Para el Tiempo de Cuaresma
¿Qué es la Cuaresma?
La Cuaresma es un
tiempo fuerte que la
Iglesia como Madre nos presenta para invitar a sus hijos a Poner su mirada en
Jesucristo, el Autor y el Consumador de nuestra fe (Heb 12, 2). Él es el
protagonista de la Cuaresma, al decir a sus discípulos: “He tomado la firme
determinación de subir a Jerusalén” (LC 9, 51). Con el anuncio de su Pasión nos
dice que es lo que va a pasar en la ciudad Santa: va a padecer y a sufrir la
muerte de Cruz para convertirse en el Siervo Doliente y Sufriente de Dios en
favor de toda la Humanidad. Para luego resucitar como el vencedor de la muerte.
Hoy, para nosotros, La
Cuaresma es el inicio de la Peregrinación hacia la Pascua. Salir
del exilio para ponerse en camino de éxodo hacia la Tierra Prometida que mana
“leche y Miel”, es decir, “Paz y Dulzura espiritual”. El exilio es una
situación de servidumbre, de pecado que nos aporta la muerte espiritual y rompe
la Comunión con Dios y con los hermanos: “Rechazad, por tanto, malicias y
engaños, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias” (1 Pe 2,1).
Romper con el pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios (Gál 5,1) “Como
niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, gracias a
ella, crezcáis con vistas a la salvación,
si es que habéis gustado que el Señor es bueno” (1 Pe 2, 2). El Camino
del éxodo es un Camino lleno de experiencias, veces dolorosas y veces
liberadoras y gloriosas, pero, todas necesarias en el caminar con el Señor. Un
Camino lleno de renuncias, de sacrificios, luchas y decisiones por Cristo y el
Reino de Dios.
Por eso
podemos decir que la Cuaresma es un tiempo dedicado a Dios, Padre de toda
Misericordia y Dios que nos consuela en todos nuestros sufrimientos, y hoy como
ayer nos invita a regresar a Casa siguiendo las huellas de Jesús, el Verbo del
Padre que se hizo hombre para sacarnos de la postración del pecado y
llevarnos la Casa del Padre (Col. 1,
13). El Señor Jesús, vino a los suyos y los suyos no lo recibieron (Jn 1, 11).
Le dieron muerte por medio de gente malvada, pero Dios lo resucitó y lo sentó a
su derecha como Señor y Cristo (Hch 2, 22.36).
El camino a la Casa
del Padre pasa por la Pascua de Jesús: Muerte y Resurrección. La invitación es
para todos, pero en libertad de conciencia: “El que quiera servirme que me
siga, para que donde yo esté, también, esté mi servidor” (Jn 12, 23) ¿Qué es lo
que nos hace seguir a Jesús? Los Apóstoles tenían miedo seguirlo, sin embargo,
Tomás, llamado Dídimo les dijo: “Vamos también nosotros a morir con Él” (Jn 11,
16). La única razón, es el Amor, hacia Aquel que nos amó primero y se entregó
por nosotros (cf 1 Jn 4, 10; Ef 5,2).
¿Qué hacer en esta
Cuaresma?
1) Lo primero es escuchar la Palabra de Dios. Palabra de vida y que es para
vivirse. Escucharla y rumiarla, ponerla en práctica para que se haga vida en
nosotros. La Palabra nos convence de que somos pecadores amados por Dios
incondicionalmente. La Palabra nos convence de que nuestro pecado nos priva de
la Gloria de Dios (Rom 3, 23). La Palabra nos convence que necesitamos
purificación e iluminación para conocernos y alcanzar la Meta. “Estar con el
Señor” y “Compartir su Destino y su Misión. La Palabra es poderosa y nos libera
de nuestras cargas (Jn 8, 32) La Palabra de Dios nos limpia y nos consagra (Jn
15, 7; Jn 17,17) La Palabra nos guía a la salvación por la fe en Cristo Jesús y
a la perfección Cristiana (2 Tim 3, 14ss).
2) La Cuaresma es un tiempo para hacer un alto en nuestra vida, dar media
vuelta y entrar en nuestro interior. Para luego analizar las cargas de conciencia y darnos cuenta
de las cosas equivocadas que hemos hecho, reconocer, tanto nuestros pecados,
como las cosas buenas que llevamos en nuestro interior. A la luz de la Palabra
de Dios, convencernos de que Dios nos ama y que somos pecadores. Y ¿ahora qué?
Ahora orientemos nuestra vida hacia la Pascua de Cristo siguiendo sus huellas
para que experimentemos la Fuerza de Cruz.
