1. EL Camino del Amor
Objetivo: Mostrar un camino de espiritualidad
de manera sencilla a todos los que quieran tomar la vida en serio y vivir el
Evangelio para que podamos identificarnos con Jesús el Señor, como sus
discípulos y testigos del Amor.
Iluminación: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y
cargados, y yo os haré descansar. Tomad
mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”
(Mt 11, 28-29).
1. El camino de la felicidad.
Dios es Amor y creó al hombre por amor y para
amar, a imagen y semejanza suya, los creó (Gn 1, 27). El Amor de Dios es la
fuerza de la Redención: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga
vida eterna” (Jn 3, 16).No debe haber cosa más importante, valiosa y digna para
el hombre que aprender a amar, para que la experiencia de la vida le haga
gritar, aunque sólo sea una vez en la vida, con la fuerza de sus pulmones:
"Lo que importa es amar". Sólo los hombres que aman aprenden el
camino de la felicidad, recordando que la puerta de ésta, sólo se abre hacia
fuera, y sólo los que salen fuera logran conquistar una vida plena, fértil y
fecunda, son capaces de alcanzarla. Aprender amar de manera intensa y apasionada,
y no de cualquier otra manera para comprender que Dios a todos nos ama inmensa
e incondicionalmente.
El arte de amar no admite dilaciones, es forjador de
conciencias, de familias, de comunidades y de naciones. Es el camino para
aprender a vivir en "comunión" con el Otro, con lo otro, con los
otros y consigo mismo. Es el camino para cultivar y proteger la "perla
preciosa" que todo ser humano lleva en su interior: su "dignidad
humana", sede de valores, derechos y deberes. El arte de amar es el
guardián del crecimiento integral, y a la vez, es el camino de la madurez
humana. El hombre sólo se realiza amando, entendiendo el amor como un darse y
entregarse en servicio, al estilo de Jesús, en favor de otros para que tengan
una vida más digna, y se hagan así más personas y mejores personas.
2. El amor nos hace personas.
El amor es la esencia de la responsabilidad y de la libertad,
sin las cuales el hombre se queda convertido en un simple hilacho humano, en un
simple bosquejo de persona. Sólo a la luz del amor, el hombre descubre el
sentido de su existencia y puede darle a su vida orientación y sentido,
cultivando lo que realmente de humano lleva en su interior: la bondad, la
justicia, la verdad y la unicidad. Con cuánta razón el evangelista san Juan nos
dijo: "Todo el que ama ha nacido de Dios, conoce a Dios y permanece en
él" (1 Jn 4,7). El amor es la fuerza que todo lo puede. Acorta distancias,
reconcilia a los enemigos, une lo que está separado, nos lleva a la verdad que
nos hace libres (Jn 8, 32), honestos, sinceros e íntegros, nos pone de pie y
nos hace caminar hacia nuestra realización plena, llevando una vida donada y
entregada, como regalo para los demás. Ese es el sentido de la "fracción
del pan", de la que Jesús hizo su Mandamiento: "Hagan esto en memoria
mía" (Lc 22, 19).
3. El Amor y el Nuevo Nacimiento
El arte de amar, para quien quiera aventurarse en el camino
del amor tiene como exigencia primordial el "Nuevo Nacimiento" (Jn 3,
1-5) No se trata de ponerle un parche a la vida, de nada serviría (Mc 2, ). Todas
las cosas tienen que hacerse nuevas, recordando las palabras del Señor Jesús:
"Yo soy el que hace las cosas nuevas" (Apoc 21, 5). El camino que él
nos propone ha sido recorrido y transitado por él, en primer lugar, y por
muchísimos discípulos y discípulas que a lo largo de los siglos han seguido sus
huellas: "La Cruz" es el camino que nos lleva a la
"Resurrección". Cuando pasamos de la muerte a la vida, aparecen las
señales del amor: la paz y la alegría, la verdad y la justicia, la solidaridad
y el servicio. San Pablo, testigo de todas estas cosas nos dijo: "Todo el
que es de Cristo, está crucificado con él, muriendo al pecado y viviendo para
Dios" (Gál 5, 24-25). Verdades que encuentran su fundamento en las
palabras del Evangelio; "Si el grano de trigo no muere, estéril se
queda" (Jn 12, 24).
