El Proyecto de
Dios: Jesús.
Objetivo: Mostrar a Jesús de Nazareth, no sólo como
el liberador de todo hombre, sino también como
Maestro que enseña a vivir “lavando pies a los demás” para ayudarles a
vivir con dignidad y hacerse protagonistas de su propia historia y a tomar en
sus manos las riendas de su propio
destino.
1.
¿Quién es Jesús
de Nazaret?
Para la Biblia, Jesús
de Nazareth, es el Hijo de Dios (Mc 1, 1);un hombre, nacido de Mujer, (Gál 4,
4) aprobado por Dios con signos y señales, (Hech 2, 22); recorrió todos los
caminos de Galilea anunciado el Reino de Dios, curando a los enfermos, hizo
caminar a los cojos, ver a los ciegos, abrió los oídos de los sordos e hizo
hablar a los mudos; abrazó y limpió a
los leprosos, liberó a los oprimidos (Lc 7, 21). Dio de comer a los hambrientos
y de beber a los sedientos. “Se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los
oprimidos por el Mal” (Hech 10, 38). Amó a todos hasta el extremo (Jn 13, 1). Al
final de sus días, “el sistema conformado por las fuerza de los políticos, de
los poderosos y de los religiosos que vieron él una amenaza a sus intereses, le
dieron muerte de cruz por medio de gente malvada (Hech 2, 23), pero, Dios lo
liberó de las ataduras de la muerte y lo resucitó de entre los muertos (Hech
2,24); para sentarlo a la “Derecha del Padre” y ser constituido como “Señor y
Cristo”. (Hech 2, 36)
Jesús de
Nazareth es el hombre que recibió en vida el Espíritu Santo sin medida, ahora,Jesús
el Cristo resucitado, es Aquel que da el Espíritu Santo a los que hacen Alianza
de comunión con Él: los que creen en su Nombre, lo obedecen y lo aman.
Este es el
relato salvador, de la primera predicación Apostólica. Mensaje que tiene que
escucharse, creerse, vivirse y ser anunciado. Mensaje poderoso, capaz de
cambiar la vida de grandes pecadores (cfrRom 1, 15), de llenar los vacíos del
corazón y encender a los hombres y mujeres con el Fuego del Amor divino (cfrLc
12, 49). Hombres y mujeres que se apasionen por el Reino de Dios y su Justicia.
Sobre todo por la justicia económica que nos hace pensar en el “Gran Criterio”:
Dios creó todo para todos, y por lo mismo todo ser humano tiene el derecho de
participar del Bien común, patrimonio de toda la humanidad
2.
El Mensaje que libera
y salva
Querido lector,
la fe cristiana enseña que el Dios de Israel nos ha enviado un poderoso
Salvador; el Señor en Persona ha venido a visitar y redimir a su Pueblo (cfrLc
1, 68). San Juan en el prólogo de su Evangelio nos dice: “El Verbo se hizo
carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). Jesús es el “Dios que se hizo hombre
para amarnos con un corazón de hombre”. Hombre como nosotros, igual en todo
menos en el pecado. “Vino a los suyos, y ellos no lo recibieron” (Jn 1, 11).
Deseo
presentarte el Mensaje que hoy conocemos como el Kerygma, que los Apóstoles anunciaban en forma de cuento, con
sencillez, claridad y valentía: “Escuchad Israelitas”, dice el Apóstol Pedro en
día de Pentecostés. Dios irrumpe con Poder en todos los que lo escuchan con
atención, con disponibilidad y con sencillez. El Mensaje es la semilla de la Fe. Su contenido
es la persona de Jesús, el Cristo, y de sus acontecimientos salvíficos: su
vida, su predicación, milagros y exorcismos, su muerte y su resurrección, su
ascensión al Cielo y el don del Espíritu Santo a su Iglesia.
3.
Un Mensaje que
se cree.
