La
virtud cristiana de la alegría
Objetivo: Mostrar y conocer el elemento esencial de la vida
cristiana, la alegría, fuerza del testimonio en la fe, capaz de llevar a los
hombres a Cristo y fuente de felicidad para los cristianos.
Iluminación. “Feliz el
hombre que escucha mis palabras y las pone en práctica” (Lc 11, 27).
1.
La alegría de ser padre
“No temas Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada, Isabel, tu
mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti
gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante
el Señor” (Lc 1, 13, s). ¿Quién puede negar la alegría de unos padres
ancianos que a lo largo de su vida soportaron la humillación por ser estériles,
y que al final de sus días, reciben la noticia que serán padres, tal como se lo
habían pedido a Dios a lo largo de muchos años? “Se cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus
vecinos y parientes que el señor había hecho gran misericordia, y se
congratulaban con ella” (Lc 2, 57).
2.
El Ángel anuncia al mundo el gozo de la salvación
El Ángel del Señor dice a María:
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo” (Lc 1, 28). María es la “Dichosísima”; es la Mujer feliz, dichosa,
llena de alegría: “Feliz por haber creído” (Lc 1, 45). “Feliz porque Dios puso
sus ojos en la humildad de su esclava y realizó en ella sus maravillas” (Lc 1,
48-49). “Feliz por dar a luz a su hijo” (Lc 2, 7). “Feliz por haber hecho la
voluntad de Dios” (Lc 8, 21). Para María, la Madre, el camino de la felicidad
está en hacer la voluntad del Padre manifestada en su Hijo muy amado. Por eso
nos dice: “Hagan lo que él os diga” (Jn 2, 5).
3.
En el Nacimiento del Salvador
No puede haber lugar para la
tristeza, cuando nace aquella vida que ha venido a destruir el temor de la
muerte y darnos la esperanza de una eternidad dichosa. “No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo
el pueblo: os ha nacido, hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo
y Señor” (Lc 2, 10s). Que nadie se sienta excluido de esta alegría, pues,
el motivo de este gozo es común para todos. El Señor ha venido a salvarnos a
todos. Desde la época de Abraham el pueblo de Israel esperaba un Mesías que
además es “Señor”, título que en el antiguo Testamento sólo es dado a Dios.
Jesús dice al Pueblo que el “Padre
Abraham se regocijó pensando en ver mi Día” (Jn 8, 56). Pensemos en la
alegría de los pastores cuando encontraron al Niño recostado en el pesebre,
acompañado por sus padres (cfr Lc 2, 16). Igualmente pensemos en la alegría de
los ancianos Simeón y Ana, la profetiza que pasaba los días alabando a Dios y
hablando del Niño a todos los que esperaban la redención de Israel (cfr Lc 2,
38).
4.
El canto de Simeón
Este canto es una himno que
brota de un corazón lleno de paz, gozo, gratitud, dicha, de bienestar: “Ahora Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque
han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los
pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel” (Lc
2, 19-32). El gozo del Señor, es no sólo para los judíos, sino también para los
gentiles; todos los hombres son invitados a participar del “Gozo del Señor”.
San Pablo pareciera que lo repite a diario a sus feligreses: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo
repito, estad alegres. Y que todos conozcan vuestra clemencia. El Señor está
cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad
a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la
acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera toda inteligencia, custodiará
vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús (Flp 4, 4- 7).
5.
La alegría cristiana
La alegría cristiana, no es
fácil de describir, porque es una realidad espiritual, que está al alcance del
que verdaderamente cree en Jesús como Salvador, Maestro y Señor. Esta alegría
es para el cristiano: consuelo, paz, abandono en las manos de Dios, gozo en el
Espíritu; fruto del amor que nace de la fe en Cristo Crucificado y Resucitado.
El Papa Juan Pablo animaba a la Iglesia diciéndole: “No apaguéis esta alegría;
¡Testimoniad vuestra alegría! ¡Habituaos a gozar de esta alegría! (J. Pablo II,
Aloc. 241111979). Está alegría, hija de la fe sincera, es fuerza del cristiano
en las dificultades de la vida, especialmente, para obrar el bien y saborear
las cosas buenas que son agradables a Dios.
“Tengan siempre la alegría del Señor; lo repito estén alegres” (Flp
4, 4). El gozo es uno de los frutos del Espíritu Santo; por lo tanto, es fruto del
amor. Ahí donde habita el amor a Dios y a los hermanos, el amor a la familia y
al trabajo. Cuando las cosas se hacen con amor, se desborda la alegría. La
alegría que Pablo recomienda a sus discípulos de Filipo, nada tiene que ver con
el gozo que dan los sentidos, tampoco con una alegría intimista, sino con el
“gozo del Señor” fruto de la “paz y de la reconciliación”, de la “armonía
interior y exterior” que Dios derrama en el corazón de los que guardan su
Palabra, ponen en práctica sus Mandamientos y del saberse amados, perdonados y
reconciliados por Él.
