3. LA MENTIRA COMO PODER DEL MAL.
Objetivo:
Mostrar que lo contrario a la verdad es
la mentira, en ella no hay comunión ni hay comunicación, sino, poder para
confundir, engañar y destruir a los seres humanos o desviarlos del camino de la
rectitud.
1.
La
Gran Mentira
Madre y matriz de toda
descomposición humana y social, deshumaniza y despersonaliza, no comunica y no
genera comunión. Quién vive en la
mentira tiene una falseada imagen de la “Realidad”. Sus criterios son mundanos
y paganos. ¿Cuánto tienes? o ¿Cuánto gastas?
Eso, es lo que vales. Es una
falacia que engaña a muchos que valoran
al hombre por lo económico, por lo externo. El hombre no vale por lo que tiene
ni por lo que sabe ni por lo que hace. “Es un ser valioso en sí mismo, vale por
lo que es”.
·
La
Iglesia nos dice:
“En el comienzo del
pecado y de la caída del hombre hubo una mentira del Tentador que indujo a
dudar de la palabra de Dios, de su benevolencia y de su fidelidad” (Catic 215)
La Iglesia fiel a la enseñanza de la Escritura cree en la existencia del
Adversario, llamado también Diablo o Satanás a quien Jesús el Señor llamó:
“homicida y padre de toda mentira” (Jn 8, 44).
El Catecismo nos dice:
La mentira es una violación hecha a los demás. Atenta contra ellos en su
capacidad de conocer, que es la condición de todo juicio y de toda decisión.
Contiene en germen la división de los espíritus y de todos los males que ésta
suscita. La mentira es funesta para toda la sociedad: socava la desconfianza
entre hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales (Catic 2486). Por lo
anterior decimos que la mentira es fuerza desintegradora, despersonalizadora y
deshumanizadora, divide y sofoca toda espiritualidad y destruye todo clase de
comunión. Está a la base de todas las esclavitudes.
·
La
Biblia nos dice.
La Biblia dice que Dios aborrece la
mentira: “Seis cosas aborrece el Señor, y aun siete abomina su alma: Los ojos
altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el
corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al
mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre los
hermanos.” (Proverbios 6:16-19). Como podemos ver a la luz de la escritura la
mentira y el odio son inseparables.
“Dios es luz y en él no
hay mezcla de tinieblas” (1 Jn 1, 5) “No se mientan unos a otros, háblense con
la verdad” (Ef 4, 25). La mentira: Madre y matriz de todo el desorden que vemos
y conocemos en nuestros hogares, calles, pueblos, países, regiones… fue el arma
de Satanás para confundir a nuestros primeros padres y llevarlos a romper el
diálogo con Dios y desatar toda la descomposición posterior (Gn 3, 1-6). Jesús
cuando se refiere a la mentira nos ha dicho: “La mentira tiene por padre al
diablo” (Jn. 8, 47)
Mentira, falsedad,
engaño, hipocresía, envidia, son vacíos de vida, de luz, de verdad y de
autenticidad que podemos llevar en nuestro interior; son ausencia de lo
verdadero, de lo real, del amor y de todo lo noble, justo y bueno (Rm 12, 2);
la mentira fue el arma de Satanás para confundir a nuestros primeros padres y
llevarlos a romper el diálogo con Dios y desatar toda la descomposición
posterior (Gn 3, 1-6).
Los estudiosos de la
Biblia nos están diciendo que “Diablo” significa, el que divide. Sus armas son
de soberbia, de odio, de avaricia, de envidia, entre otras muchas. El Diablo, a
quien Jesús llama mentiroso y asesino, es la vez padre de la mentira y del odio
(cfrJn 8, 44). Es el enemigo que siembra la cizaña en los dormidos (cfr Mt 13,
25). Pedro, el apóstol lo llama “adversario”, que como león rugiente, busca a
quien devorar (1Pe 5, 8s). Para esto, primero
confunde y paraliza a su víctima,
la atrofia y esteriliza para luego tragársela, es decir, usarla como
instrumento a su servicio, cuando esto sucede… ya no se puede responder a
aquello para lo que se fue creado. Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en
el profeta Jonás: “Al ser arrojado en el mar, se lo tragó la ballena”; es
decir, al que desobedece a Dios; al que le da la espalda a su Creador, se hunde
y se lo traga el animal grande: El Mal (Jon 2, 1-2). Para lograr su objetivo,
primero cansa, desgasta, aturde a sus víctimas para luego tragárselas, es
decir, para ponerlas a su servicio.
2.
Pura fachada bonita.
