La enseñanza de Jesús.
Objetivo:
Profundizar
en el conocimiento del Proyecto de Dios a favor de toda la Humanidad, para
poder tomar la firme decisión de seguir a Cristo y vivir como él vivió
Iluminación:
Y mientras ellos iban por el camino, uno le dijo: Te
seguiré adondequiera que vayas. Y Jesús le dijo: Las zorras
tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene
dónde recostar la cabeza. A otro dijo: Sígueme. Pero él dijo: Señor,
permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre.…(Lc 9, 57ss)
1.
Jesús
enseña sobre el “don de Dios”.
Jesús de Nazaret, es un buscador de perlas preciosas, de corazones rotos,
de vidas destruidas. Es también Aquel que se deja encontrar, se hace el
encontradizo. El Evangelio de Juan nos habla de su encuentro con una mejor
conocida como la samaritana, mujer que había ido de hombre en hombre, de
experiencia en experiencia en búsqueda de la felicidad. El Señor, sentado en brocal del pozo de
Jacob, la espera, le dirige su palabra, le hace una petición: “Dame de beber”.
Ella se niega y le recuerda que la enemistad que existe entre judíos y
samaritanos. Jesús no se da por vencido y vuelve a decirle: “Si conocieras el
don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te
daría agua viva” (Jn 4, 1ss). El don de Jesús es el Agua Viva, el don de su
Espíritu. A eso ha venido de junto al Padre, a traernos al Espíritu Santo, o
como dijo el Papa Benedicto XVI: “Ha venido a traernos a Dios”.
Jesús Maestro enseña con
sus palabras, con sus milagros, exorcismos y con su vida. Su vida misma es una
parábola: se sienta a la mesa con pecadores para enseñarnos que los pecadores,
también son llamados a sentarse a la Mesa con el Padre Celestial. Jesús se hace
amigo de pecadores, para enseñarnos que Dios quiere ser amigo de todos. La
Buena Nueva de Jesús llena de aliento a los excluidos, también ellos son invitados
al “Banquete de Bodas” (Mt 9, 10- 13; Mc 2, 15- 17).
Jesús habla con toda
verdad: “Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso
el camino que lleva a la perdición” (Mt 7, 13) El camino que lleva a la vida es
angosto porque al hombre que quiera caminar en él, y entrar por la “puerta
estrecha”, no se le entregan las cosas hechas, se entrega la semilla, para que
cultive, trabaje la tierra y llegue un día a comer los frutos de la cosecha.
Esto exige esfuerzos, purificación, cultivo de buenos hábitos; de virtudes y
valores, especialmente, los valores del Reino. El camino es estrecho por que exige esfuerzos, dedicación, empeño y
corazón. El sentido de la vida no está expuesto a la charlatanería o la
simple curiosidad. El pueblo dice que Dios dijo: “Ayúdate que yo te ayudaré”.
Yo nunca lo he encontrado en la Biblia, sin embargo está cargado de una gran
verdad: “Dios no hace por ti, lo que tú puedas hacer por ti mismo” (San Agustín).
Dios no hace milagros donde el hombre puede dar una respuesta.
