La exhortación de Pablo.
Iluminación. “Os exhorto, pues,
hermanos, por la misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos
como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Tal debería ser vuestro
culto espiritual. Y no os acomodéis a la forma de pensar del mundo presente;
antes bien, transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que
podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo
perfecto” (Rom 12, 1-2).
1.
Lo
primero es el amor.
“El propósito de esta exhortación
es suscitar el amor que brota de un corazón limpio, de una fe sincera y de una
conciencia recta” (1 Tim 1, 5) El amor a Cristo, a
la Iglesia y a los pobres, sólo puede habitar en un corazón redimido y
reconciliado; de una fe que para Pablo es: Confianza en Cristo (2 Tim 1, 12);
obediencia a su Palabra; Pertenencia a Cristo (Rom 14, 7) y llevar una vida
consagrada a Dios en Cristo Jesús (1Tim ).
Para Pablo estos
son los cuatro pilares de la Piedad Cristiana por la cual se “fatiga y lucha”
con la esperanza puesta en el Dios vivo, que es el salvador de todos los
hombres” (cfr 1Tim 4, 10). Esta vida de piedad nos lleva a “llenarnos de
Cristo” y a la vez a “vaciarnos de todo lo que no viene de la fe sincera”: el
pecado (cfr Rom 14, 23). Por eso con la fuerza del Espíritu habla a la
comunidad de Efeso, y hoy a nosotros: “Sepan
discernir lo que agrada al señor. No participen en las obras estériles de las
tinieblas, al contrario denúncienlas… Levántate, tú que duermes y la luz de
Cristo te iluminará. Por lo tanto cuiden mucho su comportamiento, no obren como
necios sino como personas sensatas” (Ef 5, 10- 14)
2.
La conversión
cristiana según el Apóstol.
Para el Apóstol
la purificación del corazón, la conversión y la renovación de nuestras vidas
sólo puede ser posible en la “obediencia
a la Palabra de Cristo”. Obediencia que nos pone en camino hacia la
“Plenitud” y nos hace discípulos de Cristo: sin seguimiento, sin discipulado no
conoceremos el amor de Dios que se ha manifestado en Cristo. La purificación
del corazón pide renuncias y sacrificios. Sin renuncias no hay vida, no hay
virtud, no hay libertad, no seremos servidores de Cristo, sino “de la carne”. Para
Pablo la vida nueva tiene dos dimensiones: una es negativa y la otra es
positiva:
·
Despojaos
del hombre viejo: “Despójense de su conducta pasada, del hombre viejo que se
corrompe con sus malos deseos;
·
Revestíos
del hombre nuevo: “y renuévense en su espíritu y en su mente; y revístanse del
hombre nuevo creado a imagen y de Dios en justicia y santidad” (Ef 4, 22- 24).
Ø Despojarse del
hombre viejo es quitarse el traje de tinieblas; es apartarse del pecado; es
huir de la lujuria; es darle muerte a todo lo terrenal: La inmoralidad sexual,
la pasión desordenada, los malos deseos y la avaricia…Pero ahora dejen todo
eso… (cfr Col 3, 5- 9). Con palabras del Pedro diríamos: “huyan de la corrupción para que puedan participar de la naturaleza
divina” (2 Pe 1, 4).
Ø Revestirse del
Hombre Nuevo es revestirse de Cristo: “Por
lo tanto como elegidos de Dios, consagrados y amados, revístanse de
sentimientos de profunda compasión, de amabilidad, de humildad, de mansedumbre,
de paciencia, de misericordia… que la paz de Cristo dirija sus corazones”
(Col 3, 12ss).
Ø Revestirse con
el “vestido nuevo”: “justicia, bondad y
verdad” (Ef 5, 9). Es revestirse de Cristo, con la “armadura de Dios”; es
ponerse el vestido de “Luz”. Para el Apóstol la Vida Nueva es don de Dios y
lucha contra nuestro pecado y el pecado de los demás. Por eso en su oración
pide a Dios: “Qué el Espíritu Santo fortalezca
en ustedes el hombre interior”. Y que Cristo habite en ustedes por la fe para
que puedan conocer el amor de Cristo a profundidad (cfr Ef 3, 16ss)
3.
La conversión
como lucha.
