EL HOMBRE EXISTENCIAL
1.El hombre que está en camino.
El hombre no está
hecho, está en camino de hacerse lo que está llamado a ser.El hombre existencial se concibe a sí mismo como proyecto no
terminado, incapaz de auto realizarse sin la complementaridad con los otros,
hacia lo cual, en un movimiento trascendente, saliendo de sí mismo, se proyecta
como un ser en relación para vivir de encuentros con la otridad. Nadie se
realiza viviendo para sí mismo, el hombre no fue creado para vivir en
solitario: se auto realiza con otros. El obispo de Brazil Dom Cámara dijo esta
hermosa verdad: “Nadie es tan suficientemente rico que no necesite de los
demás, y nadie, es tan pobre que no tenga algo para compartir con los otros”.
La vida se recibe como
don que debe valorarse y vivirse como don para los demás. Escuchemos a dos
pensadores decir:“El hombre que no valora
la vida no se la merece” (Leonardo Da Vinchi)“Quien valora la vida, vive y trabaja como quien tiene la eternidad
frente a él” (Gabriel Marcel). El hombre existencial se reconoce como
abismo insondable, con rostro y nombre propio, con la tarea de elaborar su
propia historia y unificar sus dimensiones personales. La mayoría de los
hombres terminan su vida habiendo alcanzado tan sólo un bosquejo de su
historia, al no alcanzar a desarrollar sus potencialidades o “mediciones reales
de la persona” como les llama Monier[1],
que están implantadas en él desde el momento de su encarnación en el vientre
materno; mientras no alcancen un desarrollo efectivo, se puede afirmar que el
individuo es solamente persona en latencia; caracterizado por su enajenamiento
de la realidad; como el objeto más maravilloso del mundo, pero al margen del
movimiento de la personalización y del desarrollo de lo que como hombre es con
anterioridad.
2. Dimensionalidad de la persona humana
Lo primero por saber es
que el hombre no es unidimensional. No es sólo cuerpo, o solo inteligencia o sólo
espíritu. La persona es un ser pensante que además siente, se expresa y es
capaz de amar, se relaciona con otros y es responsable de su propia realización
como persona.
Se habla de varias
dimensiones: corporal, intelectual, espiritual, social, histórica, familiar.Por
eso, hablar de las dimensiones de la persona humana, es hacer referencia a los elementos
constitutivos de la estructura de la persona, donados por la naturaleza y que
el individuo, como ser en proyección, debe ordenar y armonizar; tarea que lo
convertirá en sujeto de su propia historia.
Al ordenar dichos
elementos se ha de tener presente que es el mismo hombre quien lo hace, sin
pretender hacer una subdivisión de sí mismo, ni una suma de sus partes, sino
tan sólo, una distinción de sus componentes para tener una mayor claridad;
puesto que el hombre es un ser integral, que alcanza su madurez plena en la
unificación de sus dimensiones.
3.Lo que se ha dicho al respecto.
a)
Cuerpo
y alma: tradicionalmente se ha presentado en la historia
un dualismo antropológico que busca dar una respuesta al origen del hombre
desde el punto de vista mítico-religioso que hunde sus raíces en la mitología
órfica, y más tarde con la fusión de la filosofía griega y el maniqueísmo con
el cristianismo que ha hecho llegar hasta nuestros días el concepto de alma y
cuerpo. Entre ambos existe un antagonismo que hace aparecer al cuerpo como enemigo,
cárcel y cadena del alma, merecedor de todos los desprecios; mientras el alma,
siendo de origen divino es algo añadido al cuerpo, representa lo verdadero, lo
inmortal y es merecedora de todas las alabanzas. Para esta doctrina, la
perfección del alma manchada por el contacto con la materia, está en el
desprecio a la carne, sede de las pasiones y de los instintos, por medio de la
mortificación y el amor a las ciencias del espíritu[2].
b)
Unidad
totalizante: Frente a la concepción dualista se ha
de proclamar la unidad integral del hombre, tanto constitutiva como
funcionalmente. En la unidad total, aunque se den ciertas contradicciones, no
se niega la diversidad de aspectos que configuran la estructura humana. Lo
biológico es la condición para que se dé la vida psíquica; la unidad entre
ambas dimensiones está estructurada por los sistemas endocrino y nervioso;
mientras que la dimensión espiritual ilumina y vivifica los actos humanos, como
actos de una persona libre y responsable en sí misma.
