Verdaderamente
ha Resucitado el Señor, Aleluya.
Objetivo: Dar testimonio
del encuentro con Jesucristo resucitado para encender las lámparas de fe,
esperanza y caridad para llevar una vida orientada hacia la Casa del Padre,
siguiedo las huellas de Jesús.
Iluminación. En primer lugar os transmití lo que a mi vez recibí:
que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado,
y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y
luego a los Doce; que después se apareció a más de quinientos hermanos a la
vez, de los que todavía la mayor parte viven, aunque otros ya murieron ( 1 Cor
15, 3- 6)
El camino de la Pascua
El Señor Jesús con toda claridad
mostraba a los suyos que el camino de la Cruz y la Resurrección eran dos
momentos de un mismo Acontecimiento, su Pascua. La Pascua es el paso de este
mundo a su Padre, habiendo amado a los suyos que había estado en el mundo, los
amó hasta el extremo (Jn 13, 1) Hasta la muerte y Resurrección para sellar la “Nueva
Alianza” para adquirir con palabras de la Escritura: “Pero vosotros sois linaje
elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, destinado a anunciar
las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz; vosotros,
que si en un tiempo no fuisteis pueblo, ahora sois Pueblo de Dios: ésos de los
que antes no se tuvo compasión, pero que ahora son compadecidos” (1 Pe 2, 9-
10).
En los avisos de su Pasión decía a
sus Apóstoles: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que
él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas; que le matarían y que resucitaría al tercer día”. (Mt
16, 21; Mc 8, 31) Ya después de su resurrección dijo a sus discípulos de Emaús:
“¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?”
(Lc 24, 26).
Jesús el Cristo, murió y resucitó,
está sentado ala derecha del Padre y ha sido constituido Mesías y Cristo. Ha
sido Glorificado (cf Hec 2, 21- 36). Jesús de Nazaret, Aquel que todo lo hizo
bien, que amó hasta el extremo y y se pasó la vida haciendo el bien y liberando
a los orpimidos por el diablo por que estaba con el Espíritu Santo (Hech 10,
38). Lo mataron por medio de gente malvada, pero Dios lo resucitó, el que fue
crucificado ahora está vivo, e pie a la derecha del padre. Entonces Jesús de
Nazaret era solito, ahora resucitado, ahora vive en el corazón de los que
creen, lo aman y lo siguen. Ahora son muchos, son miembros unos de los otros
como miembros de su Cuerpo y templos de su Espíritu Santo (1 Cor 12, 12). Ahora
son Testigos de su Amor, son sus discípulos misioneros y embajadores de su
reconciliación (2 Cor 5, 18) Ahora somos miles y miles que con Jesús, María la
Madre y sus Apóstoles hemos recorrido el camino de la Fe para llevar la
salvación a los confines de la tierra (Hech 1, 8).
El Testimonio de Pablo.
Porque Cristo ha resucitado la
salvación es una posibilidad, gratuita e inmerecida para los que han creído en
su Muerte y Resurrección y podeos llamarnos: Todos vosotros soís hijos de Dios
por Cristo Jesús (Gál 3, 26). “Todos vosotros sois hermanos unos de los otros
(Mt 9, 23) y Todos vosotros sois Comunión al ser miembros unos de los otros”
(Rom 12, 5) Escuchemos la Escritura: “Ahora bien, si predicamos que Cristo ha
resucitado de entre los muertos, ¿cómo andan diciendo algunos de vosotros que
no hay resurrección de los muertos? Si no hay resurrección de los muertos,
tampoco Cristo resucitó; y si no resucitó Cristo, nuestra predicación es vana,
y vana también vuestra fe. Si esos tuviesen razón, nosotros quedaríamos como
testigos falsos de Dios, pues proclamamos que Dios resucitó a Cristo, cuando en
realidad no lo habría resucitado, de ser verdad que los muertos no resucitan. Porque
si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó,
vuestra fe es vana: seguís en vuestros pecados” (1 Cor 15, 12- 17)
Caminar en la luz
Y éste es el mensaje que hemos oído
de él y que os anunciamos: Dios es Luz, y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él,
pero resulta que caminamos en tinieblas, estamos mintiendo y no actuamos
conforme a la verdad. Pero si caminamos en la luz, tal como él mismo está en la
luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos
purifica de todo pecado (1 Jn 5- 7)
La justificación por la Fe.
Así pues, una vez que hemos
recibido la justificación mediante la fe, estamos en paz con Dios. Y todo
gracias a nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido, también mediante
la fe, el acceso a esta gracia en la que nos hallamos, y nos gloriamos en la
esperanza de participar de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta en
las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la
paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no
falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rom 1- 5).
Hablar de la Justificación por la
Fe es hacenos una Nueva creación: nos pecados han sido perdonados y hemos
recibido el don del Espíritu Santo: Cristo ha sido la Misión anunciada por san
Pablo en Gálatas 4- 6. Se la cumplido la promesa de Ezequiel: Nos abrió la piedra
de la sepultura, nos sacó del pozo de la muerte, nos llevó a nuestro suelo e
infundió su Espíritu en nuestros corazones (Ez 37, 12ss) Razón por que Pablo
nos dice: “Lo digo porque el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo
viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de
Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la
reconciliación” (1 Cor 5, 17- 18).
