2. El sentido Eclesial de la
devoción al Niño Jesús.
Objetivo:
Mostrar el sentido eclesial de la oración que se hace con fe, dirigida al
Padre, por los méritos de la infancia del Niño Jesús, para que se entienda que
la devoción está al servicio de la Evangelización.
Iluminación:“Porque
donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”
(Mt 18, 20)
1. El
árbol se conoce por sus frutos.
Toda
oración cristiana tiene un sentido eclesial, al mismo tiempo, que toda obra de
Misericordia hace bien a todos. El bien que un cristiano realiza, le hace bien
a toda la Iglesia; así mismo, la oración hecha con fe, esperanza y amor, hace
bien a todos los miembros del Cuerpo de Cristo, unidos en un mismo Espíritu (cf
1 Cor 12, 12s). Una oración sin amor está vacía, al igual que la fe sin obras.
Si
echamos una mirada a los frutos de la devoción al Divino Niño encontramos la
conversión de grandes pecadores, de sacerdotes desanimados y cansados que
volvieron a reanimarse en su Ministerio, de hogares reconstruidos, de hijos
pródigos que vuelven al hogar, de parroquias con una fuerte y sólida “Pastoral
Social”: dispensarios médicos para atender a los enfermos que no tienen para
pagar por los servicios de un profesionista, como tampoco para comprar sus
medicamentos; albergues para migrantes y desprotegidos; bancos de alimentos
para los más pobres y los excluidos de la sociedad; cenas de Navidad y
despensas de víveres para los pobres y hasta roscas de Reyes para los días de
la Epifanía. Recordemos y tomemos conciencia, no estamos hechos, más bien, nos
estamos haciendo. La Iglesia no es un museo de santos ni de perfectos, sino un
hospital de pecadores en proceso de recuperación que han orientado sus vidas
hacia “La casa del Padre” siguiendo las huellas de Jesús.
Recomiendo
visitar la Parroquia de Cristo Rey y Santa María de Guadalupe en Pacaptun,
Mérida Yucatán, atendida por el padre Álvaro Carrillo Lugo, donde se encuentra
la Pastoral del Divino Niño llevando al “Encuentro con el Señor” a muchísimos
hombres y mujeres, y donde existe una fuerte Pastoral de la caridad. ¿Quién
puede negar que esta devoción al divino Niño, no responde a lo que nuestros
Obispos nos pidieron en Aparecida? Cuidar de los rostros de Cristo presente en
los más pobres, “los excluidos de la sociedad”.
2.
La
devoción al divino Niño y la espiritualidad del Reino.
¿Quién
puede negar que esta devoción es promotora de la “Espiritualidad del Reino” al
fomentar “el Compartir, la Solidaridad, el Bien Común y la Misericordia hacia los
Anawyn de Dios”?, juntamente con la oración y una vida centrada en los
Sacramentos (Hch 2, 42). La Espiritualidad de la devoción al Divino Niño tiene
su origen en el Encuentro con Cristo, y a la vez, es generadora de encuentros.
No pretende ser una Espiritualidad de “Intervalos”, exige y fomenta tres
acciones comunitarias:
·
La
solicitud por los más débiles (Rm 15, 1)“Quien ve a su hermano pasar
necesidades y le niega lo necesario, no está en la verdad” (Cf 1 Jn 3, 17).
Este es el camino para salir del individualismo, que es el enemigo número uno
de la salvación, y poder llegar a tener un corazón grande y generoso.
·
La
reconciliación continúa. Reconciliarse es volver a ser hijos de Dios, hermanos de los hombres, prójimos de los
pobres y necesitados, tal como lo hizo el Buen Samaritano (cf Lc 10, 30- 37).
Reconciliarse es hacer presencia entre ellos, de acuerdo a los derechos más
fundamentales de toda persona: el derecho a la alimentación, a la vivienda
digna, etc.
·
Y
el compartir permanente (cf Rm 12, 9-11). Es la práctica del Mandamiento Nuevo,
unida al Mandamiento del Lavatorio de los pies: “Ámense los unos a los otros
como yo los he amado” (Jn 13, 13. 34) Mandamiento que toca lo económico y nos
lleva a elegir hacer el bien a nuestros hermanos. La devoción al divino Niño
nos enseña a “elegir el bien” que Dios nos propone, pero no nos obliga a que lo
hagamos (Nada es a fuerzas). Es aquello que nos recuerdan las palabras del
mismo Jesús Niño: ¿Qué no saben que tengo que ocuparme de las cosas de mi
Padre? (Lc 2, 49) Él lo hizo con amor, alegría y libertad interior, tal como lo
dice el Evangelio: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a
cabo su obra” (cf Jn 4, 34). Nosotros ¿Cómo lo estamos haciendo?
Estas
tres acciones comunitarias me hacen decir que “el alma de la devoción al Niño
Jesús” es la “Misericordia, expresión de la Compasión” que el mismo Dios
derrama en el corazón de los devotos según la doctrina de San Pablo: “El amor
de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rm 5, 5). Cuando un devoto
del Niño Jesús, se preocupa por el bienestar espiritual y material de los
demás, podemos afirmar que ya comienza a tener los mismos sentimientos de
Cristo (Flp 2, 5); cuando practica la caridad, es misericordioso, no obstante,
sea la persona más ignorante en cuestiones teológicas, está haciendo presente
al Divino Niño, a toda su Iglesia… al Papa, al Obispo, al Párroco… a todos. Ya
está revistiéndose de Cristo (Col 3, 12), hace bien a todos los miembros del
Cuerpo de Cristo. Podrá estar todavía lleno de imperfecciones, pero, viene a mi
mente el texto del Eclesiástico: “La limosna es como la lluvia que apaga el
fuego que devora a los grandes bosques” (cf Eclo 3, 30) Jesús mismo dio una
enseñanza en la casa de Simón el leproso, teniendo a sus pies a una mujer
pecadora, al decirnos: “Al que mucho ama, mucho se le perdona” (Lc 7, 47). Y
diríamos algo más: Más vale conocer a Cristo, aunque sea de manera imperfecta
que no conocer nada de él, recordando que la ignorancia religiosa es la causa
que muchos hombres y mujeres se pierdan y de que muchos católicos abandonen la
Iglesia. Y si no entonces, ¿Por qué la Iglesia nos pide defender la Piedad
Popular? (DA 12, 549; DA 243- 275
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