La Dignidad de la Mujer.
1. ¿Qué
dice la Biblia?
“Hagamos al hombre a imagen y
semejanza nuestra; hombre y mujer los creó.” (Gn 1, 26-27)
Para la Sagrada Escritura Hombre y Mujer, ambos son poseedores de una misma
dignidad y de una igualdad esencial; a la misma vez, existe una diversidad y
una complementaridad. Ella es la ayuda adecuada para el hombre, (Gn 2, 18) y
éste, es la ayuda adecuada para la mujer. Ambos son la ayuda adecuada para sus
hijos y los hijos la ayuda adecuada para sus padres. Hombre y Mujer fueron
creados en estado de armonía; armonía con Dios, consigo mismo, con los demás y
con la naturaleza.
No obstante, como ya se ha dicho, existe hoy un día un muy marcado
crecimiento en la conciencia de la igualdad y dignidad de todos los hombres, es
también cierto que existen situaciones que violentan la dignidad humana y
colocan al ser humano en situación de
esclavitud, frente a las cosas, las ideologías y frente a otros seres humanos.
·
Por
haber sido hecho a “Imagen de de Dios”, el ser humano tiene dignidad de
persona. Es ante todo un “alguien” capaz de conocerse, de poseerse, darse y
entregarse libremente y entrar en comunión con otras personas. (Catic 35
·
El
hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por Dios. Ambos tienen
una dignidad que nunca se pierde, que viene inmediatamente de Dios su creador.
Los dos son la misma dignidad “imagen de Dios” y ambos reflejan la bondad y la
sabiduría de su creador. (Catic 369)
2. ¿Qué
significa ser Imagen y semejanza de Dios?
·
Mujer
eres “imagen de Dios” porque hablas, te comunicas. Puedes entrar en diálogo
amoroso y liberador con tu Creador, con otros seres humanos, contigo misma y con la misma creación. Mujer sabes decir
las mismas palabras de Dios: palabras amables, limpias y veraces.
·
Mujer
eres “imagen de Dios “porque sabes mirar
como Dios mira, descubriendo que las cosas son buenas y las personas fueron
creadas “muy buenas”.
·
Mujer
eres “Imagen de Dios” porque sabes escuchar. Escuchas el clamor de los otros;
escuchas a Dios y te escuchas a sí misma. “La grandeza y dignidad de la mujer”,
lo mismo que la del varón, arranca de su capacidad de escuchar el mensaje del
reino de Dios y entrar en él.
·
Eres
“imagen de Dios” porque puedes caminar con los pies sobre la tierra, es decir,
con dominio propio. El ser humano no fue creado para arrastrarse, para llevar
una vida arrastrada.
·
Mujer
eres “Imagen de Dios” porque puede dominar a las plantas y a los animales. No a
otros seres humanos.
·
Mujer
eres “imagen de Dios” porque formas parte de una creación gratuita, siendo así
gracia. Todo lo que eres y tienes es don: tu vida es regalo porque Dios mismo
es regalo. Eres regalo de Dios para tu familia y para toda la humanidad.
3. ¿Cuál
es el fundamento de la dignidad de la mujer?
La dignidad de la mujer no se la dan las cosas, ni los lujos, ni los
conocimientos, ni los títulos ni las personas, ni los hijos, ni el marido.
Mujer vales por lo que eres. Tienes un valor en ti misma. Decir que tienes
dignidad es decir que tienes rostro, que eres un fin en ti misma, y no un
medio, eres una persona valiosa y no una
cosa. El fundamento de toda dignidad humana, es Dios mismo. Hombre y mujer
salieron de las manos de Dios. Mujer eres el rostro femenino de Dios. Por eso
podemos afirmar que eres belleza, eres verdad, eres única, eres ternura, eres
amor, eres vida, eres persona.
4. ¿Qué
significa ser persona?
Digamos que Dios ama al hombre -
mujer, por lo que es: persona. Un ser orientado hacia lo que
todavía no es, pero que está llamado a ser: Una plenitud. Es decir, no estamos
hechos, nos estamos haciendo.
·
Ser persona significa tender hacia su propia realización;
significa encontrar su propia plenitud en la entrega sincera de sí mismo a los
demás. Todo ser humano ha sido creado para existir para los demás, ser don de
Dios para los otros.
·
La persona es un alguien, un sujeto que decide sobre sí
mismo y que tiene rostro propio, es decir, es poseedor de una “dignidad” que
nadie ni nada debe pisotear o destruir.
