El
Camino de la fe: llamados a seguir a Cristo
El
hombre, un ser en proyección. Todo ser humano es un ser en proyección, su
vida está orientada hacia algo, hacia Alguien. A todos nos esperan grandes
sorpresas. La invitación es a salir para ir al encuentro de…para crecer en la
fe…para llegar a la madurez. La Biblia nos narra la aventura de la fe de un
hombre llamado Abram. “Vete de tu tierra,
y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré”
(Génesis 12, 1-3) La fe comienza con Abraham. Dios le invita a salir de su
tierra, de su tribu, de su casa para ir a la tierra que El le mostrará. El
hombre que no se proyecta, que no sale de sí mismo para ir al encuentro…no se
realiza, se queda encerrado en sí mismo, languidece y luego muere. Hablemos por
eso del movimiento esencial de la fe: Salir, proyectarse, ir a lo desconocido,
abandonarse en las manos de lo desconocido como María. Romper con un pasado de
confort, de seguridad, dejar posesiones, amistades, lujos, etc. Dejar atrás un
modo de pensar; una manera de sentir, de ver las cosas y de actuar. Dejar atrás
todo lo que te amarra... para aceptar la invitación de Dios de ir a lo
desconocido.
La
experiencia de la fe. La fe no revela el destino del viaje. No se sabe lo que va a
suceder. No da cartas de recomendación. No existen las garantías que nos va a
ir bien. Por esta razón la fe exige confianza en el que llama o en el Aquel que
envía. La fe exige largas esperas. Hay realidades que todo creyente debe saber.
Mediante la escucha y la respuesta a la Palabra, nos ponemos de pie, salimos
fuera, para iniciar el camino de éxodo,
haciendo camino. Todo lo que debo saber es que debo salir, empaque y vamos. Lo
primero está en obedecer. Arranca y no te preocupes, motores en marcha. No
pidas explicaciones. Por el camino iremos viendo las maravillas del Evangelio. Tampoco pidas cartas de
recomendación: La fe es confianza en el
Señor que llama. El Evangelio no me garantiza que no voy a tener tropiezos o
problemas, lo que se me pide es ponerme en marcha, por el camino se me darán
las instrucciones. La fe no hace preguntas: obedece y echa andar. La fe no pide presupuestos, ni firmas. Para el hombre de fe, sólo Dios basta.
La fe es muy difícil para el
hombre moderno tan acostumbrado a exigir derechos y explicaciones. Busca
saberlo todo. Tener todas las seguridades. Exige tener claridad, seguridad,
información...gastos pagados, refacciones extras, etc. Quiere saber cuánto le
va a producir su inversión... y si no, no invierte, no se arriesga. No así para Abraham, el padre
de la fe. ¿Qué se lleva? Una mujer vieja, un burro y un sirviente. Pero además
en su corazón lleva la seguridad y la firmeza que le da su fe en una promesa:
"Te haré padre de una gran descendencia"
La
vocación de Abraham (Gn 12, 1-3) Abraham, el amigo de Dios, fue aprendiendo, que
Dios no da las cosas hechas, sino que las va realizando por el camino, en la
medida de la disponibilidad de aquellos a los que gozosa y gratuitamente invita
a participar en la aventura de la fe. Qué manera tan única y genuina de tratar
Dios a sus amigos. Abraham se vio
llamado muchas veces... pero... también fue probado muchas veces. Cada momento,
cada día, cada hora, cada situación tenía su propia prueba, tenía su propio
desafío. Enfrentarse a la vida, responder a las exigencias que la vida
cristiana nos presenta, sufrir o padecer la acción del Espíritu es un acto de
fe
La
Vocación de David. (16, 1- 13) "Dios le dijo a Samuel: " Ungirás a
aquel que yo te diga". ¿Qué vemos? Datos incompletos, peligros, desafíos.
Samuel llega a la casa y se encuentra con un chorro de jóvenes y para colmo
aquel a quien Dios ha elegido ni siquiera se encuentra en la casa. El profeta hizo lo que pudo, hasta
equivocarse siete veces,... pero también estuvo atento a nuevas instrucciones.
En su interior escuchaba una advertencia: "Ese no es". Una y otra
vez, escucha el aviso, hasta que finalmente escucha la voz interior que le
dice: "Ese sí es", úngelo y entonces tú misión se verá cumplida. La
voz interior es la vocación, la voz de Dios.
La
Vocación Pablo de Tarso. (Hechos 9, 1ss) Camino de Damasco recibe instrucciones: Levántate,
ve y te enseñaran lo que debes hacer. Por lo pronto tú no lo sabes, estás
ciego. A su tiempo se te revelará. Por lo pronto: "Levántate, ve y se te
dirá". Esa es la esencia de la fe. Esto me anima a decir que la vocación
es una experiencia de fe: Una orden de Dios recibida en el corazón. Dios está
empeñado en cumplir su promesa: "Yo te bendeciré". "yo te haré
participe de mis dones, de mis frutos, de mi vida, etc.” Amemos la vocación. Amemos la fe: salgamos a la aventura de un
futuro desconocido, con la disponibilidad de dejarlo todo. Digamos con san
Pablo: “Soy apóstol de Jesucristo por voluntad del Padre” "Estoy seguro
que el Señor me ha llamado". "Y yo sé en quien he puesto mi
confianza".
