“Jesús, hijo de David,
Objetivo: Mostrar la disponibilidad de parte de Dios para
escuchar el clamor de los oprimidos que claman a Él, para que quien lo necesite
lo busque con la esperanza de ser escuchado.
- El relato Evangélico.
En aquel
tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha
gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo
limosna. Al oír que quien pasaba, era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: “Jesús,
Hijo de David, ten compasión de mí” Muchos lo reprendían para que se callara,
pero él seguía gritando todavía más fuerte: “¿Hijo de David, ten compasión de
mí!”.
Jesús se detuvo
y dijo: “Llámenlo”. Y llamaron al ciego, diciéndole: “¡Animo! Levántate, porque
él te llama”. El ciego tiró su manto; de un salto se puso de pie y se acercó a
Jesús. Entonces le dijo Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego
contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete; tu fe te ha salvado”.
Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino (Mc 10, 46- 51).
- Explicación del texto
Ø ¿Quién es Bartimeo?
Bartimeo: El
hijo de Timeo. Un hombre del siglo 1º y a la misma vez, un hombre del siglo 21,
que ha estado presente en todas las culturas en los distintos momentos de la
historia. El nombre de Bartimeo en lengua aramea significa el hijo de lo impuro. (bar: hijo, timeo: impuro)
Ø ¿Dónde se encuentra Bartimeo?
Al borde del
camino. Envuelto en su manto o echado sobre él, vive de las limosnas de la
gente. Veamos con algo más de detalle el sentido del texto. Al borde del camino
significa que se encuentra al margen de su realización como persona: vida de
vacío, sin valores y sin esperanza, es un estorbo para muchos. Echado sobre su
manto significa que no camina sobre sus pies, con dominio de sí mismo, sino que
vive arrastrándose: vida arrastrada, de complejos, de vicios, otros deciden por
él, se conforma con inspirar lástimas para ganarse unas monedas.
Ø ¿Qué significa ser ciego?
Ciego significa,
además de no ver el mundo visible, tampoco reconoce su dignidad, no se sabe una
“perla preciosa”. No reconoce que es un valor en sí mismo y no sabe distinguir
entre lo bueno que realiza y lo malo que despersonaliza a los seres humanos. Ciego
es el que no reconoce su dignidad ni la de los otros. Piensa que vale por lo
que tiene, que las cosas le dan su valor. (¿Seguirá habiendo Bartimeos, hoy?)
- Un encuentro que deja
huella.
Podemos afirmar
que el encuentro con Jesús dividió la
vida de Bartimeo en dos: antes de…y después de conocer a Cristo, Jesús el
Mesías. Antes, ciego, pordiosero y arrojado al borde del camino; después
dispuesto a dar el salto de la fe, a poner toda su confianza en Jesús y dejarse
conducir por Él; Bartimeo se sabe interpelado por el Maestro y tiene toda la
disponibilidad para seguirlo. Es el hombre que sabe lo que quiere, y lo pide de
corazón y con todas sus fuerzas: “Maestro que yo vea”.
- El Hecho en cuanto tal.
A Jesús lo
acompañan sus discípulos y una gran multitud de gente, hay gran alboroto,
griterío. Jesús es capaz de suscitar eso y mas. Bartimeo pregunta: ¿de qué se
trata? Le informan que es Jesús que pasa por ahí. Él, de seguro había oído hablar del Maestro Jesús de
Nazaret, del poder sanador de su Palabra; sabía que Jesús podía hacer algo por
él, y comienza a gritar con todas la fuerza de sus pulmones: “Jesús, Hijo de David ten compasión de mí”.
Es el grito del nuevo Nacimiento, el grito de la Nueva Vida; es el grito que
hace libre al hombre y que levanta a los caídos y a los que viven
arrastrándose. Nadie que haya invocado al Señor de todo corazón se ha quedado
sin una respuesta liberadora y gozosa.
- Jesús escucha el clamor de
los oprimidos.
