FORMAR EN EL AMOR A LA VERDAD.
Objetivo:
Resaltar la importancia que existe en el educar en la verdad y para poder
llevar una vida íntegra, cultivando los valores del Reino y crecer como
personas en la entrega por amor a los demás.
Iluminación: Pero los hombres malos e
impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.
Tú, sin embargo, persiste en las cosas
que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de
quiénes las has aprendido; y
que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar
la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús (2 Tim 3,
14ss).
La educación de los jóvenes en
la fe debe estar basada en el encuentro directo y personal con el hombre, en el
testimonio –es decir, en la auténtica transmisión de la fe, de la esperanza, de
la caridad y de los valores que derivan directamente de ellas- de persona a
persona (Benedicto XVI. Discurso, 26 de noviembre del 2006).
1.
Lo
que Dios quiere
Dios
desea que todo hombre experimente la salvación gratuita e inmerecida que Él ofrece
a todo ser humano. Así lo ha expresado
el apóstol Pablo: “La voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la Verdad” (cfr 2 Tim 2, 4) ¿Cómo pueden llegar los
hombres al conocimiento de la Verdad? La respuesta la encontramos en la
evangelización, la predicación de la Palabra de verdad (Jn 17, 17) que es la
Palabra de Cristo (Rm 10, 17), capaz de llevarnos a la salvación por la fe en
Cristo Jesús (2Tim 3, 14). Desconocer está Palabra es desconocer al mismo
Cristo (San Jerónimo).
La
Palabra de Dios es manifiesta con claridad la “Voluntad de Dios” que debe ser
aceptada con conciencia responsable y libre para poder llevar una vida digna de
Dios y como seres humanos, creciendo en conocimiento de Dios, mediante la
práctica de las virtudes que nos revisten de Jesucristo: La Verdad, la
justicia, la Libertad y el Amor (cfr Col 1, 9-12).
2.
El
encuentro con Cristo.
El
amor a la Verdad nace del Encuentro con Cristo. Encuentro liberador y gozoso
que se convierte en el “motor de la vida cristiana”. Del Encuentro con Cristo
en la fe (Que hace de la fe una experiencia de vida), nace el gusto por la
Palabra, por la oración y por el servicio, como expresión de la caridad. “Sólo
tú tienes palabras de vida eterna”, le dijo Pedro a Jesús (Jn 6, 68)
La
primera comunidad de Jerusalén reunía cuatro características que le dan el
derecho de ser modelo y figura para toda comunidad cristiana: “Asistían
asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión fraterna; a las
oraciones y llevaban una vida centrada en la Eucaristía. Todo lo tenían en
común y partían el pan con alegría” (Hech 2, 42ss). De la experiencia de la
primitiva comunidad podemos afirmar que “El amor a la verdad” implica y exige
educar la inteligencia, la voluntad y el corazón del hombre en la práctica del
amor a la verdad.
“La
verdad es la fuerza del amor” que abre la conciencia de los hombres a
relaciones recíprocas de libertad, de responsabilidad y corresponsabilidad.
Educar en la verdad para que seamos hombres y mujeres apasionados por la vida,
por la causa del Reino. Apasionarse por la verdad es comprometerse totalmente y
orientar al hombre con todas sus facultades en la búsqueda de lo real, de lo
firme, de lo seguro, de lo verdadero, es decir, de la verdad, que no atropella,
ni se impone, sino que respetando lo que es propio de cada ser humano, cuestiona
e invita a ser auténticos, sinceros y leales. El amor a la verdad compromete la totalidad de la
existencia. De esta manera los cristianos viven su propia libertad, con
responsabilidad y solidaridad.
3.
Las
fuentes de la verdad.
Formar en el amor a la Verdad nos pide volver
la mente, la mirada y el corazón a las “Fuentes de la enseñanza cristiana”.
Fuentes de luz y de verdad que iluminan la realidad, la historia y la
existencia personal de los creyentes para darnos principios de reflexión,
criterios de discernimiento y líneas de acción. Las fuentes son: La Sagrada
Escritura, leída y meditada a la luz de los Padres de la Iglesia, la enseñanza
del Magisterio de la Iglesia y el corazón traspasado de Cristo; fuente de
redención, de purificación y de santificación.
Formar en el amor a la verdad debe llevar a la misma vez, a la renuncia
y al rechazo de la mentira, del odio, del fraude, de la manipulación y de toda
injusticia (1Pe 2,1; 2 Pe 1, 4b).
4. Criterios de formación.
·
Pensar la verdad. ¿Para qué pensar la verdad? Los criterios puramente
humanos llevan a dar la espalda a la verdad. Pensar la verdad para sacar de la
mente todos los criterios patriarcales, machistas, feministas, consumistas,
conformistas o totalitaristas; pensar la verdad para forjar nuevos criterios
para ver a todo ser humano, como un fin en sí mismo, como una perla preciosa.
Pensar la verdad para que el hombre se
haga más inteligente, ponga orden en su vida y la construya sobre la jerarquía
de unos valores, sin los cuales no sería más que un simple bosquejo de persona.