Creer es lo
único que se pide para entrar en la Vida, comenzando un “proceso de rompimiento
con lo que oprime y deshumaniza, para ir adentrándose en los terrenos de la
Libertad creadora de “hombres nuevos”. A la pregunta: ¿cuál es el contenido de
la fe? Pretendo responder desde mi experiencia personal:
Lo primero es
creer que Dios me ama incondicional e incansablemente, pero, no solamente a mí,
sino, también a todo ser humano. Este amor de Dios a la Humanidad se ha
manifestado en Cristo Jesús que un acto de amor se donó y se entregó por todos
los hombres, sin hacer de acepción de personas. Con palabras de san Pablo: “murió para que nuestros pecados
sean perdonados y resucitó para nuestra justificación” (Rom 4, 25) “Nos amó y
se entregó por todos” (Ef 5, 1) “Amó a su Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5,
25)
En un segundo
lugar, creer en el hombre, creado a “imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 16-
27). Al hombre creación de Dios, su valor no se lo dan sus cosas, ni los otros,
ni los gobiernos. Todo hombrees un valor en sí mismo, poseedor de una dignidad,
sede de todos sus derechos como ser humano. El fundamento de su dignidad, no es
otro, que el amor de Dios. Dignidad que tiene que ser protegida y cultivada en
el despliegue de sus potencialidades en la donación y entrega al Reino de Dios
en servicio a los demás, especialmente a los menos favorecidos.
4.
Un Mensaje que
se vive
El grito que es
escuchado:“Señor quédate con nosotros”. Nos dice el Evangelio de san
Lucas que Cristo resucitado se acercó a dos de sus discípulos que se alejaban
de Jerusalén para volver a su aldea de Emaús; iban de regreso a la vida de
antes. En sus palabras había tristeza, dolor, amargura, fracaso. Tres años
siguiendo a Jesús, su amado Maestro, todo fue inútil, todo se perdió. las
esperanzas de haber encontrado al Mesías, al Liberador de Israel. Jesús se hace
el encontradizo y entra en conversación con ellos, les abre la mente y les
explica las Escrituras; a los discípulos les arde el corazón, vuelve a ellos la
esperanza y el deseo de Dios, por eso piden: “Señor, quédate con nosotros
porque atardece y el día ya ha declinado”. El grito, la súplica, manifiesta el
“deseo de Dios”, oculto y reprimido en muchos corazones; La respuesta del
Resucitado fue inmediata: “entró para quedarse”. Ellos lo reconocieron al
partir el pan. Este es un acto de inmolación y de consagración en la presencia
de Dios a favor de la Humanidad.
Acto que se
convierte en invitación, en mandato: “Hagan esto en memoria mía[1]”.
Inmolación que garantiza la unidad entre fe y vida, entre inteligencia y
voluntad, es el único medio para tener una vida integra, en la cual no hay
lugar para el “divorcio entre el discurso y la actividad”; es el modo para
cerrar la brecha entre ricos y pobres. Unidad que es el fundamento del
compromiso solidario con los pobres y desde los pobres; es la garantía del
respeto a los derechos humanos. Sólo por el camino de compromiso, libre y
consciente, podemos crecer y madurar
como personas, nunca de manera aislada, sino con otros y siempre a favor de los
demás, para todos juntos trabajar en la construcción de la llamada
“civilización del amor”.
5.
Un Mensaje que
se celebra.
El camino de
Emáus es nuestra vida[2].
Los conflictos, las crisis, las tensiones y frustraciones nos llevan, veces a
perder la esperanza en la vida y experimentamos el desaliento, el desgano, la
indiferencia, y sentimos el deseo de abandonarlo todo. Es necesario el
re-encuentro con la Palabra que Jesús dirige como luz que ilumina nuestra
realidad. Al grito de los humanos: “Señor, quédate con nosotros”, Jesús
responde entrando en casa, para eso vino, su delicia es estar con los hombres.
Jesús entró para
quedarse, se sentó a la mesa con ellos y lo reconocieron al partir el pan (Lc
24, 29). Se les había caído el velo, lo reconocen, su grito es unánime: Es el Señor. Pero, Él desaparece. Ellos
salen corriendo a toda prisa, llenos de alegría, regresan a Jerusalén para dar
testimonio de la Resurrección de Cristo. De esa primera Misa, había nacido la
Iglesia Misionera. La “Obra del Señor ha retomado su Camino.”
El Camino de
Emaús es nuestra vida, ¿Cuántas veces caminamos derrotados y sin esperanza?,
diciendo el Señor no me escucha, las cosas no salen como quisiéramos y sentimos
el deseo de abandonar el Camino. El
Señor se nos acerca para darnos su Palabra, y así recobramos el aliento.
Él sólo espera
una pequeña oportunidad para entrar en nuestra “casa” porque ha venido para
quedarse. Las palabras de la Biblia: “Yo estoy a la puerta y llamo, si alguno
escucha mi voz y me abre la puerta entraré en su casa y comeré con él y él
conmigo” (Apoc 3, 20). Son tan actuales, hoy como ayer, y lo serán siempre. El
Kerygma tiene poder para actualizar en nuestra vida la “Esperanza Mesiánica”:
el fin del reinado de la muerte y de la esclavitud. Por eso es Buena Nueva, es
Mensaje de Salvación, es Palabra de Vida.
