LA FE EN LAS MANOS DE DIOS.
<> (Jer 18.1-
6).
¿Cuál es la fe que mueve montañas?
Es aquella que se encuentra en las
manos de Dios. Es la que permanece en el amor de Dios: <>
(Jn 15, 9- 10) ¿Quién es el que puede permanecer en el Amor de Cristo? El que
hace la voluntad de Dios y es fiel a su Palabra (cfr Mt 7, 21) San Pablo nos
diría: “permanece en el amor aquel que no se baja de la cruz”: <>
(Gál 5, 24- 26). Bajarse de la cruz es salir del Amor de Cristo y salir de las
Manos de Dios, para caer en el pozo de la muerte.
Mi Padre siempre trabaja.
El hombre justificado sale de las
manos de Dios como un proyecto a realizarse. Lleva con él las bendiciones
espirituales (cfr Ef 1, 3) que ha de llevar consigo para cultivarlas y protegerlas
(cgr Gn 2, 15) Ha sido salvado en esperanza y su vida está orientada hacia la
Casa del Padre. Ha sido elegido con una elección gratuita, inalterable y
funcional (Ef 1, 4). Ha sido elegido para recibir la adopción filial para ser
hijo de Dios en Cristo (Ef 1, 5) Ha sido redimido en virtud de la sangre de
Cristo (Ef 1, 7) Y ha sido santificado y revestido con los dones del Espíritu
Santo (Ef 1, 8). Lo anterior Pablo lo expresa en la carta a los Colosenses:
<Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo
querido, por quien recibimos la redención: el perdón de los pecados>>
(Col 1, 13) Para ser alabanza de su gloria: <>. (Ef 1, 13- 14).
Con la ayuda de Dios y nuestra respuesta.
<> (Gál 4, 4-7) Don y respuesta. Don y conquista. Dios nos invita
a ser protagonistas de nuestra salvación… a fuerzas no hay vida eterna. Nadie
se salva a sí mismo y tampoco salva a otros, esa es el don de Dios que hay que
acogerlo y responderle aún en medio de nuestras debilidades para que Dios haga
su Obra en Cristo Jesús por la acción del Espíritu Santo. Con la ayuda de Dios
y con nuestros esfuerzos adquirimos una voluntad firme, férrea y fuerte para
amar.
“Sin mí nada podéis hacer” (Jn 15,
1ss) <> ( Slm (126), 1).
Para Dios realizar a su Obra de salvar a los hombres y darles Espíritu Santo
nos entregó a su Hijo (Jn 3, 16)
«Mi alimento es hacer la voluntad
del que me ha enviado y llevar a cabo su obra>> (Jn 4, 34) La Obra de
Dios es un hombre justificado, salvado y santificado: un discípulo misionero de
Jesucristo que sigue las huellas de su Maestro para hacer presente a su Señor
en medio y a favor de los hombres. La Obra de Dios es manifestar a los hombres
la Libertad, la Justicia y la Misericordia de Dios que se han manifestado en el
rostro de Cristo. Tal como lo dice san Pablo: <> (2 Cor 8, 9) La pobreza
de Jesús es su Encarnación, su Pasión y su muerte. Esa es la pobreza que nos
hace ricos. La riqueza de Jesús es ser el Hijo de Dios, el Hermano universal de
los hombres y el Servidor de todos. Sólo a luz de esa hermosa verdad podemos
creer y entender el llamado que Dios nos hace:
<>
(Rom 8, 28- 30). En Cristo y por Cristo somos hijos de Dios, hermanos de los
demás y servidor de ellos. Entonces la obra de Dios es “reproducir la imagen de
su Hijo” para que tengamos todos los sentimientos de Cristo(cfr Flp 2, 5)
<> (Flp 1, 6). No de un día para otro. No
estamos hechos, sino, haciéndonos en comunión con Cristo y en sinodalidad, es
decir caminando juntos para vivir todos la experiencia de conocer a Cristo y
experimentar la fuerza de su resurrección: <> (Flp 3, 10).
La Obra de Dios es liberar al
hombre del pozo de la muerte, llevarlo a un lugar seguro: al amor, al corazón
de Cristo para hacer Alianza con él y transformarlo en una hombre nuevo:
responsable, libre y capaz de amar y con la fuerza del Espíritu Santo levantar
a los caídos, cargar las debilidades de los demás (Rom 15, 1) y ser luz, sal y
fermento (Mt 5, 13). De nuestra parte nos toca abrazar la voluntad de Dios y someternos a ella. Obedecer la Palabra de Cristo y ser dóciles al Espíritu Santo. Caminar con la Comunidad y ser parte activa de ellas para desarrollar y crecer en la fe, esperanza y caridad.
Señor estoy en tus manos, haz
conmigo lo que Tú quieras. Por lo que hagas conmigo yo te alabo y te doy
gracias. Realiza Señor en mí la obra que comenzaste el día de mi Bautismo, y
condúceme por los camino de la vida siguiendo las huellas de tu Hijo
Jesucristo.
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