Objetivo: Resaltar que la Eucaristía es una fiesta
en la que encontramos manjares suculentos y vinos exquisitos a la que todos son
invitados a sentarse a la mesa con el Padre celestial.
Iluminación: “Tomad, comed y
bebed”. Nosotros respondemos: “Señor, yo no soy digno de acercarme
a este Banquete, pero ya que tú me invitas, basta con que digas una sola
palabra y mi alma quedará limpia para siempre”
1.
La Eucaristía es un verdadero banquete.
La
Eucaristía es un banquete anticipado del cielo que se nos da aquí en la tierra.
“Por eso dichosos los invitados a la cena del Señor”. Banquete en el cual,
Cristo se ofrece como alimento, y no se trata de cualquier alimento, sino de
Cristo mismo que nos da a comer su cuerpo y su sangre: “En verdad en verdad os
digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su sangre, no
tendréis vida en vosotros (Jn 6, 55).
La Eucaristía es el
banquete de hermanos con Dios, comida
fraterna, comida de fiesta, comida divina, comida del más allá, porque anticipa
desde aquí el banquete del cielo. El Banquete en el que Dios invita a todos a
sentarse a la Mesa y comer “los manjares suculentos y los vinos exquisitos” que
el mismo Dios sirve a sus comensales: Jesús se nos ofrece como pan de vida y
vino de alianza, no como alimento maquinal, mecánico, que obra por fuerza
incontrolable al margen de nuestras decisiones personales. “Tomad, comed y bebed” no es mandato forzoso: es una invitación a
corresponder. Comer el “pan y beber el vino” son expresiones-visibles de
acogida libre y cordial de Él en nuestro corazón y en nuestra vida. A la invitación:
“Vengan y coman gratis”, nosotros respondemos: “Señor, yo no soy digno de
acercarme a este Banquete, pero ya que tú me invitas, basta con que digas una
sola palabra y mi alma quedará limpia para siempre”
Al
comulgar el cuerpo de Cristo podemos decir que gozamos del cielo en la tierra
por la presencia de Jesús Sacramentado, si cielo es estar junto a Dios y gozar de Dios. El cielo es donde está Cristo
y si Cristo es la Eucaristía, esta contiene toda la riqueza espiritual de la
Iglesia, y… ¡Cristo es nuestra Riqueza, es nuestra Paz, es nuestro Cielo!
Cuando recibimos a Cristo en la Eucaristía, Él nos da su persona, su amor, su vida, su Espíritu Santo:
recibimos al Dios vivo y verdadero.
En
la Eucaristía tenemos y vemos a Dios, no con la vista material pero sí con la visión inmaterial del alma,
con la mirada de la fe. Cuando nos acercamos a la Eucaristía nos encontramos
“ante Cristo mismo”. Nuestros ojos
corporales y nuestra alma pertenecen a este mundo y todavía están cubiertos por
los velos del pecado, pero podemos con los ojos de la Fe, decir con Santo Tomás
ante Cristo Eucaristía: “Señor mío y Dios mío”.
Es Banquete para todos: el niño,
el adulto, el pobre, el rico, el sabio, y para el ignorante. Todos son
invitados a la Cena del Señor, y Dios no tiene acepción de personas. No basta
con venir a misa, pero no pasar a la recibir la Eucaristía. No comulgar es no
participar, es quedarse fuera.
2.
La Eucaristía experiencia de intimidad
con el Señor.
La Eucaristía es el sacramento en el cual, bajo “las
especies de pan y vino”, Jesucristo se halla verdadera, real y sustancialmente
presente, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad. Jesús en la Eucaristía está radiante y
glorioso como en el cielo, aunque oculto por las apariencias sacramentales. Quitadas
las apariencias no hay ninguna diferencia sustancial entre Jesús a la diestra
de Dios Padre en el cielo y Jesús en el más humilde sagrario de la tierra.
3.
La Eucaristía edifica la Iglesia.
El
estar sentados a la Mesa con el Padre celestial, manifiesta que la Eucaristía
forma la familia de Dios, la comunidad de hermanos, es una cena de hermanos,
una comida fraterna. Formar la Iglesia y la unidad de los hermanos es uno de
los frutos de la Eucaristía. Todos los que reciben la Eucaristía con “dignidad”
se unen más estrechamente a Jesucristo y por ello mismo con todos los miembros
de su Cuerpo que es la Iglesia. En la Iglesia la comunión nos renueva,
fortalece y profundiza la incorporación al Cuerpo de Cristo, realizada por el
Bautismo, por el que fuimos llamados a formar un solo cuerpo. La Eucaristía
realiza la Comunión con Dios y entre los fieles: “El Cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la
sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de
Cristo? Porque aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues
todos participamos de un solo pan? (1 de Cor 10, 17). Todos comemos de un
mismo pan y bebemos de un mismo cáliz, por eso creemos que la Eucaristía es
vínculo de caridad y símbolo de unidad: Nos une con Dios, con los hermanos y
nos hace que nos amemos más.
“Yo soy el pan de la vida, el que
venga a Mí, no tendrá hambre, y el que crea en Mí, no tendrá sed” (Jn 6, 35).
La Cena del Señor y la cena fraterna están de la mano. Eucaristía y vida de
caridad no pueden nunca estar separados. El Pan es comida, la comida es
alimento y el alimento es vida, vida que nutre, transforma, nos hace
Eucaristía, es decir, regalo de Dios para los demás.
4.
¿Qué hacer para tener vida eterna?
“El que come mi carne y bebe mi
sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día”. La vida eterna es
la vida de Dios que Cristo nos da gratuitamente en la Eucaristía. El comer el
Cuerpo de Cristo y el beber su Sangre me une a él, y él habita en mi ser;
entonces, Cristo hablará en mí; mirará a través de mis ojos y amará a través de
mi corazón. Lo llevaré conmigo a mi casa, a mi trabajo. Mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida… quien come mi carne y bebe mi sangre
vive en mí y yo en él… quien me come vivirá por mí…” (Jn 6, 54-58). En la
Eucaristía, Cristo me asemeja a él, me asimila. De la Eucaristía deberíamos
salir más hermanos, más unidos y más llenos del amor de Dios, con la
disponibilidad de servir a los demás.
1.
Existe un único
banquete.
Jesús-Palabra y Jesús-Eucaristía,
no se pueden separar. Antes es necesario comer a Jesús Palabra, es necesario
creer en Él y después tomar a Jesús Eucaristía, la Palabra precede y sigue,
porque la Eucaristía es Pan de Vida en la medida que existe una Fe que acoge a
Jesús y a sus Palabras. La misma Eucaristía es Palabra que se cree, que se
vive, que se celebra y que se anuncia. En la Misa se celebra la Palabra y
también la Eucaristía y en su punto central, recordamos el memorial de la
Muerte y Resurrección de Cristo: ¡La expresión más grande del amor! Según las
Palabras de mismo Jesús: “No hay amor más grande que dar la vida por los
amigos” (Jn 15, 13).
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