Pretendemos al
dar el Kerygma sembrar, despertar y ayudar crecer en la fe en “Aquel que nos
amó y se entregó[3]
a la muerte para alcanzarnos el perdón de los pecados y resucitó para nuestra
justificación” (Rm 4,25), “y ha sido constituido Señor y Cristo” (Hech 2, 36),
para guiar nuestras vidas y hacer de ellas donación para los otros.
6.
Un Mensaje que renueva
y trasforma estructuras.
Jesucristo nos
invita a caminar poniendo la mirada en el futuro, el pasado ya pasó, no se
puede volver a atrás: “Quien ponga su mano en el arado y mire hacia atrás no
sirve para el Reino de Dios”[4]Es una invitación a
proyectarse en la vida, buscando nuevos horizontes buscando alcanzar la Meta.
Nada se pierde, el pasado fue una experiencia, hay que sacarle una enseñanza,
hacerla presente y lanzarse hacia el futuro. Escuchemos al Señor Jesús decirnos:“Ahora yo voy a hacer nuevas todas las
cosas” (Apoc 21,5) El encuentro con el Señor Jesús hace de todo hombre una
“nueva creación[5]”
en lo que todo lo viejo va pasando para dar lugar a nuevas estructuras, nuevos
estilos de vida orientados hacia el
amor, la verdad, la libertad, la justicia, el bien común, etc. El encuentro con
el Cristo de Dios divide la vida de los hombres en un antes y en un después;
dos estilos de vida, uno produce frutos de muerte y otro de vida[6].
Es una vida animada por la esperanza, que madura en la caridad y como sello
de autenticidad tiene el compromiso personalizante que hace al hombre salir de
sí mismo para ir al encuentro de su realidad y transformarla, con otros que
trabajan a favor de otros[7].
Este estilo de vida nos ayuda a descubrir los Rostros del Dios de la Biblia que
se ha revelado en Jesucristo (Jn 14, 7) como Padre, Amor, Misericordia, Perdón,
Libertad.
7.
Jesús es el Revelador de Dios y de todo hombre.
a) Jesús
nos revela a Dios y al hombre.
Dejen que los niños vengan a mí”, dijo Jesús a sus discípulos. Los niños
fueron los primeros en ver en el rostro de Jesús la Imagen del Dios Invisible.[8]
Cuando uno de los discípulos, Felipe, le hace al Señor la pregunta que viene a
ser fundamental para la fe cristiana: “Maestro muéstranos al Padre y eso nos
basta”[9].
Jesús responde: “¿Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y todavía no me
conoces Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre”[10].
Jesús nos habla las palabras del Padre, da testimonio del Padre, da gloria al
Padre y nos revela al Padre, Él es Uno con el Padre. La Bondad, el Amor, la
Verdad, la Vida, la Santidad, la Misericordia, el Poder del Padre[11]
han tomado rostro humano en la Persona de Jesús de Nazareth, para así, Dios
amarnos con corazón de hombre, de modo que podemos afirmar que Jesús nos revela
al Padre, y es a la vez, el Revelador de todo hombre. Él es, lo que nosotros
estamos llamados a ser, hijos en el Hijo, hermanos en Cristo, y en Él,
servidores de los demás. Es Jesús quien nos ha dicho: “El que quiera ser el
primero que sea el último y el servidor de todos” (Mc 10, 43).
b)
Dios es Padre nuestro[12].
El ser Padre es el primer rostro de Dios. Padre es
el Nombre personal de Dios que Jesús nos ha revelado en el Nuevo Testamento:
“Padre, les he revelado tu Nombre” (Jn 17, 6). Dios es Padre porque es Creador
y fuente de vida. “Escucha Israel, el Señor que te creo te dice: no tengas
miedo, yo te conozco y te llamo por tu nombre…” (Is 43, 1-5). San Pablo en la
carta a los Efesios nos dice: “Me pongo de rodillas delante del Padre de quien
recibe su nombre toda familia, tanto en el cielo como en la tierra” (Ef 3, 14).