5. Los rostros de
la mujer.
Decir que la mujer tiene rostro,
es aceptar que existe, que tiene dignidad, que es valiosa en sí misma: no son
otros los que le dan el valor a la mujer; ella es querida y amada por Dios en
sí misma. Decir que la mujer tiene rostro es reconocer su dignidad y su igualdad
fundamental con todos los seres humanos. Todos salimos de las manos de Dios.
Decir que la Mujer tiene rostros es reconocer su grandeza, su vida interior,
sus criterios y su pensamiento. Cuatro son los rostros de la Mujer que nos
ayudaran a conocernos mejor:
·
Mujer
eres un ser original. No es fácil comprender lo que significa ser original, ser único, ser
irrepetible, cuando en nuestra sociedad reina el conformismo; se vive haciendo
lo que otros hacen; vivimos en una sociedad masificada y masificadora, esclava
de las modas o de estilos de vida impuestos; maneras de vivir que desfiguran a
los seres humanos. Cada Mujer eres única e irrepetible porque Dios te hizo original. No fuiste creada para ser
copia de otros o de otras. Nunca quieras verte como las demás. No hay otro que
piense como tú, que siente como tú, que ame como tú; por eso eres una
maravilla; Dios no se repite en sus criaturas.
Mujer eres un ser
responsable. Ser responsable en la vida significa vivir de frente
a sí mismo y de frente a los demás. Responsable de los pensamientos, palabras,
obras y omisiones, es decir, somos responsables por el mal que se hace o por el
bien que se deja de hacer. Sin miedo digamos que la responsabilidad es el
termómetro de la madurez humana. Hay una persona madura, ahí donde hay
responsabilidad.
Mujer eres un ser libre. libres significa poder elegir entre una cosa y otra; significa decidir por sí mismo; tener convicciones propias. No uses mal tu libertad. Muchas son las personas que se autodefinen como hombres o mujeres libres que pueden hacer lo que quieran con su dinero o con sus cuerpos. La frase clásica que se usa: “haz con tu cuerpo lo que quieras que para eso eres libre”, ha llevado a muchos al libertinaje, a la irresponsabilidad y por lo tanto terminan deshumanizándose y despersonalizándose. La libertad nos sitúa de frente a dos preguntas: Libres: ¿de qué? Y libres: ¿Paraqué?
·
Mujer eres un ser capaz de
amar. No sólo
debemos reconocer esta hermosa verdad, sino también, hemos de reconocer que
fuimos creados por amor, y fuimos creados para amar. Decir que somos seres
capaces de amar es aceptar el sentido de nuestra vida. ¿Qué entendemos por
amor? Según la Biblia, amar es entregarse, es donarse, es acoger al otro en su
realidad; es ayudarle a ser lo que debe ser. (Jn 3, 16; 1 de Jn. 4, 7-9).
Muchos son las personas que se pasan la vida demostrando que aman mucho; algo
que ellas ignoran es que el amor no se demuestra, se ama y basta. El amor: ni
se compra ni se vende.
Lo anterior nos dice que como Mujer tienes la capacidad de ser
creativa. Que puedes tomar decisiones
por ti misma. Eres capaz elegir bien en
cada situación concreta de tu vida. Porque eres un ser capaz de amar eres un
ser para la renuncia, para el sacrificio y para la donación y entrega. Razones
por las que toda Mujer es la primera que está llamada a ser protagonista de su
propio desarrollo, y ser la primera en respetarse y en tener una concepción
clara de lo realmente es, esencialmente
en su persona y en su vida. No permitas que nadie te cosifique y te instrumentalice. Que nadie te rebaje a ser
instrumento de trabajo o de placer. Que nadie te manipule. La manipulación es
la peor de las ofensas contra la dignidad las personas.
6. La gran mentira.
En papel, según la ley de Dios y de los hombres todos somos iguales, todos tenemos derechos y
deberes, todos tenemos acceso al bien común, pero en la práctica, de acuerdo a
lo que vemos y conocemos por la experiencia, no obstante existan muchos
avances, muchas sean los logros que se han logrado en favor de la
reindivicación de la Mujer, la realidad es que existe aún mucha opresión,
explotación y marginación de la Mujer en todos los países y culturas. Mucho
falta por hacer. La causa de la opresión y explotación, de la miseria de
muchos, del sufrimiento y minusvalía de las mujeres por parte de una sociedad
enferma y enfermiza es la “gran mentira” que hace aparecer para muchos como si
la mujer fuera un ser inferior al hombre. La “gran mentira genera “Inversión de valores”.