En esta lucha
Pablo nos exhorta a usar las “Armas de luz” que son las virtudes cristianas,
sin las cuales “no habrá conocimiento ni fidelidad a Dios”; estaríamos desnudos
y desprovistos de la “gracia de Dios” y sin las armas para luchar contra
nuestra pecaminosidad: Dos textos de la Escritura nos confirman la lucha
espiritual de los cristianos:
Ø “Reconozcan el momento en que viven, que ya es hora
del despertar del sueño: ahora la salvación está más cerca que cuando abrazamos
la fe. La noche está avanzada, el día se acerca; abandonemos las acciones
tenebrosas y vistámonos con las armas de la luz” (Rom 13, 11-
12).
Ø “Por lo demás, fortalézcanse con el Señor y con su
fuerza poderosa. Vístanse la armadura de Dios para poder resistir los engaños
del Diablo. Porque no estamos luchando contra seres de carne y hueso, sino
contra las potestades… Por lo tanto tomen las armas de Dios para poder resistir
el día funesto y permanecer firmes a pesar de todo” (Ef 6, 10- 13)
4.
Las armas de
Pablo.
Para
el Apóstol, “Revestirse de Cristo”, es configurarse con él; es tener su mente y
sus sentimientos, sus preocupaciones y sus luchas, sus intereses y los criterios
de Cristo Jesús (cfr Flp 2, 5). Pablo pudo decir “Mi vida es Cristo” porque la misma vez, Cristo es el centro de su
vida, es su salvación, su justicia, su sabiduría, su redención, su consagración
y redención (1 Cor 1, 30).
5.
¿Cómo logró
Pablo este crecimiento espiritual?
¿Cuál
es la clave del Apóstol? Tres son sus armas poderosas, verdaderas armas de Luz:
a)Una mente iluminada por la Verdad. b)Una voluntad firme, férrea y fuerte. c) y
un corazón lleno de amor para amar a Cristo y a la Iglesia. ¿Cómo puede esto
hacer realidad? Con la fuerza del Espíritu Santo y nuestros esfuerzos,
renuncias y sacrificios, es decir, con la “Gracia de Dios” y nuestra
colaboración: “Por eso te recuerdo que
avives del don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos. Porque el
Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de cobardía, sino de fortaleza,
de amor y templanza” (2 Tim 1, 7). La mezcla de la “gracia y nuestras esfuerzos
y renuncias, dan a luz: una voluntad
firme, férrea y fuerte para amar a Dios y al prójimo al estilo de Pablo.
Voluntad que queda manifiesta en las “armas de Dios”:
Ø Cíñanse con el
cinturón de la verdad,
Ø Vistan la coraza
de la justicia,
Ø Calcen las
sandalias del celo para propagar la Buena Nueva de la paz,
Ø Tengan siempre
en la mano el escudo de la fe,
Ø Pónganse el
casco de la salvación,
Ø Empuñen la
espada del espíritu que es la Palabra de Dios, y
Ø Vivan orando y
suplicando, oren en toda ocasión, animados por el Espíritu (Ef 6, 14ss).
6.
A modo de
conclusión.
No basta la sola
fe, como tampoco basta tener buenos propósitos, la fe sincera pide frutos: el
amor, la paz, el gozo… (Gál 5, 22). La fe sincera pide descendencia: “los
buenos hábitos, el conocimiento, la templanza, la justicia, la tenacidad, la
piedad, el amor fraterno y la caridad (2 Pe 1, 5- 8). “Quien tenga estas cosas abunda en el conocimiento de Dios, quien no
las tenga está ciego y corto de vista y ha olvidado la antigua purificación de
sus pecados” (2 Pe 1, 9ss).
La fe sin obras
está vacía y muerta, y el creyente se encuentra sin Dios, a merced de las
fuerzas desintegradoras del mal. Recordemos las palabras del Maestro: “Sólo unidos a mí podéis dar fruto, sin mí,
nada podéis hacer” (cfr Jn 15 4- 7)
Oración: Que el
Espíritu que realizó la “Obra perfectísima de la Encarnación”, realice hoy en
nosotros nuestra configuración con Cristo. Y que María, Nuestra Madre y Señora,
nos lleve a Cristo su Hijo, para revestidos de su gloria podamos ser los
hombres y las mujeres que la Iglesia necesita.
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