El que tenga
dos túnicas que tenga una al que no tenga
En contexto histórico
Profetas como Isaías, Jeremías,
Zacarías, Habacuc, Sofonías, entre otros
son profetas de la esperanza. Es cierto que, por un lado, denuncian los pecados
del pueblo y posibles castigos, pero por otro lado, anuncian caminos de
liberación y de esperanza; no obstante, la opresión que sufre el pueblo por la
mano de las potencias extranjeras, pronto, muy pronto Dios actuará en la
historia a favor de Israel, le enviará un poderos salvador:
“Consuelen, consuelen a mi
pueblo…hablen al corazón de Jerusalén y
dígale que ya terminó el tiempo de la servidumbre…preparen el camino del señor
en el desierto” (Is. 40.1sss)
“Canta, hija de Sión, da gritos
de júbilo, Israel, gózate y regocíjate de todo corazón Jerusalén.” (Sof. 3, 14)
“Alégrate Jerusalén por que tu Rey viene a ti”. “No temas Sión, el Señor tu
Dios, tu poderos salvador está en medio de ti”. El goza y se complace en ti; él
ama y se llenará de júbilo por tu causa, como en los días de fiesta”. (Sof. 3,
18).
La promesa del Mesías se encuentra
ya desde las primeras páginas de la Biblia (Gén. 3, 15) cuando nuestros
primeros eran arrojados del Paraíso, salen llevando con ellos una Promesa: “un
día, el día del Mesías será posible volver a la Casa del Padre, a la tierra que
mana “leche y miel”, es decir paz y dulzura espiritual. Abraham recibe también
la Promesa de una gran “descendencia” (Gn. 12, 1-5). Los Reyes, especialmente
David recibe la promesa de una “Dinastía eterna”. Todos los profetas hablan del
Cristo de Dios, en su día los sordos podrán oír, los ciegos, ver, los cojos
caminar y los mudos podrán hablar…quien puede negar que este mensaje de
esperanza no es también un mensaje de alegría: “grita lleno de gozo mensajero:
“Aquí está tu Dios. Aquí llega el Señor, lleno de poder, el que con su brazo lo
domina todo”.
El último de los profetas del
Antiguo Testamento, Juan el Bautista será quien lo señala entre los hombres y
quien prepara sus caminos: el Reino de los cielos exige esfuerzo y los
esforzados lo conquistaran”. Palabras que nos hace pensar que la alegría
cristiana es don y conquista, pero que sobre todo, tiene como fundamento al
mismo Señor (1 Cor . 3, 11)
La esperanza mesiánica es encarnada por un pequeño grupo
llamado: “El resto fiel”. Una reducida minoría que esperaba una liberación
espiritual que solo podría venir de Dios, y vino a los suyo como cumplimiento
de las promesas del Padre a los Patriarcas de Israel, pero los suyos no
creyeron en él.(Jn 1, 12). En este contexto de espera se oye la voz que clama
en el desierto, la voz del alegre Mensajero: “Lo tortuoso será derecho, los
caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios”
(Lc. 3)
El Texto Evangélico
En aquel tiempo la gente
preguntaba a Juan Bautista: “¿Qué debemos hacer?”. Él Contestó: “Quien tenga
dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga
lo mismo”.
También acudían a él los publicanos
para que los bautizara, y le preguntaban: “Maestro, ¿qué tenemos que hacer
nosotros?” Él decía: “No cobren más de lo establecido”. Unos soldados le
preguntaron: “Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?” Él les dijo: “No extorsionen
nadie ni denuncien a nadie falsamente, sino conténtense con su salario.”
Como el pueblo estaba en expectación
y todos pensaban que quizás Juan era el Mesías, Juan los sacó de dudas,
diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más
poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. El
os bautizará con Espíritu santo y Fuego. Él tiene el bieldo en la mano para separar el trigo de la paja; guardará el
trigo en su granero y quemará en un fuego que no se extingue”..
Con éstas y otras muchas
exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva (Lc 3, 10- 18).
El sentido pastoral.
Juan Bautista poseedor del
espíritu de Elías, es también maestro que enseña a vivir. Su Palabra es como el
martillo y como el fuego, descubre y desenmascara, pero también sana y consuela.