Los oídos de
Jesús escuchan el clamor del afligido a pesar de la gritería y del bullicio; el
Maestro se detiene y dice: “alguien me llama; alguien me necesita”. Mientras
que unos trataban de acallar al ciego otros insinúan a Jesús que siga su
camino. Bartimeo es un insignificante, es un pequeño, que no teme
comprometerse, exagerar, por eso se convierte en maestro para muchos de
nosotros, nos dice que la salvación para todos consiste en hacer que la voz
llegue a los oídos del que está pasando (Jesús). La gente no sabe que los
débiles y los insignificantes son los preferidos del Maestro. Jesús dice:
“Llamadlo”. Las grandes voces se calman, se hace silencio, los ojos de los
curiosos se abren, quieren ver un milagro. Las palabras de alguien entre la
gente llegan a los oídos del ciego: “Ánimo, levántate, EL Maestro te llama”.
- Una respuesta que libera.
La respuesta de
Bartimeo al llamado de Jesús no se hace esperar: sale fuera, al descubierto. Se
desprende de su manto, (símbolo del pecado, de opresión y de encerramiento) se
olvida que está ciego y de un salto se pone de pie y se acerca a Jesús (es el
salto de la fe, el paso de la muerte a la vida). Es el “Encuentro” entre la
miseria del pecador y la bondad del Buen
Pastor que ama a Bartimeo (el hijo de lo impuro) y le pregunta: “¿Qué quieres
que haga por ti?”. El que antes estaba caído y arrojado al borde del camino,
ahora con respeto y confianza descubre a Jesús el deseo de su corazón:
“Rabboni, que yo vea”. No pide riquezas, no pide grandezas, el anhelo de su
corazón es ver el rostro de sus seres queridos. Ver las flores del campo y el
color del arco iris. Ver las aves volar y ver la lluvia caer. Ver a Jesús la
Palabra de Dios hecha carne, es decir, hombre verdadero. (en la Biblia ver es
sinónimo de creer) Jesús le dijo: “anda, tu fe te ha curado”. Al momento
recobró la vista y lo siguió por el camino. ¿Cuál camino?, el camino del Hijo
del Hombre es el amor, la verdad, la libertad y la vida. Jesús camina hacia la
Pascua: sufrimiento, muerte y resurrección…y ahora, Bartimeo va con Él.
- Los ciegos del Evangelio.
¿Sabía usted
que muchos de nosotros estamos ciegos y ni siquiera nos damos cuenta de nuestra
ceguera? (teniendo ojos no vemos). Tenemos frente a nosotros un montón de cosas
visibles que se nos imponen, lo que es invisible, no se impone; tenemos
necesidad de salir, de ir a buscar y descubrir las realidades espirituales. Somos
ciegos por el universo de los objetos que nos impide entrar en el mundo de la
Experiencia, del Encuentro con Jesús. Bartimeo, el hijo de lo impuro, ahora es
hombre nuevo, es discípulo de Jesús: hijo de la luz. Para la Biblia vivir en la
luz es vivir como hijos de Dios, hermosa verdad que implica para los
“Bartimeos” de todos los tiempos: creer en el Hijo que Dios que nos amó hasta
el extremo (Jn 13, 1).
8. Aplicación a nuestra vida
No tengamos
miedo abrir nuestro corazón a Dios. Dejarnos sorprender por Cristo. Él tiene palabras de vida eterna; es el Cordero
de Dios que quita los pecados del mundo; Él es quien da vista a los ciegos y
hace caminar a los cojos; el único capaz de darnos vida eterna; Jesús es la
solución a nuestros problemas. Démosle a Cristo el derecho a hablarnos. Abramos
las puertas de nuestra libertad a su amor misericordioso y presentemos nuestras
alegrías y nuestras penas a Cristo dejando que Él ilumine con su luz nuestra
mente y toque con su gracia nuestro corazón. Hagamos un acto de fe en la
persona de Jesús, el Hijo de Dios para apropiarnos de los frutos de la
Redención; un acto de fe que nos ayude a creer en su amor, en su entrega y en
su donación por los pecadores. Creer en Jesús es aceptarlo como Salvador, como
Maestro y como Señor de nuestras vidas. Reconozcamos la propia pobreza, el
vacío que llevamos dentro y la incapacidad de salvarnos a nosotros mismos.
Reconozcamos que estamos necesitados de ayuda, y esa ayuda sólo puede venir de
Dios, y es Jesús, el Hijo de David.
- El grito que sana y libera.