Dios es nuestro Padre porque nos ha “elegido y llamado” a cada uno por su
nombre, es decir, nos llamó, movido por su amor, a la existencia: “Me formó en
el seno materno”; pero el texto que mejor nos explica la paternidad de Dios nos
habla de un amor muy viejo: “Desde antes de la creación del mundo Dios nos
eligió en Cristo para estar en su presencia, santos e inmaculados en el amor”;
“y nos destinó a ser adoptados como hijos suyos mediante Jesucristo” (Ef 1,
4-5).Jesús nos enseñó a llamar a Dios: Padre Nuestro.
En la carta a los Gálatas nos dice la Sagrada
Escritura: “Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu que clama en
nosotros: “ABBA PADRE”. (cfrGál 4, 6). El Mismo Jesús Nuestro Señor nos dice:
“Todos ustedes son hermanos” (Mt 23, 8). Ese es el Gran Deseo de Dios, tener
una familia en la cual todos se sientan sus hijos, se reconozcan como hermanos;
familia en la que ha de haber una solicitud mutua, una reconciliación continua
y un compartir sin límites.
c)
Dios es Amor
Dios es Amor[13].
No se trata de
confundir a Dios con un amor cualquiera, sino de identificarlo con aquel amor
que hemos descubierto en Jesús y que nos llevó a entregar la vida por sus
hermanos.
“Dios es
amor, y conocer a Dios es amarnos los unos a los otros. Pues todo el que ama ha
nacido de Dios y conoce a Dios” (1 de Jn 2, 29). El amor es una gracia que nos
antecede, no la hemos inventado nosotros, sino, don del mismo Dios de gracia.
El amor no es algo que nosotros hacemos, no podemos crear el amor. El amor es
limpio, puro y divino. El amor de nuestro Padre celestial es además, incansablee incondicional, está siempre
disponible a salir en busca de todos, de buenos y de malos.
En la Parábola del hijo pródigo[14]
vemos que el Padre toma la iniciativa para salir al encuentro del hijo menor
que regresa, y hace una fiesta en su honor, pero también, su amor de padre
bueno, lo hace salir en busca del hermano mayor que lleno de celos se niega a
entrar en la casa y encontrarse con su hermano que ha vuelto a Casa. “Hijo mío,
todo lo mío es tuyo”. Lo que cuenta no es saber que Dios es amor y nos ama,
sino el de tener experiencia de su amor. Desde la experiencia del encuentro con
Jesús Buen Pastor, el hombre va encarnando una doble certeza: la certeza de que
Dios lo ama y la certeza de que también,él lo ama, porque el Mandamiento nos
dice: “El que ama a Dios que ame también a su prójimo” y “Amar al prójimo es amar
a Dios” (1Jn 4, 11-12).
La experiencia de saberse y sentirse amado por Dios
es el motor de la “vida nueva”, sin esta vivencia todo es frío, todo cansa y
aburre.
d) Dios
es Perdón
Para Dios perdonar es
amar. Es crearnos de nuevo. Dios nos perdona porque es misericordioso y tiene
misericordia para con todos los pecadores. Dios nos perdona porque nos ama. Frente al pecado del hombre Dios
manifiesta su Poder, perdonando, dando de su misericordia a los pecadores que
se decidan a volver a la “Casa del Padre”. No hay pecado que Dios no perdone
cuando existe el arrepentimiento. Escuchemos a Dios hablarnos en la Sagrada
Escritura: Es el Dios de los perdones (Neh 9, 17). Y de las misericordias (Dn
9, 9). Dios perdona al pecado que se acusa (Sal 32, 5). Es un Padre que perdona
todo a sus hijos (Sal 103, 8-14).
En el Padre Nuestro nos invita a dar perdón a
quienes nos hayan ofendido. Jesús en la cruz oró por quienes lo crucificaban y
los disculpó ante su Padre, diciendo: “perdónalos Padre porque no saben lo que
hacen”[15]. El Señor Jesús hace lo que Él había enseñado
con sus Palabras. ¿No nos había enseñado a amar aún a los enemigos?: “Ama a tu
enemigo y ora por quien te persigue” (Mt 5, 44).
Por otro lado el mismo Señor nos enseña en la
oración del Padre Nuestro que Dios no puede perdonar al que no perdona, y que
para implorar el perdón de Dios hay que perdonar al propio hermano (Lc 11, 4).