3) Cuaresma es un tiempo, tiempo para profundizar la conversión, Con la
fuerza de la Palabra y y de la Oración. Palabra, Oración y Ayuno, nos llenan de Cristo y nos revisten de Él. Que
en los días de Cuaresma nuestra oración sea menos ruidosa, menos mitotera. Y A
la vez nos ayuda a disminuir, hasta desaparecer. La escucha de la Palabra nos
pide saber hacer silencio interior y exterior. Qué nuestra oración sea íntima,
de dentro, del corazón. Que no sea de labios para afuera. Que sea humilde como
la del publicano que sabiéndose pecador pedía perdón de corazón. Qué nuestra
Oración sea cálida, envuelta en la Caridad para que sea agradable a Dios. Que
nuestra Oración sea extensa y perseverante envuelta en el Deseo de Dios, de
conocer su Voluntad y someternos a ella. Deseo de conocerlo, amarlo y servirlo.
Qué nuestra Oración sea intercesora para que tengamos en cuenta a la Iglesia, a
la Familia, a los demás que sufren, especialmente por el alejamiento de Dios.
Que nuestra Oración sea se ofrecimiento, por la cual nos ofrecemos como hostias
vivas, santas y agradables a Dios (Rom 12, 1).
4) La Cuaresma es un tiempo especial “para buscar la Reconciliación” con Dios y con los
demás. Reconciliarse con Dios para volver a ser sus hijos; con los demás para
volver a ser hermanos y servidores unos de los otros. Palabra y Oración nos
llevan a Cristo que nos invita a llevarle nuestras cargas para que pueda lavar
nuestros corazones, perdonar nuestros pecados y darnos el don del Espíritu
Santo (cf Mt 11, 28). La Reconciliación nos pide pedir perdón al que hemos
ofendido y dar perdón al que nos ofendió, tal y como lo enseño el Señor en la
Oración Dominical del Padre nuestro: “Perona nuestras ofensas como nosotros
perdonamos a los que nos ofenden”. El
Encuentro con Cristo los libera nos limpia y nos consagra para que llevemos una
vida digna y agradable a Dios en el Servicio a los hermanos. Asi lo dice la
Palabra de Dios: “Habéis purificado vuestras almas, obedeciendo a la verdad,
para amaros los unos a los otros sinceramente como hermanos. Amaos
profundamente unos a otros, con corazón puro” (1 Pe 1,22).
5) La Cuaresma es en cuarto lugar un tiempo dedicado a Dios que nos
invita al servicio. Servir con amor y por amor al Señor en los hermanos. Servir
es lavar pies, es parte y expresión del Mandamiento del Amor (Jn 13, 34). En el
Reino de Dios nadie vive para sí mismo, pongamos la mirada fuera de nosotros,
salgamos fuera y busquemos el encuentro con los pobres y enfermos del Evangelio
para compartir con ellos “Los Dones” de Dios, viendo en cada rostros al Señor
Jesús. Reconociendo en cada uno la dignidad de hijos de Dios y poniendo nuestra
vida al servicio de ellos como una manifestación del Amor que se hace Servicio.
Las Leyes de la Cuaresma
Las Leyes de Cuaresma.
Cada
una de las Leyes de Cuaresma son Palabras salidas de la boca de Dios. Palabras
a las que el profeta Isaías compara con la lluvia que baja y empapa la tierra
para hacerla fecunda (Is 55,9s). Por
eso, a las Leyes de Cuaresma anteceden los “Dones de Dios”. Podemos decir que
los dones de Dios nos descubren la Voluntad de Dios, el Camino que debemos
seguir y lo que debemos hacer. A) El don
de la Palabra que ilumina nuestras tinieblas, nos conduce a la fe y a la
salvación (2 Tim 3, 14s). B) El don de la conciencia de pecado (Jn 16, 8).
Somos pecadores necesitados de purificación (1 Jn 1, 8-9). C) El don del
“otro”. El Otro ha de ser visto como don de Dios (Gn 2, 18). Estos tres dones
nos recuerdan que el Señor no exige lo que antes no nos ha dado. “Nos ama por
primero” (1 Jn 4, 10) para que luego nosotros, tras haber probado lo bueno que
él es, seducidos por su bondad aceptemos las Leyes de Cuaresma como Camino que
nos llevan a la Casa del Padre.
a)
La primera de la las Leyes de
Cuaresma es:
dedícate a buscar a Dios. Jeremías nos dice: “Si lo buscas de todo corazón, Él
se dejará encontrar por ti” (Jer 29, 13). ¿Dónde buscarlo? Los lugares para
encontrar a Cristo la Iglesia los pone a nuestro alcance: La Oración íntima y
cálida, La Palabra de Dios que escuchamos, meditamos y ponemos en práctica. La
Liturgia de la Iglesia, especialmente la Eucaristía y la Confesión, las Obras
de Misericordia y el Apostolado.