Cristo Jesús nos ha dado “La
clave” para alcanzar la felicidad y permanecer en ella: Como el Padre me amó
así yo los he amado a ustedes: “permanezcan en mi amor” y “guarden mis
Mandamientos”; lo mismo que yo he cumplido los Mandamientos de mi Padre y permanezco
en su amor (Jn 15, 9-10). Este es el verdadero amor, aquel que busca lo mejor
para los amigos; Jesús ama a los suyos con un amor de promoción. Por eso puede
decirle: “Les he dicho esto para que mi
gozo esté en ustedes, y su gozo sea colmado” (Jn 15, 11). El Señor Jesús no
quiere que perdamos la alegría verdadera por el deleite de las cosas temporales
(S. Gregorio Magno). A esto San Agustín nos dice: “Nada hay más infeliz que la
felicidad de los que pecan”(S Agustín, Catena Aurea, vol 1, p. 325).
6.
El gozo de la Resurrección
La experiencia de la
resurrección es intensamente gozosa; con un gozo inefable que sólo puede ser
“don de lo Alto”. El pasó de la muerte a la vida; de la esclavitud a la
libertad o de las tinieblas a la luz, es experimentado como un nuevo nacimiento
en medio de la paz y del gozo del Espíritu. La resurrección es la obra
poderosísima que Dios realiza en nuestro interior por medio de su Espíritu.
Cuando el Apóstol Tomás vivió su experiencia de resurrección se abalanzó a los pies
del Señor Resucitado y exclamó: “Mi Señor y mi Dios” (Jn 20, 28). Experiencia
que marcó toda su vida y para siempre. Quien vive está experiencia es “una
nueva creación, lo viejo ha pasado, ahora, lo que hay es nuevo” (cfr 2Cor 5,
17). Lo viejo era la tristeza, lo nuevo es el gozo y la alegría de la
Resurrección. La nueva creación, sólo puede ser obra del Espíritu de Dios que
nos resucita juntamente con Cristo; nos hace partícipes de su vida y de su
Espíritu. Ahora Cristo Jesús habita por la fe en nuestros corazones, y nosotros
somos del Señor.
“Lo que quiero es conocer a
Cristo y sentir en mí el poder de su resurrección” (Flp 3, 10). Pablo, el
testigo fiel, en su corazón sólo hay un deseo que quema su alma apasionada por
Jesús que lo ha llevado a decir que todo en lo que él antes confiaba y en lo
que se engrandecía, lo da por pérdida, lo considera basura con tal de ganar a
Cristo y estar unido a él, tanto en sus sufrimientos, como en su pasión; tanto
en su muerte como en su resurrección (cfr Flp 3, 8-9). Para el Apóstol, con la
mirada en Cristo, el pasado ha sido olvidado, ahora se esfuerza y se lanza
hacia la meta: Cristo, su Salvador y Señor (Flp 3, 14). Para él “La vida es
Cristo, la muerte es ganancia” (Flp 1, 21). El gozo de Pablo, su “alegría es morir
para estar con Cristo” (Fpl 1, 23). Mientras que para los discípulos de Filipo,
su alegría estaba en el progreso en la fe y en la virtud, como fruto del
trabajo apostólico del Apóstol Pablo, reconoce que su regreso a Filipos será
fuente de felicidad para la comunidad: “Un motivo de felicidad en Cristo Jesús”
(Flp 1, 25-26).
7.
La felicidad y la vida moral
“Quien practique la misericordia que lo haga con alegría, con prontitud
y no de mala gana” (cfr 2Cor 9, 7). Orientar la vida y el corazón hacia
Dios encontrará siempre armonía interior que es fuente de paz y de contento. La
vida orientada a Dios es fuente de alegría plena y perfecta, de gozo y contento
porque la “voluntad de Dios es alimento para nuestra alma” (cfr Jn 4, 34). El
mismo Señor Jesús nos ha dicho: “Feliz el
hombre que escucha mis palabras y las pone en práctica” (Lc 11, 27). “Su casa será construida sobre roca: sobre
el gozo del Señor” (cfr Mt 7, 24). El amor produce en el hombre la alegría
que tiene que proteger y cultivar en la donación a los que sufren y en la lucha
espiritual para alcanzar la victoria que nos trae la paz y el gozo en el
Espíritu. Sin la práctica de las
virtudes morales el creyente estará desnudo de la verdadera alegría.
