La Pregunta sobre Jesús.
1. ¿Quién soy yo pará ustedes?
Tras llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta
pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
hombre?» Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías;
otros, que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: «Pero vosotros
¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios vivo.» A esto replicó Jesús: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás,
porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en
los cielos. (Mt 16, 13ss).
La respuesta de los discípulos es la que realmente interesa
al Señor. Pedro en nombre de los Doce y de toda la Iglesia responde al Señor:
«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Conocer a Jesús es un “don de Dios”.
La respuesta no se puede pedir prestada, como tampoco se puede rebuscar en
libros. Tiene que brotar de la experiencia personal del “Encuentro con el
Señor”. Conocer al Señor es “don y respuesta”. Pide fe y obediencia a su
Palabra. Pudiéramos invertir la pregunta: “Señor Jesús, ¿Quién soy yo para Ti? ¿Soy
realidad o soy fachada? ¿Soy verdad o soy apariencia? Veamos la experiencia de
Pedro.
2. La experiencia liberadora de Dios.
“Herodes había decidido ya el día en que iba a presentarlo.
La víspera por la noche se encontraba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado
con dos cadenas; unos centinelas custodiaban la puerta de la cárcel.
V Pedro quedó así custodiado en la cárcel, mientras la iglesia oraba insistentemente
por él a Dios (Hech
12, 5) Que importante es entender la importancia de la oración de la Iglesia.
Orar siempre y en todo lugar por cualquier circunstancia. Por la conversión de
los pecadores, de la familia, de la comunidad, de la misma Iglesia.
V De pronto se presentó el ángel del Señor y la celda se llenó de luz. Toda persona, familia o comunidad evangelizada se llena con la luz de la
Palabra. Lo primero de la experiencia es escuchar la Palabra de Dios que es luz
que ilumina las tinieblas del corazón. Ese de “pronto” hace referencia a la
iniciativa de Dios que nos amó por primero y que busca a las ovejas perdidas
hasta encontrarlas (Lc 15, 4).
v El ángel golpeó a Pedro en el costado,
lo despertó y le dijo. La Palabra nos despierta del sueño del pecado (1 Ts 5, 5-6). Nos
convence de nuestra pecaminosidad (Jn 16, 8) y orienta nuestra vida hacia Dios
siguiendo las huellas de Jesús (1 Ts 1, 9).
v «Levántate, date prisa.» Al momento
cayeron las cadenas de sus manos. Levántate
hace referencia a la resurrección, al paso de la muerte a la vida, del pecado a
la gracia. “Despierta tú que duermes, y
levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5, 14). “Date
prisa” manifiesta la voluntad amorosa de Dios que invita a salir del exilio
para ponernos en camino de éxodo hacia la Libertad de los hijos de Dios” (Gál
5, 1). Cristo rompe cadenas, ataduras para liberar de la esclavitud, esto exige
despertar y ponerse de pie: Morir al pecado para resucitar.
v Le dijo el ángel: «Termina de
vestirte y ponte las sandalias.» Pedro obedeció. En la obediencia a la Palabra de Dios nos
vestimos con las vestiduras de la salvación: «Gozo y disfruto en Yahvé, me alegro animoso en mi Dios, pues me ha puesto
ropas de fiesta, me ha envuelto en manto de victoria, como el novio que se pone
una corona, como la novia que se orna con aderezos (Is 61, 10). Decídete a
seguir a Cristo y con gozo y amor acepta lo que te propone. El vestido y las
sandalias hacen referencia al poder de Dios recibido para vivir como hijo de
Dios y realizar la Misión encomendada a Pedro y a cada uno de nosotros.
V El ángel añadió: «Ponte el manto y sígueme.» Salió y se dispuso a seguirle. Para
Pablo ponerse en manto hace referencia a revestirse de Cristo (Col 3, 12) Dos
cosas le pide el Señor a Pedro y a cada uno de nosotros: “Ámame y Sígueme” (Jn
21, 15-19).
“Pero no acababa de
convencerse de que era real cuanto hacía el ángel, pues se figuraba estar ante
una visión. Una vez atravesadas la primera y la segunda guardias, llegaron a la
puerta de hierro que daba a la ciudad. La puerta se les abrió por sí misma.
Salieron y, tras recorrer una calle, el ángel desapareció de pronto de su vista” (Hech 12, 1- 11).
Nos cuesta trabajo descubrir la acción de Dios en nuestra
vida. De la mano del Señor vamos de experiencia en experiencia, de liberación
en liberación, de fe en fe… vamos escribiendo la respuesta con el poder de su
Espíritu en nuestro corazón para poder decir con Pablo: “cada vez tenemos más
de su gloria, gracias a la acción del Señor que es Espíritu” (2 Cor 3, 18).
Ámame y sígueme.
Quién ama a Jesús guarda sus mandamientos y guarda sus
palabras (Jn 14, 21. 23) Es decir se configura con él y se reviste con los
mismos sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2, 5) Para poder vivir como Jesús
vivió: “Se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el
diablo porque el poder de Dios estaba con Él” (Hch 10, 38) Pablo, Apóstol y
siervo de Cristo por voluntad del Padre, por amor a su Señor se gastó por la
causa de Aquel que lo amó y se entregó por Él (Gál 2, 20).
Escuchemos lo que dice
a su discípulo Timoteo.
“Porque yo estoy a
punto de ser derramado en libación, y el momento de mi partida es inminente. He
participado en una noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he
conservado la fe. Y desde ahora me
aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo
Juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor
su Manifestación” (2
Tim 4, 6-8).
Para forjar la respuesta. Conclusión
v Despierta y Levántate tú que duermes
y Cristo será tu luz (Ef 5, 14)
v Fájate la túnica. Tomar a Jesús en serio
por lo que Él es y no por lo que él da.
v Ponte las sandalias. Disponibilidad a
salir para seguir a Cristo. Ponerse en camino de éxodo
v Ponte la túnica. Revestirse de Cristo
y tener sus mismos sentimientos (Rom 13, 11- 17).
v Sígueme. Seguir a Cristo como sus
discípulos y configurar nuestra vida con la suya (lc 9, 58- 62).
v Permanecer en el amor de Dios, aún en
medio de dificultades y problemas (Jn 15, 9-10).
v Perseverar en la misión en medio de
tentaciones, pruebas y Lucha contra el Malo, siguiendo el ejemplo de san Pablo.
v Con Los ojos fijos en la Meta: Jesús,
de quien se recibe la recompensa.
La fe es un camino a recorrer. Camino lleno de experiencias,
veces, liberadoras, otras veces dolorosas y unas más, gloriosas y luminosas. El
primero en recorrer este camino fue Jesús, tras de de Él, María su Madre, sus Apóstoles y después miles y miles de
creyentes y discípulos que por amor se arriesgaron a vivir la experiencia de la
fe. Camino que tiene su origen en Dios que nos llama a salir del exilio para
ponernos en camino de éxodo, para ir hacia Cristo, creer en él y revestirnos
con su gracia para configurar nuestra vida con él. Es el camino de realización
humana, gracias a la acción del Espíritu Santo, que actualiza hoy y aquí, el
Plan de vida realizado por Cristo desde la Cruz para unir a los hombres con
Dios y entre ellos.
El camino de la fe, es para los creyentes, camino del Amor,
de la entrega y de la donación. Nadie lo hace solo, lo hacemos con otros y a
favor de otros, ayudados por la gracia de Dios, por la que Dios mismo se nos
comunica y se nos dona para ayudarnos a ser personas plenas, fértiles, fecundas
y fructífera, todo en comunión con Cristo, Camino, Verdad y Vida.
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