El Amor que sólo viene de Dios, se ha manifestado en Cristo
Jesús, nacido para nuestra salvación y
para manifestarnos el rostro del Padre que es Amor: "Quien me ve a
mí, ve al Padre (Jn 14, 7) Cristo Jesús es el revelador del Padre y de todo
hombre. Él es lo que nosotros estamos llamados a ser. Ahora los que creemos en
su Amor podemos corresponder con amor Aquel que nos amó primero; podemos salir
afuera y amar a los demás y a todo lo que Dios ama. Qué hermosas las palabras
de san Pablo: Dios ha derramado su Amor en nuestros corazones con el Espíritu
Santo que nos ha dado" (Rom 5, 5). Nos hace partícipes de su esencia para
que seamos amor entregado de Cristo a los otros, a todos.
4. Creer en el Amor de Dios.
Creer en el amor es aceptar que el arte de amar es el mejor,
y él único camino de humanización y personalización. El hombre fue creado por
amor, con amor y para amar. Realizarse como persona es el camino de la
felicidad orientado siempre a vivir de encuentros interpersonales; encuentros
liberadores y gozosos que van dejando el sabor de la satisfacción, aún a pesar
de las aparentes derrotas del camino. Las huellas de tentaciones y crisis no
superadas están ahí, invitando a sacudirse y aprender de las experiencias de la
vida. El hombre decide ponerse de pie y retomar al camino que lo lleva a la
Plenitud. Camino que se hace con otros, y siempre a favor de otros, ya que
nadie se realiza sólo (Gn 2, 18). Creer en el Amor es estar abiertos a la
Palabra, a la acción del Espíritu, al servicio como donación y entrega gratuita
para seguir las huellas de Jesús que por amor se donó y entrego por mí, por
todos, por su Iglesia (Gál 2, 20; Ef 5, 2; Ef 5, 25).
5. La Escuela de la vida al servicio del Amor.
Las primeras lecciones de la vida se reciben en la Familia,
los padres son los primeros educadores. Recordemos el principio filosófico:
"Nadie da lo que no tiene". Cuando el hombre o la familia están
vacíos de amor, lo único que se puede esperar es el maltrato violento y agresivo,
la falta de educación en los valores, la desintegración familiar y civil.Hoy,
todo hombre que piense en serio y quiera ser protagonista de su propia
historia, ha de aceptar el desafío de trabajar con todo en la
"humanización de la educación, de la economía, de la política y de la
religión".
Humanizar significa trabajar en la "Civilización del
Amor" y en la "Construcción de un universo ordenado" en el que
todo hombre sea visto como un fin en sí mismo, y no como un medio al servicio
del sistema o de intereses egoístas. Existen en la escuela de la vida algunas
lecciones fundamentales, que serían lo primero que se tiene que enseñar desde
los primeros años de la existencia. Sería como el poner los cimientos de la
estructura en cada ser humano. "La Civilización del Amor ha de cimentarse
en tres columnas que dan consistencia al "Edificio Espiritual": La
Verdad, el Amor y la Vida. El objetivo que nos involucra a todos es hacer de la
Humanidad, una gran Familia; una Comunidad en la que todos seamos hijos del
Dios Amor, Hermanos y Servidores unos de los otros según el Mandamiento Regio
de Jesús (Jn 13, 34- 35).
6. Lo que todos debemos saber.
La primera lección. Tú no eres un algo, eres un alguien,
valioso, importante y digno. Tener conciencia de la propia dignidad, valor
intrínseco que ayuda a dar respuesta a cinco preguntas fundamentales de la
existencia humana: ¿Cómo te piensas? ¿Cómo te miras? ¿Cómo te aceptas? ¿Cómo te
valoras? y ¿Cómo te amas? Cada respuesta será válida y constructiva si se da a
la luz del Amor. Qué hermoso es hacer nuestras las palabras de Isaías:
"Eres de gran valor y Yo te amo" (Is 43, 4).
La segunda lección: Aprende a distinguir entre lo bueno
y lo malo. Lo bueno es todo lo que ayuda a realizarse como ser humano, persona.
Lo malo es todo aquello que impide tu realización como lo que eres, un ser
único e irrepetible. Es el momento para empezar a aprender hacer juicios
prácticos y a llamar a las cosas por su nombre y encontrarles el sentido. La
persona es más importante que las cosas, y éstas han de estar al servicio de la
persona. Este es el momento para iniciarse en el mundo de los valores, como el
compartir.