Para la Biblia, inteligente es aquel que sabe vivir, por eso, pensar la verdad nos
lleva a la creación de nuevas actitudes y hábitos, como la lectura de una buena
literatura y el cultivo valores, de
nuevas y provechosas amistades.
·
Honrar la verdad. ¿cómo honrar la verdad? Honras la verdad cuando
reconoces tu propia dignidad y la dignidad de los demás. Honras la verdad
cuando te valoras por lo que eres. Cuando te piensas y te miras con amor;
cuando te aceptas como eres y te proyectas buscando una mejor calidad de vida.
Honrar la verdad es respetar a la persona en su dignidad, a la familia, a los otros en su realidad
individual y social. Es reconocer y aceptar a los otros como personas
importantes, valiosas y dignas. El hombre que honra la verdad ha aprendido a
identificar y distinguir entre el bien y el mal. El tiempo de que llamaba bueno
a lo malo y a lo malo bueno, ha quedado atrás. Quien no camina en la verdad, es
un ciego que no reconoce la dignidad propia ni de otros.
·
Hablar la verdad.“Fuera de tu mente y de tus labios toda mentira” (Ef 4,
25). Fuera juicios despectivos y condenatorios sobre los demás (Mt 7,1ss).
Hablar la verdad es hablar bien de la mujer y del varón, de su vocación y
misión, de sus derechos y de sus deberes, de sus cualidades y talentos. Es
hablar bien de todo ser humano. Quien habla la verdad su lengua es limpia,
amable y veraz. El que habla la verdad evita toda conversación estéril; todo vocabulario impuro
y mordaz; los chistes en doble sentido y las burlas a los demás desaparecen de
sus labios. Las palabras groseras a la luz de la verdad pierden todo sentido al
igual que las críticas y las acusaciones.
·
Caminar en la verdad. ¿Qué significa caminar en la verdad? Significa reconocer
que no fuimos creados para llevar una vida arrastrada, permitiendo que otros
sean los que piensen y que decidan por nosotros. Arrastrarse es dejar que otros
hagan tu historia; que seas manipulado y usado sólo como instrumento de placer
o de trabajo. Caminar en la verdad es poner tus dos pies sobre la tierra y
caminar con tu cabeza en alto, con dignidad, siendo protagonista de tu propia
historia. Caminar en la verdad implica rechazar todo lo malo, es decir, todo
aquello que impida que te realices como persona. Implica también cultivar la
belleza, la unicidad, la bondad y la verdad que hay en cada ser humano. Camina
en la verdad todo el que ama; el que es generoso y servicial; el que comparte
su “bien” movido por el amor fraterno; el que es solidario con todos y está
siempre dispuesto a lavar los pies a los enfermos y desprotegidos. Ese es el
que camina en la verdad.
·
Defender la verdad. ¿Qué significa defender la verdad? Significa respetar y
defender los derechos de toda persona, de todo ser humano. Es ayudarle a
remover los obstáculos que impiden que
realice su ser de mujer o de varón. Defender la verdad es abrirle a la
mujer y al hombre campos de acción para que desarrollen sus capacidades de ser
ellos mismos, como individuos, esposos, padres, profesionistas…como personas
capaces de amar, donarse y entregarse. Defender la verdad es comprometerse en
la defensa de los “Derechos Humanos”, sin la búsqueda de intereses personales,
sino, movidos por “el hambre y sed de justicia” que brotan de un corazón que ha
echado raíces en la solidaridad humana.
·
Enseñar la verdad. Es el camino para humanizar la educación, la economía, la
política y la religión. Es el enseñar el arte de la personalización que ayudará
a descubrir y realizar el sentido de la vida. Evitando toda cosificación,
instrumentalización y manipulación, para poder llevar una vida digna.
5. Formar
mujeres y hombres nuevos en Cristo.
Tarea que exige dedicación, tiempo, esfuerzo, mente, corazón, desvelos,
renuncias y sacrificios para llevar la semilla de la Palabra de Dios y
sembrarla en corazón de las personas y de las culturas, para iniciarlas en un
proceso de renovación de la mente, de la voluntad y del corazón que lleva a hombres
y mujeres a la conformación de sus vidas
con la de Cristo. Para esta tarea evangelizadora, muchos hombres y mujeres
hemos sido llamados en la Iglesia: “Evangelizar, es para la Iglesia, el arte de
enseñar a vivir en comunión”. Comunión con Dios, con los hombres, consigo mismo
y con la naturaleza. “Evangelizar es sembrar en el corazón de los hombres la
semilla de la verdad, del amor y de la justicia”. Veces se siembra y veces se
riega, pero siempre se siembra y se riega con la Palabra de Dios; Palabra
poderosa, capaz de cambiar nuestros corazones de piedra en corazones de carne.
La Palabra de Dios es semilla de verdad y semilla de amor recibidas por el
hombre como regalo de Dios en la mente y en el corazón.
6. Con
la fuerza de la Palabra.