·
Pensar
que vales por lo que tienes. Las cosas no son el fundamento de tu dignidad. Tu
valor no te lo da la moda, los trapos, el carro, la casa ni siquiera otras
personas, ni tu aspecto físico.
·
Pensar
que vales por lo que haces o por lo que sabes. Todo eso es accidental. Lo
esencial, es lo que eres: persona, un ser valioso en sí mismo, una perla
preciosa.
Mujer: tu “Dignidad es esa “Perla preciosa” que eres tú misma, y que,
usando las palabras de la Biblia (Gn 2, 15) has de “cuidar y cultivar”. Cuida, protege,
defiende lo que realmente eres: un ser único e irrepetible porque Dios te hizo
original. Cultiva los dones y talentos, la capacidad que tienes para amar y
para caminar como lo que realmente eres: un ser personal.
El gran desafío, es educar al ser humano, a la familia, a la Iglesia y a la
sociedad: hombres y mujeres, en la Verdad, en la Justicia, en la Libertad y en
el Amor. Educarnos en los Valores, sin las cuales seguiremos siendo, usando las
palabras de Víctor, K. Frankl, simples bosquejos de personas, hilachos humanos:
oprimidos y opresores. Escuchemos Jesucristo, promotor y defensor de la Mujer
decirnos.
7. La
enseñanza de Jesús.
“Si se mantienen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos y
conocerán la verdad y la verdad les hará libres”. (Jn 8, 31- 32)
El Señor sabe que donde hay opresión no hay libertad y donde no hay
libertad hay esclavitud, y por lo tanto la capacidad para amar se atrofia.
Permanecer en su palabra para no desviarnos ni a izquierda ni a derecha.
Desviarse a la derecha es caer en una situación en la cual se vive haciendo lo
que otros hacen: Desviarse a la izquierda es caer en un “modo” de vida haciendo
lo que otros dice. El ser humano se convierte en copia o en títere de una
sociedad masificada y masificadora. Ninguno de estos estados de vida realiza.
Ninguna da una felicidad estable y verdadera ya que el ser humano es reducido a
un simple medio o instrumento al servicio de otros.
A la luz de la palabra podemos hoy responder a las preguntas esenciales
sobre la vida: ¿Quién eres?, ¿De dónde vienes?, ¿Para qué estás aquí?
Generalmente hago las siguientes
preguntas a las mujeres que se encuentran sumergidas en cualquier problemática,
especialmente, en casos de identidad personal: ¿Cómo te miras? ¿Cómo te
piensas?, ¿Cómo te valoras?, ¿Cómo te aceptas? Y ¿Cómo te amas?
¿Te miras cómo Dios te mira?,
¿Te piensas cómo Dios te piensa?, ¿Te valoras cómo Dios te valora? ¿Te aceptas
y te amas como Dios te ama?
La verdad es que no tenemos ni la mente ni la mirada y mucho menos el corazón
de Dios. Urge ser educados en la Verdad en
la responsabilidad y en la libertad, para que lleguemos a tener la mente,
la mirada y los sentimientos de Cristo. La verdad para nosotros no es un
concepto, no es un principio abstracto, no es una cosa. Es una persona. Jesús,
el Hijo de Dios que nos dijo: “Yo soy en camino, la verdad y la vida” (Jn 14,
6). La verdad es lo real, lo firme, lo estable, lo verdadero, no se impone a la
fuerza, sino que se acepta, se acoge y se vive.
Ver a toda mujer y reconocer en ella su dignidad requiere de todo ser
humano vivir en la verdad. Sólo entonces podremos hacerle justicia a la mujer,
dándole nuestro respeto admiración y reconocimiento. El gran desafío para todos,
hombres y mujeres, es aprender a vivir en la verdad, lo que implica:
·
Pensar la verdad. Para sacar de la mente todos los criterios patriarcales,
machistas, feministas, consumistas, conformistas o totalitaristas, para ver la
Mujer, como un fin en sí mismo, como una perla preciosa. Mujer vales por lo que
eres.
·
Honrar la verdad. Honras la verdad cuando reconoces tu propia dignidad y la dignidad de los
demás. Honras la verdad cuando te valoras por lo que eres. Cuando te piensas y
te miras con amor; cuando te aceptas como eres y te proyectas buscando una
mejor calidad de vida.