Se oye en el desierto y no en el Templo de Jerusalén; hace referencia a la vida
y no simples ritos que eran el centro de la religión judía. Juan bautiza, pero
su bautismo exige la confesión de los pecados y el cambio de vida. Juan no se
predica a sí mismo sino a uno que vine detrás de él. Su bautismo está en
referencia a otro bautismo:
“En Espíritu Santo y Fuego”. Juan,
no se sitúa al nivel de Jesús: “No soy digno de desatar loas correas de sus
sandalias”. De frente a Jesús dirá: “es necesario que yo disminuya para que él
crezca” (Jn. 4, 30). La palabra de Bautista, ungida con la unción de Dios, toca
los corazones de sus oyentes que vienen de todas partes y de todos los niveles
sociales a oírlo, existen grandes expectativas. “No soy el Cristo, yo bautizo
con agua, Él os bautizará con Espíritu Santo y Fuego”. ¿Qué tenemos que hacer
es la pregunta de un pueblo que ha sido iluminado con la Palabra de Verdad.
Tres cosas que se entrelazan una con la otra y que se apoyan mutuamente:
¨
El reconocimiento de los pecados personales.
¨
El arrepentimiento y
¨
la confesión de los pecados.
Tres realidades que cuando se dan
en corazón ponen al hombre en camino. Por un lado sus pecados son perdonados y
por el otro aparece ahí la vida que se manifiesta en obras concretas, llamadas
hoy día frutos del Espíritu Santo, Obras de Misericordia o Frutos de la fe.
¿Qué tengo que hacer?- “Quién tenga dos túnicas, quien tenga bienes de fortuna,
que haga el bien”. Es el camino para vencer el mal; para salir del
individualismo, de la avaricia, de la soberbia, etc. Es el camino que nos hace
responsables: No extorsionen; no practiquen la injusticia, ni el fraude, no
sean corruptos, con otras palabras nos dice; “No se prostituyan”. El Mensaje de
Juan es una invitación volver la mirada al “destino universal de todos los
bienes”: “Dios creó todo para todos”. Juan repite el mensaje de Isaías: “Id y
aprended hacer el bien y a rechazar el mal” (Is 1, 16). No bastan los golpes de
pecho…la invitación es pensar que “todo hombre es como la hierba del campo” que
nace crece, se marchita y se seca…sólo la Palabra…solo Dios basta (cfr 1 Pe,
24-26.
Hoy podemos preguntarnos ¿Qué
estamos haciendo por nosotros mismos? ¿Cuál es el fundamento de nuestra
alegría? ¿de qué tenemos que desprendernos?. Quizás de maneras de pensar
negativas, pesimistas o derrotistas. Tal vez de actitudes maléficas de envidia.
odio, venganzas, o de círculos viciosos fruto de hábitos malos: alcoholismo,
complejos de culpa o de inferioridad. Otras veces, solo pensamos en nosotros
mismos: somos egoístas e individualistas, no nos preocupamos por otros que
pueden estar en situaciones no muy favorables para los demás.
¿Qué has hecho? Primero por ti
mismo, después por los demás, padres, hijos, familiares compañeros, colegas,
amigos, pobres, necesitados, niños de la calle, enfermos, presos. Que no seas
de aquellos que dicen; “estando yo bien los demás allá ellos”, o de los que
dicen: “Me valen los demás”.
Hoy no tiene que ir al Jordán a
escuchar “La Voz” que clama en el desierto, esa Voz se escucha en tu propio
corazón. Hoy no tiene que ir al Jordán para que tus pecados sean perdonados,
basta con que busques a un sacerdote y por medio de él recibir el perdón de
Dios y reconciliarte contigo mismo, con Dios y con tu Iglesia.
Hoy tu puedes escuchar la voz de
tu conciencia que clama de ti un servicio a tu prójimo, un bien a favor de los demás. Algo que tienes que otros pueden
darle uso.
Hoy puedes preguntarte: ¿Qué
cualidad o valor tienes que pueda hacer feliz a otros? La respuesta la
encontraras al ponerte en camino, orientando tu vida hacia Dios, siguiendo las
huellas de Jesús (cfr 1 Ts 1, 9). En fe ir al encuentro de los demás y darte a
ellos…eso es cristianismo. Sin compartir… la fe cristiana es celebrada con
espíritu pagano. La fe sin amor es estéril, vacía y muerta, según las palabras
de Santiago (2, 14)
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