Aprendiendo a orar en el Espíritu Santo
Caminante
no hay camino, el camino se hace al caminar: a orar se aprende orando, como a amar
se aprende amando. No hay experiencia de Dios sin oración. Antes de ser un
predicador de la Palabra, un estudioso de la Biblia o un repartidor de bienes,
se debe hacer oración, ya que toda acción eclesial debe ser movida por la
acción del Espíritu Santo. Lo primero es el ser, lo segundo es el hacer. Nadie
da lo que no tiene. Hoy día existe una necesidad que no ha sido creada por
nadie, la necesidad de amar, y esto, no es posible sin una experiencia de
intimidad con Jesús que se consigue por medio de la oración.
1.
Condiciones Internas para la Oración.
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La limpieza de corazón. “Bienaventurados
los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt. 5,3) El limpio de
corazón no se esconde, se presenta Dios con todas sus miserias, pero con la
verdad. (1 Jn 1, 8-9)
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Oración cristiana es ante todo humilde,
confiada, agradecida, ardiente y permanente. Da gracias por toda la
Misericordia recibida a lo largo de la vida y a la vez, pide misericordia por
la fragilidad humana, sabiendo que Dios es rico en Misericordia y perdona
nuestros pecados.
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La pobreza espiritual. El Reino de los
Cielos está formado por los pobres que invocan el nombre de Jesús: “Jesús. Hijo
de David, ten compasión de mí” (Mc. 10, 47). Sin pobreza espiritual no hay
auténtica oración. Podemos decir, que solo los pobres saben orar; pobre es
aquel que nada tiene por eso puede poner su confianza en Dios, necesita de Dios
y necesita de sus hermanos.
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La perseverancia. La perseverancia genera
constancia, seguridad, firmeza. La virtud de la constancia es como la gota de
agua que ce en una gruta y produce la estalactita y la estalagmita. El agua se
convierte en roca dura. Solo la oración perseverante puede hacer de nosotros
hombres nuevos, llenos de consistencia y de fortaleza espiritual. La oración
nos hace “ser en Cristo”, “para vivir en Cristo”. Tres son las invitaciones de Jesús a orar sin desfallecer:
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“Orar siempre sin desfallecer”.
(Lc. 18,1)
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“Velad y orar para que no
caigáis en la tentación” (Mt. 26, 41)
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“Estad en vela, pues,
orando en todo tiempo para que tengáis
fuerza y escapéis a todo lo que está por venir” (Lc. 21, 36)
2.
¿Cuál debe ser nuestra respuesta?
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La Fidelidad al amor: si oramos, principalmente, es porque amamos a Cristo.
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La Constancia: es lo prueba la
autenticidad de nuestra fe. En los momentos de aridez hemos de tener mayor
fidelidad.
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La Sinceridad: frente a Dios somos
trasparentes, pero, a Dios le gusta que nuestra fe no se aparte de nuestra
vida: oración y vida: orar como hijos; orar como hermanos y orar como
servidores.
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La confianza infinita. Es la actitud del
que todo lo espera de Dios. La oración nos abre un camino de esperanza y
fidelidad, porque sabe que toda lo que pida al Señor en su nombre se lo
concederá, si está dentro del proyecto de la voluntad divina. (cf Lc. 11, 9)
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El deseo interior de a conocer a Dios.
El deseo de Dios que debe ir unido al deseo de otros conozcan, amen y sirvan a
Cristo y a su Comunidad. Este deseo es como el motor de arranque de la vida de
oración auténtica y verdadera. Cuando el deseo de Dios se enraíza en el
corazón, podemos decir, que es entonces cuando la oración es permanente; ya se
esté despierto o ya se duerma, en la calle o en la Iglesia, el cristiano
siempre está en oración.
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La solidaridad. El cristiano íntimamente
unido a sus hermanos y a los acontecimientos del mundo se convierte en un
intercesor. Su actitud de intercesión le hace sentir los procesos y calamidades
del mundo como propios. El orante ora por la paz del mundo, el hambre, los
enfermos, los problemas propios y de los demás. Todo lo lleva al corazón para
llevarlo al Padre en la Oración.
3. Condiciones Externas para Orar
¨ El Lugar de la oración. Podemos orar en cualquier lugar y en cualquier
circunstancia, pero de modo especial, es bueno tener un lugar apropiado para la
oración.
¨ El tiempo de la oración. “Estad siempre alegres en el Señor” (Fil. 4, 4), es
decir en todo tiempo, Para san Pablo cualquier lugar y a cualquier hora es
buena para orar. “os lo repito estad alegres. Que vuestra mesura sea conocida
de todos los hombres. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna;
antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la
oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias” (Fil. 4, 5-6). Como
respuesta a esta oración Pablo nos presenta una promesa: “Y la paz de Dios, que
supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos
en Cristo Jesús” (Fil. 4,7)
El
tiempo de la Oración es el tiempo dedicado a Dios que cada día hemos de
presentarle. Es la obra más importante de cada día, nada podemos hacer sin la
ayuda del Señor, en vano nos esforzamos, si Él no está con nosotros, todo don
perfecto viene de lo Alto, éstas y otras recomendaciones deberíamos tener
siempre presentes en toda actividad cristiana.
4.
La Necesidad de orar.
Cualquier
actividad apostólica que no se funda en la oración, está condenada a la
esterilidad. El apostolado sin oración es activismo que cansa y nos lleva al
abandono de nuestros ministerios.
Por otro lado y gracias a Dios la necesidad de orar es uno de los mayores logros del cristiano. Cuando
nace esta necesidad, entonces es cuando comienza una fuerte comunión con
Cristo, que puede cambiar toda nuestra vida. Esta necesidad e oración es un don
del Espíritu Santo. Por el camino de la oración se avanza en la conversión
cristiana que nos ha de llevar a la perfección en el acaridad. La oración es
para los cristianos lo que el aire es para los pulmones.