Para Jesús perdonar es amar incondicionalmente e incansablemente a quienes nos
haya ofendido o complicado la vida, de la misma manera que Dios está dispuesto
a perdonar nuestro pecado, sabiendo que Él perdona lo mucho y lo poquito, lo
chiquito y lo grande.
e)
Dios es Libertad[16]
Decir que Dios es Libertad es creer que Él es el
Totalmente libre. Libre para llamarnos a la existencia, libre para enviarnos a
su Hijo, libre para redimirnos, libre para darnos el don de su Espíritu. Libre
para darnos la herencia y dejarnos ir a derrocharla. Libre para ir en busca de
los hijos pródigos, acogerlos en Casa y hacerles una fiesta. Dios es Libertad y
fuente de toda verdadera libertad y filiación. San Pablo nos dice: “No habéis
recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino un
espíritu de filiación, por el cual clamamos: Abbá, Padre” (Rom 8, 12-17).
“Donde está el Espíritu del Señor allí está la
libertad” (2Cor 3, 17). No confundamos la libertad con el libertinaje[17];
éste deshumaniza y despersonaliza. El Espíritu Santo, no es espíritu de
esclavitud, sino de libertad, de valentía que nos hace amar a Dios y acercarnos
a todos los hombres para con valentía anunciarles el Evangelio de Cristo. “Para
ser libres nos liberó Cristo de la esclavitud del pecado” (Gál 5, 1)Paraque
vivamos en libertad como personas autónomas, capaces de decidir vivir haciendo
el bien al estilo de Jesús (cfrHech. 10, 38)“Hermanos, habéis sido llamados a
la libertad” (Gál 5, 13). Hombre libre es aquel que se posee a sí mismo; es
capaz de dominarse, elegir entre dos o
más cosas y decidir por sí mismo. El hombre libre camina con los pies sobre la
tierra, no se arrastra. La libertad es nuestra vocación. San Juan en su
Evangelio nos muestra el camino de la libertad; dice a los que han abrazado la
fe: “Permanezcan unidos a mi Palabra y conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres” (Jn 8, 31-32).Sólo ama el que es libre, y sólo se compromete a favor de
los demás los que poseen cierta dosis de bondad y libertad.
Libres ¿De
qué?, Libres de la esclavitud del pecado, del dominio de la cosas y de las
personas que nos hacen llevar una vida
arrastrada. El Creyente es libre en cuanto que en Cristo ha recibido ya el
perdón y el poder de vivir en la intimidad del Padre sin las ataduras del
pecado, de la muerte y de la ley.
Libres ¿Para
qué?, Libres para conocer la verdad, para servir al Señor y amar a los
hermanos. Libres para ser amos y señores de las cosas, de nosotros mismos; libres
para caminar con los pies sobre la tierra, con dominio propio, con dignidad[18].
El hombre fue creado por Dios por amor, con amor y
para amar… pero la verdad es que solo, y en la medida que seamos libres,
podemos conocer, manifestar y dar el amor de Dios a los demás. La experiencia
del amor de Dios es el motor de arranque de la vida cristiana y de la vida
familiar. Solo el amor llena los vacíos del corazón humano y orienta nuestra
vida hacia la Verdad, la Justicia y la Solidaridad.
Dios siempre nos ama y llena nuestra vida de
manifestaciones amorosas, liberadoras y gozosas. Todo lo bueno que tenemos y
que hacemos nos habla del amor incondicional de Dios para cada una de sus
criaturas. Nada ni nadie queda fuera del amor que Dios nos tiene. Él, nos
manifiesta su bondad por medio de nuestros seres queridos, de amigos,
familiares y por medio de acontecimientos. Por lo tanto, Dios quiere hacer de
cada uno de nosotros instrumentos de su amor, para por nuestro medio hacer
llegar su amor, su perdón, su liberación a todos los hombres, especialmente a los
enfermos, a los pobres, a los débiles, a los marginados de la sociedad.
4. ¿Cómo es el Amor de
Dios?
En Dios el amor es donación, entrega, promoción,
servicio, liberación… para que el hombre al tener de lo suyo se realice como
persona, como hijo de Dios.Los seres humanos dándose, y entregándose a los
demás para ayudarlos a realizarse como personas importantes y valiosas
comparten el amor de Dios que llevan en sus corazones. Para entender como es el
amor de Dios tenemos que abandonar criterios rancios y torcidos sobre Dios,
sobre el hombre y sobre la vida. La experiencia de Dios en nuestra existencia
nos da una nueva mirada y una nueva comprensión de la realidad: Vernos y
pensarnos como Él nos ve y nos piensa; valorarnos y aceptarnos como Él nos
valora y nos acepta para que podamos amarnos como Él nos ama. La experiencia de
Dios nos dice como es el amor que Dios nos tiene.