1.
DIMENSION
COPÓREA
Contra la teoría filosófica
que hace la división radical entre la materia y el espíritu, está la verdad que
ofrece la experiencia personal; el hombre no sólo experimenta la
desintegración, sino, además la profunda certeza que es unidad, sujeto único de
acciones espirituales y corporales. El mismo hombre que piensa, y que ama, es
el mismo que come y camina. La dimensión corpórea de la persona es vista bajo
dos aspectos: Como cuerpo orgánico y como cuerpo humano.
a)
El
cuerpo orgánico: La estructura biológica del hombre
hace referencia a lo anatómico y a lo fisiológico; éste por su peculiaridad
biológica está inmerso en el mundo como un organismo vivo, que lo hace ser
parte de la naturaleza; un producto de la misma al nacer en el mundo y
desarrollarse en él, es poseedor de todos sus elementos, con la apariencia de
ser un microcosmos en quien se sintetizan todos los componentes del
macrocosmos.
En este sentido, si se
analiza al hombre se entiende que en nada es distinto a la naturaleza, sino que
aparece como producto y cosa del mundo; pero a la vez se entiende que él no es
la naturaleza de donde procede y a la cual supera al ser capaz de conocer su
origen y su destino último. No se equivocó Pascal al marcar la superioridad del
hombre cuando dijo: “El hombre no es más que una caña, pero es una caña que
piensa”[3];
es mucho más que la suma de sus elementos capaz de trascenderse a sí mismo y
capaz de transformar el mundo de las cosas y adaptarlas a sus necesidades.
b)
El
cuerpo humano: El cuerpo humano hace siempre
referencia al cuerpo de una persona humana, con el cual ella se expresa y se
realiza como totalidad; es decir, la estructura biológica y fisiológica, está
fundamentada en el aspecto humano del cuerpo; por lo que puede decirse que la
persona no sólo tiene cuerpo, sino que ella misma es su cuerpo, presente en el
mundo como signo de comunicabilidad, fundamentalmente orientada, como presencia
creadora, hacia el mundo de las cosas a las cuales transforma; pero a la vez
orientado hacia los demás seres humanos, con quienes comparte una misma
condición de vida, como miembros de la especie humana, y un destino común: la
humanización del mundo; tarea que
requiere de la unificación de fuerzas, del reconocimiento de la diversidad de
modos de expresión del otro y de la igualdad de todos los hombres.
¡El cuerpo orgánico y
el cuerpo humano, no están separados: son uno solo. Yo no puedo ser sin mi
cuerpo![4].
c)
El
Hombre: Ser sexuado: La capacidad amorosa muestra al hombre
no sólo como alguien que tiene sexo, sino además, como un ser sexuado. La
sexualidad es esencia constitutiva del hombre, y por lo tanto, en ello radica
la complementariedad intersubjetiva entre varón y mujer[5]; que en la reciprocidad del encuentro como
seres pensantes se convierten en hombre y mujer, en el cara a cara corporal y
psicológico.
La sexualidad no es
pues, ni masculina ni femenina, sino “Homo”, que se divide en dos, que se
complementan recíprocamente en un sentido de alteridad[6].
Desde el significado humano, las divergencias culturales, psicológicas y
físicas que se dan en el hombre y en la mujer conllevan a distintos modos de
actuar, pensar y de ser; sin embargo, son posibilidades de expresión,
reconocimiento y aceptación tanto del uno como del otro.
2.