Jesús sana y libera a
los hombres, para luego ponerlos en camino: “Levántate toma tu camilla y vete a
casa” (Mc 2, 11) Cada milagro, cada sanación, cada exorcismo que el Señor hace
a favor de una persona, es una “enseñanza” con la cual nos dice que el reinado
del mal, ha llegado a su fin; para dar lugar al reinado de Dios. “Si los
demonios son el expulsados por el Dedo de Dios, significa que el Reino de los
cielos ha llegado a Ustedes” (Lc 11, 20)
Hoy día muchas son las
personas que en todo le echan la culpa a los demonios, razón por la que recurren
a los Ángeles en busca de protección. Pero no sólo a los Ángeles, sino también
a toda clase de agoreros y adivinos, lo que está prohibido en la Biblia (Dt 18,
12ss) ¿Dónde queda la libertad del hombre? ¿Está o no está llamado a ser
protagonista de su propia historia? ¿Dónde queda su responsabilidad? Gastan,
derrochan y se complican la vida, para luego exigir un milagro que solucione
sus problemas económicos. Legiones de hombres y mujeres llenan hoy día las
casas de gurús, brujos, adivinos, espiritistas, espiritualistas y charlatanes
esperando que les arreglen la vida, les adivinen el futuro, les ayuden a
conseguir fortunas, les den protección contra las fuerzas oscuras y les quiten
su dinero. Si sólo escucháramos la Palabra de Jesús: “Éfetta”, es decir, “ábrete”
a la Palabra, a la acción del Espíritu; ábrete a la verdad, a la voluntad de
Dios; el resultado sería un “hombre nuevo”, regenerado y reconstruido. Marcos
nos describe con detalle lo que Jesús hizo con el endemoniado de Gerasa: lo
liberó de una legión de demonios, y el que antes era el terror de la comarca,
ahora lo encuentran sus paisanos: sentado, vestido y en sano juicio; es un
hombre dispuesto a seguir a Jesús; quiere ser de su grupo, Jesús, sencillamente
lo envía como su primer misionero a tierra de paganos (Mc 5, 1ss).
1.
La
ignorancia religiosa
El apóstol Pablo nos ha
dicho con toda claridad: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen
al conocimiento de la verdad” (2 Tim 2, 4) ¿Cómo pueden llegar los hombres al
conocimiento de la verdad? La respuesta a esta pregunta siempre será: “por medio
de la evangelización y de la catequesis de la “Palabra de verdad” (Jn 17, 17)
El Apóstol nos dicho con toda certeza: “El hombre con mente embotada no puede
conocer a Cristo” (Ef 4, 17). La mente embotada es aquella que está revestida
de tinieblas: mentira, falsedad, y toda clase de maldad. No dudemos en decir
que la “ignorancia religiosa” es causa de perdición para mucha gente que
desconoce la verdad del Evangelio, que se niegan a ser protagonistas de su
propio destino y constructores de su propia historia; personas que evaden su
realidad para poner su vida en las manos de oportunistas y de charlatanes.
Digamos con toda
certeza: Dios quiere que todo hombre sea protagonista de su propio destino (cfr
Eclo 15, 15s); que tome las riendas de su vida en sus manos, camine con los
pies sobre la tierra, con su mirada puesta en el futuro, pero, dando
respuestas, hoy, a cada momento de su existencia; con otras palabras, Dios
quiere que todo hombre se haga responsable de sí mismo, para que luego llegue a
hacerse responsable de los demás, especialmente, de los menos favorecidos.
Dejemos de culpar a otros por todos nuestros fracasos. Muchos culpan al
gobierno, a los padres, a la iglesia, a los demonios, de esta manera se auto
justifican y tratan de esconder su mediocridad, su falta de juicio y su falta
de proyección.
2.
¿Qué
se entiende por demonio en la época de Jesús?
Todos los estudiosos
modernos de la Biblia, tanto católicos como no católicos, están de acuerdo en
decir que en la época de Jesús se le llama demonio a toda realidad que impide
que el reino de Dios crezca en el corazón de los hombres y a la vez, hacer que la
vida del hombre se convierta en sepultura, en caos, en vacío, en tinieblas. ¿De
qué demonios se trata? ¿Se trata de debilidades humanas o de seres
espirituales? ¿Se trata de barreras y obstáculos que serían ausencia de bien,
de luz, de verdad o realmente serán mensajeros del Mal que vagan por el mundo
para la destrucción de los hombres? La Iglesia nos ha dicho que quien niegue la
existencia del Demonio, se sale de la enseñanza de la Iglesia. Pablo VI dijo:
El Demonio es un ser espiritual, perverso y pervertidor”. Por lo pronto,
confiando en la enseñanza de la Escritura y de la Iglesia, me propongo en esta
reflexión presentar lo que Dios nos ha propuesto, hablando del Paraíso:
“Protégelo y cultívalo” (Gn 2, 16).