b)
La segunda de las Leyes de Cuaresma
es: Disminuir para crecer. Con palabra del Bautista decimos: “Es necesario que yo disminuya para
que Cristo crezca” (Jn 3, 30) Es hacerse pequeño, pobre, humilde para poder
llegar al Nuevo Nacimiento y entrar en el Reino de Dios.
c)
La tercera Ley de Cuaresma es caminar
tras las huellas de Jesús. Para caminar hay que ponerse de pie, hay que tener fortaleza y hay que
saber hacia dónde vamos. Escuchemos la enseñanza del primer papa decirnos:
“Rechazad, por tanto, malicias y engaños, hipocresías, envidias y toda clase de
maledicencias. Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a
fin de que, gracias a ella, crezcáis con vistas a la salvación, si es que
habéis gustado que el Señor es bueno” (1 Pe 2, 1-3).
d)
La cuarta Ley de la Cuaresma es
seguir el camino del grano de trigo: Morir para vivir: “En verdad, en verdad os digo que
si el grano de trigo no cae en tierra y muere, allí queda, él solo; pero si
muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; pero el que odia su vida
en este mundo la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me
siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el
Padre le honrará (Jn 12, 24- 26). Hemos entrado en la semana santa, para eso
acompañamos al Señor. Por amor a Él renunciamos a nuestro egoísmo y a nuestros
intereses para estar con el Señor, y padecer y surir con Él, morir y resucitar
con Él (2 Tim 2, 11s).
El
Espíritu Santo es el “Agente principal de la Cuaresma”.
El Espíritu
Santo está implícito en la Palabra que escuchamos (Jn 16, 8). Con la escucha de
la Palabra “La Luz de Cristo” ha entrado en nuestros corazones para
convencernos de que somos amados por Dios. Nos convence de que Dios nos ama
incondicionalmente, remueve las entrañas de pecado, nos convence de que somos
pecadores y nos conduce al encuentro con Cristo. En el encuentro con Cristo
somos liberados, reconciliados y salvados. Entramos en hombros del Buen Pastor
en la Casa del Padre para ser alimentados con “los frutos del árbol de la Vida
que está en el Paraíso de Dios” (Apoc 2, 7)
Para caminar hay que alimentarse con
el alimento que Dios nos propone, ya que el Camino de la Cuaresma está lleno de
piedras, muros, obstáculos que hay que superar y vencer para “Caminar en la Verdad, en el Amor y en la
Justicia”. Escuchemos al profeta Miqueas: “—«Se te ha hecho saber,
hombre, lo que es bueno, lo que Yahvé quiere de ti: tan sólo respetar el
derecho, amar la lealtad y proceder humildemente con tu Dios.» (Mi 6, 8).
Caminar con los ojos fijos en Jesús (Heb 12, 2) Sin desviarse ni a izquierda ni
a derecha; sin mirar hacia atrás para no hundirse en el lodo del hedonismo. Escuchemos
las palabras que el Señor dice a Josué a la muerte de Moisés:
«Sé fuerte y
valiente, porque tú eres quien va a dar a este pueblo la posesión del país que
juré dar a sus padres. Basta que seas muy fuerte y valiente, teniendo cuidado
de cumplir toda la Ley que te dio mi siervo Moisés. No te apartes de ella ni un
ápice, para que tengas éxito adondequiera que vayas. Que el libro de esta Ley
no se aparte de tus labios: medítalo día y noche; así procurarás obrar en todo
conforme a lo que en él está escrito, y tendrás suerte y éxito en tus empresas.
¿No te he mandado que seas fuerte y valiente? Pues no tengas miedo ni te
acobardes, porque Yahvé tu Dios estará contigo adondequiera que vayas.» (Jos 1,
6- 9)
La Cuaresma es el tiempo para
destruir las guaridas de las zorras y los nidos de las aves para afianzarse como
discípulos de Jesucristo: Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré
adondequiera que vayas.» Jesús replicó: «Las zorras tienen guaridas, y las aves
del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
(Lc 9, 57- 58). Las guaridas hacen referencia a la una vida mundana y pagana, a
una vida en la carne (Gál 5, 19- 21) y los nidos a los infantilismos y a los
vicios
La Cuaresma es el tiempo para
hacer la “Opción fundamental por Jesucristo” y dar la espalda al mundo: Dijo a otro:
«Sígueme.» Pero él respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre.» Replicó
Jesús: «Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú vete a anunciar el
Reino de Dios.» Hubo otro que le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes
despedirme de los de mi casa.» Replicó Jesús: «Nadie que pone la mano en el
arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.» (Lc 9, 59- 62)
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