DIMENSIÓN
PSÍQUICO- RACIONAL.
a)
El
aspecto psíquico: El psiquismo actúa siempre como
totalidad, sin poder hacer cortes dentro de su estructura y de su
funcionalidad. Aunque el psiquismo ha sido abordado por diversas psicologías
actuales, que presentan, aunque de modo distinto, la teoría de las tres capas
(psiquismo inferior, superior y capa espiritual) que tienen su origen en la
psicología de Aristóteles, llegada hasta nuestros días a través de la
psicología Tomista, y con un punto de partida distinto, desde el aspecto
Freudiano, que descubre tres niveles designados como: Ello, Yo y super Yo, que
conforman un solo bloque de acción, en el que se busca presentar la dimensión
psíquica de la persona.
Ø El “Ello”,
es la zona de las necesidades e instintos primitivos, ligados a la
insatisfacción de los impulsos del propio cuerpo. Las conductas determinadas
por el hombre, la necesidad de comportamientos maternales, el impulso sexual,
el instinto de lucha, etc., proceden del “Ello”. Según la doctrina Freudiana,
esta capa es subconsciente y sólo invade al “Yo” en determinadas circunstancias
(los sueños, la pasión, la enfermedad mental, etc.
Ø El “Yo”,
es la zona central de la personalidad. Recibe información del estado del
organismo y también del mundo exterior; es por tanto, un “Yo” perceptivo de
informaciones, las cuales analiza para obrar en consecuencia. El “Yo” piensa,
siente, actúa y es en realidad el centro y núcleo de la personalidad. Le
corresponden las funciones de la memoria, atención, síntesis de los
conocimientos adquiridos y capacidad ejecutiva en la forma más conveniente para
el individuo, teniendo en cuenta las exigencias reales del mundo exterior. Un
“Yo” es fuerte y sano cuando controla satisfactoriamente los impulsos del
“Ello”. Se habla de un “Yo” débil cuando no es capaz de defenderse de los
propios impulsos, dejándose dominar por éstos o pretendiendo contrarrestarlos
mediante formas de conducta demasiado rígidas e inadecuadas. En la mayoría de
los adultos indecisos, caprichosos e inseguros, existe una cierta inmadurez del
“Yo”.
Ø El “Super Yo”,
es la capa que aparece más tardíamente en el desarrollo de la personalidad.
Implica en la capacidad de renuncia, de represión y de sublimación de los
impulsos.Sería, sin embargo, incorrecto y exagerado pretender identificar el
“Super Yo” de Freud, con la “Conciencia Moral” que orienta al hombre hacia el
campo de los valores humanos.
b)
El
aspecto racional: La dimensión racional considerada por
muchos pensadores como la facultad cumbre del hombre, que lo hace distinto del
animal y de cualquier otro organismo viviente. Por su inteligencia, él es capaz
hacer juicios prácticos, de conectarse con la realidad y aprenderla,
apareciendo a la vez con una triple necesidad:
Ø La
necesidad de vivir, que hace al hombre relacionarse con la naturaleza en
actitud de conquista y dominio, y en un ambiente particular. Todo conocimiento
conlleva en sí una fuerza que impulsa al hombre a salir de los límites de una
realidad particular, como un ser de realidades, usando la terminología de
Zubirí, para incrementar el desarrollo de su conocimiento en cantidad y en
calidad, de donde se reduce una segunda necesidad.
Ø La
necesidad de encontrarle un sentido a la vida, un saber que le permitirá
comprender su destino e interpretar su propia realidad. Desde donde podemos
añadir que inteligente no es el hombre que sabe muchas cosas, sino el que sabe
vivir.
Ø La
necesidad responde al saber: cómo se deben realizar las diversas modalidades
que plantea la vida y que exige el tener conciencia clara frente a las opciones
que plantea la jerarquía de los valores.