La tercera lección. Rechaza el mal y haz el bien. Es un
momento precioso para poner en práctica el libre albedrío, escoger entre el
bien y el mal, entre lo malo y lo bueno. Muchos son los que a lo bueno le
llaman malo y a lo malo bueno. Realidad que ha llevado a muchos al "vacío
existencial" y a la "inversión de valores", fuente de guerras,
guerrillas, divorcios, destrucción familiar, divisiones, tanto entre los
individuos como entre las naciones. El hombre no es visto como un fin en sí
mismo, como un alguien, sino como un objeto que se le valora por lo que tiene o
por lo que produce.Se le instrumentaliza, se le manipula, para luego desecharlo
o eliminarlo.
La cuarta lección. Todos somos iguales en dignidad,
hombres y mujeres, pobres y ricos, niños y ancianos, poseemos una misma
dignidad. Nadie vale por lo que tiene o por lo que hace; valemos por lo que
somos, seres humanos, personas que participamos de una misma naturaleza, somos
iguales, pero distintos.
La quinta lección. Cada ser humano es único e
irrepetible, a la vez que tenemos una originalidad y una diversidad que nos
hace comprender que no existe "equidad de género". Como seres
sexuados, somos distintos y somos complemento de unos para otros, de manera que
decimos: El hombre es el complemento de la mujer y la mujer es el complemento
para el hombre (Gn. 1, 27).
Urge educar al hombre en la dinámica del amor, para que se
inicie en el camino que lleva a la realización humana con otros a quienes debe
reconocer como personas valiosas en sí
mismas; las acepte por lo que son, y las respete incondicionalmente, y
así pueda vivir de encuentros interpersonales, compartiendo lo que sabe, lo que
tiene y lo que es, un ser que se humaniza viviendo de
encuentros con otros a quienes acoge como seres iguales en dignidad y a quienes
se entrega para ayudar a crecer como personas. Tengamos como norma: "Nadie
se realiza solo, necesitamos de los demás y los demás necesitan de
nosotros" (cf Gn 2, 18). Tanto, para crecer en las virtudes como en los
vicios, necesitamos con quien hacerlo: otros seres humanos.
2. Al Amor se responde con amor.
Iluminación: Y volvió a decirle por segunda vez:
Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú
sabes que te quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo por
tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció
porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes
todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.(Jn 21,
16-17).
1. Las dimensiones del Amor
San Agustín habló de las dimensiones del Amor. Para el santo
de Hipona, son cuatro. Una hacia arriba, amar a Dios con todo el corazón, con
toda la mente y con todas las fuerzas. Otra dimensión hacia abajo. Amar la
creación en la que Dios puso al hombre como centro y corona. Dios ama al hombre
por lo que es, y a las cosas porque están al servicio de los hombres. Una
tercera dimensión es hacia fuera, amar a los demás, a todos sin hacer acepción
de personas. Y la última dimensión hacia dentro, es decir, amarse a uno mismo.
De las cuatro dimensiones sólo dos son Mandamientos: Amar a Dios y al prójimo.
Podemos y debemos amar la Creación que Dios creó para todos; podemos y debemos
amarnos a nosotros mismos, como punto de partida, pero, el amor a Dios y al
prójimo está por encima de todo lo demás.
Quien se ha encontrado con el Amor de Dios manifestado y
revelado en Cristo adquiere la experiencia de que Dios lo ama inmensamente, de
manera incondicional e infinita, Esta experiencia es tan fuerte que transforma
al pecador en discípulo de Cristo, tanto ontológica como existencialmente. Experiencia
que sea hace en su interior fuente de espiritualidad cristiana,en fuerza para
amar a Dios, a sí mismo y a los demás, El Papa Francisco lo ha dicho con toda
autoridad. Lo primero de esta espiritualidad transformadora es "creer que
Dios me ama" con Amor gratuito e inmerecido. Fuerza que me llevó a confiar
y abandonarme en las manos misericordiosas de Dios que es Amor (1 Jn 4,8-16) Y
que no permite que nos falte su Gracia, aún en los momentos más difíciles de
nuestra vida, por eso nos invita a poner todas nuestras preocupaciones en sus
manos (1 Pe 5, 7).
2.
La
Obra de del Padre.