5. El Contenido de la Oración: ¿Qué se ora?
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Lo primero que se ha de
hacer es orar por la propia vida. Presentar la vida a Dios y ofrecerla. Todo
ponerlo en las manos de Dios: los logros y los fracasos. Se pide luz, se da
gracias, se invoca el poder de Dios en las necesidades.
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Orar siempre por lo que se
va a predicar o a enseñar a los demás. La experiencia de fe, ha de ser orada,
dialogada con Dios, interiorizada.
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La oración por los demás
ha de tener en cuenta los diversos estados de ánimo, la dureza del corazón, los
problemas, de cualquier clase, etc.
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Los acontecimientos del
mundo no pueden ser ajenos al cristiano que ora. Su actitud de solidaridad le
hace sentir los progresos y calamidades del mundo como propios
6. ¿Cómo orar?
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Como Adoración, a Dios por
lo que Él es, Creador y Padre, Santo y Misericordioso, Salvador y Redentor.
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Como Alabanza y Bendición
fruto del testimonio y admiración por todo lo que Dios ha llevado a cabo en
medio de su pueblo. Nos ha hecho sus hijos y en verdad lo somos (cfr 1Jn 3,
1ss)
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Como invocación de ayuda
para ser fieles a aquello que el Señor espera de cada uno de nosotros. “Dadnos
Señor el don de la fidelidad”.
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Como petición de perdón,
con profundo sentido de humildad por el pecado cometido, ya que nuestra frágil condición
humana nos hace caer en el pecado.
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Como agradecimiento y
alegría por los beneficios recibidos.
Es
importante que la oración descubra toda la riqueza de sus posibilidades, dé
respuesta a la Palabra de Dios y no degenere en formas rutinarias que ahoguen
su espontaneidad. Cada uno de nosotros ha de encontrar su método de oración,
para hacer su propia oración individual. El método ayuda al crecimiento
espiritual.
7. ¿Con quién se ora?
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La oración individual. Es la oración a
solas con el Señor, necesaria cada día para ir dando solidez a nuestro ser de cristiano
e hijos de Dios.
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La oración comunitaria. Con el grupo de
oración. La oración se ha de comenzar siempre pidiendo la luz del Espíritu
Santo y ha de terminar dando siempre gracias a Dios. Además de estas dos
oraciones el grupo puede incluir otras oraciones espontaneas.
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Con la Comunidad la oración por excelencia es la Eucaristía. Pero toda comunidad debe tener otro momento comunitario de oración
d0nde todos podamos expresar nuestros anhelos y nuestras necesidades.
Orar
con toda la Iglesia en encuentros, congresos, retiros, en toda actividad
apostólica, etc. Todo servidor de la comunidad debe hacerse presente para orar
con sus hermanos y compañeros de trabajo.
8.
¿Qué enseñar para aprender a orar?
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Enseñar a hacer silencio interior para escuchar a Dios. Los espacios de silencio son importantes para permitir al Espíritu
Santo orar en nuestros corazones.
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Enseñar la relajación. Con el cuerpo
tenso es imposible entrar en una oración profunda, por ello es necesario
aprender a relajarse.
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Enseñar la concentración. Necesaria
para que nuestra mente no ande alocada, con muchos pensamientos dispersos.
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Enseñar la contemplación.
Con la mirada de la fe o con los ojos del corazón.
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Enseñar la oración corporal.
Es la oración que se hace con el cuerpo, puede ser: vocal con palabras,
lecturas, procesiones, de rodillas, manos levantadas, sentados o parados.
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Enseñar la oración mental o
de meditación. La meditación, es la
oración que se hace con la mente, de una más alta calidad. Es necesario meditar
en nuestro interior, y pedir luz para poder ver con claridad la voluntad de Dios.
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Enseñar la oración del corazón.
Es la oración interior que exige recogimiento y estar en gracia de Dios.
9.
Imitar a Cristo que ora.
Para vencer el activismo exterior no se debe olvidar que la primera
intención de Jesús fue convocar en torno a sí a los Apóstoles, sobre todo para
que estuviesen con Él. Toda la actividad cotidiana de Jesús nacía de la
oración:
- Se retiraba al desierto o al monte para
orar. (Mc. 1, 35; 6,46; Lc. 5, 16; Mt. 4,1; 14, 23)
- Se levantaba de madrugada para ir a orar)
Mc. 1, 35
- Pasaba la noche entera en oración con
Dios (Mt. 14, 23.25; Mc. 6 46.48;
Lc. 6, 12)
- Hasta el final de su vida en la última
cena (Jn. 17, 1-26.
- Durante la agonía (Mt. 26, 36-43).
- En la misma cruz (Lc. 23, 34.46; Mt. 27,
46; Mc. 25, 34).
Siguiendo el ejemplo de Cristo el discípulo misionero o cristiano debe
mantener vivos los y frecuentes ratos de silencio y oración para cultivar y
profundizar el trato existencial con la persona viva de nuestro Señor Jesús.
10. Imitar a la Iglesia que ora.
Para permanecer fiel al empeño de “estar con Jesús”, hace falta que el cristiano,
sacerdote o laico sepa imitar a la Iglesia que ora.
“Sé por tanto consciente de lo que haces, imita lo que realizas y, ya
que celebras el misterio de la muerte y resurrección del Señor, lleva la muerte
de Cristo en tu cuerpo y camina en su vida nueva”. La vida de oración pide al orante tener
siempre su mirada fija en Jesús (Heb. 12,2) que no ha venido a ser servido sino
a servir y dar su vida por muchos (Mt. 111,28).
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