Aspectos
que hacen perder la fe. A) Querer caminar sin haber hecho una opción por
Cristo. La
opción por Cristo es posterior al encuentro con él en la fe: aceptarlo como mi
salvador personal y rendirse a su voluntad haciendo de su Evangelio la norma de
la vida. Es una opción que puede renovarse muchas veces, las que sean
necesarias, ya que somos peregrinos y fácilmente perdemos de vista a Jesús. Lo
que sigue es fácil de verlo en nuestra vida y en la vida de los demás:
“Hundirse en el lodo” como Jeremías o como muchos que hoy vemos en las calles
dando lástima. Es fácil descubrir el vacío de Cristo en nosotros y en los
demás, se nota. Cuando comenzamos a querer llenar el vacío de insatisfacción
con caprichos, gustos, sexo, licor, altarcitos, pendejaditas, etc. Más tarde o
más temprano aparecerá el vacío existencial. No olvidemos que lo esencial del cristianismo, de la vocación y de la
vida se llama Jesús. Lo demás es añadidura. ¿Dónde está la novedad de
Jesús? No en sus palabras, no en sus milagros, está en su ser. No se entiende un cristianismo sin Jesús.
Cristianos sólo hay uno, se llama, Jesús. Llénate de su presencia, de su amor,
de su vida, de su verdad y verás que lo demás es paja, que tan solo sirve para
encender el fuego.
Si
cristianos sólo hay Uno, y ¿nosotros
qué? Somos cristianos por aproximación, por
participación, por comunicación. Soy
cristiano en la medida que vivo en Jesús, con Jesús y por Jesús. Soy cristiano por mi proyección de
vida, por mi opción y mi compromiso por Jesús. Cristiano es el que se deja
conducir por el Espíritu Santo y deja llenar su corazón de amor para compartir
el “pan con alegría” El mundo dice que
el cristianismo está en crisis. Mentira, el cristianismo nunca ha estado en
crisis, quienes hemos estado en crisis somos nosotros los cristianos cuando
queremos vivir sin Jesús. Podemos ser cristianos de misa diaria aquí en el
seminario, de algunas devociones piadosas, algo estudiosos, pero la verdad es
que mientras no hagamos una opción seria y radical por Jesús, seremos hierba
fácil de sacudir, hombres fáciles de manipular, seres engañados, pero a veces
también nos podemos convertir en engañadores y manipuladores del pueblo de
Dios.
B) la
deficiente estructura espiritual (Ef. 3, 15) "Qué el Espíritu Santo
fortalezca en ustedes el hombre interior". Cuando existe la no
preocupación por adquirir una fortaleza interior capaz de resistir los vientos,
las tempestades y nortes que son muchos y fuertes, fácilmente se cae en la
mediocridad, la tibieza o en cualquier modalidad de pecado. La estructura interior podemos equipararla a
una estructura material. Pensemos que sería de este edificio si no tuviera
buenos cimientos o tuviera deficiencias en las columnas o en las trabes. Todo
se vendría abajo. Lo mismo puede suceder con nuestra vocación sí no le ponemos
atención a lo que se llama la estructura espiritual. Esta es la mezcla de
elementos estables que no dejan caer el edificio. ¿Cuáles son esos elementos?
No son los actos de piedad, esos nos engañan. No son las devociones ni los
altarcitos, estos también nos engañan, no son los carismas del canto o de la
guitarra, eso puede ser pura bulla. Para comprender lo que sí es, hemos de responder
a estas preguntas:
¿Cómo es mi espiritualidad?
Mi manera de vivir la vida en Cristo. La manera de vivir el llamado a la
santidad como hombre o mujer, casado soltero. ¿Cómo es m vida sacramental?
Confesión, Eucaristía, Matrimonio. ¿Cómo es mi vida de oración, personal y
comunitaria? Cuidado con los extremismos: vida de oración sin acción es
iluminismo, como también obras sin oración puede llegar a ser puro activismo,
puede llevar a la ideología. ¿Cómo es mi vida de reflexión y vivencia de la
Palabra? Para ponerla en práctica y revestirnos de vida y de amor a la cruz.
Vida de conversión, de servicio o de caridad al prójimo.¿Cómo es mi vida
familiar, mis relaciones familiares y sociales?
C) La
pérdida de identidad. ¿Voy perdiendo mi ser, mi hacer y mi opción
primera? No hay coordinación en mi vida y en mi actuar: no soy el que debo ser
y no hago lo que debo hacer. Recuerda lo que dice el libro del Eclesiastés:
“hay un momento para cada cosa”. ¿Cómo me presento? ¿Qué es una crisis de
identidad? Es no saber para donde voy. Es confundir las causas con los efectos.
¿Cómo se nota? ¿Cuáles son los síntomas
de una persona alborotada? Son varios,
trataré de enumerar algunos de ellos:
Cumplir porque toca, de mal modo, para quedar
bien. Eso es fariseísmo, rigorismo, legalismo, perfeccionismo. Dedicarse a
labores diferentes a su estado de vida. Casados que quieren vivir como solteros
eso es des- adaptación. Es un inadecuado estilo de vida. La pérdida de
convicciones. Decir una cosa y hacer otra. Esto es desintegración, divorcio
entre fe y vida. Equivocadas motivaciones para vivir en las apariencias. Gastando
lo que no se tiene, comprando lo que no se necesita, haciendo fiestas con
dinero prestado para buscar fama y prestigio. La ausencia de un espíritu
sacrificado, libre y creativo para amar y para servir.
Yo no puedo hacer lo que la gente hace, no por
miedo, sino por amor al Señor, por amor a mi vocación, por amor a la Iglesia.
Necesito mortificar mis gustos, mis instintos mis caprichitos. No puedo ser
esclavo de la moda, del alcohol, del sexo; tengo que decir adiós a una vida
mundana, pagana y pecaminosa. La opción por Cristo en cambio, se expresa con
actitudes concretas: Mi vida, mi entrega, mi servicio son para el Señor y lo
que hago, con alegría y por amor. La opción por Cristo me va ayudando a
encarnar mi nueva identidad, me da madurez. En mí hay gérmenes de vida nueva,
llamada vocación. Sé fiel responde al llamado.
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