El Señor Jesús nos dijo una hermosísima verdad que debe
iluminar la existencia de sus discípulos a lo largo de sus vidas: "Mi
Padre siempre trabaja y yo también" (Jn 5, 17) a la luz de estas palabras
el Apóstol pudo decirnos; "Todo lo que nos sucede es para bien de los que
aman a Dios" (Rom 8, 28) Dios, Amor está a nuestro lado, en nuestro
interior, nos acompaña, nunca nos deja solos, ha comenzado en nosotros su Obra,
y no descansará hasta llevarla a feliz término (Flp 1, 6) La Obra del Espíritu Santo es hacer que
el mundo crea en Jesús, para que creyendo se salve. El Dios Amor, es Luz que
ilumina e irradia nuestros corazones tan llenos de tinieblas; con la fuerza de
su Amor nos libera y derrama su amor en nuestros corazones para que lleguemos a
ser como Él, Amor, y lo amemos con el
mismo amor con el que nos amó primero (1 Jn 4,7). Como olvidar aquella noche al
principio de mi conversión en la que pedía al Señor que me enseñara a orar como
oraban los carismáticos, Su respuesta fue inmediata: Ámame. Entendí que amar a
Dios debería ser lo más importante de mi vida. La petición la repetí varias
veces y en cada vez, su respuesta era la misma: Ámame.
3.
Amar
es hacer la Voluntad de Dios.
A su petición le respondí, Señor, y ¿Cómo te voy amar si no
te veo? Yo acostumbro a enamorarme según los cuerpos y según los trapos. Esa
era mi verdad, no sabía amar, lo hacía según las apariencias. Tres días más
tarde me acerqué a la "asamblea de oración", allí el Señor me iba a
revelar su Voluntad, lo hizo por medio de la Iglesia. Cuando entré al salón, el
sacerdote iba a comenzar a leer el evangelio. Espero un momento y me dijo,
siéntese Uriel, sentí una cosa interior, parecía que Dios preparaba mi corazón
para que recibiera su Palabra: "El que conoce mis Mandamientos y los guarda
ese es el que me ama..." (Jn 14,21). De lo más profundo de mi ser salía mi
respuesta a su Verdad: " Entonces no tengo que verte para amarte, basta
con que crea en Tí Señor Jesús y te obedezca, guardando tus Mandamientos y tus
Palabras (Jn 14, 21. 23). Amar es hacer la voluntad de Dios manifestada en sus
Mandamientos, en su Palabra, en cada ser humano, creado por amor y con amor, y
con quien Jesús se identifica, hasta decirnos: "Lo que a ellos les hagáis
a mi me lo hacéis" (Mt 25, 40). De la mano de Jesús, sus discípulos
aprendemos amar a Dios y amar al prójimo. La clave para conocer el Amor y
lleguemos los discípulos a ser como el Maestro, es legado de Jesús para todos
los suyos: "Aprendan de mí que soy
manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29). Esto hace aparecer el
"camino del Amor" como un camino estrecho, angosto, difícil, pero no
imposible.
4. El Mandamiento de Jesús.
Juan el evangelista, el discípulo amado, nos ha dejado el
Mandamiento Regio de Jesús, el Mandamiento del Amor: "Ámense los unos a
los otros como yo los he amado" (Jn 13, 34). Mandamiento que Marcos lo
convierte en acción sanadora y liberadora: "Dadles vosotros de
comer"; es el Mandamiento de Jesús a sus discípulos que buscaban
desprenderse de aquel gentío hambriento y cansado que nos relata el evangelio
de Marcos (Mc 6,30sss). Es la invitación del Maestro de Nazaret a salir del
individualismo para ser don, regalo para
los demás, para los menos favorecidos. Al hombre de la mano tullida, a quien
había puesto en medio de la asamblea, le ordena: "Extiende tu mano"
(Mc 3,1ss). Extender la mano es compartir el don que se posee con los demás.
"Que tienes de bueno que no lo hayas recibido, y sí lo recibiste para que
presumir" (1 Cor 4, 7), alguien cerca
de ti lo necesita, comparte tu pan con alegría que hay más felicidad en
dar que en recibir, según las palabras que Pablo atribuye al Señor Jesús (Hch
20, 35).
Sé que Dios me ama, y aún a pesar de mis debilidades, quiero
vivir para amarlo con todo mi ser, y trabajar para que él sea amado por todos
mis hermanos, los hombres y mujeres del Mundo por quienes Jesucristo entregó su
vida por amor para redimirlos y sacarlos del pozo de la muerte. ¿Qué significa
amar a Dios? Amar a Dios significa hacer
su voluntad que es amor para entrar en el Reino de los Cielos (Mt 7, 21) en el
cual todos nos sabemos hijos amados de Dios, hermanos unos de los otros,
comprometidos en la construcción de la Comunidad fraterna, viva, y solidaria.
5. ¿Quién podrá guardar el Mandamiento Nuevo?