El conocimiento humano
tiene en sí mismo una dimensión de apertura que reta al individuo a salir del
infantilismo intelectual que dan los primeros contactos con la naturaleza y con
el ambiente familiar. El saber humano no está en la persona como algo innato en
ella, sino que debe adquirirse, teniendo siempre como experiencia el contacto
con la realidad como punto de partida; pasando de las impresiones y las
percepciones hasta la elaboración de raciocinios y juicios críticos. Tanto el
conocimiento sensitivo como el intelectivo no indican conocimientos diversos,
sino aspectos verdaderos y reales de un único e inseparable conocimiento, en el
cual se puede dar distinción pero nunca separación [7],
teniendo como finalidad la posesión de la verdad, que implica la ordenación, la
unificación y la transmisión de los pensamientos convertidos en lenguaje que
culmina en cultura y en civilización.
5. DIMENSIÓN ESPIRITUAL.
El problema espiritual
ha sido siempre muy complejo y difícil de abordar; dando lugar a reduccionismos
y malos entendidos; desde una psicología sin alma, hasta una psicología sin
espíritu que muestra la ineficacia de la dimensión fisiológica para llegar
hasta la persona, al igual que la ineficacia del aspecto racional, al menos
cuando éste quiere explicarse desde un “Yo” dominado por el “Ello”, apareciendo
entonces como una psicología ciega para la dignidad de la persona y ciega para
el mundo de los valores. Existen tres concepciones básicas que han explicado la
naturaleza espiritual de la persona.
a)
En la primera concepción el espíritu
humano se comprende como lo opuesto a la materia; una realidad in-extensa que
indica las dimensiones inmateriales del hombre: El entendimiento y la voluntad,
como facultades del alma; cualidades que lo hacen superior al animal. Por su entendimiento
el hombre busca la verdad y por su voluntad orienta sus actos; pero todavía no
hacen referencia a lo central de la persona[8].
b)
En la segunda concepción el espíritu se
usa en afinidad con la materia. Desde este postulado el espíritu aparece como
la razón, que aprehende la materia; mientras ésta aparece como la naturaleza, a
lo cual el hombre domina y transforma quedando entonces el espíritu
objetivizado en la cultura como obra del quehacer del hombre. Esta concepción
dio origen a un monismo que llevó al pensar filosófico a los extremos: El
idealismo de Hegel quien reducía la realidad a un despliegue del espíritu
absoluto; mientras Marx con el materialismo reducía el espíritu a una impresión
de la materia. En ambos modismos el espíritu objetivizado y universalizado se
define por lo inteligible[9].
c)
La tercera concepción supera a las
anteriores, al no ubicar al espíritu en referencia a las facultades
inmateriales del alma; como tampoco referencia al espíritu universal, sino como
el fundamento de la dimensionalidad de la persona.
Es la dimensión
espiritual la que da al hombre su ser de persona en la cual coexisten formando
unidad lo físico, lo psíquico y lo espiritual. Pero dentro de esta unidad el
espíritu se contrapone a lo físico y a lo psíquico, y esto porque la persona,
como ser espiritual, para actuar y expresarse necesita de su organismo, que
dentro de estos términos tiene la función de medio para la realización de un
fin; lo físico-psíquico tiene un valor utilitario, y como lo opuesta al concepto
de utilidad es la dignidad humana, como rostro de una persona concreta e
inconfundible, única e irrepetible que siente, que piensa y que ama, al estar
sus dimensiones biológicas, psicológicas iluminadas y vivificadas por el
espíritu, que sin estar sometido a la materia conforma, con ella el hombre
integral[10].
[1]Mounier,
Emmanuel, El Personalismo, pág. 136.
[2]Panillo,
Bada, José, El Hombre, pág. 96.
[3]
IBID, Pág. 58.
[4]Gevart,
Joseh, El Problema del Hombre, pág. 86.
[5]
IBID, pág. 103
[6]
IBID, pág. 104
[7]Gevart,
Joseph, El Problema del Hombre, pág. 156.
[8]
IBID, pág. 138.
[9]Gevart
Joseph, El Problema del Hombre, pág. 141.
[10]
IBID, pág 142.
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