“Dichoso el hombre que no se equivoca con sus palabras y no tiene que
sufrir remordimientos. Dichoso el hombre a quien no le reprocha la conciencia
ni ha perdido la esperanza” (Eclo 14, 1-2). “Dichoso el hombre que piensa en la sabiduría y busca la prudencia”
(Eclo 14, 20). El remordimiento es fuente de enfermedades neuróticas y hasta
esquizofrénicas. El remordimiento es semejante al “gusano quemador” que entra
en acción cuando se actúa en contra de la conciencia y se pierde la paz;
juntamente con la paz, el hombre pierde la esperanza, en cuanto a virtud teologal,
lo único que queda en él, es miseria, es vacío, es caos. Hablemos claro:
inteligente, es el hombre que sabe vivir; y sabio, es el hombre que respeta al
Señor y anda en sus caminos: “hace el
bien y rechaza el mal”. El hombre prudente no se complica la vida; evita
los peligros, reconoce sus debilidades y limitaciones para conservar la
conciencia íntegra y la alegría en la esperanza. El hombre prudente y sabio,
sabe que la felicidad está en hacer lo que tiene que hacer de manera correcta,
generosa en orden a su realización como persona.
8.
El gozo del Señor y la experiencia de Dios
“¡Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, ocultando
estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente
sencilla!” (Mt 11, 25). Se trata de un gozo exultante, fruto de la
experiencia de Dios como Padre, infundido por el Espíritu y que Jesús el Señor
expresa en esta oración breve con sentido mesiánico: los pobres son
evangelizados, esa es la causa de la alegría del Señor. En el evangelio de Lucas
encontramos el texto en el que Jesús nuestro Señor nos muestra el camino de la
felicidad: “¡Dichosos, más bien, los que
escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!” (Lc 11, 28). La felicidad de
Jesús está en amar y obedecer a su Padre del cielo, al grado que puede decirnos
que en eso consiste el verdadero alimento, el que llena el corazón del hombre: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me
envió y concluir su obra” (Jn 4, 34). La “obra del Padre” es mostrar al
mundo un rostro de amor, de misericordia, de perdón y de alegría que los hombres
podrán leer en el rostro, en las Palabras y en las acciones de Jesús. De donde
podemos decir que el “gozo del Señor” está en ver que los pobres se comprendan
amados por Dios, que conozcan la salvación y que amen a Dios, el Padre de los
pobres, de las viudas y de los huérfanos.
9.
La alegría como fortaleza del Señor
“Aunque la higuera no echa brotes, y las cepas no dan fruto, aunque el
olivo se niega a su tarea, y los campos no dan cosecha, aunque se acaban los
ovejas en el corral y no queden vacas en el establo; yo festejaré al Señor
gozando con mi Dios salvador: el Señor es mi fuerza, me da piernas de gacela,
me encamina por las alturas” (Hab 3, 17ss). Los del profeta Habacuc son
tiempos difíciles; pareciera que su oración es estéril, no ve por ninguna parte
la mano del Señor, no hay “nubes en el cielo”. Las dificultades parecen ser
muchas, tanto los campos como los animales se niegan a dar su fruto, no
obstante, él sigue siendo fiel frente a las adversidades: su fuerza la
encuentra en el “gozo del Señor”. “El Señor mismo es su Fortaleza”. Es entonces
cuando entendemos las palabras del Apóstol: “Tengan siempre la alegría del
Señor; lo repito, están alegres” (Flp 4, 4). De parte de él nos garantiza: “Y
siempre que pido por ustedes cualquier cosa, lo hago con alegría” (Flp 1, 4).
La alegría de Pablo tiene como causa el saberse amado por la comunidad de los
filipenses: “Me lleno de alegría porque otra vez floreció su preocupación por
mí” (Flp 4, 10). Pero no es la única razón por la cual el Apóstol se siente
contento, en su interior hay una fuerza que lo hace decir lleno de júbilo: “Todo lo puedo en aquel que me da fuerzas”
(Flp 4, 13).
10. No perder la alegría en medio de las pruebas
Así debería de ser para los
cristianos; permanecer contentos, tanto, a la hora de la tentación como a la
hora de la prueba y en los momentos de aridez, en las noches frías, cuando se
hace oración, se busca al Señor y pareciera que se esconde y no responde a
nuestras súplicas. La Biblia nos invita a estar contentos en todo tiempo:
“Considerad como un gran gozo, hermanos míos, estar tentados en toda clase de
pruebas” (St 1, 2). “Feliz el hombre que soporta las pruebas” (St 1, 12). El
mismo Apóstol Santiago nos dice que la felicidad no está, tanto, en escuchar la
Palabra, sino en ponerla por obra, en cumplirla” (cfr St 1, 22. 25). La misma
tentación es causa de alegría al saber que si somos tentados significa que aún
estamos de pie y no hemos sido vencidos.
