no se impone, seduce,
dándose y entregándose por amor a quien se deje encontrar por él.
3. El Itinerario a seguir.
Cinco verbos para poner atención
en nuestro itinerario: uno es tiempo pasado, tres en tiempo presente y un
último en tiempo futuro. Es la respuesta amorosa al la experiencia de Dios que
ha brotado del Encuentro con Cristo.
1. Después
de la Experiencia viene la respuesta: “Elegí
con un corazón agradecido el camino angosto (cf Mt 7, 13- 14) que el Señor
me proponía: Camino de bondad, de verdad y de justicia: (cf Ef 5, 8) Con el
salmista, hoy podemos responder: “He escogido el camino de la lealtad, me
conformo a tus disposiciones” (Sal 118, 30). Justicia a Dios y justicia a los
hombres.
2. Enséñame Señor. El Espíritu Santo de Cristo resucitado es
ahora el Maestro interior que ha tomado al creyente de la mano para llevarlo a la “educación cristiana” para que venza toda “Ignorancia
religiosa”. El salmista con un profundo deseo y esperanza exclama: “Enséñame
tus preceptos, Señor”. Indícame el camino hacia tus mandatos y meditaré en
todas tus maravillas (Slm 118, 26- 27). “Haz de tu voluntad la delicia de mi
vida para que reciba de Ti lo que mi corazón anhela” (cf Slm 36, 4) Para que
aprendamos el arte de Amar y de vivir en Comunión, en servicio al Reino de
Dios.
3. Instrúyeme Señor en tus caminos. “Dame inteligencia para guardar tu ley y
observarla de todo corazón” (Slm 118,
34). Guardar los Mandamiento por amor al Señor y al prójimo es hacer alianza
con el Señor. Es el signo de amor, de la pertenencia y servicio a la “Obra del
Señor:” “El que tiene mis mandamientos y los lleva a la práctica, ése es el que
me ama; y el que me ame será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré
a él” (Jn 14, 21) Dios a todos ama, pero no en todos se manifiesta. ¿El quiénes
se manifiesta? En los que escuchan su Palabra y lo obedecen. A estos los
libera, los reconcilia, los transforma y los promueve para exclamar con san
Pablo: “Dónde abundo el pecado, sobre abunda la Gracia de Dios” (cf Ro 5, 20),
A quienes ama, los educa mediante la corrección con la finalidad de purificar
el corazón, la mente y cambiar nuestras intenciones (cf Apoc 3, 19). Toda
corrección es de parte de Dios un don, una enseñanza para el camino y es
crecimiento espiritual.
4. Guíame Señor por tus caminos. Llévame
por la senda de tus mandatos, que en ella me siento complacido. “Tómame de la
mano derecha y llévame a mi destino glorioso (cf Slm 73, 23). Es el Señor que
nos guía a la Plenitud en Cristo (cf Col 2, 9) por la fe y la conversión (cf Mc
1, 15) el Espíritu Santo nos guía y orienta nuestra vida siguiendo las huellas
de Jesús (cf 1 Ts 1, 9). El Señor Jesús
nos dijo: “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad
completa” (Jn 16, 13) “Pasando por la unidad en la fe, creciendo en el
conocimiento de Dios, hasta alcanzar la madurez en Cristo (cf Ef 4, 13) El
hombre que está en Cristo se configura con su Maestro en la medida que pueda
decir con Pablo: “Estoy crucificado con Él (cf Gál 2, 19; 5, 25)
5. Cumpliré Señor tus Palabras (Slm 118, 35)
Observaré sin descanso tu ley, para siempre jamás. Es la fidelidad a la Palabra
y a la voluntad de Dios (cf 1 Cor 4, 1) Se habla de la Ley Nueva, la Ley de
Cristo que es la Ley del Espíritu Santo, la Ley del Amor. Expresada por san
Juan: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará; y vendremos
a él y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la
palabra no es mía, sino del Padre que me ha enviado” (Jn 14, 23) Palabras de Cristo que san Mateo
llama “Dichosos” a quien las escuche, las medite, las viva y las encarne: “Dichosos
los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de Dios” (Mt 5, 3ss) Es
Camino que Dios nos propone, es el Camino de Amor, de la Verdad y de la Vida (Jn 14, 6)para que podamos reproducir la
imagen de Jesucristo (cf Rom 8, 29) “Configuraos con Cristo” es el grito del
Espíritu que alcanza hasta las profundidades del corazón como una llamada o
invitación amorosa a entrar en la Alianza con Cristo y con su Iglesia: “Te
haré mi esposa para siempre; te desposaré en justicia y en derecho, en amor y
en compasión;22 te desposaré en fidelidad”.
Conclusión.
Con la Gracia de Dios y con mi
decisión le digo Señor con los grandes de la Biblia: “Heme aquí para hacer tu
voluntad” “Aquí estoy Señor” (Ex 3, 4) “Envíame a mi Señor” (Is 6, 8) “Hágase
en mi la Palabra de Dios” (Lc 2, 38) “Mi
alimento es hacer la Voluntad de mi Padre” (Jn 4, 34). Con la ayuda de Dios
y nuestros esfuerzos vamos renunciando
con alegría a la escoria del pecado (cf Jer 15, 19) para revestirnos de Cristo Jesús (cf Rom 13,
14) y colaborar con él en la “obra redentora que el Padre le confío, y que
ahora el Señor Resucitado pone en las manos de la Iglesia (Jn 20, 21) “Jesús se
acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la
tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo
lo que yo os he mandado. Y estad seguros que yo estaré con vosotros día tras
día, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19- 20).
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