Una respuesta válida nos pide responder a otra pregunta que
Jesús hizo a Pedro y hoy nos hace a todos nosotros: Pedro, ¿Me amas? (Jn 21,
15-19) Para que podamos ser "pertenencia del Señor", la clave es el Amor. Para que podamos ser sus
servidores, la clave es el Amor. Amar a Dios y al prójimo. Quien no guarde los
Mandamientos de la ley de Dios, no puede amar al Señor. Quien no esté en
comunión con Cristo, no puede amar a Dios, pues nadie da lo que no tiene. Sin
la Gracia del Espíritu Santo no podemos guardad el Mandamiento Regio de Jesús. Recordemos una verdad teológica de san Pablo:
"El pecado paga con la muerte, pero Dios nos da la vida en Cristo
Jesús" (Rom 6, 23). El Mandamiento del Amor sólo lo guardan los que son de
Cristo, aquellos que están muriendo al pecado y viviendo para Dios (Gál 5, 24) Los
que han pasado de la muerte a la vida (1Jn 3, 14) y que el Apóstol llama: "Nueva
creación" (2 Cor 5, 17).
Hombres y mujeres que se han encontrado con Cristo Jesús,
están en el Camino, siguen las huellas del Maestro de Nazaret, su anhelo es ser
como Él: Hijos de Dios, hermanos y servidores unos de los otros; hombres y
mujeres enriquecidos con la "pobreza de Jesús" (2 Cor 8, 9) que han
hecho del conocimiento de su Maestro el "ideal de sus vidas" (Flp 3, 4ss). Trabajan para que Cristo sea conocido
amado y servido por todos. A esto san Pablo lo llamó: Un vivir para Cristo (Flp
1, 21), a quien tanto en la vida como en la muerte le pertenecemos (Rom 14, 8);
en Él vivimos, nos movemos y existimos (Hch17, 28).
6. ¿Por qué tenemos que amar a Cristo?
- Porque él nos amó primero (1 Jn 4, 10).
- Porque él nos lo pide: “Tengo sed”. Es “La invitación que brota de las páginas de la Biblia: Ustedes me aman si hace lo que yo os digo” (Jn 15, 13)
- Porque nos conviene: ver sus manifestaciones en nuestra vida (Jn 14, 21.23)
- Para ser sus amigos y discípulos. (jn 15, 13-15)
- Para no ser anatemas (1 Cor 16, 22)
1. En la escuela de Jesús.
“Con los ojos fijos en Jesús, el Autor y Consumador de
nuestra fe”(Hb 12, 2)vamos aprendiendo paso a paso a ser con él, instrumentos
valiosos en las manos de Dios Amor, para irradiar lo que llena nuestro corazón
en el rostro de los hombres. La fundadora del Movimiento focolar, Chiara Lubich,
nos legó un itinerario, que puesto en práctica es capaz de hacer de la
Humanidad una Comunidad de Vida y de Amor para ir entendiendo que lo que
importa es amar.
1.
AMAR
POR PRIMERO.
La primera característica que mejor
distingue el amor de Dios Padre es su absoluta gratuidad. La salvación no se
compra ni se vende. Su Amor se contrapone radicalmente al amor del mundo. Mientras
este último se basa en la correspondencia y la simpatía (amara los que nos aman
o nos son simpáticos), el amor del Padre Celestial es del todo desinteresado;
se da a sus criaturas independientemente de la respuesta que pueda llegar. Es
un amor cuya naturaleza es tomar la iniciativa comunicando todo lo que
posee. En consecuencia, es un amor que construye y que transforma. El
Padre Celestial nos ama no ya porque seamos buenos, espiritualmente bellos y
por eso merecedores de atención y benevolencia; sino al contrario, amándonos
crea en nosotros la bondad y la belleza espiritual de la gracia, haciéndonos
ser amigos e hijos suyos.
El amor
verdadero, es el primero en amar. O sea que no espera ser amado para luego amar, sino que comienza
siempre como hizo el Eterno Padre que envió a Jesús a morir por nosotros,
cuando éramos pecadores (Rom 5, 6), ¡no amábamos a Dios nosotros! Y El fue el
primero en amarnos (1 Jn 4, 10). El auténtico amor cristiano es el primero en
amar. Prueben, háganlo, verán que revolución surge a su alrededor viviendo un
amor de este tipo. Escuchemos la Palabra de Dios.
“En esto se manifestó el amor de
Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que
vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su
Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1Jn 4, 10). Solo Dios
ama incondicionalmente, los amores humanos son interesados y condicionados,
razón por la que el Apóstol nos exhorta a tener los mismos sentimientos de
Cristo Jesús (Flp 2, 5) “que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con
su pobreza” (2 Cor 8,9).