11. El gozo y el encuentro con Jesús Resucitado
La resurrección de Cristo es
vida para los muertos, salud para los enfermos, perdón para los pecadores,
gloria para los santos. El gozo de la resurrección es “don y respuesta” Cristo no entra al corazón que
le abre sus puertas con las manos vacías, lleva con Él, el amor, la paz y el gozo del Reino (Rm 14, 17).
El mismo día de la Resurrección, llegó Jesús a donde estaban sus discípulos
reunidos, se colocó en medio y les dice: “La paz esté con ustedes”. Después de
decir esto les mostró las manos y el costado. “Los discípulos se alegraron al ver al Señor” (Jn 20, 19ss). La paz
de Cristo es armonía interior y exterior, es fruto del amor, y a la misma vez
fuente de alegría, gozo y contento. Esta experiencia está al alcance de todos
los pecadores que se acerquen al Señor Jesús con un corazón contrito y abatido,
Él, los acoge, los perdona, los glorifica y los santifica, experiencia que
desborda el corazón humano al apropiarse del gozo del Cielo: “Hay alegría en el
cielo cuando un pecador se arrepiente y vuelve” (cfr Lc 15, 7).
12. La fe y la alegría del Señor
La alegría de la fe produce oración y
alabanza, gratitud y entrega generosa a la obra del Reino. Se trata de una fe
sincera acompañada de un corazón limpio y de una conciencia recta (1Tim 1, 5).
De la misma manera que no se trata de cualquier alegría, sino de “la alegría
del Espíritu Santo”. Isabel, llena del Espíritu Santo dice a la Madre del
Señor: “¡Dichosa tú que creíste!” (Lc 1, 42). María es dichosa no solo por
haber creído, sino también porque dio a luz a su Primogénito y porque abrazó la
voluntad de Dios en cada momento de su vida (cfr Lc 2, 38). Para la Madre la fe
es: “Confianza y abandono en Dios, su Señor y Salvador, el Poderoso y Santo que
todo lo puede y que ha hecho maravillas en su humilde esclava” (Lc 1, 46-49).
La fe de María es también donación, entrega y servicio a la “obra redentora de
su Hijo”.
Sabemos porque lo afirma la Biblia que la fe sin obras está
muerta: sin vida y sin alegría (St 2, 26). La fe no es cosa de ver ni de
sentir, sino de saber que Dios nos ama, aún siendo nosotros pecadores (Rm 5,
6). Saber que Él manifiesta su amor en los débiles que guardan sus Mandamientos
y ponen en práctica sus palabras (Cfr 2Cor 12, 9; Jn 14, 21-23). Jesús le dice
a Tomás: “Porque me has visto, has creído”: “Felices los que creen sin haber visto”
(Jn 20, 28). Jesús es el Autor y el Consumador de nuestra fe, cuando él nos
busca, irrumpe en nuestra vida de pecado, nos da una experiencia de su amor,
parece que nace en nosotros un sentimiento de grandeza como si fuéramos
superhombres, mejores que otros. Entonces Jesús nos dirige las mismas palabras
que dijo al Apóstol: “felices los que creen sin haber visto”, es decir, sin la
necesidad de una experiencia sensible.
Leer y comentar Las Bienaventuranzas de
Mateo 5, 3ss.
1.
Felices los que tienen el espíritu del pobre,
porque de ellos es el reino de los cielos.
2.
Felices los que lloran porque recibirán
consuelo.
3.
Felices los pacientes porque recibirán la
tierra en herencia.
4.
Felices los que tiene hambre y sed de
justicia, porque serán saciados.
5.
Felices los compasivos, porque obtendrán
Misericordia.
6.
Felices los de corazón limpio porque verán a Dios.
7.
Felices los que trabajan por la paz, porque
serán reconocidos como hijos de Dios.
8.
Felices los que son perseguidos por causa del
bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
9.
Felices ustedes, cuando por causa mía los
insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias.
10.
Alégrense y muéstrense contentos, porque será
grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así
persiguieron a los profetas que vinieron antes de ustedes.
Oración. Dadnos Señor un corazón
limpio lleno de tu amor para que pueda darme en servicio a mis hermanos tus
hijos a quienes tu amas con predilección.
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