Los Obispos Mexicanos, apoyándose en el Documento de Aparecida, nos han
presentado un itinerario espiritual para alcanzar este hermoso objetivo:
·
Desarrollar en
nuestras comunidades el proceso de iniciación cristiana con base en el Kerigma,
para que guiados por la Palabra de Dios los hombres sean llevados al encuentro
con Jesucristo y a una conversión del corazón, al discipulado, a la inserción
eclesial y a la madurez en la fe mediante la práctica de los sacramentos, en la
vivencia de la caridad y en el compromiso misionero (Doc de Aparecida, no.
289).
·
Implantar un
proceso catequético permanente, orgánico y progresivo, que abarque toda la
vida, sus distintas etapas y situaciones; que no se limite a la formación
doctrinal, sino que sea una verdadera escuela de formación (Doc. De Aparecida,
no. 294).
·
Acompañar a los
discípulos de Cristo en el camino de la perseverancia para que permanezcan en
el amor (Jn 15, 9), a través de la experiencia del encuentro con el Señor en la
lectura y meditación de la Palabra, en la oración, en la activa y fructuosa
participación de la liturgia, en la vivencia comunitaria y en el compromiso
apostólico, con especial atención en los que más sufren y a los pobres.
(Benedicto XVI, Caritas in Veritate, no. 15)
·
Aprovechar la
riqueza de la Doctrina Social de la Iglesia como instrumento de Evangelización
que educa en las virtudes sociales y políticas.El discípulo de Jesucristo se
inserta en la vida social, para ser en ella sal y fermento, de manera que las
estructuras que organizan la convivencia social estén siempre impregnadas por
los valores evangélicos de la libertad, el amor, la justicia y la caridad que
son valores fundamentales de la convivencia humana. (Juan XXIII, carta
encíclica Pacem in terris, no 37)
·
Fomentar en los
discípulos misioneros de Jesucristo que asuman responsablemente su compromiso
como ciudadanos para construir un orden social justo, cuidar de la creación y
construir la paz.
·
Buscar formas de
acompañamiento de la vida interior de las personas. En medio de una sociedad
que fácilmente lleva al hastío, al sentimiento de vacío… que ofrece como bien
el camino del consumismo, de la droga…
·
Fomentar el amor a
la verdad. La fe adulta se expresa “viviendo con verdad y amor” (Ef 4, 15) (Que
en Cristo nuestra paz México tenga vida digna, CEM, Pág 69- 70).
7.
Nuestro compromiso en las escuelas.
·
Promover la
educación en el amor y para el amor. Educar significa dar algo de sí mismo y ayudar
a otros a superar los egoísmos y así hacerse capaces del auténtico amor.
·
Promover la
educación en la verdad y para la búsqueda sincera de la verdad. Esto supone
ayudar a encontrar el sentido del dolor y del sufrimiento como elementos
constitutivos del amor.
·
Formar en el
equilibrio adecuado entre libertad y disciplina. Sin reglas de comportamiento y
de vida no se forma el carácter y no se fortalece para superar las pruebas de
la vida.
·
Alentar a los
educadores a asumir responsablemente el rol de autoridad en la tarea educativa.
Lo que exige coherencia de vida e involucrarse personalmente.
·
Alentar la
esperanza, pues esta es el alma de la educación. La esperanza que se dirige a
Dios, tiene un sentido comunitario e universal.
8.
Nuestro compromiso cristiano.
·
Potenciar el papel
de la familia en la construcción de la paz. “La familia es vehículo
privilegiado para la trasmisión de aquellos valores religiosos y culturales que
ayudan a la persona a adquirir su propia identidad” (G. S. no. 47). Los grandes
promotores de la paz y justicia se forjan en la familia.
·
Formar en el
respeto de la dignidad de cada persona y en los valores de la paz para por
erradicar la injusticia y la opresión de nuestras vidas.
·
Promover el
establecimiento de distintas instancias de servicio y promoción a la familia.
Como pueden ser centro de acogida y escucha para acompañar a las familias
afectadas por inesperadas y graves adversidades.
·
Impulsar leyes que
estén orientadas a promover el bienestar de la familia.
·
Que nuestra acción
pastoral esté orientada a formar patrones de conducta en las relaciones
familiares que estén fundamentadas en el respeto, la paz y en la justicia.
Fuera toda violencia, toda agresividad, toda injusticia.
·
Promover en los
discípulos de Jesús el trato digno y respetuoso hacia todas las mujeres.
Acompañándolas y promoviéndolas para que sean promotoras de una nueva nación.
·
Desarrollar
acciones preventivas y curativas para las víctimas de la trata de personas.
·
Trabajar, tutelar y
promover la dignidad y derechos inalienables de los niños y de las niñas.
·
Promover la
pastoral de la infancia, de la adolescencia y de los jóvenes. Enseñándoles a
amar la verdad, a discernir entre lo bueno y lo malo, conocer lo justo, lo
noble, lo virtuoso; a reconocerse como personas con una dignidad inalienable;
ayudándoles a desarrollar su creatividad y a cultivar los valores y la virtudes
del Reino de Dios que les permitan superar las tentaciones de la droga, del
alcoholismo, y de todas las formas de violencia. (Qué en Cristo nuestra Paz México
tenga vida digna. CEM, págs. 73- 76).
Reflexión por grupos.
Plenario para compartir experiencias.
Oración individual y comunitaria.
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