La mentira puede
presentarse como fachada bonita, su campo de acción es la inteligencia del
hombre; luego pasa a su voluntad, y de ahí al corazón que será como el centro
de distribución desde donde alcanza a todas las dimensiones del hombre: mente,
cuerpo, espíritu, historia, familia y grupos sociales. La mentira enseña:
“¿Cuánto tienes, cuánto vales?”. Criterio mundano que divide a los hombres en
clases sociales: ciudadanos de primera, segunda o tercera. Una sociedad
piramidal en la cual los que tienen son los que pueden, los que saben y los que
enseñan. Están por encima de los que no tienen. Muchos son los que piensan que
los conocimientos, los trapos, los lujos, las cosas o las personas, son las que
les da valor, como sí todo eso fuera el fundamento de su dignidad.
La mentira propone como
caminos para alcanzar la felicidad al dinero, al poder, al placer o a sus
derivados. Para los mentirosos no importa los medios usados para alcanzar su
fin. El tiempo nos ha dicho: fuimos engañados. De lo anterior podemos sacar una
enseñanza para la vida: ser fachada bonita, es lo mismo que vivir en las
apariencias, mostrando lo que no somos, realidad que nos lleva a los terrenos
de la fantasía, el engaño, la hipocresía, el desamor, la violencia.. El hombre
puede tener todo, ser dueño de todo y no estar satisfecho de tener lo que
tiene, experimenta el vacío, la insatisfacción, y en no pocas veces, muchos han
recorrido al suicidio. Muchos, conducidos por la mentira, han terminado en el
escuadrón de la muerte: alcohólicos, drogadictos, prostitutos, asesinos,
sicarios, etc.
3.
¿Cómo descubrir la mentira en nuestra vida?
Podemos pensar que
estamos bien, que no nos hace falta lo que Dios nos propone y no darnos cuenta
que llevamos cegueras que anulan la facultad de visión (Cfr Apoc 3,17). Hace
falta hacer un alto en la vida, darnos una mirada introspectiva y confrontar
nuestra vida a la luz de la verdad.
Nos podemos preguntar: ¿Será
cierto que soy mejor o superior que los demás? ¿Será cierto que las cosas son
el fundamento del valor de mi persona? ¿Será cierto que tengo el derecho de
estar por encima de los demás? ¿Será cierto que soy inferior a los demás a
quienes debo reconocer, aceptar, respetar, reverenciar y servir? ¿Me doy cuenta
que cuando pienso una cosa y digo otra, estoy en la mentira? ¿Tengo conciencia
que cuando hablo o digo una cosa y vivo otra, estoy viviendo en la mentira? ¿Me
habré dado cuenta que cuando hablo de la caridad y de la igualdad social, pero
derrocho en lujos innecesarios estoy cometiendo un fraude a los pobres?
No hay duda, cada vez,
que enseño lo que no hago; cuando exijo a otros que hagan lo que yo no estoy
dispuesto a poner en práctica, estoy fuera de la verdad y dentro de la mentira
según la enseñanza de Jesús: “De
modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus
obras, porque ellos dicen y no hacen” (cfr Mt 9, 4ss). Con toda certeza
decimos que el divorcio que existe entre fe y vida es fruto de la mentira, alma
y poder de la discriminación, de los elitismos sociales, del racismo, de la
trata de personas, del consumismo… de toda desigualdad social.
4.
El
servilismo es hijo y fruto de la mentira.
La
verdad construye hombres haciéndolos amables, responsables, libres, generosos y
serviciales. En cambio la mentira nos hace ser dependientes del “sistema”. Nos
hace despreciar lo real, lo sólido, lo que exige esfuerzos, pero que es útil
porque construye al hombre. En las sociedades civilizadas, servir es
frecuentemente un placer y no una obligación. Ser útil ennoblece y nos hace
merecedores del reconocimiento colectivo. Pero, ¿Qué es lo que vemos en nuestra
cultura? Creo que el proceso de formación cultural, promovida por “maestros”
populistas y clientelistas, (padres, gobierno, educadores) ha llevado a
millones de compatriotas a pedir, pero no a dar, a esperarlo todo del Estado
sin retribuir nada a cambio. El resultado: una sociedad vulnerable y
dependiente, que no puede competir en el mundo real, ese mundo en el cual no
vale de mucho la altanería y lo que sí vale es la productividad.