·
Hablar la verdad. Fuera de tu mente y de tus labios toda mentira. Fuera
juicios despectivos y condenatorios sobre la mujer. Hablar la verdad es hablar
bien de la Mujer, de su vocación y misión, de sus derechos y de sus deberes, de
sus cualidades y talentos.
·
Caminar en la verdad. Es reconocer que no fuiste creada para llevar una vida
arrastrada, permitiendo que otros sean los que piensen por ti, que decidan por
ti. Arrastrarse es dejar que otros hagan tu historia; que seas manipulada y
usada sólo como instrumento de placer o de trabajo. Caminar en la verdad es
poner tus dos pies sobre la tierra y caminar con tu cabeza en alto, con
dignidad, siendo la protagonista de tu propia historia. Caminar en la verdad
implica rechazar todo lo malo, es decir, todo aquello que impida que te
realices como mujer. Implica también cultivar la belleza, la unicidad, la
bondad y la verdad.
·
Defender la verdad. Es respetar y defender los derechos de toda mujer y de
todo ser humano. Es ayudarle a remover los obstáculos que impiden que se
realice se ser de Mujer. Defender la verdad es abrirle a la mujer campos de
acción para que desarrolle su capacidad de ser ella misma, como un ser capaz de
amar.
8. Una ayuda que
no miente.
El mayor acto de amor que podemos realizar a favor de los demás, no es
darles cosas, dinero o propiedades, sino el
ayudarles a iniciarse en su proceso de realización humana para que
lleguen a ser lo que deben ser. Personas con un grado de madurez y de plenitud
que respondan al Plan maravilloso que Dios tiene para cada una de sus
criaturas.
9. Jesús
y las Mujeres.
Las mujeres que se acercaron a Jesús pertenecían, por lo general al entorno
más bajo de aquella sociedad. Bastantes eran enfermas curadas por Jesús. Otras
eran viudas indefensas, esposas repudiadas o mujeres solas, sin recursos, poco
respetadas, de no muy buena fama. Había también algunas prostitutas. Otras eran
consideradas por todos como la peor fuente de impureza y contaminación. Jesús
las acogía a todas. Y se sentó a la mesa con ellas provocando escándalo entre
sus contemporáneos.
10.
¿Cómo
las trató Jesús?
Habla
con ellas con naturalidad, espontaneidad, sin afectación; pero siempre con sumo
respeto, discreción, dignidad y sobriedad, evitando el comportamiento
chabacano, atrevido, peligroso. Nadie pudo echarle en cara ninguna sombra de
sospecha en este aspecto delicado. No tiene intenciones torcidas o dobles.
Jesús y la mujer
adultera. Traen
ante Jesús una mujer sorprendida mientras estaba teniendo relaciones sexuales
con un hombre que no era su marido. Del varón adulto no se dice nada: es lo que
ocurría siempre en aquella sociedad machista. Se humilla y se condena a la
mujer, por que ha deshonrado a su
familia. La ley dice que la mujer debe de ser castigada. Jesús no soporta esta
hipocresía social construida por los varones y les dice: “Aquel de vosotros que
esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”. Todos empezando por los más
viejos se van retirando avergonzados por el desafía de Jesús. . Ellos saben que
son los más responsables por los adulterios que se cometen en aquellos pueblos.
La
mujer sigue ahí en medio, avergonzada y humillada. Jesús se queda a solas con
ella. Ahora la puede mirar con ternura, con respeto y con cariño como nunca antes alguien lo ha hecho. Mujer,
¿Nadie te ha condenado? La mujer que acaba de escapar de la muerte le responde
atemorizada: “Nadie Señor”. “Tampoco yo te condeno. Vete y, adelante, no peques
más” Jesús no la juzga, no la acusa, no la condena. Sólo la ama y la sana del
miedo a la muerte, de la vergüenza y del
adulterio. (Jn 8, 1-11)
Jesús y la mujer
pecadora. Jesús
va la casa de un fariseo llamado Simón.