Es el grito del
corazón que anhela recibir el perdón y el amor de Dios manifestado en Cristo
Jesús. Tomemos hoy la decisión de romper con el pecado (desprenderse del manto)
busquemos con un corazón arrepentido el camino que nos lleva a la Casa del
Padre. Aceptemos con alegría guardar los Mandamientos (tu fe te ha salvado:
obediencia a la Palabra). Gritemos con el ciego de Jericó: “Jesús Hijo de
David, ten compasión de mi, soy un pecador”. Escuchemos hoy las palabras de
Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” Que nuestra respuesta no sea hazme rico
o poderoso, sino, “Señor, que yo vea”. “Qué yo tenga la mirada de la fe para
que pueda ver tus manifestaciones en mi vida y en los demás. Para que vea tu
Rostro en todos los hombres creados a “Imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 27).
10.
El camino que nos lleva a la Paz.
Tomemos la
firme decisión de seguir a Jesús, aceptemos la amistad que nos ofrece, no
importa que tengamos que romper con aquello que es incompatible con la “Gracia
de Dios”. El Mundo te ofrece el camino de la servidumbre de los ídolos del
poder, del placer y del tener. Jesús te ofrece un camino lleno de experiencias,
a veces dolorosas, otras veces liberadoras y gozosas, pero, siempre gloriosas.
El camino que
Jesús nos invita aceptar es el camino de su Pascua que nos hace libres. Camino
significa estilo de vida, modo de ser y de actuar. Es la invitación a amorosa
de Jesús a sus amigos a ser como él y a vivir como él. Estilo de vida que se
vive en la verdad, en la justicia, en la solidaridad, sirviendo a todos, pero
especialmente a los más débiles de la sociedad. En su Reino de Amor todos somos
importantes, valiosos y dignos, porque su amor a sí lo quiere. Permanezcamos en
su amor.
Es camino de la
Pascua, es el paso de la sequía al agua viva ((Jer 2, 13-14); es paso de las
tinieblas a la luz (Ef 5, 7-8); es paso
de la muerte a la vida (Rm 6, 23); de la esclavitud a la libertad (Gál 5,
1.13); es paso del pecado a la Gracia (Rm 3, 23- 25). Vivamos nuestra Pascua
sin la levadura vieja, abandonemos el alimento que no nutre, más bien que
nuestra comida sea “hacer la voluntad de Dios y llevar a cabo su obra” (Jn 4,
34). Abracemos sin miedo la “Voluntad de Dios” y hagamos de ella, la “delicia
de nuestro corazón, para que él sacie los deseos de nuestro corazón” (Slm 37
(36), 4).
- ¿Cómo permanecer en el amor
de Jesús?
Haciendo la
voluntad de Dios (Mt 7, 21); creyendo en Jesucristo y amándonos unos a los
otros (1 de Jn 3, 23); rompiendo con el pecado (1 de Jn 1, 8- 9); guardando sus
Mandamientos, especialmente los del amor (1 de Jn 2. 3; Jn 13, 34). El mismo Jesús exhorta a sus discípulos a
permanecer en “su amor”, guardando sus Mandamientos”, de la manera como él
guarda los Mandamientos de su Padre y permanece en su amor” (Jn 15, 10).
Permanecer en
el amor de Cristo nos pide un mínimo: guardar sus Mandamientos y caminar en la
Verdad: Hacer el bien y rechazar el mal. Para después seguir sus huellas, mirar
en la misma dirección con él como verdaderos amigos y trabajar por los
intereses del Padre: la liberación del hombre de toda forma de esclavitud y
hacer que su Reino de amor, de paz y de justicia alcance a todos los hombres.
Posibles preguntas para compartir en grupo:
Ø
¿Cómo nos pensamos y cómo nos miramos?
Ø ¿Cómo nos aceptamos y cómo nos valoramos?
Ø ¿Cómo nos amamos y cómo amamos a los demás?
Ø ¿Reconocemos nuestra dignidad y la de los otros?
Ø
¿Pensamos que las cosas o los demás nos dan el valor?
Algo para
proclamar con claridad: Ni las cosas ni las personas son el fundamento de
nuestra dignidad. Toda persona es valiosa por lo que es, y no por lo que tiene.
Nada ni nadie nos da nuestro valor, sólo Dios que nos ama y nos ha creado a su
Imagen y semejanza.
Oración: Padre, por Cristo y María, concédenos Espíritu
Santo
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