Dios ha tomado la iniciativa, nos
ha amado por primero, sin que hayamos tenido mérito alguno para que comprendamos
que la “salvación” es un don gratuito e inmerecido que no se compra ni se
vende. San Pablo en el himno Cristológico nos dice: “Él nos eligió en la
persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e
irreprochables ante él por el amor” (Ef 1, 4).Elegidos por amor desde la
eternidad sin méritos personales. Somos una manifestación del amor de Dios que
tomó la iniciativa para llamarnos a la
existencia y nos ha dado destino: ser adoptados como hijos suyos, llamados a
pertenecer a Jesucristo y a formar parte de su pueblo santo (Rom 1, 7).
Dios es Amor y es, el Totalmente
Libre para crearnos de la nada, para enviarnos a su Hijo, (Jn 3,16) darnos
Espíritu Santo (Rom 5,5) y hacer de cada ser humano un “hombre nuevo”,
responsable, libre, creativo y capaz de amar (2Cor 5, 17; Gál 5, 1.13). Dios no
exige a nadie lo que antes él no nos ha dado, pero, la hermosa noticia es que
nos amó primero, y nos llama al Amor gratuito. Digamos que la vida del hombre
se divide en dos, el antes de conocer a Cristo y el después de encontrarse con
él. Nadie da lo que no tiene, sólo cuando se ha tenido la experiencia de
salvación y liberación, el amor de Dios es derramado en nuestros corazones para
que amemos como Dios nos ama: inmensa e incondicionalmente. Ahora podemos tomar
la iniciativa y amar por primero, salir de nosotros mismos e ir al encuentro de
los otros para irradiarlos con el amor de Cristo.
Amar por primero pide salir fuera
para ir en la búsqueda de “los hijos pródigos”: de los que nos ofendido o se
han distanciado. No hay que esperar, si la montaña no viene a ti, ve tú a la
montaña. Si ha habido enojos o malos entendidos, no den lugar a los
resentimientos, al odio, a las venganzas, es el momento de escuchar la Palabra
de Dios y ponerla en práctica: “Por tanto, dejando a un lado la falsedad,
hablad verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los
otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro
enojo, ni deis oportunidad al diablo” (Ef 4, 25- 27) “No seas vencido por
el mal, sino vence con el bien el mal” (Rom 12, 21).El Amor es una fuerza
creativa que nos libera, nos reconcilia, nos sana, nos promueve. Nos ayuda a
ser cada vez más amables, generosos y serviciales.
2.
AMAR
A TODOS.
Otra característica del amor de
Dios Padre es su universalidad. Dios ama a todos indistintamente. El tiene como
medida la ausencia de todo límite y toda medida. Por otra parte, este amor
suyo no podía ser gratuito y creativo si no estuviese totalmente proyectado
allí donde hay una necesidad o un vacío que colmar.Precisamente por esto el
Padre Celestial ama también a esos hijos que son ingratos o rebeldes o están
alejados; es más, se siente particularmente atraído hacia ellos (ChiaraLiubic).
Amar a los que nos aman, nos ha dicho el Señor Jesús no es
muy difícil: “Si amáis a
los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que
les aman” (Lc 6,32). El Señor invita a los suyos a ser compasivos y
misericordiosos para con todos (Lc 6, 36), que nadie se sienta excluido porque
la voluntad de Dios nos ha sido revelada: "Dios, nuestro Salvador... quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1Tm 2,3-4).
Cristo vino por todos, y no sólo por el pueblo de Israel. El murió por todos,
para que los pecados de todos fueran perdonados (Ef 1, 7). Cuando se comprende
que el amor de Dios es universal comenzamos abrir nuestra mente y nuestros ojos
para aceptar a los demás como hermanos, y a extender nuestra mano para
compartir con ellos los dones que el Señor nos ha dado para nuestra realización
y para ayuda de los otros, especialmente de los menos favorecidos. Los peores
enemigos de nuestra salvación y por lo tanto de la dinámica del amor, serían
entonces el “individualismo y el relativismo” que hacen decir: “estando yo bien
los demás allá ellos” y “Cuánto tienes, cuánto vales”.
Para el Apóstol Pablo, todos, judíos y gentiles,
pobres y ricos, hombres y mujeres somos contemplados con la misma mirada
divina: “Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro
tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo.
Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro
divisorio, la enemistad, y anulando en su carne la Ley con sus mandamientos y
sus decretos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo. De este
modo, hizo las paces y reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio
de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz:
paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Por él, unos
y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu”. (Ef 2, 13- 18)La universalidad del amor nos pide tener la mirada de Dios y pensar a
todos como Dios los piensa, para reconocer a todos como personas valiosas,
importantes y dignas. Aceptar a todos y respetarlos incondicionalmente.
El amor evangélico nos lleva a amar
a todos, sin excluir a nadie y a comportarnos como verdaderos hijos del Padre
Celestial, es decir, imitando su amor, sobre todo en las características que
hemos puesto de relieve: la gratuidad y la universalidad. Entonces, trataremos
de ser los primeros en amar con un amor generoso, solidario, abierto a todos,
especialmente hacia aquellos vacíos que podamos encontrar a nuestro alrededor.
Trataremos de amar con un amor desapegado de los resultados. Nos
esforzaremos en hacernos instrumentos de la liberalidad de Dios, haciendo
partícipes a los demás de los dones naturales y de gracia que hemos recibido de
Él. Dejándonos guiar por esta Palabra de Jesús, veremos con ojos nuevos y con
un corazón nuevo a cualquier prójimo que pase a nuestro lado, cualquier ocasión
que la vida diaria nos ofrezca. Y allí donde nos encontremos trabajando
(familia, colegio, ambiente de trabajo, hospital, etc.), nos sentiremos
impulsados a dispensar este amor que es propio de Dios y que Jesús trajo a la
tierra, el único capaz de transformar el mundo (ChiaraLubich)
3.
HACERSE
UNO.
El amor verdadero ama al otro como
así mismo y sabe hacerse uno con los otros. Por ejemplo, si uno sufre
saber sufrir con él; si uno está alegre saber estar alegre con él. Por ejemplo,
si vas a una boda con mala cara estás equivocado. Hay que gozar con el que goza.
O si vas a ver a un enfermo, no se te ocurre reírte o pensar en otra cosa. No,
hay que sufrir con él, hay que vivir lo que el otro vive (ChiaraLubic). Hay que
hacerse uno con el otro. Por lo tanto no es un amor sentimental, es un amor
concreto. Hacerse uno con el otro a la luz del Amor es hacerse solidario
cargando con sus debilidades, haciendo propio el problema del otro; tener
disponibilidad para compartir según su necesidad y de acuerdo a las propias
necesidades (Rom 15, 1). “Quien ve a su hermano pasar necesidad y no le ayuda
es peor que un pagano” (1 de Jn 3, 17) Hacerse uno con el enfermo, con el
secuestrado para ayudar a pagar su rescate, con el padre desempleado que no
puede pagar la inscripción de la escuela de sus hijos. No esperemos que vengan a
pedirnos, tomemos la iniciativa y salgamos a buscar con quien hacerse uno por
amor y nunca para quedar bien.
4.
VER
A JESUS EN EL OTRO.
El otro, los otros, el enfermo, el pobre, el extranjero,
etc., son lugares teológicos en donde podemos encontrarnos con Dios. Ver a
Jesús en el otro implica poseer la mirada de Jesús para vernos como él nos
mira, con amor, respeto, admiración. Lo primero es dejarse encontrar por el
Señor Jesús que busca a las ovejas perdidas hasta encontrarlas (Lc 15, 4), es
decir, las ama hasta el extremo (Jn 13, 1). Hoy se habla de darle sentido a la
vida. Es decir orienta tu vida hacia Dios. Búscalo de todo corazón y él se
dejara encontrar por ti (Jer 29, 13). El hombre busca a Dios y él busca al
pecador, el encuentro es posible porque Dios se deja encontrar, se hace el
encontradizo, como el caso de la mujer samaritana (Jn 4) y Zaqueo (Lc 19,1ss).
Lugar por excelencia para encontrarse con el Señor es el propio corazón (Mt 6).
Después de encontrar a Dios en nosotros mismos, ahora vayamos
a buscarlo en los demás. Si no somos capaces de encontrarlo en los otros,
significa que tampoco lo hemos encontrado en nosotros, seguimos vacíos, ciegos
y sordos. Reconocer a Cristo en el rostro de los pobres es un signo profético
de crecimiento y madurez humana que supera el reconocer al otro como persona y
poder amarlo con el amor de Cristo, aceptarlo como hermano y cargar con sus
debilidades. El otro es de mi misma naturaleza, me pertenece y yo le pertenezco
a él, somos miembros unos de los otros (Rom 12, 5). Hijos de un mismo Padre
(Gál 3, 26) Hermanos unos de los otros, somos una fraternidad (Mt 9, 23)
llamados a servirnos unos a los otros (Jn 13, 13). Somos entonces, una
Comunidad de hombres y mujeres con los mismos sentimientos de Cristo (Flp 2,
5).