·
Personal y universal a la misma vez. Ama a cada uno de nosotros y ama todos los
hombres. Nadie es excluido del amor de Dios. Cristo vino y murió por todos,
buenos y malos, pobres y ricos, negros y blancos, hombres y mujeres.
·
Incansable e incondicional: Dios no se cansa de amarnos como tampoco nos pone
condiciones. Con amor paciente busca sin cansarse a las ovejas perdidas, y las
busca hasta encontrarlas. Los amores humanos son condicionados, utilitaristas y
pragmáticos, en Dios en cambio, su amor es incondicional. Nos ama, a pesar de
que hagamos cosas malas, y aún, sabiendo que lo vamos a rechazar.
·
Eterno e infinito: no tiene límites y no cambia, nos ama siempre y hasta siempre. El
corazón de Dios es como un mar inmenso de amor. No podemos abarcarlo ni tocar
fondo, pero su voluntad es que los hombres nos sumerjamos en el mar de su amor,
nademos en él y nos empapemos con su gracia.
Dios quiere dar al hombre un corazón grande en el
cual habite la bondad, la justicia, la paz, el gozo… Sólo cuando Dios ensancha
nuestro corazón, podemos salir de nosotros mismos para ir al encuentro del
amor… aceptando que somos dones de Dios para el Mundo, para la Iglesia, para la
sociedad… El hombre se realiza en la medida que camine en la vida con un
corazón lleno de amor, como fuerza que lo hace darse y entregarse al estilo del
Buen Samaritano[19],
como don de Dios para los demás.
¿Será suficiente con saber que Dios es amor y nos
ama?, ¿Perdona el Señor nuestros pecados, aún a pesar de nuestra voluntad?,
¿Qué es lo que impide que experimentemos el amor que Dios nos tiene? La
respuesta siempre será personal, cada uno responde desde su libertad. Dios a
nadie obliga a creer en Él y aceptar sus dones, el hombre decide.
Conclusión
El sentido de alteridad
finalmente tiene como meta, además de la construcción de una comunidad fraterna,
solidaria, y siempre proyectada a promover la preocupación mutua, la
reconciliación continua y el compartir permanente, tanto entre individuos como
entre los pueblos y las naciones. Comunidad cimentada en las columnas de la verdad,
la bondad y la justicia (cfrEf 5, 9); fundamentos esenciales de la civilización
del amor, única prueba de que la perspectiva de Alteridad es eficaz. Misión
ardua y difícil, pero el que tiene fe en sí mismo, en los demás y esperanza en
la vida, es capaz de contribuir con un cambio personal de dimensiones
trascendentes a edificar un mundo más humano.
Lo anterior es posible
cuando el hombre toma su vida en serio y se decide por encontrar o darle
sentido a la vida, tarea ésta que el hombre puede realizar a lo largo de toda
su existencia, hasta llegar al último suspiro. Darle sentido ala vida implica a
toda la persona: inteligencia, voluntad, corazón, sentimientos, emociones, todo
el ser individual y comunitario. El rabino judío Harold S. Kushner recomienda
cultivar tres valores que irán llenando los vacío del corazón: amables,
generosos y serviciales; una lengua amable que responde a un corazón lleno de
amor; ser generosos y bondadosos en la entrega, donación de frente a los demás;
ser serviciales, siempre con la disponibilidad alegre de compartir la vida en
servicio, libre y desinteresado. El
lugar primero para ejercer estos valores es la familia, después la escuela, el
lugar de trabajo, los amigos, la comunidad, hasta llegar a los confines de la
tierra.
[1] 1
Cor. 11, 25
[2]Lc.
24, 13ss
[3]Gál
2,20
[4]
Lucas 9 , 62
[5] 2
Cor 5, 17
[6]Efesis
5, 8-9
[7]Xosé
Manuel Gutiérrez Prieto, ¿Por qué comprometerme?
[8]
Col 1, 15
[9]Jn
14, 7
[10]Jn
14 8- 9
[11]Jn
14, 6; Lc 15. 1- 31
[12]
Mt. 6,9.
[15]Lc 23, 34
[16] 2 Cor 3, 16.
[17]Gál. 5, 1
[18]Xosé
Manuel Gutiérrez Prieto, ¿Por qué comprometerme?
[19]Lc
10, 29ss
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