No tengamos miedo a
servir, y no tengamos miedo dejar de ser serviles, acomplejados. Descubramos la
belleza de servir con sentido, con significado. Lo que hacemos es útil, al
desarrollo de la Patria y de la Sociedad en la medida que nuestro objetivo sea
EL BIEN COMÚN. El hombre se realiza en la medida que se haga un servidor de los
demás: familia, sociedad, Iglesia, barrio, etc. Servir, pero con dignidad. La
mentira no permite descubrir la dignidad de los demás, ni siquiera la propia.
Nuestro Señor
Jesucristo hace ya más de dos mil años instauró en la tierra una “revolución”,
la única capaz de cambiar el Mundo…la “revolución del servicio”. Escuchemos sus
palabras: “Ustedes me llaman a mí Maestro y Señor y en verdad lo Soy, Pues Yo,
siendo Maestro y Señor les he lavado a Ustedes los pies…hagan Ustedes lo mismo
(Jn. 13, 13s). Lavar pies es compartir, es servir con espíritu evangélico, es
decir, sin envidias, sin odios, sin ventajas personales. Lavar pies es poner al
servicio de los demás nuestros talentos, que bien pueden ser intelectuales,
materiales o morales…Todo para que los demás vivan una mejor calidad de vida y
para que la auténtica dignidad brille en el rostro de cada ser humano. Qué
bello sería ver salir cada mañana hombres y mujeres con una cubeta de agua en
una mano y una toalla en la otra buscando a quien lavarle los pies. La clave
del servicio es la humildad: sólo los humildes aman, obedecen y sirven a Dios
en sus hermanos. Quien vive en la verdad es humilde y quien es humilde camina en
la verdad.
5. Hablemos primero de lo que no
construye.
El espíritu de
servilismo no realiza, no construye… por el contrario es enfermizo, sus
manifestaciones muestran una, no proyección, una no realización. Sus frutos los
podemos ver y analizar sin mucha dificultad. ¿Cuáles son sus frutos? En todo lo que hacemos en la vida hay una
recompensa, el tiempo se encarga de ayudarnos a descubrir si el fruto es bueno
o es malo. En el estudio, en el
matrimonio, en el trabajo, en todas nuestras decisiones…después de años de
servir en verdad y con verdad… experimento la satisfacción y la alegría que llenan
el corazón al haber trabajado y por haber gastado las energías a favor de
otros, de la sociedad, de mi País, de mí Iglesia. Lo contrario, el no hacer
nada o hacerlo sin sentido, lleva a experimentar el “Vacío existencial”, del
que nace la frustración, el aburrimiento, la agresividad, la violencia, la no
realización.
6. La mentira hace fuerte a la
soberbia del hombre.
La mentira es la fuerza
del mal o del pecado. Está presente en cada uno de los pecados capitales.
Pensemos por ejemplo en la crítica; ésta lleva una porción de egoísmo, otra
porción de odio y una más de envidia. En cada una de estas porciones hay una
porción más de mentira que las hace más fuertes y dañinas. Al mismo tiempo
podemos afirmar que el más grande enemigo de la realización humana es la
soberbia, llamada también orgullo. El soberbio dice: “no amaré, no serviré y no
obedeceré”. Al unirse el soberbio con la avaricia se genera en su corazón el
“individualismo” que reza: “estando yo bien, los demás allá ellos”. La
indiferencia es el escudo del individualismo. Este hombre piensa para sí mismo:
“no necesito a los demás, puedo vivir sin ellos”. Para él, útil es el que le
sirve, tanto como instrumento de trabajo o como instrumento de placer. El otro
vale por lo que tiene, eso es, juzgar según las apariencias. Sus juicios
siempre son despectivos, cargados de egoísmo, de envidia y de odio.
La Sagrada Escritura al
hablarnos del camino ancho, está haciendo referencia al camino de la mentira,
del odio y de la injusticia. Conforman una triada inseparable, se complementan
mutuamente para conformar el camino que lleva a la muerte, y no son pocos los
que andan en él (cfr Mt 7, 13).
El discípulo de
Jesucristo ha de estar atento a los ataques de la mentira, sus armas favoritas
son la confusión, la parálisis y la frustración; su objetivo es el impedir que
la obra de Dios se realice en cada ser humano.
A la misma vez, nunca olvidar lo que la Escritura dice acerca del
verdadero discípulo: “sus raíces han de estar siempre en el agua”, es decir, en
Dios para dar fruto a su tiempo. Una mirada contemplativa al salmo primero nos
comprueba lo anterior.
Oremos
y meditemos con el Salmo:¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos, sino que se complace en la ley del Señor y la medita de día y de noche! Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien. No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento. Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malvados termina mal (Salmo
1).
Reflexión por grupos. Plenario
para intercambiar experiencias. Oración individual y comunitaria.
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