5. AMAR AL ENEMIGO.
El
amor cristiano, el que nos ha traído Cristo, no tiene fronteras. No podemos
encerrarlo en círculos familiares ni egoístas. Jesús nos pide amar a Dios y al
prójimo. "Nadie tiene
mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13).Pero sabemos de un amor más grande: “Perdónalos Padre porque no
saben lo que hacen” (Lc 23, 34): el verdadero amor cristiano ama también al
enemigo y se abre al perdón sin límites: “Perdona setenta veces…” (Mt 18,22), es decir siempre. Perdonar es
amar con el mismo amor con el que Cristo nos amó y dio su vida por nosotros.Los
discípulos de Jesús son llamados a amar también al enemigo, y hacer el bien, y reza por él (Lc 6, 27). Este
amor al enemigo es la revolución típica de nuestro cristianismo, yo no he
encontrado esto en ningún otro lado. Amar al enemigo es algo típicamente
cristiano, es típico del cristiano. La única revolución capaz de salvar al
mundo. Escuchemos al fundador de esta revolución decirnos:
“Pero a vosotros los que oís, os
digo: amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen; bendecid a
los que os maldicen; orad por los que os vituperan” (Lc 6, 27-28) Además: el
amor verdadero, el que Jesús trajo a la tierra quiere…Jesús quiere que sea
recíproco. Por eso nos dejo su Mandamiento: “Ámense los unos a los otros como
yo os he amado” (jn 13, 34).Que uno ame al otro y viceversa, de modo tal que se
llegue a la unidad, esa unidad de la cual Jesús habló en su testamento, en su
oración sacerdotal. Es justo el mandamiento nuevo que vino a la tierra con
Jesús: “Ámense mutuamente como yo los amé” Porque El quiere que nosotros
imitemos a la Santísima Trinidad, como se aman las Personas en la Trinidad. Que
también entre nosotros cristianos nos amemos de esta forma.
5.
AMARSE
RECIPROCAMENTE.
El amor recíproco está cimentado en dos columnas: la apertura
y la acogida, para que el amor sea auténtico. “Effata”, significa abrirse a la
acción de Dios y de los hermanos. Effata significa entonces dejarse amar por
los otros, dejarse servir y ayudar, es sentarse a la mesa con ellos para
compartir lo que generosamente pueden ofrecer. Para que se dé un encuentro
interpersonal hay que remover las barreras de soberbia, egoísmo,
autosuficiencia. Hay que bajarse del “árbol de grandeza” como Zaqueo, (Lc
19,1-10). Hay que bajarse por la acción del Espíritu Santo del “caballo” como
Pablo en el Camino de Damasco (Hch 9). Dejarse amar por los pobres es reconocer
y aceptar que también ellos son sujetos de la Evangelización. Evangelizar es
amar… y dejarse amar.
7. AMAR CON OTROS.
En el Reino de Dios, nadie se realiza solo (Rom 14, 8).
Necesitamos de los otros y ellos necesitan de nosotros. Buen servidor no es el
que hace muchas cosas, pero las hace sin los demás. El arte de amar nos enseña
a servir con otros, caminar con ellos y aprender de los demás, dejando que
también aprendan de nuestros aportes. El hombre se realiza amando y el amor se
expresa en la donación, entrega y servicio. Si negamos a otros la oportunidad
de ser amando, sería negarles la oportunidad de realizarse, y a la vez, nos
empobreceríamos al despreciar su ayuda. “Ya estamos completos”, es una mentira.
Todos somos importantes, y tenemos algo que los demás necesitan, ellos a la
vez, poseen algo que nosotros podemos necesitar.
Seamos personas abiertas al “Compromiso Cristiano”. El
compromiso es el “ser enviados con otros a favor de otros” para ayudarles
hacerse más y mejores personas. Es poner en práctica el evangelio de Jesús que
nos invita al “Amor reciproco” al darnos su Mandamiento Regio: Ámense los unos
a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34). Este es el Amor que hace unidad,
libera y hace fraternidad. El “Amor recíproco” es lo que nos identifica como
“discípulos de Jesús, amigos suyos, pueblo de su propiedad” (Rom 1, 7; Gál 5,
24). Somos de Cristo por que nos amamos y nos servimos unos otros. Busquemos
siempre el bien de los demás, como el Señor Jesús lo hizo, en eso está la
gloria de Dios.
2.
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