Ya en casa mientras están a la mesa una mujer de mala reputación entra, se
dirige a Jesús y se postra a sus pies. Los abraza, los baña con sus lágrimas,
los besa y los seca con sus cabellos. Jesús se deja tocar, no teme a la
impureza y al qué dirán. Jesús no mira a la mujer como tentación ni como fuente
de posible contaminación. Los invitados se escandalizan diciendo sin duda: Éste
no es un profeta de Dios”. “Este hombre es amigo de pecadoras”. Sin embargo
para ella que nunca habían estado tan cerca de un Profeta, que jamás habían
escuchado hablar así de Dios, llora de agradecimiento al sentirse acogida por
Jesús que hace presente el amor comprensivo del Padre que derrama su amor en el
corazón de aquella mujer maltratada y oprimida por los varones, con sed de
justicia y hambre de saberse respetada y amada por alguien. Ese es Jesús que
valora su acción, la ama, la perdona, la libera y la salva: “Tus pecados te son
perdonados”. “Vete en paz” “Tu fe te ha salvado”.. (Lc 7, 36-50)
Jesús y la mujer
hemorroisa. Una
mujer enferma se acerca tímidamente a Jesús. No conocemos su nombre ni su vida.
Quizá siempre ha sido así: tímida y callada. Lleva muchos años sufriendo
pérdidas de sangre. Es una mujer enferma en las raíces mismas de su feminidad,
excluida de la intimidad y del amor conyugal. En estado de impureza ritual que
la obliga a apartarse del templo, de la sociedad y de su esposo. Su ser más
íntimo de mujer está herido. Sólo busca una vida más digna. Su deseo de ser
como todos la ha llevado a gastarse todo lo que tenía en médicos y en
curanderos. Ahora, arruinada, sola y sin futuro. Sólo le queda Jesús, toca con
su fe el manto y se siente curada. Jesús quiere saben quien lo ha tocado. No siente
temor que una mujer impura la haya contaminado. Lo que desea es que esta mujer
no se marche avergonzada: ha de vivir con dignidad. Cuando ella Atemorizada y
temblorosa lo confiesa todo, Jesús con afecto y cariño la despide así: “Hija tu
fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad”. (Mc 5, 25- 34)
Jesús
y la mujer encorvada. La enfermedad de esta mujer es la
esclavitud. Desde niña marginada por el solo hecho de ser mujer. Luego pasa de
las manos del padre y de los hermanos a las manos del esposo. Encorvada, es
decir, doblegada por la opresión que le ha causado el maltrato del marido y el
miedo a un día ser abandonada. Con una esperanza en su corazón se acerca a
Jesús. Espera ser curada después de 18 años de enfermedad, quizá el tiempo que
tenía casada. No
podía en modo alguno enderezarse: ser ella misma. (Lc 13,10ss).
Jesús
la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre
de tu enfermedad». Inmediatamente se enderezó y glorificaba a Dios. Esa
mujer encorvada, a quien Jesús le grita, «¡quedas libre!», y que puede levantar
la cabeza, ver a las personas a la cara, ver el cielo, glorificar a Dios,
sentirse también ella una persona, es un símbolo poderoso. No es sólo una
mujer; representa a la condición femenina; es esa innumerable cantidad de mujeres
que no caminan encorvadas a causa de una enfermedad, sino por la opresión a la
que han sido sometidas en casi todas las culturas. Qué liberación, qué
esperanza, y qué alegría encierra este grito de Jesús.
Conclusión.
Su
experiencia de Dios Padre, defensor de las viuda, de los huérfanos y de los
pobres, y su fe en la llegada de su reinado hacen que Jesús se comporte de tal
manera que pone en crisis las costumbres, las tradiciones y prácticas que
oprimían a la mujer. Jesús no tolera el
carácter patriarcal de la sociedad de su época. Él quiere crear un espacio sin
dominación masculina en el cual hombres y mujeres vivan como hijos de un mismo
Padre, iguales en dignidad.
Jesús
mira a todos como personas igualmente responsables ante Dios. Jesús quiere
poner las bases para que existan estructuras que no generen superioridad del
varón ni sumisión de la mujer. En el
reino de Dios, pobres y ricos, hombres y mujeres, blancos y negros, todos somos
uno en Cristo Jesús. No hay lugar para el racismo, para la descriminación ni
para el machismo. Todas estás anomalías tendrán que desaparecer. Jesús pone las bases para la nueva humanidad
en la cual no deben existir las familias patriarcales, sino, familias y comunidades de iguales, espacios
sin dominación masculina y en la cual las mujeres ganen dignidad, respeto y
admiración. No olvidemos que al final de la vida de Jesús, durante su última
hora, los Discípulos lo abandonaron, y que sólo las mujeres permanecieron a su
lado, fieles hasta el último momento. Así es la Mujer.
Publicar un comentario