Dios quiere que todo
hombre sea jardinero, cultivador de su propio corazón, de su propia historia,
de su propio destino. Sólo entonces entenderemos la advertencia que nos hace
San Pablo: “No descuides el don de Dios” (2 Tm 1, 7). Jeremías dice a sus
contemporáneos y hoy nos dice a nosotros: “Cultiven el barbecho del corazón”
(Jer 4, 3). A la luz de estas recomendaciones podemos entender la seriedad de
las palabras del Apóstol: “El que no trabaje que no coma” (2 Ts 3,10). “El que
robaba, no robe más, y póngase a trabajar honestamente con sus manos para ganar
algo y poder ayudar a los necesitados” (Ef 4, 28). Tomar en serio la vida es
comprometerse con el Plan de vida que Dios: “Aborrezcan el mal y amen
apasionadamente el bien” (Rom 12, 9) Teniendo presente la exhortación del
Apóstol Pablo: “No te dejes vencer por el mal, al contrario, vence con el bien
al mal” (Rom 12, 21).
3.
¿Cuál
es el daño que hacen?
Descuidar el don de
Dios, abandonarlo o enterrarlo, equivale a dejar que los vicios o los demonios
invadan la casa para que hagan de ella: “Una cueva de ladrones”, en vez de lo
que debería ser: “Una casa de Dios” (Jn 2, 16); descuidarlo, no protegerlo o
abandonarlo equivale a dejar que los obstáculos nos desvíen del camino; los
vacíos existenciales o las realidades negativas, dependiendo del nombre que se
les quiera dar, hagan de la vida del hombre, un caos, confusión, sepultura.
Demonios, vicios o debilidades, son enemigos a vencer, erradicar, superar y
echar fuera para que no obstruyan el proceso del crecimiento humano. Demonios
serían entonces los que estorban a las personas para que no lleguen ni alcancen
su realización personal y comunitaria. ¿Serán los que confunden, meten miedo,
dividen, aplastan, destruyen y dan muerte? ¿Será su acción el desviar a los
hombres del “Camino” que lleva a la Casa del Padre, como también obstaculizar
el camino para que no se alcance la realización personal y comunitaria? De lo
que sí estamos seguros de la estrategia del mal. Se hace pasar por ángel de luz
para impresionar e impactar a sus víctimas. La obra de Dios la hacen aparecer
como mala, aburrida, tediosa y sin sentido; mientras que lo malo lo hacen
aparecer como lo bueno, lo útil, lo que hace feliz. (cfr 2 Cor 11, 14)
Podemos hablar de los
demonios de la fama, del prestigio, del poder, del tener, del placer realidades
en sí mismas buenas, pero, al no darles el correcto sentido hacen que la vida
de los hombres se convierta en desierto, en caos, en confusión, en vacío y, en
no pocos casos, lleven a la frustración de la vida. Se puede tener fama,
prestigio y poder, pero, para que estás realidades no pierdan al hombre, a
éste, se le pide vivir en la verdad que viene del amor y lleva al amor;
toda realidad negativa como el odio, el
rencor, la pereza, el alcoholismo, el consumismo, el afán de riquezas, el
hedonismo, pueden ser llamados también demonios o caminos torcidos que
obstruyen la realización personal y comunitaria.
Para nuestra reflexión
hablamos de un demonio que sería la fuente de otros tres: la mentira, que nos
lleva a la confusión, la parálisis y la frustración, que a su vez, se
desencadenan en una legión de ellos que al invadir a las personas, a las
familias o a las comunidades, buscan la desintegración, la división y la
destrucción de todo lo bueno, lo útil, lo justo, lo perfecto… para convertir a las personas en simples
bosquejos de personas que no responden a lo que deben ser.
Leer
y meditar por grupo las palabras del Señor Jesús:
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la
perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.… (Mt 16, 24s)
Oración: Dios nuestro que has reconciliado a la humanidad entera
por medio de tu Hijo, concede al pueblo cristiano prepararse con fe viva y
entrega generosa a celebrar las fiestas de Pascua. (Oración colecta del IV
Domingo de Cuaresma).
Reflexión por grupo
Plenario para compartir
experiencias
Oración individual y
comunitaria
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