La Justificación por la fe hace
referencia al Nuevo Nacimiento (Jn 3, 1- 5). Nacer de lo Alto, nacer de Dios
(Jn 1, 11) por la acción del Espíritu Santo: Morir al pecado y vivir para Dios
(cf Rom 6, 4- 11). Es también pasar de las tinieblas a la Luz (Col 1, 13); de
la esclavitud a la libertad (Gál 5, 1) De la mentira a la verdad (Ef 5, 7-8);
de la odio al amor y de la muerte a la vida (Jn 8, 32; cf Jn 14, 6) Es pasar de
la aridez a la aguas vivas del Espíritu Santo (Jn 7. 37ss) Recordemos a
Santiago: “Una fe sin obras está muerta” (Snt 2, 14) La fe sin obras está
vacía, revestida de tinieblas y está muerte. Recordemos que la voluntad de Dios
es darnos vida para resucitarnos en el último día, es decir, hoy, hoy no
mañana. Hoy hacer su voluntad de Dios, creer a Jesús y aceptarlo como nuestro
el Hijo de Dios, nuestro Salvador, nuestro Maestro y nuestro como nuestro
Señor. Para recibir el perdón de nuestros pecados y recibir el Espíritu Santo
(Hech 2, 38).
La Fe cimentada en la Esperanza se despliega en la Caridad.
Sin conversión el corazón a
Jesucristo no hay conversión y no hay resurrección. La fe estéril, aunque
hagamos rezos y encendamos muchas velas. Lo mínimo que la fe nos pide es guardar
los Mandamientos de Dios (1 Jn 2, 3). Escuchemos la sagrada Escritura; “Así
pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está
Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de
la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios.
Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis
gloriosos con él” (Col 3, 1- 5) Buscar las cosas de Dios significa crecer en
las virtudes cristianas para revestirse de Cristo (Rom 13, 11- 17) Anhelar dar
glorificación a Dios y amar a los hombres como Jesús nos amó primero (1 Jn 4,
10) Esto lo podemos con la fuerza de resurrección que nos fortalece con la
energía del Señor (Ef 6, 10). Sin Esperanza no hay fe ni caridad. Y sin caridad
no hay fe y esperanza, y sin fe no hay esperanza y caridad.
Nosotros sabemos que hemos pasado
de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama está
instalado en la muerte. (1Jn 3, 14) La Fe es un don gratuito e inmerecido, pero
podemos pedir con sencillez y con humildad, sabiendo que viene de lo Alto en la
escucha de la palabra de Cristo (Rom 10, 17). En la Palabra de Cristo está implícito
el Espíritu Santo que nos convence de que Dios nos ama y nos convence de ser
pecadores, nos lleva al encuentro con Cristo para iniciarnos en la experiencia
de Dios y llevarnos a la verdad plena (cf Jn 16, 8-13). El encuentro con Cristo
es liberador porque nos quita las cargas, y es gozoso por que experimentamos el
poder de la resurrección. Muerte al pecado y Resurrección a la vida (cf Rom 4,
25)
Por la Resurrección de Cristo en
nuestros interior hemos muerto al pecado y nuestros corazones han sido
perdonaos y blanqueados en virtud de la sangre de Cristo (Ef 1, 7; Heb 9- 14,)
Ahora nos ha reconciliados con Dios, para ser sus hijos, y con los hombres, para ser hermanos y
discípulos de Jesucristo. Por nuestra resurrección de Jesucristo, estamos en
comunión porqué Él habita en nuestros corazones (Ef 3, 17); somos miembros de
su Cuerpo (Rom 12, 5); somos suyos, le pertenecemos (Gál 5, 24); amamos a
Cristo (Jn 14, 21. 23) y a todo lo que él ama y vivimos para servirlo (Rom 14,
8).
Sin Resurrección no hay experiencia de Dios.
La experiencia de Dios está
cimentada en la Verdad, en el Amor, la Libertad y la Justicia. Es decir el alma de la experiencia es la
Misericordia, sin la cual, nuestra religión se queda al margen de la
Comunión del Dios compasivo y misericordioso (cf Lc 6, 36) “Porque me llaman,
Señor, Señor, y no hacen lo que yo les digo” (Lc 6, 46) Con la fuerza de la
Resurrección los demonios salen fuera de nuestra mente, de nuestra voluntad y
de nuestro corazón. Sin resurrección los pensamientos son vacios y nuestro
corazón está vacío de Dios, de amor, de valores. Todo o que desemboca en
frustración existencial.
Cuando resucitamos en Cristo
entramos en Comunión con Dios; entramos en el Reino de Dios y cultivamos los
valores y virtudes de la fe como son el compartir de todo lo bueno que Dios nos
ha dado para nuestra realización y para los demás. Valoremos la “Dignidad
humana” Todo ser humanos es valioso y digno por lo que es y no por lo que
tiene. Por la fuerza de la resurrección nos hacemos solidaridad y compasivos
con todos, especialmente los menos favorecidos: las viudas, huérfanos,
extranjeros, pobres y otros. Pero de manera especial somos pacíficos (Mt 5, 9)
y serviciales (Jn 13,13s). El Regalo de la resurrección es la “Conciencia Moral”
que nos lleva a la unidad por la caridad de la inteligencia y de la voluntad para
ser hombres responsables, libres y capaces de amar al estilo de Jesús.
La fuerza de la resurrección la he
encontrado en el “seguimiento de Cristo” para revestirnos del Señor de entrañas
de misericordia, de humildad, mansedumbre, de amor, de perdón de paz….. (Col 3,
12sss). Cómo Jesús todo para la glorificación de Dios, una vida empapada de
oración, de una vida dedicada a los pobres enfermos y pobre, con un pastor corazón de pobre.
“Hágase en
mi según su Palabra” (María)
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