El Camino de la Pascua.
Objetivo: Mostrar la importancia de la educación en la fe,
para vivir nuestro Bautismo en la obediencia de la fe para amar a Dios y al
prójimo.
Iluminación: “El que hace la
voluntad del Padre entrará en el reino de los cielos. Aleluya”.
Entrar en
la Pascua por el Bautismo
Un Acontecimiento histórico como experiencia de vida: Cristo ha
resucitado, y por el bautismo en nuestros corazones: ¿Qué diremos, pues? ¿Qué
debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún
modo! Nosotros ya hemos muerto al pecado; ¿cómo vamos a seguir entonces
viviendo en él? ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús
fuimos incorporados a su muerte? Por medio del bautismo fuimos, pues,
sepultados con él en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo resucitó de
entre los muertos mediante la portentosa actuación del Padre, así también
nosotros vivamos una vida nueva. (Rom 6, 1. 4)
“Para ser libres nos liberó Cristo” (Gál 5, 1.
13) “Porque si hemos sido injertados en él por una muerte semejante a la suya,
también lo estaremos por una resurrección semejante. Sabemos así que nuestro
hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruida nuestra
naturaleza transgresora y dejáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que
está muerto queda libre del pecado (v.5- 7).
El Bautismo es para vivirse de fe en fe como hijo de Dios, hermano de
Jesucristo y como servidor del reino. “Y si hemos muerto con Cristo,
creemos que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez
resucitado de entre los muertos, ya no vuelve a morir, y que la muerte carece
ya de poder sobre él. Su muerte implicó morir al pecado de una vez para
siempre; mas su vida es un vivir para Dios. En consecuencia, también vosotros
debéis consideraros muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús (v. 8-
11).
Las promesas de Dios.
La Promesa de una Nueva Alianza y eterna. “Os tomaré
de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro
suelo. Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; os purificaré de todas
vuestras inmundicias y de todas vuestras basuras. Os daré un corazón nuevo,
infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de
piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré
que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. Habitaréis
la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré
vuestro Dios” (Ez 36, 24- 28)
“Entonces me dijo: «Hijo de hombre,
estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: ‘Se han secado
nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para
nosotros.’ Por eso, profetiza y diles: Esto dice el Señor Yahvé: Voy a abrir
vuestras tumbas; os sacaré de ellas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo
de Israel. Sabréis que yo soy Yahvé cuando abra vuestras tumbas y os haga salir
de ellas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os
estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahvé, lo digo y lo hago”
(Ez 37, 11- 14)
Promesas cumplidas:
Dios envió a su Hijo para ser Maestro, Salvador, Redentor y Señor. “Pero, al
llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer,
nacido bajo el régimen de la ley, para rescatar a los que se hallaban sometidos
a ella y para que recibiéramos la condición de hijos. Y, dado que sois hijos,
Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá,
Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y, si eres hijo, también
heredero por voluntad de Dios (Gál 4, 4-7)
La Ley nos llevó a Cristo para justificarnos por la fe. “Antes de
que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera
de la fe que debía manifestarse. De manera que la ley fue nuestro pedagogo
hasta la llegada de Cristo; a partir de aquí somos justificados por la fe. Mas,
una vez llegada la fe, ya no estamos a merced el pedagogo, pues todos sois
hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis bautizado en Cristo
os habéis revestido de Cristo, de modo que ya no hay judío ni griego, ni
esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo
Jesús. Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abrahán, herederos según la
promesa” (Gál 3, 23- 29).
No recibimos espíritu de esclavitud o de miedo, sino de amor, fortaleza y
dominio propio” (2 Tim 1, 7) “En efecto, todos los que se dejan guiar
por el Espíritu de Dios son hijos de Dios Y vosotros no habéis recibido un
espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un
espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu
mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo,
si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.
Destinados a la gloria.
Dios hace cosas buenas de algo
malas. Y, también los que están y viven la nueva Alianza pueden hacer las obras
del Padre: “Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene
Dios para bien de los que le aman, de aquellos que han sido llamados según su
designio. Pues Dios predestinó a reproducir la imagen de su Hijo a los que
conoció de antemano, para que así fuera su Hijo el primogénito entre muchos
hermanos. Y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también
los hizo justos; y a los que hizo justos, también los glorificó. (Rom 8, 28ss).
Por la Pascua el Señor en su Misericordia nos ha revestido con vestiduras de
salvación (Is 61, 10). Y nos ha capacitado para alcanzar la perfección por el
Amor, al estilo de Jesucristo.
Los Frutos de la Pascua
1) La
Justificación de la fe (Rom 5, 1- 5(
2) El don del
Espiritu Santo (Gál 4, 6)
3) Templos
vivos del Espíritu ( 1 Cor 6, 19)
4) Hijos de
Dios (Rom $0m 8, 2&; Gál 4, 6)
5) Hermanos y
Discípulos de Jesucristo (Rom 6, 29; Lc 9, 23ss)
6) Miembros
del Cuerpo de Jesucristo ( Rom 12, 5; 1 Cor 12, 12- 14)
7) Somos una
nueva Creación: Familia de Dios. (2 Cor 5,
17)
8) La Misión
de Jesucristo y el Sacerdocio Regio que brota de lo Alto(1 Pe 2, 9)
9) Servidores
del Reino de Dios y de Cristo por voluntad del Padre.
10) Constructores
de la “Nueva Civilización”, cimentada en el Amor, la Verdad y la Vida.
Cómo ser servidores de Dios
Todo hombre ha recibido un libre albedrío, para creer o no creer. Dios de toda Misericordiosa respeta la
decisión de todo hombre. “Cantaré al amor y a la justicia, para ti tañeré,
Yahvé; iré por el camino perfecto: ¿cuándo vendrás a mí? Procederé con corazón
perfecto, dentro de mi casa; no pondré ante mis ojos cosa villana. Detesto la
conducta criminal, no se me pegará; lejos de mí un corazón perverso, no conozco
la maldad. Al que difama a su prójimo en secreto, a ése lo aniquilaré; ojo
altanero y corazón hinchado no los soportaré. Me fijo en los fieles de la
tierra para que vivan conmigo; quien va por el recto camino será mi servidor. No
morará en mi casa quien cometa engaños; el mentiroso no persiste delante de mis
ojos. Cada mañana voy a aniquilar a todos los malvados del país, a extirpar de
la ciudad de Yahvé a todos los malhechores (Salmo 100, 1- ss).
El Bautismo se vive men el seguimiento de Jesucristo para tener sus
pensamientos, sus sentimientos, sus preocupaciones, sus intereses y sus luchas
para configurarse con Él y ser transformados por la acción del Espíritu Santo. “Se te ha
hecho saber, hombre, lo que es bueno, lo que Yahvé quiere de ti: tan sólo
respetar el derecho, amar la lealtad y proceder humildemente con tu Dios” (Miq
6, 8)
“Si alguno
me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si
alguno me sirve, el Padre le honrará (Jn 12, 26).
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